Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Aventura] [T3] ¡Corre desplumado! Parte 2
Octojin
El terror blanco
La travesía en el bote mercante, tan silenciosa y discreta como habías planeado, da un giro inesperado cuando, a media noche, la imponente silueta de una nave de la marina aparece bloqueando el paso frente a ti. Las luces en cubierta iluminan el mar, proyectando sombras danzantes en el agua. Los marines hacen señas, indicando al mercante que dé media vuelta, y el capitán, visiblemente tenso, obedece sin cuestionar.

Regresáis hacia el muelle en silencio. En ese momento te da tiempo de mirar a tu alrededor. En total sois seis tripulantes en el bote, además del capitán. Todos parecen estar intentando procesar la situación, algunos lanzando miradas nerviosas hacia la nave de la marina y otros resignados al ver cómo su viaje sufrirá un gran retraso con aquél acontecimiento. Al llegar a la orilla, la escena que te espera no inspira confianza. Los marines han formado una línea, bloqueando cualquier posibilidad de escapar. A primera vista, todos parecen soldados rasos, uniformados y serios, pero la penumbra de la noche hace difícil distinguir más detalles. Cada marine se coloca delante de uno de los tripulantes, como si la distribución ya estuviera pensada de antemano. Al principio cuentas unos diez marines, así que como hay algunos que no tienen misión asignada, se marchan hacia la izquierda, donde hay un grupo en círculo de aún más marines. Hay algo curioso en el ambiente, una calma tensa.

Tienes la ventaja de que es de noche y los marines parecen apurados por revisar a los pasajeros. No parece que te hayan reconocido, al menos no de inmediato. Uno de ellos, el que está frente a ti, lleva un cuaderno en la mano y no parece ni siquiera dispuesto a mirarte a la cara. Alza la vista lo justo para confirmar que te tiene en frente antes de comenzar a hablar.

—Nombre y destino —murmura, sin levantar la voz y con la vista fija en el papel donde va anotando las respuestas.

Una vez des tu respuesta, la expresión de tu interlocutor no cambiará. Continuará haciendo preguntas, de manera mecánica, mientras sigue anotando en su cuaderno cualquier respuesta que le des.

—¿De dónde vienes? —pregunta luego, y te pide que indiques algún testigo que pueda corroborar tu paradero de la última media hora.

La noche sigue siendo una ventaja, y el marine, con sus ojos clavados en el papel, apenas se molesta en mirarte. Sin embargo, percibes algo extraño: el nerviosismo de otros marines, que lanzan miradas al tipo corpulento que estaba en el bote contigo y que ahora está esposado, con evidentes rastros de sangre en su ropa. Se lo llevan con la misma tranquilidad con la que te han interrogado, lo cual te sorprende; parece que su presencia fue la razón de este registro.

Una vez terminadas las preguntas, el marine cierra su cuaderno y te señala un banco junto al muelle donde otros pasajeros del bote ya están sentados, esperando instrucciones. Sin opciones de momento, lo más sensato parece ser tomar asiento y observar la escena a tu alrededor. Los marines mantienen el control con firmeza, pero hay una cierta tensión en el aire, como si la captura del hombre ensangrentado les preocupara más de lo que dejan ver. Los soldados siguen firmes en su inspección, organizados y, al menos en apariencia, discretos. Algunos murmuran entre ellos, susurrando palabras que no logras oír, pero que dejan claro que están discutiendo detalles sobre el prisionero.

El tipo que te ha interrogado habla con uno bastante más alto, de entorno a dos metros veinte, o dos metros treinta. Parece ser el superior, porque si te fijas, todos los que interrogan acaban yendo a él. El chaval del cuaderno te apunta con el dedo un par de veces, ¿acaso no sabe que eso está feo? Vaya tela. Nuestros impuestos acaban en la marina, y no les deben enseñar un mínimo de respeto... Pero bueno, eso es otro tema. El caso es que tras señalarte varias veces, el tipo alto te mira también, alternando la vista en ti y en el cuaderno.

Si miras al hombre esposado, que sigue el procedimiento sin ofrecer resistencia, notarás cómo su expresión es estoica, como si ya estuviera acostumbrado a este tipo de situaciones. Te preguntas si realmente él era la causa de que detuvieran el bote o si hay algo más en juego ahí, algo que la marina no ha revelado aún.

Esperas pacientemente en el banco, percibiendo los pasos de los soldados que se mueven de un lado a otro. Aunque estás cerca del foco de atención, la oscuridad sigue siendo una aliada, y la marina no parece haber notado la recompensa sobre tu cabeza.

El ambiente sigue siendo cauteloso, pero la orden de retirada es clara. Al menos por ahora, no eres el centro de la atención. No sabes qué es lo que ha hecho ese hombre corpulento, pero sin duda le debes una. Un marine se acerca a ti, no es el del cuaderno, pero es uno que quizá hayas visto interrogando a otro. Aunque conforme está más cerca, ves que no es directamente a ti a quien se dirige, sino al grupo.

—Caballeros, esperen un minuto más, estamos comprobando un par de cosas y ya estaréis en libertad. La marina les obsequiará con un ticket que podéis canjear en la posada "La bella durmiente", que está a cien metros de aquí. E intentaremos hablar con el propietario del barco para que os deje ir en el siguiente viaje, disculpen las molestias.

