¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Aventura] [Aventura - T3] Cuidado con lo que haces...
Ray
Kuroi Ya
La pequeña isla de Momobami siempre ha tenido un aura ciertamente fascinante. Los seres humanos y el resto de razas por lo general se mantienen alejados, y no se conoce de ningún grupo que haya intentado establecer una colonia allí, pero aún así tiene un innegable magnetismo. La frondosidad de la jungla que la cubre casi por completo le otorga un aspecto salvaje y puramente natural, y realmente esto se corresponde con las características de la isla. Multitud de especies animales extraordinariamente peculiares y únicas en todo el mundo pueblan esta indomable selva, siendo algunas de ellas relativamente inofensivas y otras peligrosas. En general es considerado un lugar extremadamente peligroso, pero no dejar de tener un atractivo difícil de obviar para los aventureros que pasan por sus proximidades.

La única zona de esta peculiar isla en la que se puede encontrar otras personas es la Bahía de los Olvidados, una bahía flotante hecha con lo que parecen restos de barcos viejos donde se establecieron hace unos años un grupo de corsarios. En ella ofrecen sus servicios reparando los barcos de los viajeros y vendiéndoles distintos tipos de alimentos para que puedan continuar con sus travesías.

Es en esta zona donde Alistair se encuentra. El revolucionario, que ha escuchado los rumores que se han esparcido últimamente por distintos lugares del East Blue, viene a comprobar si estos son ciertos o si por el contrario no tienen fundamento alguno. Se comenta que estos hombres encontraron unas semanas atrás una extraña cueva en el corazón de la isla, pero no se sabe a ciencia cierta si es verdad o no.

Los habitantes de la bahía son en torno a una veintena, entre los que destacan tres tipos con pinta de ser más fuertes que los demás y a los que el resto parecen seguir. Uno de ellos, de tez oscura y cabellos negros, parece el líder de la banda. Es alto y delgado, y lleva una chaqueta larga de estilo militar, con galones en los hombros, puesta a modo de capa sobre una camisa blanca, una faja roja en la cintura y unos viejos pantalones de color marrón. Porta una cimitarra al lado izquierdo de su cintura.

Otro de ellos, con la misma piel oscura pero completamente calvo y con una negra y espesa barba, es aún más alto y mucho más musculoso y corpulento. Viste con una camiseta blanca ancha y sin mangas y un pantalón gris que parece adecuado para practicar artes marciales. Porta una especie de larga cadena metálica enrollada sobre sí misma y con una afilada cuchilla en cada extremo.

El tercero en discordia, de tez muchísimo más pálida que sus dos compañeros y el cráneo completamente rapado salvo por una larguísima trenza que nace en la parte posterior de su cabeza y llega hasta mitad de sus muslos, parece el cocinero del grupo. Lleva una vestimenta oriental tradicional, con la casaca de color blanco y los pantalones anchos y negros, y lleva en su mano lo que parece una gigantesca sartén con un mango larguísimo que da la sensación de, por extraño que pueda parecer, ser su arma predilecta.

No sé qué tendrás pensado para conseguir la información que buscas, pero eres libre de tomar tus propias decisiones al respecto.

Cosas
#1
Alistair
Mochuelo
Personaje


Día 36 de Verano, Año 724

Desde que había escuchado de ella, Momobami había conseguido hechizar la atención del revolucionario para ser incapaz de mirar a otro lado mientras estuviese en su inmediata proximidad; un lugar repleto de criaturas únicas, vegetación que ningún biólogo había tenido el privilegio de estudiar detenidamente -seguramente más de uno habría intentado y encontrado un destino que a muchos les erizaría la piel- y un sinfín de rumores circulando en los susurros que cargaba el viento, salidos de las bocas de los vivos como de los difuntos por partes iguales. Tenebroso, si no invocase con aún mas fuerza un poderoso sentido de la aventura.

Recién estaba de regreso a la embarcación en la que llegó, la que cargaba con los integrantes de los grupos revolucionarios encargados de liberar Oykot algunos días atrás. Un suceso histórico, que solo podía celebrarse con una fiesta de idéntica magnitud. Pero su primera expedición en la isla selvática fue... insatisfactoria, a falta de una única palabra que mejor describiera la triste situación que enfrentó. ¡Los rumores le habían timado muy fuerte! Rumores que hablaban de una planta mítica en lo profundo de la selva, un tesoro para cualquier practicante de la medicina que quisiera crear un elixir capaz de sanar las más comprometedoras heridas. Y su guardiana, una bestia bicéfala que había acabado con la vida de cada aventurero que se acercaba, o de al menos pegarle el susto de su vida como para que su alma tomara forma física y escapara por su boca. ¡Todo una mentira! Ni siquiera quería entrar en detalles profundos, pues la sola idea le dejaba un mal sabor de boca que no había experimentado hace mucho tiempo.

No, no quería acabar el día de esa manera. No podía, y se rehusaba de forma vehemente a dejar que ese precioso día de verano se quedara en una mala experiencia. Casi parecía un crío con la forma testaruda en la que perseguía una nueva aventura, algo que sobrescribiera su decepción con ese mítico y atesorado subidón de adrenalina al haber vivido un día turbulento e interesante a partes iguales. 

Por esa misma razón, Alistair nuevamente empezó a cazar rumores locales hasta que por fin consiguió dar con algo. Un proceso que le tardaría algunas horas, pero que parecía haber pagado en generosas regalías. Las lenguas curiosas hablaban de una extraña cueva en el corazón de Momobami, algo que por razones que superaban su recopilación de información -otra forma de decir que había hecho el trabajo a medias y lo desconocía- parecía haber despertado cierto revuelo en la escasa población local. Querían llegar a ella antes que los demás en esa metafórica carrera, algo que la delataba como un lugar especial. 

