Galhard
Gal
21-09-2024, 08:30 PM
Galhard se quedó quieto por un momento, procesando el caos a su alrededor. Entre los efectos del disfraz de plátano, la sorpresa de ver a Asradi de nuevo, y el descontrol provocado por el gigante vikingo, la boda se estaba convirtiendo en algo mucho más surrealista de lo que había anticipado.
Asradi lo había hecho sonrojar, como siempre. Su capacidad para sacarlo de su centro con una simple risa no parecía haber cambiado desde la última vez que se vieron en Kilombo. "Un año ya", pensó, mientras le devolvía una sonrisa tenue. La mirada juguetona de Asradi lo desarmaba, pero era el enorme Ragnheidr, con su bandeja repleta de comida y su imponente figura, lo que realmente lo sacaba de su zona de confort.
Ragn estaba en su propio mundo, devorando canapés como si fuera su última comida, sin ningún pudor. Galhard intentó mantenerse al margen, observando la dinámica entre los amigos de Asradi con cierta fascinación. "¿De dónde sacó a esta gente?", se preguntaba, con una mezcla de desconcierto y diversión.
Cuando el vikingo le lanzó un par de pedazos de comida mientras hablaba, Galhard frunció el ceño y retrocedió apenas un paso, sin perder del todo la compostura. "Un año fuera de la línea de combate, y así es como vuelvo a la acción: cubierto de comida en una boda", pensó, intentando mantener la calma mientras Asradi tomaba el control de la situación, regañando al gigante con la misma naturalidad que lo hacía todo.
—No, no soy el novio —respondió finalmente Galhard, mirando al descomunal Ragn con una mezcla de paciencia y resignación— Aunque si sigues escupiendo comida, podrías conseguir que lo sea solo para poner orden aquí.—Añadió con un tono de broma mientras se limpiaba de los trozos de comida que Ragn disparaba al comer.
Ragn no captó la broma. O si lo hizo, no lo mostró. Airgid, por su parte, miraba desde lo alto del hombro del vikingo, claramente entretenida con el caos que su amigo estaba provocando. El disfraz de piruleta de la rubia no ayudaba a que la escena pareciera menos surrealista. Galhard notó cómo Asradi quitaba con gracia unas migas de su cabeza, sin perder el ánimo festivo, mientras le guiñaba un ojo con picardía.
—Ya veo que no has perdido el toque —comentó Galhard, refiriéndose a la forma en que Asradi manejaba todo con ese encanto suyo, capaz de domar hasta a las bestias más salvajes, incluso a este vikingo gigante. Había pasado demasiado tiempo siendo el marine serio, el estratega calculador, y tal vez esta boda era la oportunidad perfecta para relajarse, aunque fuera un poco.
—Hace tiempo que no veía a alguien comer con tanta… dedicación —dijo, mirando a Ragn de reojo mientras el gigante seguía engullendo todo a su paso —Creo que deberíamos tomar nota, Asradi. En la próxima escapada necesitamos imitar a alguien con tanta energía.— Añadió Galhard con una breve risa.
La risa de Asradi le recordó por qué siempre había disfrutado de su compañía. Había algo liberador en su despreocupada forma de ser, algo que le permitía a Galhard soltar parte de la tensión que cargaba constantemente. Pero el caos a su alrededor, desde la piruleta en el hombro del vikingo hasta los tentempiés voladores, lo hacía sentirse como si estuviera en medio de un combate… aunque uno mucho más festivo.
—Supongo que será interesante ver cómo termina todo esto —dijo finalmente, tomando un canapé de la bandeja de Ragn con una sonrisa —Mientras tanto, me alegra volver a verte, Asradi. Incluso si significa estar cubierto de comida.— Finalizó intentando darle un abrazo a su amiga sin incomodarla o deshacer su disfraz de nigiri
Asradi lo había hecho sonrojar, como siempre. Su capacidad para sacarlo de su centro con una simple risa no parecía haber cambiado desde la última vez que se vieron en Kilombo. "Un año ya", pensó, mientras le devolvía una sonrisa tenue. La mirada juguetona de Asradi lo desarmaba, pero era el enorme Ragnheidr, con su bandeja repleta de comida y su imponente figura, lo que realmente lo sacaba de su zona de confort.
Ragn estaba en su propio mundo, devorando canapés como si fuera su última comida, sin ningún pudor. Galhard intentó mantenerse al margen, observando la dinámica entre los amigos de Asradi con cierta fascinación. "¿De dónde sacó a esta gente?", se preguntaba, con una mezcla de desconcierto y diversión.
Cuando el vikingo le lanzó un par de pedazos de comida mientras hablaba, Galhard frunció el ceño y retrocedió apenas un paso, sin perder del todo la compostura. "Un año fuera de la línea de combate, y así es como vuelvo a la acción: cubierto de comida en una boda", pensó, intentando mantener la calma mientras Asradi tomaba el control de la situación, regañando al gigante con la misma naturalidad que lo hacía todo.
—No, no soy el novio —respondió finalmente Galhard, mirando al descomunal Ragn con una mezcla de paciencia y resignación— Aunque si sigues escupiendo comida, podrías conseguir que lo sea solo para poner orden aquí.—Añadió con un tono de broma mientras se limpiaba de los trozos de comida que Ragn disparaba al comer.
Ragn no captó la broma. O si lo hizo, no lo mostró. Airgid, por su parte, miraba desde lo alto del hombro del vikingo, claramente entretenida con el caos que su amigo estaba provocando. El disfraz de piruleta de la rubia no ayudaba a que la escena pareciera menos surrealista. Galhard notó cómo Asradi quitaba con gracia unas migas de su cabeza, sin perder el ánimo festivo, mientras le guiñaba un ojo con picardía.
—Ya veo que no has perdido el toque —comentó Galhard, refiriéndose a la forma en que Asradi manejaba todo con ese encanto suyo, capaz de domar hasta a las bestias más salvajes, incluso a este vikingo gigante. Había pasado demasiado tiempo siendo el marine serio, el estratega calculador, y tal vez esta boda era la oportunidad perfecta para relajarse, aunque fuera un poco.
—Hace tiempo que no veía a alguien comer con tanta… dedicación —dijo, mirando a Ragn de reojo mientras el gigante seguía engullendo todo a su paso —Creo que deberíamos tomar nota, Asradi. En la próxima escapada necesitamos imitar a alguien con tanta energía.— Añadió Galhard con una breve risa.
La risa de Asradi le recordó por qué siempre había disfrutado de su compañía. Había algo liberador en su despreocupada forma de ser, algo que le permitía a Galhard soltar parte de la tensión que cargaba constantemente. Pero el caos a su alrededor, desde la piruleta en el hombro del vikingo hasta los tentempiés voladores, lo hacía sentirse como si estuviera en medio de un combate… aunque uno mucho más festivo.
—Supongo que será interesante ver cómo termina todo esto —dijo finalmente, tomando un canapé de la bandeja de Ragn con una sonrisa —Mientras tanto, me alegra volver a verte, Asradi. Incluso si significa estar cubierto de comida.— Finalizó intentando darle un abrazo a su amiga sin incomodarla o deshacer su disfraz de nigiri