Y tras ello, se alejará de nuevo hacia el grupo de marines, que parecen esperarle y le dan un par de golpecitos en la espalda. Está claro que es un novato, o lo tratan como tal.

Sabes que esta noche ha quedado marcada, y aunque el espectáculo haya concluido por el momento, la isla seguirá siendo el escenario de tus próximos movimientos.

Datos
#1
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
La situación había cambiado de un momento de relajación en el bote mercante rumbo a Demontooth a un escenario donde cada movimiento contaba. Estaba rodeado de marines, y aunque ninguno parecía sospechar su identidad o notar su recompensa, sabía que un paso en falso podría llevarlo a la celda más cercana. Por dentro, sin embargo, el Pavo Real del Océano mantenía sus sentidos en alerta.
 
— Mayura Pavone —murmuró en un tono suave cuando le pidieron su nombre, como si no tuviera nada que ocultar. Ante la siguiente pregunta, comentó que provenía de una isla de la Gran Ruta Maritima, un lugar lo suficientemente ambiguo para evitar preguntas adicionales. Al pedirle que indicara un testigo de sus últimas actividades, hizo una pausa calculada antes de responder con un gesto despreocupado.  —  Lamentablemente, mis compañeros de viaje parecen haber tomado diferentes direcciones al llegar a la isla. — Su tono de voz era calmado, casi indiferente, y sus palabras medidamente elegantes, permaneciendo en silencio mientras el marinero del cuaderno anotaba cada una de sus respuestas.
 
Mientras el marinero continuaba con las preguntas mecánicas, Mayura aprovechó para observar a su alrededor. La oscuridad era su aliada, cubriéndolo parcialmente y permitiéndole estudiar a cada uno de los soldados que lo rodeaban. Fue entonces cuando notó al hombre corpulento esposado, con rastros de sangre en su ropa. Por la expresión de los marines, parecía que este misterioso personaje era la verdadera razón por la que habían interceptado el bote. El hecho de que siguiera el procedimiento sin resistencia sugería experiencia en estas situaciones, y la actitud de los marines dejaba en claro que había algo más en juego.
 
Cuando el marine del cuaderno se dirigió a su superior, el alto oficial que los supervisaba, Mayura se mantuvo observando sin parecer interesado, aunque notó los constantes gestos en su dirección. “Interesante…” pensó, permitiéndose un ligero y controlado desdén hacia la falta de modales de aquellos que se suponía debían mostrar respeto. La situación, si bien incómoda, aún no parecía dirigida específicamente hacia él, y eso le permitía un margen de maniobra.
 
Al sentarse en el banco, mantuvo su postura erguida, cuidando que cada uno de sus movimientos reflejara calma y elegancia, como si fuera un espectador y no parte del grupo sospechoso. Su mente trabajaba rápido, evaluando posibilidades. ¿Debería intentar escapar? ¿O quizá era más prudente esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos? El tiempo que llevaba viajando le había enseñado a medir cuándo actuar y cuándo mantenerse a la sombra, y esta noche parecía más adecuada para lo segundo.
 
Cuando el joven marine se acercó al grupo para anunciar que pronto serían liberados, Mayura se permitió esbozar una pequeña sonrisa. La posibilidad de alojarse en la posada La bella durmiente era una oportunidad interesante, no solo por la comodidad temporal que representaba, sino también por la posibilidad de mezclarse con otros viajeros y escuchar rumores útiles. Además, no podía evitar notar la camaradería entre los marines, especialmente los golpes en la espalda al joven novato. Detalles que, aunque triviales, contribuían a su análisis de la situación.
 
Pero algo aún no cuadraba. Sus ojos se posaron nuevamente en el hombre esposado, y una idea comenzó a formarse en su mente. ¿Qué había hecho aquel tipo para merecer semejante despliegue de seguridad? Y, más importante aún, ¿cómo podía aprovechar la distracción que él representaba?
 
Mientras esperaba pacientemente, Mayura se inclinó hacia el hombre que tenía sentado a su derecha, uno de los otros pasajeros del bote. Con voz baja y confidencial, murmuró: — No parece una situación común, ¿verdad? ¿Sabe usted algo sobre ese hombre o de la situación? — Su tono era casual, como si hablara por pura curiosidad, pero esperaba obtener alguna información útil de su improvisado compañero. Cualquier detalle podía ser clave para entender mejor el escenario.
 
La situación parecía estar a punto de resolverse, y los marines pronto permitirían a los pasajeros irse a descansar. Aun así, Mayura se mantuvo en guardia, dejando que la noche ocultara sus verdaderas intenciones. Era cierto, aquel hombre ensangrentado le había servido de distracción, pero había algo en la atmósfera que le decía que el espectáculo aún no había concluido. Después de todo, el verdadero espectáculo apenas estaba comenzando, y Mayura estaba más que dispuesto a protagonizarlo.

personaje
#2
Octojin
El terror blanco
La noche es densa, y el aire en el muelle parece cargado de una mezcla de incertidumbre y temor. Ambas sensaciones suelen ir de la mano, y en esta situación no es menos. Mientras observas al tipo corpulento con rastros de sangre en su ropa, la curiosidad se despierta en ti, un interés más allá de lo superficial. ¿Qué diablos estará haciendo allí ese tipo? ¿De quién será esa sangre? ¿Por qué le detienen? Mucha pregunta y poca respuesta. Todo te ha pillado tan de sorpresa que quizá no sepas muy bien cómo gestionarlo.