Después de todo, llegar a un lugar que se sentaba cómodamente en el centro preciso de la isla que contenía suficiente fauna para arrancarle las extremidades a alguien nada más adentrarse en los primeros metros no lo hacía particularmente fácil, y aún menos alentador. Lo que sea que se sentara en el corazón de Momobami contaba con una excelente barrera natural para alejar a los más avaros sin la habilidad -o el dinero- para respaldarse.

Equipándose con sus vestimentas habituales y su emblemático Haori con patrón de llamas, de fácil lavado una vez regresara de su expedición por la jungla, y una irregular mezcla de objetos empacados en su mochila que comprendían desde paquetes de alimento hasta una granada de humo, se embarcaría en su segunda expedición del día. Y cómo no, las tres katanas colgando del lado izquierdo de su cintura, que le acompañaban a todas partes.

Tan pronto llegó a la Bahía de los Olvidados, los ojos del chico pasearían por el sitio en busca de escanear rápidamente el lugar; si algo aprendió de esa primera ocasión, era que preguntar por la información que requería era sorprendentemente efectivo, un acercamiento directo y simple que, además, contaba con muy poco riesgo de salida; lo peor que podía suceder era que le diesen una negativa, y acabara justo donde empezó. 

De su rápido vistazo a la bahía, tres personalidades en la zona resaltaron por encima de los demás. Parecían curtidos en varias batallas, hasta el que llevaba una sartén de desmedidas proporciones como arma. ¡Gran sujeto! O al menos eso era lo que pensó; si había un conocimiento que fallase pocas veces, es que la mayoría de personas con preferencias tan particulares siempre tenían una historia qué contar y una personalidad interesante a juego. ¡Quizá hasta una risa de lo más peculiar!

Alistair se acercó de frente al grupo de tres a paso relajado, con las manos bien visibles a sus costados, buscando cortar cualquier posibilidad de hostilidad desde el primer momento. Cargar con tres filos en su cintura no ayudaba, así que tendría que compensarlo con un tono amigable y un lenguaje corporal que demostrara ser inofensivo para ellos, aún si realmente no fuese el caso con la velocidad de desenfunde que el arte de la espada le había enseñado a base de prueba y error. 

¡Hola, caballeros! — Arrojó las primeras palabras con una sonrisa, amistoso. — ¿Tienen un minuto o dos para ayudar a un foráneo un tanto perdido? — Esperó unos segundos en busca de dudas, o de una reacción desfavorable a solventar. De recibirlo de buena manera o simplemente un silencio que también podía esperar, continuaría. — He escuchado algunos rumores por la isla, rumores sobre una... "cueva extraña", que estoy interesado en ver con mis propios ojos. Díganme, ¿hay algo que sepan al respecto y que estarían dispuestos a compartir? — Ni corto ni perezoso, sin pelo alguno en la lengua. El Lunarian tenía un hábito de ser bastante directo cuando buscaba preguntar algo, y por la otra cara de la moneda, se le daba mal ser lo suficientemente maquiavélico como para sonsacar información por debajo de la mesa, aunque podía llegar a serlo si había una necesidad imperativa de por medio. En el resto de situaciones, prefería llevar la verdad colgada en la manga, jamás oculta bajo una expresión falsa.

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#2
Ray
Kuroi Ya
El joven revolucionario, tras llegar a la Bahía de los Olvidados, se dirige hacia los tres líderes de la misma y demuestra no tener pelos en la lengua ni el más mínimo rastro de vergüenza, preguntándoles sin ningún tipo de rodeo sobre la cueva de la que últimamente se habla en las tabernas de gran parte del East Blue y que, según se cuenta, ellos han encontrado.

Los tres piratas le miran con una expresión que inicialmente es de cansancio, pues da la sensación de que no eres el primero que les pregunta por ese lugar en los últimos días. Es probable que más de un aventurero haya intentado explorar dicha cueva desde que su existencia se hizo pública. No obstante, pronto sus ojos se tornan distintos, y sus rostros pasan a reflejar casi diversión. El hombre de la capa suelta una sonora carcajada y le responde:

- ¡Ha, ha, ha! Tienes agallas, muchacho. - El joven puede ver si se fija cómo el pirata hace un sutil gesto de aprobación. - Pero muchos son los que preguntan por esa cueva, queriendo explorarla.

Durante unos segundos mira fijamente al revolucionario, como si estuviera analizándolo en profundidad con sus ojos negros. Poco después vuelve a sonreír, esta vez con suficiencia, mientras retoma la conversación donde la había dejado:

- Si quieres que te digamos algo acerca de esa cueva debes hacer algo por nosotros. En la isla, dentro de la jungla salvaje, viven unos animales de pequeño tamaño que parecen monos, pero con unos cuernos enroscados como si de carneros se tratase. Sus cuernos son muy preciados por su utilidad en la elaboración de joyas únicas en el mundo, pero nos hemos quedado sin ellos. Necesitamos que nos traigas al menos seis cuernos.

De nuevo vuelve a hacer una pausa y a mirar detenidamente a su interlocutor, como si tratase de identificar cada una de sus reacciones a lo que va diciéndole.

- El problema radica en que es imposible cazar en la isla. No te recomiendo intentarlo si no quieres morir. Si un animal te ataca no pasa nada si te defiendes, pero si eres tú quien inicia la batalla... Debo advertirte en contra de eso. Es por eso que nos quedamos con frecuencia sin este material, sin cazar monos su obtención es muy difícil y tediosa.

Resumen
#3
Alistair
Mochuelo
La primera expresión de los hombres habló mucho más de lo que cualquier palabra podría haberle expresado: Parecía que el rumor se había extendido bastante más de lo que podía darle crédito, lo suficiente como para asegurar a más de un valiente -o un descuidado- preguntando largo y tendido por la cueva en la isla, convirtiéndolo en una rutina recurrente y tediosa para ellos. Pero mucho antes de que viera necesidad de cambiar su dinámica para conseguir la información que buscaba, la inesperada carcajada del hombre vistiendo una capa inundó el lugar y removió con facilidad el ruido blanco de las actividades diarias en la bahía. Parecía divertirse ante un pensamiento que se le cruzara, una expresión contagiosa que pareció esparcirse entre los demás del pequeño grupo.

Un gesto de aprobación señaló el éxito de su interacción, aunque habría mucho más de por medio que solo recibir la información y marchar hacia su objetivo. Nunca era tan sencillo como ese par de pasos, pero tampoco se quejaba al respecto; el Lunarian siempre había sido una persona que diera la bienvenida con brazos abiertos a un buen reto.   

Alistair lo escuchó con atención, absorbiendo cada palabra que el hombre decía como una esponja para no dejar pasar nada en el momento que fuese necesaria, incluso si no era para la tarea que venía a hacer. Incluso tratándose de un simple intercambio, se encargaría de dar lo mejor de sí mismo para cumplirlo con éxito. — Entonces, ese favor a cambio de la información que estoy buscando. — Colocó su mano sobre su propio mentón, un ademán que demostraba haberse puesto pensativo. En realidad se había decidido desde el primer momento, pero en las negociaciones siempre venía bien dramatizar un poco para aplicar presión. — Suena a un trato justo, pero imagino que habrá una buena razón por la que ustedes mismos no se encargan de la tarea. — 

Una razón que el hombre pronto reveló, y que sin duda hacía problemática la tarea. Que mencionara la imposibilidad para cazar en la isla llamó su atención en buena medida, en especial por la ambigüedad de las palabras utilizadas. ¿A que podía referirse con que estaba prohibido? ¿Algún cuerpo de seguridad le iría a buscar como si de una ciudad se tratara? ¿O quizá había algo en el bosque que prevenía a los cazadores furtivos mover un dedo en primer lugar? De momento, haría cuando pudiera por suprimir su curiosidad y formalizar el trato con el hombre. — De acuerdo, acepto. Seis cuernos enroscados a cambio de lo que quiero saber. Pero si es tan difícil como para mandar a alguien más a hacer el trabajo, confío en que compartirán todo lo que saben sin cortarse. — Era el polo opuesto a una amenaza; el tono amigable del Lunarian se hizo evidente desde el primer instante, casi sonaba más a una broma que otra cosa, aunque hablase totalmente en serio con lo que pedía. 

Si todo va bien, debería poder regresar en un momento con lo que piden sin lastimar a ningún animal mas allá de remover la parte necesaria que buscan. Pero antes de preguntarte más sobre esos monos y partir hacia donde sea que estén, denme el gusto de satisfacer mi curiosidad: ¿Qué sucede cuando alguien intenta cazar a una especie en Momobami? — Su capacidad para mantener su curiosidad atada a una cadena tenía límites, y eran particularmente bajos. — Suena bastante siniestro y me tomo la advertencia totalmente en serio, pero no me dice mucho sobre las consecuencias que hay para quien lo intenta. Y aunque no tengo intenciones de lesionar a ningún animal, quiero estar completamente seguro de lo que pueda ocurrir para planear acorde. — Sus preguntas eran genuinas, generándose desde un desconocimiento casi absoluto; hasta hace unos años, el emplumado tan solo era un esclavo más. El mundo aún permanecía como una enorme interrogante para él, y por lo pronto solo podía llenar los enormes huecos en su conocimiento con materiales de lectura acerca del mundo. Todos los detalles específicos, por tanto, se perdían completamente para el rubio. 

Esperó a que le entregara su respuesta, si lo hacía, y luego se enfocaría nuevamente en la tarea mas inmediata: Los cuernos de mono. — Bien, voy de salida entonces. Pero antes de eso, ¿Qué mas puedes contarme sobre esas criaturas? Si son agresivas, gustan de ir en manada o habitan mucho en árboles; cualquier dato que me ayude a acabar el trabajo antes y más eficientemente. También te agradecería señalarme por dónde les han visto por última vez, o al menos qué debería buscar para dar con su refugio. Por el bien de ellos y el mío. — No era un fanático de lastimar animales, todo lo contrario, y por lo mismo buscaba ser lo más meticuloso posible en cuanto a su forma de abordar el encargo. Cuernos cortados tendría que implicar una herramienta de filo como podían ser sus espadas, pero sin una forma confiable para sedarlos temporalmente, tendría que hacerlo mientras estaban despiertos y -más que seguramente- intentando corretearlo, o el Lunarian a ellos. Tendría que separar los cuernos cerca de la base con un objetivo en movimiento, comparable con cortarle las alas a una mosca en vuelo. 

Estaba ansioso por empezar. 