La situación es extraña, y sabes que cualquier detalle podría inclinar la balanza a tu favor. El conocimiento es poder, y en una situación así, el que no corre vuela. Así que, inclinado ligeramente hacia el hombre sentado a tu lado, dejas caer una pregunta con voz suave y casual, intentando adelantarte a lo que sea que esté pasando.

Tu interlocutor, sin embargo, no comparte la misma serenidad que tú. Lo notas en su expresión, en el leve temblor de sus manos, en el continuo zapateo que se trae con el suelo. Tartamudeando, responde, con una mezcla de temor y sorpresa por tus palabras.

—N-no tengo ni idea... y... tal vez no deberíamos estar hablando de esto —Mira a su alrededor nervioso, y su voz baja aún más—. Digo yo... ¿no crees que es sospechoso que estemos murmurando? Quizás sería mejor... guardar silencio. —Sus palabras son temblorosas, y su expresión es tan insegura que puede que hasta te de pena. Está claro que tiene miedo, y eso es algo que puedes aprovechar, aunque su nerviosismo no te revela nada de valor inmediato.

Antes de que puedas seguir tanteando, el encargado del bote se acerca a ti, interrumpiendo tu conversación. Con una expresión cautelosa, te observa de arriba abajo, su mirada te evalúa, como si fuese un escáner con la intención de leer tu carácter en esos primeros segundos. Quizás algo en tu porte o en tu actitud le da la impresión de que puede confiar en ti. No seré yo quien juzgue tu porte, ni quien le diga a este tipo si debe confiar en ti o no, pero le preguntaré qué es lo que ha visto en ti. Luego te cuento.

Tras un par de segundos, se inclina ligeramente, y con un susurro apenas audible, te dirige la palabra. El tipo tiene una voz bastante grave, quizá te guste.

—¿Por qué quieres saber sobre ese tipo? —dice, cubriéndose la boca como si estuviera disimulando un bostezo. Su tono es bastante calculado, y sus ojos no dejan de moverse, revisando el entorno para asegurarse de que nadie lo esté escuchando. Juega también con las sombras para ponerse donde menos se le pueda ver.

El encargado se acerca un poco más, manteniendo una postura aparentemente relajada, aunque sus palabras esconden un tinte de urgencia. Algo te dice que espera algo de ti antes de que abra la boca.

—Ese hombre... no es un simple pasajero —comienza a decir, mirando a los lados antes de continuar—. Es un comerciante, sí, pero no uno muy legal. Ha estado metido en algunos problemas en Loguetown; parece que robó en varias tiendas y estuvo huyendo por un buen tiempo. La marina lo estaba buscando y lo atraparon aquí. Aunque, claro, él no trabajaba solo —Hace una pausa, y puedes notar cómo vuelve a mirar en ambas direcciones antes de proseguir—. Su compañero logró escapar con el botín. Así que... ya ves que las cosas no están tan simples.

Ahora te toca a ti procesar la información mientras el encargado te lanza una mirada evaluadora. Sus labios se curvan en una leve sonrisa mientras sigue hablando en el mismo susurro disimulado.

—Ese hombre pagó muy bien al capitán para que le ayudara a pasar desapercibido. Y, viendo cómo están las cosas, supongo que querrá librarse de la marina cuanto antes —Hace una pausa, y sugiere, con un tono que combina cinismo y ambición—. Mira, si logramos ayudarlo a escapar, nos podríamos llevar una buena recompensa. Pero habría que actuar con discreción, claro. Hay que formar un buen plan, y no parece que vayamos a tener mucho tiempo... ¿Qué me dices? ¿Te unes? No queremos llamar la atención de los marines, ¿verdad?

Notas cómo el encargado se cubre la boca con una mano, fingiendo otro bostezo mientras lanza una rápida mirada hacia los marines que merodean por el muelle. Su intención es clara, aunque trata de hacer que sus palabras pasen desapercibidas, como si no fueran más que una charla trivial entre viajeros aburridos. ¿Pero acaso es un suicidio? Allí hay muchos más marines de los que podríais vencer. Bueno, al menos aparentemente.

La idea de recibir una recompensa a cambio de ayudar a escapar a este personaje tiene sus riesgos, pero también su beneficio. Puede que consideres la propuesta mientras observas a tu alrededor. Puede que quieras evaluar el entorno y la disposición de los marines. La noche te sigue ofreciendo la cobertura ideal, y la aparente falta de reconocimiento de tu identidad sigue siendo tu mejor aliada. Tienes tantas opciones... ¿Realmente merece la pena ayudar a ese tipo? Si la respuesta es no, quizá debas decirle la verdad a la marina. Aunque... Igual no es tu estilo. Y si es sí... Quizá te quieras dejar atrapar y huir desde dentro, o emboscarles, o esperar, o... No sé, piensa algo, seguro que llegas a alguna conclusión.

Pero en cualquier caso, no puedes ignorar que esta aventura conlleva un peligro añadido: la marina ya ha desplegado su atención en este hombre, así que deben tenerle bien fichado. A saber si lo que dice el tipo es cierto o no. Cualquier paso en falso podría arrastrarte a una confrontación directa con ellos, y ahí seguramente tengas las de perder. Creo que si sabes contar, te drás cuenta de que no sería una batalla justa todos contra ti.