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#4
Ray
Kuroi Ya
El rostro de los piratas palidece cuando el revolucionario les pregunta acerca del motivo por el que no pueden cazar en la selva y por el que le han aconsejado encarecidamente no hacerlo. Los tres se quedan callados durante unos segundos que se alargan hasta el punto de parecer minutos. El capitán traga saliva y dice con voz ligeramente temblorosa:

- No quieras saberlo... Dejémoslo en que algo protege la jungla.

No parece dispuesto a decir nada más sobre el tema, pero su miedo al simplemente mencionarlo es absolutamente patente. En cuanto a los simios que debes buscar, al preguntar acerca de ellos el que porta una gigantesca sartén te dice:

- Se los conoce como monorámpagos. Son pequeños, de no más de medio metro de altura. Son muy numerosos y suelen ir en pequeños grupos. Les gusta jugar a chocar las cornamentas entre sí.

Sales de la bahía flotante en dirección a la selva, en una pequeña barquita de remos que te prestan y que te lleva hasta allí.

La jungla es tan impresionante como aparentaba si no más aún. Árboles de todas clases se agolpan entre sí, sus copas fundiéndose en una densa maraña verde. Hay troncos gruesos y finos, más altos y más bajos. Es un lugar donde la naturaleza brilla en todo su esplendor. Hierba y arbustos adornan el suelo, y multitud de insectos y pequeños roedores se mueven entre la vegetación.

Si avanzas un poco llega un punto en el que te encuentras ante una disyuntiva. Dado que no hay caminos, pues es un lugar de naturaleza virgen que la mano humana no ha modificado, es difícil saber por dónde ir. A tu derecha a lo lejos, a unos treinta metros, puedes intuir que hay un pequeño claro, pues ves la luz entrar con más fuerza. Pero más adelante y ligeramente hacia tu izquierda escuchas un sonido como de agua, por lo que es posible que haya un pequeño lago o un riachuelo. En cualquier otra dirección todo lo que ves son árboles.

Off
#5
Alistair
Mochuelo
Incluso tras preguntar por ello, los hombres mantenían una accidental -o eso quería pensar- naturaleza secretiva alrededor de la razón por la que prefería no revelar los detalles, más que seguramente producto de aterradoras o atroces experiencias pasadas de aquello que se encargaba de servir como un guardián para la flora y fauna que habitaba la isla. Si un grupo que vestía como si hubiesen hecho esto toda su vida sentía la necesidad de reaccionar con tal recato, lo mejor era tomárselo con el mismo grado de seriedad y asumir lo peor; si realmente era tan malo como parecía, estaría preparado, y si resultaba no ser el caso, el exceso de preparación no le vendría mal en lo absoluto. 

En un contraste total con el ambiente siniestro que la conversación adquirió, recibir la explicación de los monos otorgó al momento una muy necesaria falta de seriedad -posiblemente solo para él- que ensanchó un poco la sonrisa del Lunarian, sin llegar a soltar ningún sonido. Escuchar tanto el nombre de las criaturas como su pasatiempo favorito entre los suyos le produjo una sensación dulce en el pecho, consecuencia de cuan adorable sonaba. ¡Como si fuesen pequeños carneritos descubriendo sus nuevas armas corporales! Dentro de su mente sacudió su cabeza de un lado a otro, un vano intento de centrarse en el tema de importancia, pues mas que seguro lo pensaría un par de veces adicionales de camino.

¡Entendido! Entonces salgo inmediatamente para allá. Gracias por la información. En cuanto al trato, ¿les encontraré por la bahía cuando regrese con lo que necesitan? — Una verificación necesaria que realizó antes de, finalmente, partir hacia los adentros de la selva profunda. Si iba a hacer un intercambio con los hombres, prefería ahorrarse el error tonto de no formalizar un punto de encuentro y acabar en sitios diferentes. 

Con una barca que los hombres le habían prestado, la aventura del Lunarian finalmente pudo dar inicio de manera oficial. Y aunque no fuese la primera vez que lo observaba con sus propios ojos, cuando sus orbes pasearon por segunda vez por ese lugar, no pudo sino contener su asombro a toda la información visual que su cerebro procesaba. La vegetación del sitio era impresionante, muy por encima de lo que cualquier cartilla o lectura de viaje pudiera describirla, muchos de los especímenes -aunque vistos a ojo, todo lo dicho- tan solo se relacionaban de manera distante con los que pudiera encontrarse en otras islas con mayor densidad poblacional y civilización, jamás llegando a parecerse a nada de lo que pudiera concebir en sus conocimientos. ¡Algunas inclusive no las conocía de absolutamente nada, sin siquiera poder establecer un nexo común entre ellas y especies de afuera de la isla, y eso que había estado repasando material informativo para empezar a realizar experimentos como biólogo!  

Era un lugar mítico a su propia manera, un santuario que hacía alabanza a seres vivos imponentes y que nunca debían ser tocados. Y si osabas tocarlos a pesar de las advertencias, probablemente te llevarías la ira de los dioses y pagarías el precio. Siendo ese precio, más que probablemente acabar estrangulado por una liana mas gruesa que el brazo de un gigante. 

Eventualmente, el progreso de su avance vio la necesidad de detenerse de golpe. Frente a Alistair, múltiples opciones se colocaron sobre la mesa, cada cual menos esperanzadora que la anterior. La primera de sus opciones, un claro, se veía como una buena opción para al menos encontrar cierto reposo de la espesura que componía la jungla, permitiéndole tener un punto de referencia que le ayudaría a no perderse en el camino. Gracias a cualquier deidad del cielo que no era tan desorientado como otras personas que conocía, o seguramente ya se habría mareado con la decisión a la mano. 

La segunda, un poco menos prometedora pero igualmente válida, el sonido de un cuerpo de agua a una corta distancia del claro le revelaba la presencia de un cuerpo de agua de tamaño modesto, fuese lago o riachuelo. Era cierto que animales como esos se beneficiarían de una fuente hídrica cercana, pero tras sentarse a considerarlo con detenimiento, estar justamente sobre ese cuerpo de agua sería pensar como un ser civilizado y no como un integrante de la selva, los cuales seguramente buscarían evitar atención innecesaria al hacerse tan cerca. Por otro lado, ayudaba a reforzar aún mas la posibilidad del claro habitado al tener un lugar en el cual beber agua cerca, y retener suficiente distancia para perderse entre los árboles sin guiar a un depredador -o un cazador, si los había a juzgar por las advertencias recibidas- hasta su hogar.

Por último... Cualquier otra opción que no hubiese considerado: Todo el resto de la selva. Estaba de más decir que, sin indicadores claros de a dónde ir por tratarse de un entorno completamente natural, sería en demasía peligroso solo adentrarse ciegamente en la espesura del bosque, esperando que le tocase algún evento aleatorio de JRPG solo por el hecho de caminar completamente a ciegas en un lugar donde podías chocarte con un tronco grueso perfectamente, que además no se vería venir a más de un metro por la densidad vegetal. No, descartado completamente, no era una opción siquiera, solo un prospecto excesivamente idealista si pensaba que saldría bien. 

Definitivamente tiene que ser el claro. En el peor escenario, no habrá nada importante y podré regresarme para tomar la otra opción. Incluso, no estaría mal visitar el sitio con agua después del claro, si todo va bien. — Habló para sí mismo, un hábito que tenía -sobre todo mientras hacía locuras con sus conocimientos de inventor- para organizar sus pensamientos y afianzar su decisión. El claro sería. 

Asumiendo la ruta que había mencionado, el Lunarian se haría paso entre la vegetación que le rodeaba, una liana a la vez hasta acercarse al lugar hacia donde la elevada entrada de luz -por contraste, al menos- le guiaba hasta finalmente arribar. Una de sus manos se sentaba en el mango de su primera katana, atenta, en espera y expectativa de que algo malo pudiese suceder para tomar cartas en el asunto. Estaba de más decir que, incluso si estaba siendo atacado, haría tanto como pudiera para no arrebatarle la vida a ningún animal, intentando solucionarlo exactamente como haría con una persona que solo estuviera iracundo o defendiéndose a sí mismo. Prefería no meterse con el balance de la naturaleza en la zona, y mucho menos arrebatar vidas a lo tonto. 

Sus ojos pasearon por todo el lugar, intentando captar la mayor cantidad de detalles que pudiera. Cuanto más pudiera sustraer con la mirada, mejor. 

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Virtudes y Defectos relevantes
#6
Ray
Kuroi Ya
- Por supuesto. Nosotros nunca faltamos a nuestra palabra. - Responde, casi ofendido a juzgar por su tono de voz, el capitán pirata. Da la sensación de que no le ha hecho precisamente gracia que el revolucionario dude de él. La expresión de su rostro acompaña a su tono, dejando claro que esa última pregunta no ha sido de su agrado.

La selva es tremendamente frondosa, más que ningún otro bosque que el lunarian haya podido ver en el pasado. La vegetación crece sin control por todas partes, pues la mano del hombre no se deja ver en ese lugar recóndito que la civilización no ha alcanzado. El intrépido aventurero avanza con lentitud, pero consigue llegar sin demasiados inconvenientes hasta el punto donde percibe la presencia del claro, cambiando entonces la dirección de su marcha con el objetivo de llegar hasta él.

Según se va aproximando la luz se hace más intensa, pues es de los pocos lugares donde el astro rey consigue penetrar la espesa vegetación. Y cuando finalmente lo alcanza puede comprobar fácilmente que el contraste con el resto de la jungla es brutal. Los rayos del sol llegan hasta la hierba al no haber árboles que lo impidan, iluminando todo en los aproximadamente quince metros de diámetro que ocupa el claro.

Poco después de llegar puedes ver como un pequeño grupo de los pequeños primates que buscas aparece. Son cinco, de tamaños que oscilan entre los treinta y los cincuenta centímetros. Su pelaje es de un tono marrón claro, más claro en abdomen y rostro, y cada uno de ellos cuenta con dos cuernos enroscados similares a los de un carnero, aunque considerablemente más pequeños.

Dos de ellos pelean entre sí, embistiéndose repetidamente y chocando sus cornamentas en lo que parece más una especie de juego que una verdadera batalla. Los otros tres les observan y siguen sus movimientos de cerca, como si estuviesen tremendamente interesados en averiguar quién de los dos saldrá victorioso.

Es en ese momento cuando uno de ellos tropieza en su intento por evitar una cornada lanzada por su oponente, con tan mala suerte que en su pérdida de equilibrio queda totalmente a merced de este, que no parece reparar en lo sucedido hasta después del impacto. Este se produce finalmente entre la dura cornamenta y las costillas del simio que había tropezado. Se escucha un crujido estremecedor que probablemente implique que se ha producido más de una fractura costal.

De hecho, cuando ambos se separan, el mono herido cae al suelo, cubierto de sangre. Una herida, probablemente provocada por la colisión entre el cuerno de su rival desde el exterior y su propia costilla desde el interior, deja al descubierto un trozo de hueso. La sangre mana a borbotones.