Mientras el encargado sigue observando los alrededores con disimulo, parece confiar en que aceptarás su oferta. Su ambición, o más bien su desesperación, es palpable en su expresión y en el leve temblor de sus manos cuando se aparta ligeramente, fingiendo que apenas te ha comentado algo.

—Entonces, ¿qué dices? ¿Nos aseguramos de que este tipo no se quede a pasar la noche en el calabozo de la marina? —murmura, lanzándote una mirada significativa, una más de las tantas que ya te ha lanzado. La invitación queda en el aire, como una oportunidad que podrías tomar o dejar.

Aunque te has enfrentado a situaciones complicadas antes, cada detalle en este juego debe ser calculado con total precisión. Una decisión apresurada podría arruinar la ventaja que ahora mismo  tienes, pero rechazar la propuesta sin más podría dejar escapar una oportunidad interesante, aunque tampoco tienes claro que todo lo que ese tipo te está contando sea cierto. Vaya dilema, yo no sabría qué hacer en tu situación.
#3
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El elegante pavo real se vio decepcionado ante la respuesta de su primer interlocutor, su nerviosismo y falta de información le dio ganas de simplemente callarle. Tras un suspiro leve de desilusión, los pensamientos del elegante pirata fueron interrumpidos por un hombre que parecía saber lo que realmente se estaba moviendo en el momento, un hombre con una propuesta un tanto indecente.
 
Mayura mantuvo su expresión serena, casi indiferente, mientras el encargado le hacía la propuesta. Aunque la situación le resultaba intrascendente en un principio, las palabras "buena recompensa" encendieron una chispa en su mirada. No era la clase de hombre que se lanzaba a lo primero que le ofrecían, pero tampoco despreciaba una oportunidad de ganar algo... y si podía jugar con las expectativas de los demás, mejor aún.
 
Con una sonrisa leve y calculada, inclinó un poco la cabeza hacia el encargado, como si estuviera considerando la propuesta con interés, aunque en realidad ya había tomado una decisión. — ¿Ayudarlo a escapar? —dijo en un tono suave y despreocupado, dejando que su voz apenas escapara entre los murmullos del muelle. — Digamos que tengo cierto... gusto por lo arriesgado. Y siempre es bueno tener aliados en lugares oscuros, ¿no crees? — continuo para luego detenerse un segundo, observando el movimiento de los marines a la distancia, midiendo cada paso y calculando la mejor manera de aprovechar la situación. Después, miró de reojo al encargado, con una sonrisa sagaz que apenas ocultaba sus verdaderas intenciones.
 
Aunque... debo advertirte, amigo… — agregó, en un tono que bordeaba entre la complicidad y la amenaza velada. — Si las cosas se complican, mi lealtad tiende a ser flexible. No quisiera que pienses que soy de los que se atan a promesas inciertas. Digamos que actuaré en nuestro mejor interés... el mío, sobre todo. — concluyó tras empezar analizar la situación desde la distancia, pero sin dar ningún movimiento que atrajera la atención de los marines. Su plan, por ahora, era simple: ayudar al hombre a escapar, pero con la intención de traicionarlos en el último momento si así lo decidía prudente. La adrenalina del riesgo y la perspectiva de una recompensa tentadora hacían de esta una jugada interesante.
 
Finalmente, regresó su mirada al encargado, alzando una ceja con un aire de desafío. — Entonces, ¿qué pasos siguen? — preguntó con su melódico y característico tono de voz, asegurándose de aun no captar la atención de nadie, pues independientemente de cual sea el plan, la pirata ya sabía su jugada, lograr que todos se descarten entre ellos ser el único en pie. — ¿Sabes qué? Hora de divertirse. — murmuró sin esperar respuesta a su pregunta anterior hacia el encargado de la situación, ahora con una sonrisa extasiada antes de pararse del banco y soltar un suspiro largo estirando sus brazos al aire, dejando liberar un poco de la tensión y el cansancio que sentía en el momento que ya se tornaba aburrido.
 
Disculpen caballeros. ¿Cuánto más nos mantendrán acá? — cuestionó hacia los hombres de la marina alzando su melódica e histriónica voz mientras se acercaba a ellos. Sus manos las llevo a reposo sobre las katanas que tenía envainadas en su cintura, no como un singo de combate ni a modo de enfrentarse, sino como una simple postura natural y de apariencia inofensiva. — Ya es muy tarde, ¿no creen? — adicionó con un tono aburrido y una cara de desesperanza dibujada tras otro largo suspiro mientras se seguía acercando hacia el grupo que tenia al misterioso hombre ensangrentado que se encontraba detenido. 