Asustados, los otros cuatro monorámpagos se acercan a su congénere herido. Se mueven en torno a él como si no supieran bien qué hacer. Parece claro que no era ni mucho menos el objetivo de la pelea que ninguno de los contendientes acabase en ese estado, que no buscaban dañarse mutuamente.

Observas lo sucedido desde una distancia prudencial, pero la distracción de los primates tras lo que acaba de suceder te proporciona una ventana para acercarte a ellos. ¿Qué harás?
#7
Alistair
Mochuelo
Conforme se adentraba más en el interior de la selva, intentando ver mas allá de la espesura conformada por la abundante flora que lo conformaba, el cerrar la distancia existente con el claro demandó de sus ojos cada vez un esfuerzo mayo, en un intento por adaptarse a las nuevas condiciones lumínicas, que en mas de una ocasión le indujeron la necesidad de proyectar sombra en su rostro con una de sus manos con el fin de no quedar enceguecido aunque fuese por un momento. 

Pero cualquier incomodidad pronto pasaría al olvido absoluto cuando pudo apreciar con clara definición a las siluetas que se movían por el claro, libres y juguetonas como ninguna. ¡Ahí estaban! Las criaturas que observaba coincidían perfectamente con la descripción que el hombre de la bahía le había entregado para su búsqueda, unos pequeños primates con cuernos enroscados, los cuales parecían estar realizando una sesión de cornadas que parecían estar disfrutando como si de un juego se tratase; desconocía si estos eran crías de monorámpagos o se trataba de adultos, pero si llegaba a ser el primer caso, podía imaginarse el peligro que suponía meterse con un adulto de su especie. Una cornada de ellos debía doler como un buque a la cabeza. 

¡Y vaya suerte además! Parece que había cinco en el área, tres de ellos como espectadores, así que contaba con una ventana de oportunidad más que perfecta para conseguir los 6 cuernos que necesitaba con los monillos que se limitaban a ver el acto desde la distancia, o en su defecto tendría más que suficientes especímenes para escoger, en caso de que algunos de ellos consiguiera intentar escapar o ponerse en tal posición que sería peligroso enfrentarles. Todo lo que necesitaba era paciencia, y un único movimiento excesivamente calculado, para estar camino de vuelta a la bahía con lo que requería. Su mano se colocó sobre el mango de su katana, recorriéndola hasta llegar a pocos centímetros de la guarda, en espera por el momento correcto para desenvainar y obtener lo que quería. 

Una acción que jamás llegó a concretarse. Un accidente en medio de su hora de juego provocaría una escena mucho mas sangrienta de la que cualquiera del grupo podría haber previsto, iniciada por el tropiezo de uno de los primates "combatiendo" y que acabaría recibiendo el impacto de su compañero de lleno. Pudo imaginar su dolor por un segundo, y aunque no lo escuchase directamente por no contar con un oído sobre-desarrollado, en su mente se produjo ese sonido de Crack al momento del impacto. Las costillas del pequeño seguramente estaban destrozadas, y la cantidad de sangre que escapaba de su cuerpo siempre indicaba cuán grave se había tornado la situación en un instante. 

Su mano dubitó. Tenía una oportunidad perfecta para cumplir con lo que quería, pero si lo hacía... Si los pequeños se alteraban y llamaban a más de los suyos, no podría suministrarle ningún tipo de ayuda y él no pasaría del día de hoy en vida. 

Al diablo con los cuernos, ya encontraría otra manera en otro momento. 

Siendo poco discreto, el Lunarian emergería de entre la vegetación, dejándose ver por los compañeros del pequeño primate. Sus armas aún se encontraban enfundadas, pero sus manos se encontraban arriba y abiertas -como si un Marine le hubiese pedido que las levantara- para que las observaran; conocía el comportamiento que debía tener con pequeños seres asustadizos como ellos, con las manos siempre a la vista para que no acumularan pensamientos de peligro y sin realizar ningún movimiento brusco para evitar asustarlos, además de hombros bajos para reducir el tamaño de su silueta y lucir menos amenazante. Lo más importante era expresar un lenguaje corporal que buscase ser lo más inofensivo posible, o en su efecto lo mas neutral a sus ojos.

Lentamente, se acercó un paso a la vez hacia la criatura que había sido abatida. Si sus compañeros de juego se lo permitían sin obstrucción y no tenían ninguna reacción negativa -fuera que al principio lo hicieran y luego cedieran, o que no intervinieran en primer lugar-, pronto estaría frente al pequeño primate  a suficiente distancia para arrollarse y que sus manos llegaran hasta él.

Sangre a montones, hueso expuesto y una sospecha de fractura eran los primeros pensamientos que pasaron por su mente. un primer diagnóstico improvisado en el que se apoyaría bastarle para el tratamiento posterior. Lo mínimo que tendría que realizar serían los procedimientos de emergencia habituales, pero antes de ello, colocó sus manos en el cuerpo del primate y exploró con cuidado en busca de cualquier otra herida oculta que se le escapara, además de ocasionalmente colocar su oído contra su cuerpo en busca de sonidos irregulares; necesitaba saber si, de haber astillas de hueso, alguna le había perforado un pulmón o algo al mismo nivel. Si era algo así de grave, poco podría hacer sin equipo especializado a la mano. Y rogaba porque no fuera el caso, pero no por ello dejaría de intentarlo. 

Si no había nada más que le impidiera continuar con el diagnóstico contemplado y los procedimientos en su mente, procedería a las maniobras de emergencia. Con algo de dificultad -y sin querer exponer su katana, arriesgándose a asustarlos-, arrancaría con su mano un trozo de tela generoso e irregular de la manga derecha de su vestimenta superior, algo que serviría para posteriormente presionar contra la herida con solo la fuerza justa y necesaria, y absorber la sangre mientras que intentaba detener la perdida de sangre mediante la presión aplicada. Esta debía ser su principal prioridad, y tan pronto consiguiera la hemostasia, empezaría la parte delicada y difícil: Maniobras delicadas con la misma tela anterior, ligeramente ensangrentada -pero de lejos mas estéril que sus manos- con la que maniobraría cualquier hueso expuesto de vuelta al interior del primate, recolocándolo en su sitio donde estaría más protegido de daños posteriores y de una potencial infección.

Las criaturas del bosque eran fuertes de manera innata, lo sabía de primera mano. Incluso si podía pintar bastante mal, sabía que el primate aún tenía una oportunidad y las fuerzas para vivir.

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Virtudes y Defectos relevantes
#8
Ray
Kuroi Ya
Los monorámpagos se quedan mirando con atención al revolucionario, cautelosos, como dispuestos a saltar ante la más mínima sospecha de que este tuviera intenciones agresivas hacia ellos. No obstante la capacidad de este para entender a los animales hace que se comporte de forma adecuada, siendo sutil en sus movimientos y sin brusquedades en ningún momento. Siempre con las manos a la vista para que vean que viene en son de paz. De este modo es capaz de acercarse poco a poco, lentamente, al primate herido sin que sus compañeros hagan nada por impedirlo. Cuando comienza a intentar vendar de forma precaria la herida puede darse cuenta de que no parece que haya nada que pueda hacer. Es altamente probable que al hundirse varios fragmentos costales hacia el interior del tórax en el momento de recibir la cornada, alguno de ellos haya perforado el pulmón del animal, lo que está provocando una hemorragia interna severa y haciendo que sus vías respiratorias se llenen de sangre. Pronto el pequeño simio comienza a toser sangre, y resulta evidente que el color está abandonando su cuerpo poco a poco.

Es en ese momento cuando se escucha un sonido escalofriante. Es un extraño chirrido, agudo y de gran potencia, que pone la piel de gallina. Alistair puede ver como en ese mismo instante los cuatro monorámpagos que siguen sanos se ponen muy nerviosos, comenzando a moverse a su alrededor de forma compulsiva y sin un orden claro. Miran a su congénere moribundo con rostro de preocupación y dan saltos en distintas direcciones aparentemente sin ton ni son.

Tres siluetas muy similares se dibujan en el cielo, descendiendo aparentemente desde la cima de la montaña. Van a gran velocidad, y poco a poco se van haciendo más grandes de forma progresiva, pudiendo distinguir cada vez mejor sus facciones. Se trata de unos seres que parecen tanto en su cabeza como en su cuerpo y su cola tiburones, y de un tamaño similar al de un tiburón blanco. Sin embargo poseen unas grandes alas membranosas que recuerdan a las de un enorme murciélago, y cuentan con un par de patas traseras con garras parecidas a las que podría tener un dragón. Son de un color entre grisáceo y verdoso, salvo por la zona de la mandíbula inferior, el pecho y el vientre, donde su piel tiene color blanco. En sus fauces se amontonan varias filas de afilados y sin duda mortíferos dientes. Parecen depredadores enormemente capaces y peligrosos, de los que inspiran temor en cualquier ser susceptible de convertirse en su presa.

Cuando están a unos quince metros de la posición del revolucionario y el mono herido aceleran bruscamente y se lanzan con los dientes por delante a por ellos, dispuestos a cazar a lo que ellos parecen considerar que son sus próximas víctimas. Su velocidad es impresionante, resultando difícil seguirles si no fuera porque se dirigen en línea recta hacia su objetivo.

Cosas y Números
#9
Alistair
Mochuelo
Las heridas eran demasiado graves como para que un tratamiento rudimentario fuese eficiente para el primate. Auscultar al pequeño había revelado preocupantes síntomas, que pronto evolucionaron a algo que no dejó espacio alguno a duda: Hemoptisis, o tos con sangre, significaba que sus vías respiratorias ya empezaban a llenarse del líquido rojizo a suficientes niveles como para que el cuerpo empezara a exteriorizarlo con bruscas expectoraciones. Tal y como pintaban las cosas, mientras el animal se veía cada vez más descolorido y ausente de la vida que demostró hace unos momentos, el Lunarian quemaba una idea tras otra en su mente al analizar que eran completamente inútiles. No había opción: Si realmente quería aunque sea intentar salvar la vida del pequeño, debía regresar a toda prisa a la bahía y buscar una manera de hacerse con algún equipo -o improvisación de éste- que pudiera mejorar sus oportunidades de sobrevivir. Pero, ¿Qué en esta condenada isla podía...? 

Su atención sobre sus propios pensamientos fue arrancada de golpe y redirigida cuando un chirrido estremecedor superó por completo el silencio que había rodeado al ambiente, colocándose por encima y asegurándose de que ningún mamífero en la zona fuese capaz de ignorarlo. ¿Qué narices había sido eso? Si había conseguido provocarle tanta molestia con un oído promedio, no quería ni imaginarse el caso para los mamíferos que tenían una mejor percepción auditiva. Y si eso no había sido suficiente para ponerle en un estado de alerta diferente -y vaya que sí había sido suficiente-, el repentino alboroto de los primates sanos invocaría cada pensamiento sin uso en su cabeza en un intento por descifrar lo que ocurría ahora mismo. ¿Se aproximaba algo acaso?