"Una jugada bien ejecutada siempre tiene más de un desenlace preparado." Pensó al acercarse hacia el sujeto para ver si lograba distinguir el material de las esposas e intentar librarle de un corte, intención perfectamente camuflajeada pues primero quería averiguar si le daban algún detalle de cuanto tiempo estarían allí y determinar de una vez por todas si valía la pena arriesgarse o simplemente tenia que aguantarse un poco más sin ponerse en riesgo.
#4
Octojin
El terror blanco
Te acercas a los marines con una sonrisa calculada y una pose tranquila, como si estuvieras simplemente buscando información. La postura confiada y la pregunta casual que lanzas sobre cuánto más tiempo planean retenerlos atrae la atención del grupo. El marine al mando te mira de reojo con evidente desagrado; su ceño fruncido y su mirada de fastidio dejan claro que no quiere distracciones. Aun así, no te ignora completamente. Tras unos segundos de tensión, hace un leve gesto hacia uno de los novatos, indicándole que te atienda mientras él continúa lo que parece ser una llamada importante en el Den Den Mushi. Su expresión se mantiene severa y concentrada, como si discutiera un asunto delicado.

El novato, visiblemente incómodo ante la presencia de su superior, se dirige a ti con un tono de voz algo tembloroso, como si temiera cometer un error.

—Buenas noches, señor. Parece que solo quedan unos minutos. Estamos realizando las últimas comprobaciones, ¿vale? —dice, haciendo una pausa y hojeando algunos papeles en sus manos. Al parecer, el nerviosismo de estar en esta situación lo sobrepasa, y trata de no llamar la atención de su superior, que sigue hablando en el Den Den Mushi.

Sin embargo, en cuanto menciona que la base está verificando antecedentes, la alerta se enciende en tu mente. Los engranajes de ésta trabajan rápidamente, calculando todas las posibles salidas. Esa verificación es lo último que deseas escuchar, sobre todo teniendo en cuenta que has dado tu nombre real. ¿Qué deberías hacer? Ten en cuenta que el tiempo es limitado, y cualquier movimiento erróneo podría empeorar las cosas.

Observas al tipo corpulento esposado. Su expresión es inusualmente relajada para alguien en su posición; parece que el arresto no lo perturba, como si tuviera algo planeado o supiera que todo saldría a su favor. Las esposas que lleva son simples, nada especial; fácilmente podrías cortar a través de ellas si decides ayudarlo a escapar, aunque no sé yo si el tajo sería tan limpio como para no cortarle una mano. En cualquier caso, eso solo sería útil si logras deshacerte de los marines con rapidez. La calma de este tipo te genera más preguntas que respuestas, y su aparente tranquilidad es intrigante.

De repente, el encargado de los marines, aún hablando en el Den Den Mushi, menciona algo que te congela momentáneamente.

—Solo falta Mayura Pavone, revisa si tiene algún delito registrado y nos ponemos en marcha hacia la base. El resto están limpios —dice, con la voz cortante y directa, sin ni siquiera mirarte. Seguramente no sepa que ese tal Mayura eres tú.

La situación cambia de inmediato. Parce que es cuestión de tiempo que seas identificado. La idea de permanecer tranquilo y calculador ya no es una opción, y debes actuar rápido si quieres evitar ser llevado a la base de la marina. Miras al marine novato frente a ti, que ahora empieza a ponerse nervioso, consciente de que algo extraño está ocurriendo. Probablemente no sepa mucho, pero tú sabes que si el marine al mando confirma tu identidad, estarás en serios problemas.

Con cada segundo que pasa, la tensión se acumula. Un rápido análisis de la situación te deja pocas opciones. Tu mente trabaja en posibles salidas: podrías hacer una maniobra rápida para distraer al novato y los demás marines, o bien podrías aprovechar que la noche aún te cubre parcialmente. De todas maneras, no tienes mucho tiempo, y la clave será actuar antes de que el superior reciba la confirmación que busca.

Dime, ¿qué hará el pavo real del océano en una situación como esta? Estoy expectante.
#5
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Mayura parpadea lentamente, evaluando la situación y sin perder la sonrisa. La noche y el tiempo limitado juegan a su favor, así que decide mantener la calma y usar su encanto para ganar un par de segundos cruciales. Se inclina hacia el novato, quien aún parece nervioso y fuera de lugar, y le susurra en un tono tranquilizador y casi conspiratorio.
 
Tranquilo, buen hombre. Sé que solo están cumpliendo con su deber. Pero dígame, ¿alguna vez no le ha parecido injusto que tipos como yo, con intenciones tan inocentes, sean tratados como delincuentes? — Su tono es amistoso, casi divertido, mientras mantiene la mirada fija en los ojos temblorosos del novato. — Quizás podría mirar a otro lado, solo unos segundos, y dejarme pasear un poco más por aquí. A nadie le hace daño, ¿cierto? — Mientras dice esto, el elegante pirata desliza disimuladamente una moneda dorada en la palma del novato, una pequeña señal de buena voluntad. El brillo de la moneda y el tono relajado de Mayura parecen hacer vacilar al joven marine. Sin embargo, antes de que pueda responder o si quiera reaccionar, el Pavo Real del Océano cambia de táctica rápidamente al notar que el líder de los marines vocifera su nombre al continuar en su llamada.
 
Actuando con rapidez, en cuestión de solo instantes da un paso hacia atrás y se lleva una mano al pecho, simulando una tos repentina y aguda. Con la distracción buscaba permitirse acercarse lo suficiente para desenvainar una de sus espadas y causar un corte preciso entre los presentes, un corte que fuera directo a la cadena que servía como unión de las esposas, liberando al hombre. Con suerte se armaría un revuelto que le permitiese lanzarse en una carrera rápida hacia las sombras de los callejones cercanos, pero antes de escapar trataría de echarle un poco de leña al asunto a ver si prendía.
 