La entrada de tres siluetas desconocidas, observadas a la distancia, hizo que su cuerpo reaccionara mucho antes de lo que su mente pudo armar el rompecabezas; sus manos se colocaron en los mangos de su katana, sujetándolas con fuerza y desenfundando dos de ellas con rapidez. La espada derecha iría a parar entre sus dientes donde quedaría sujeta con fuerza, y la última en su funda ahora también sería liberada de su almacenamiento para pasar a empuñar las tres al mismo tiempo: la preferencia por excelencia del Santoryu. De un instante a otro, sus katanas se encontraban en espera de lidiar de frente con la amenaza al acecho. 

Le costaba procesar el diseño de las criaturas que aparecieron de repente, muy diferentes a todo lo demás que había visto en sus travesías. Si fuese moderadamente mas escéptico, seguramente diría que algún biólogo demente se había puesto a cortar piezas de animales y cosido otras tantas en el cuerpo original para dar nacimiento a las quimeras de Frankenstein que tenía en frente. Pero estaba de más decir que había un detalle bastante claro: Eran una amenaza que no dudarían en clavar sus dientes a la primera oportunidad que tuvieron, tal y como demostraron al momento de abalanzarse contra el Lunarian y el monorámpago herido. — ¡Por favor aguanta, pequeño amigo...! — Murmuró para sí mismo, unas palabras dirigidas al primate en estado crítico que para este punto seguramente no le escucharía. 

Eran criaturas veloces, no podía subestimarlas en lo absoluto, pero sus movimientos eran lo suficientemente predecibles como para seguirlos con su sentido de vista superior y dejar que su capacidad de predicción hiciese el resto. Su cuerpo consideró instintivamente evadirlos, los músculos en sus pies incluso sufrieron una imperceptible contracción involuntaria en preparación para el movimiento... Pero el monorámpago seguía detrás suyo. Moribundo, perdiendo cada gota de sangre por una hemorragia severa... Y aún vivo, con tan pocas posibilidades como le quedaran. Su forma de pensar jamás concebiría abandonar a una criatura en necesidad de ayuda hasta el último aliento de cualquiera de los dos, y por ello no se movió de la trayectoria de los alatiburnus en lo mas mínimo. Si la amenaza venía de frente, se encargaría de recibirlos de frente y repelerlos con tenacidad por donde vinieron. 

Su llama Lunarian estalló a la vida súbitamente, preparándose para el combate que venía -literalmente- de frente. En un inicio y antes de que llegaran a él, el emplumado colocaría las dos espadas por detrás de su cabeza horizontalmente y en paralelo, preparando un movimiento semi-circular que, una vez lo ejecutara, provocaría un ráfaga de aire cortante avanzando en forma de espiral hacia los atacantes, buscando chocar contra su ofensiva y debilitarla, tal que luego pudiera rematar su mellado ataque conjunto. Una ofensiva que intentaba apuntar a zonas no vitales, tan solo restando cualquier fuerza con la que cargara el ataque e instándoles a retroceder si querían intentar atacar nuevamente.

Hyakuhachi Pound Ho
san401
SANTORYU
Ofensiva Activa
Tier 4
15/10/2024
48
Costo de Energía
2
Enfriamiento
Empuñando con fuerza sus tres espadas, el usuario trazara un poderoso golpe circular con todas ellas liberando una rafaga de aire a presión ondulante que avanzara dando tirabuzones hasta un alcance de 20 metros, golpeando a todos los objetivos en el camino. Ittōryū: El tamaño del tajo será de unos 40 cm. Viajará a +5 [Tasa de Acierto]. Nitōryū: El tamaño del tajo será de unos 80cm. Contará con 5 metros más de alcance, causará una [Hemorragia leve] y su multiplicador aumentara [+0,2], Santōryū: El tamaño del tajo será de 160cm. Contará con 10 metros más de alcance y su multiplicador aumentara [+0,4],
Golpe Básico + [FUEx2,6] de [Daño cortante]


Y una vez se acercaran lo suficiente -el que aún se abalanzaba, si las cosas transcurrían como lo preveía Alistair-, ahora extendería las katanas en sus manos hacia su propia izquierda, y arrojaría un corte horizontal de izquierda a derecha con sus tres armas al unísono, a modo de ataque concentrado que buscó chocar contra la dentadura del último escualo; un ataque bastante simple en naturaleza que buscaba causar una incomodidad mayor en la criatura, pero no llegar a dañarlo en lo mas mínimo, sirviendo sus ataques como una advertencia clara para los escualos de lo que el Lunarian era capaz. Buscaba apelar a los instintos de supervivencia de los atacantes, intentando que desistieran antes de verse obligado a algo mucho más drástico.  

En caso de que los escualos tomaran distancia del emplumado tan pronto bloqueara sus ataques, las hojas de sus armas se extenderían hacia afuera como si de brazos abiertos se tratase, buscando salvaguardar al pequeño a sus espaldas, además de cubrir el mayor área posible ante un ataque repentino. Sus ojos danzaban, repartiéndose equitativamente entre cada uno de los escualos, encargándose de no perder de vista a ninguno por más de un parpadeo. Si realmente insistían a pesar de todo... Tendría que plantearse abandonar la ruta pacífica y lidiar con el problema en sus manos. 

Resumen general

Info bélica & Inventario

Virtudes y Defectos relevantes
#10


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