¡Libertad compañeros! — vociferó dramáticamente alzando la espada desenvainada, buscando golpear con fuerza utilizando la contraparte del filo a uno de los marines que el sujeto ensangrentado tenía al lado, para luego echarse a la fuga. Mientras corría, su mente trabajaba velozmente para recordar la geografía del lugar y encontrar la ruta de escape más segura, después de todo, había usado los callejones que conectaban a la zona del puerto para escapar de la taberna ese mismo día. Sabe que, si puede desaparecer entre los callejones antes de que el marine superior lo identifique, tendrá una oportunidad de perderlos en la noche, pero si le caían atrás y daban con él, el ocultarse entre rincones y sombras le permitiría atacar de manera estratégica a sus perseguidores que no hayan quedado en el revuelto (si es que este llega a armarse).
 
En caso de que se viera acorralado si quiera antes de poder partir del área y escabullirse, pues se defendería contra el primero que apareciese, desenvainaría sus tres espadas sin pensarlo mucho y se arremataría contra cualquier marine o presente que quiera buscar problemas o servir de obstáculo.
 
¿Qué si tuviera en común en cualquier escenario? Sencillo, una sonrisa para si mismo, disfrutando de la adrenalina que late en su pecho. Después de todo, la vida de un pirata siempre necesita un poco de caos. ¿Verdad?
#6
Octojin
El terror blanco
La decisión está tomada en un instante. Desenvainas una de tus espadas aprovechando esa confusión que tú mismo creas y, con un movimiento elegante, aprovechando que el novato sigue nervioso y el superior distraído en su llamada, te acercas lo suficiente al tipo corpulento esposado. Lo haces tan fluido y elegante que da hasta gusto verte, dí que sí. En un solo gesto limpio y certero, cortas las cadenas que unen las esposas, liberándolo. Antes de que los marines reaccionen, el tipo aprovecha su recién adquirida libertad y lanza un golpe contundente al marine más cercano, derribándolo. Parece que estaba esperando ese momento.

El caos estalla de inmediato. Aprovechas la confusión y corres, sin perder el ritmo ni un segundo. Te lanzas hacia los callejones mientras el tipo fornido se echa a correr detrás de ti, como si creyese que tienes un plan. Espera, ¿no lo tienes? Mierda, se va a llevar una desilusión tremenda. Los gritos de los marines llenan el aire, y poco después, oyes el eco de disparos a tus espaldas. Una bala atraviesa el hombro de tu inesperado aliado, que suelta un grito de dolor pero sigue corriendo. Otra bala impacta en tu muslo izquierdo. Un dolor agudo y profundo te atraviesa, obligándote a tambalearte por un instante. Aprietas los dientes y continúas, consciente de que detenerte ahora sería fatal.

Como si estuvieras en una maratón, el ritmo lo es todo. Eres consciente de que los marines se están reagrupando para cerrar el perímetro, son muchos y tú uno. Bueno, dos si cuentas a tu nuevo aliado. Las sombras de la noche te ofrecen cierto refugio, pero sabes que no será suficiente si no encuentras un escondite pronto. Con la herida en el muslo, cada paso es un recordatorio del peligro, pero también te impulsa a mantenerte en movimiento. Aunque te duele, aún está caliente y la puedes mover con ciertas complicaciones, pero crees que podrás seguir corriendo un rato más.

El callejón que recorres es estrecho y oscuro, y aunque no tienes visibilidad completa, distingues dos opciones frente a ti: una casa con una ventana abierta y otra, a unos metros de distancia, cuya puerta podrías intentar forzar.

El sonido de los marines acercándose te hace tomar una decisión sin pensarlo mucho más. El dolor punzante en el muslo te hace apretar los dientes.

Opcion 1


Opcion 2


En cualquier caso, deberías mirarte la herida. Quizá atándote algo a la pierna y presionándolo contra la herida podrías intentar detener el sangrado. El dolor es intenso, pero la adrenalina aún corre por tus venas, y sabes que tendrás que resistir un poco más. Desde tu posición junto a la ventana de cualquiera de las dos casas, podrás escuchar a los marines organizándose en el callejón, sus voces parecen firmes y decididas.

— ¡Revisen todas las casas! No pueden estar muy lejos —ordena el superior, y puedes distinguir su voz entre el ruido de los pasos apresurados.

Cuentas con unos minutos, tal vez menos, antes de que empiecen a buscar casa por casa. La noche y tu capacidad para moverte en silencio son tus aliados, pero sabes que un descuido podría costarte caro.

Daños
#7
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El sonido seco del disparo envolvió toda la zona antes de que si quiera Mayura pudiera procesarlo. Un dolor abrasador atravesó su muslo izquierdo, obligándolo a tambalearse y perder el equilibrio por unos instantes. Sus labios se apretaron en una línea tensa, pero no emitió un solo sonido; el orgullo y la adrenalina lo mantenían en pie. Con cada paso, la herida latía intensamente, el calor de la sangre extendiéndose por la tela de su pantalón. Sabía que detenerse significaría quedar a merced de los marines que, en cuestión de segundos, ya estarían sobre él y su inesperado compañero de fuga.
 
No tenía tiempo para dudar. Mantuvo el ritmo, adentrándose en los callejones oscuros, y el tipo corpulento, le seguía a duras penas a pesar de que también había recibido un disparo, parecía creer que todo era parte de algo, lo que no sabía es que el pavo solo quería su recompensa prometida. Al notar una ventana abierta en una casa cercana, Mayura gesticuló hacia ella con un movimiento urgente de la cabeza. Sin perder un segundo más, escaló con ayuda de su compañero y se coló en el interior, posteriormente para abrirle la puerta pues con un intento fallido de entrar por la ventana no hubo otra opción. No obstante, tras ambos entrar se aseguraron de cerrar con seguro tanto la puesta como la ventana, cuyo rastro de sangre en el marco fue limpiado con las mangas de su elegante túnica, uno de sus pocos y preciados tesoros restantes.
 
Al encontrarse en la relativa seguridad de la habitación, el dolor se volvió imposible de ignorar. Rápidamente, rasgó un trozo de tela de su camisa y lo presionó contra la herida, atando el improvisado vendaje con manos temblorosas pero firmes. Mientras ajustaba la presión, alzó la vista hacia el hombre que lo observaba con una mezcla de incertidumbre y respeto. — Supongo que no contabas con una escena tan inesperada como improvisaba mi querido... — comentó con su tono cargado de ironía, tratando de ignorar el dolor que le retumbaba en el muslo, liberando un largo suspiro para evitar gritar, siempre dejando esa pausaba característica cuando esperaba que alguien se presentase tras esas palabras que utilizó al final.
 
Por ahora el plan es sobrevivir y si fallamos pues al menos nos llevaremos un buen espectáculo. —respondió con una sonrisa forzada a través de sus gestos de dolor. Culminando con el lanzamiento de una mirada desafiante hacia su compañero dejando claro que él y sus tres espadas estaban dispuestos a todo.
 
Antes de si quiera poder tener una respuesta, ambos oyeron el eco de pasos y órdenes en la calle. Los marines se estaban reagrupando, su líder gritando las ordenes, no había tiempo que perder.  — Debemos buscar un escondite de inmediato. — murmuró apresuradamente, poniéndose de pie y apoyándose en las paredes para aliviar el peso en su pierna herida.
 
Avanzaron en silencio, explorando la casa juntos. Mayura se apoyaba en las paredes, sintiendo el ardor de su muslo con cada paso. El lugar estaba en penumbra, desgastado y abandonado. Aunque le cruzó por la mente buscar algo de valor, su prioridad era esconderse en algún rincón oscuro de una de las habitaciones y esperar lo que el destino les deparara.
 
Sabía que los marines probablemente se dividirían para revisar cada casa, lo cual significaba que, con suerte, solo uno o dos entrarían en su escondite. De ser así, aprovecharía las sombras y el silencio para emboscarlos, desenvainando sus tres espadas si alguien decidía entrar. Con la puerta y la ventana aseguradas, tendrían tiempo suficiente para escuchar cualquier intento de irrupción.

off
#8
Octojin
El terror blanco
Dentro de la casa abandonada, cada ruido, cada crujido en la madera, parece amplificar el peligro que acecha afuera. Intentáis andar lento y seguro, minimizando el impacto que producen vuestras pisadas. Aún así la madera suena un poco, pero por el momento no parece ser suficiente como para llamar la atención . Buscando una posición más segura, encuentras unas escaleras que llevan a un sótano oscuro y estrecho. Con una rápida mirada hacia el tipo fornido, ambos os entendéis sin palabras; el sótano será el mejor escondite. Sin perder tiempo, descendéis con pasos cautelosos.

—Aquí estaremos bien —dice tu acompañante, con voz baja y seria—. Solo necesitamos llegar al muelle. Tengo un plan de escape, pero… debemos salir vivos de aquí.

Os escondéis, respirando en silencio mientras calculáis vuestros próximos movimientos. La verdad es que tenéis una ventana de tiempo que podéis aprovechar. Los minutos pasan lentamente, y la espera se vuelve interminable. La herida en tu muslo sigue latiendo, un recordatorio constante del peligro al que os enfrentáis. Quizás posicionarse estratégicamente en el sótano sea lo mejor; si los marines bajan, podríais atacarlos por sorpresa, como parece que es tu plan.

El silencio se vuelve tedioso y la tensión se incrementa hasta que, finalmente, escucháis pasos cada vez más cerca. Esa madera que chirría con cada paso os viene bastante bien ahora. Dos marines novatos descienden las escaleras con linternas temblorosas, sus movimientos son inseguros y cargados de unas tremendas ganas por no ver nada sospechoso. Parecen estar nerviosos, quizás conscientes de que algo acecha en la penumbra. Los observas con calma, hasta el momento preciso en que te lanzas sobre uno de ellos.

Tus dos ataques son certeros y rápidos, y el marine cae inconsciente al suelo, perdiendo una cantidad considerable de sangre. Al otro novato lo atrapa tu fornido compañero, quien con una llave de asfixia lo deja inconsciente en cuestión de segundos. El cuerpo del segundo marine se desploma también, y el silencio regresa al sótano. Ambos habéis ejecutado la emboscada con precisión, pero la situación sigue siendo peligrosa. Ha sido un ataque rápido, eficaz y, sin duda silencioso.

El plan ha salido bien, por ahora, pero sabes que en cualquier momento alguien se dará cuenta de que faltan dos marines y rastrearán la casa. Con los marines inconscientes a vuestros pies, miras a tu acompañante, que parece que no tiene un plan marcado más allá del que te ha comentado sobre ir al muelle, algo que ahora mismo parece totalmente inviable con tanto marine cerca. El siguiente movimiento debe ser decisivo. ¿Qué harás?
#9
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Tras escuchar que los marines forzaban su paso en la propiedad, ambos se colocaron estratégicamente en el sótano que habían encontrado antes. Cada pasa irregular de esos novatos generaba un crujido en la madera que rompía con el silencio que habían conseguido, incrementando la tensión del momento. Para cuando la tensión había alcanzado su máximo punto, los novatos ya se habían adentrado al sótano, confirmando su inexperiencia al reflejar su tembloroso andar con la luz de la linterna encendida. Observándolos con calma y accionando en el momento preciso, Mayura y su acompañante se deshacen de ambos, dejando sus cuerpos caer al suelo como dos sacos de papas. Tras finalizar, envaino con elegancia sus espadas y soltó un suspiro de relajación.
 
Ya estando con sus tan esperados invitados inconscientes, el elegante pirata respiró hondo, permitiéndose un instante para evaluar su situación. Por otro lado, estaban las palpitaciones de su herida que incrementaban de intensidad cada vez más, era difícil de ignorar, sentía las punzadas de dolor con cada latido de su corazón. La improvisada venda apenas contenía el flujo de sangre, y aunque su expresión se mantenía inquebrantable, el cansancio de todo el ajetreo que había tenido durante el día comenzaba a aflorar en su mirada.
 
Se inclinó sobre uno de los cuerpos de los marines inconscientes, escudriñando sus pertenencias en busca de algo útil. Desafortunadamente, no había nada que le interesa más que las linternas que yacían en el suelo junto a los inconscientes cuerpos. Sin perder la compostura, lanzó una mirada a su compañero. Parece que tenemos un pase improvisado. Tal vez nos sirva para salir de aquí sin desentonar tanto, ¿no crees? — susurró con una sonrisa burlona y un toque de ironía.
 
Aunque no estaba seguro de si su acompañante seguiría la idea, decidió confiar en que ambos estaban del mismo bando, al menos hasta llegar al muelle. — Escucha, no creo que tengamos mucho tiempo asi que debemos actuar rapido. No puedo cargar con estos cuerpos, pero a ti se te nota la fuerza a leguas. El plan será posicionarlos estratégicamente a modo que la linterna genere una sombra en la calle, debe parecer que uno este sentado en la silla con las esposas mientras que el otro está parado frente al de la silla, le quitamos las gorras para que no salgan en la sombra y listo. —  El Pavo Real del Océano estaba decidido y su tono lo dejaba claro, sin esperar respuesta de su compañero, subió las escaleras hasta la sala, se podía notar en su semblante que sus pensamientos seguían corriendo y que el plan no terminaba allí, sobre todo cuando se deshizo de su tan preciada túnica que ya se encontraba rasgada y manchada de sangre. Estaba claro, quedarse allí sería demasiado arriesgado, especialmente cuando el tiempo jugaba en su contra y esperaba que su compañero compartiera el mismo sentido de urgencia.
 
Toma, posiciona a este acá, apoyado de esto, y al otro siéntalo acá. Toma una de sus gorras, yo tomo la otra, así si nos ven de reojo a lo lejos es probable que por las sombras y la noche no nos capten al instante, aunque no prometo nada, tampoco son tontos, solo son novatos… y ese que parecía el jefe… si tu y él tienen cuentas pendientes la resuelven en otro momento. — iba organizando la escena mientras hablaba, moviéndose de aquí y allí posicionando toda la utilería que necesitaban para iniciar su escena teatral perfectamente calculada, todo iba en puntos estratégicos, la puesta de escena sería perfecta y digna de tan teatral pirata.
 
Antes de encender las linternas que había apagado previo a subir del sótano se colocaría una de las gorras y esperaría a que su compañero terminara de posicionar los cuerpos para colocar su túnica sobre el que sentaran en la silla. Si su compañero le seguía el paso e iba con el plan, Mayura encendería las linternas con una posición que la contra luz les serviría como camuflaje para salir por la fuga sin dejar rastro, debía usar el cerebro pues correr se le dificultaba gracias a la herida al menos claro de que su compañero fuera lo suficientemente fuerte para llevarlo en sus brazos, no se negaría a la propuesta.
 
¿Cómo llamarían la atención de los demás para juntar a todos los marines en la casa? Con un grito, un grito teatral, pidiendo piedad y socorro, un grito que iría así: — ¡Oh por favor queridos marines, no me maten y me dejen tirado en el sótano como hicieron con mi compañero, te lo pido por favor! — ¿Sótano? Así es, quería ganar mas tiempo y para ello hacerles creer que algún cuerpo estaba en el sótano, aunque encontrasen a los suyos, inconscientes.  Pero con ese grito, su plan se pondría en marcha, romperían unas cosas para que pareciera que hubo combate y causar ruidos y ambos se irían a la fuga con la esperanza de salir de la escena antes de toparse con alguien más.
#10


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 4 invitado(s)