Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Aventura] [A - T4] El nuevo aspirante
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
consideraciones previas


~ El nuevo aspirante ~
Día 11 de Verano, Año 724. Villa Shimotsuki.


[Imagen: zGWRD3l.jpeg]

En las selváticas tierras de la Isla de DemonTooth, la Villa Shimotsuki se alza como principal punto de referencia social y cultural de la isla. A pesar de que la villa cuenta con el mayor flujo de personas y actividad, la fama y el boca a boca tanto dentro de sus fronteras como fuera, recae en los 2 Dojos que presiden 2 enclaves muy particulares de su selva. Sus casas son algo rudimentarias pero cuidadas al detalle, la gente que habita estas tierras poseen principios muy férreos y nobles, son personas muy dedicadas, apasionadas por su oficio y con orgullo. Cualquier extranjero con un mínimo de perspicacia puede cerciorarse de que el tiempo parece detenerse en este lugar, su paraje y sus habitantes, conservan los grandes beneficios de la vida plácida y trabajadora.

El entorno de los alrededores se presenta frondoso y verde, no alberga peligros a tener en cuenta de carácter salvaje, pero los forasteros podrán ver como salir fuera de los núcleos de población se puede volver algo tedioso debido a la humedad de la zona y la altura, además, de manera excepcional, los principales atractivos de la isla se encuentran en los picos más altos de esta. Los Dojos se alzan imponentes con la rivalidad que les caracteriza presidiendo toda la selva, desde sus puntos, no muchos turistas o aspirantes consiguen llegar enteros hasta estos, y muchos menos logran recalar en las prestigiosas escuelas que guardan grandes secretos en el arte de la espada y en la destreza de las piernas.

Los días pasan como si nada aquí, la entereza del lugar es muy palpable, y a pesar de su aparente aislamiento, los nativos de la Villa Shimotsuki entablan relaciones con cualquiera que se moleste en llegar hasta allí y tenga interés en sus costumbres, lejos de causar discordia o problemas. La llegada de Jack D. Agnis a la villa pasaría sin más como cualquier otro, a pesar de su apariencia y corpulencia. Se encuentra justo en el principio de la avenida principal de la aldea donde el flujo de gente haciendo sus labores matutinas se aprecia con claridad. El pirata puede ver gente aquí y allá, comercios locales de los habitantes y algún que otro mercader ambulante intentando ganarse el pan como cualquiera. También se dibujan entre la multitud las figuras de algunos jóvenes de formidable físico, así como otros con bokens colgando de sus espaldas en otras alturas de la avenida, todos ellos con grandes cestas de mimbre que sujetan para almacenar víveres.

En la cabeza del espadachín se dibuja un objetivo claro, sin embargo, deberá de ser consecuente con sus actos siguiere llegar a acercarse hasta él. Precipitarse con gente disciplinada no suele dar lugar a buenas experiencias, a pesar de los sueños que se tenga, pero él es su único dueño, amo de su destino. ¿Cómo se desenvolverá ante lo que tiene a su alrededor? Tiene el destino bien definido dentro de si mismo, pero esperemos que no se olvide del viaje previo.
#1
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Personaje


Desde que habíamos llegado a la isla, solo tenía una cosa en mente: el dojo de los espadachines. Ese lugar era famoso por albergar, o al menos eso había oído, al espadachín más fuerte de la isla.
Como espadachín de toda la vida, siempre buscaba mejorar mis habilidades y encontrar buenos rivales para ponerme a prueba, y el dueño de ese dojo parecía ser el oponente perfecto para mostrar mis capacidades.
Sin embargo, no tenía mucha información ni sobre el dojo ni sobre su maestro, y aunque me consideraba alguien temerario, prefería ir preparado. No quería llevarme sorpresas desagradables.

Estar en la Villa Shimotsuki me traía buenos recuerdos de mi antigua tripulación. A los veteranos les gustaba pasar tiempo en estas calles; quizás la arquitectura tradicional y el ambiente les recordaban su juventud, aunque nunca les pregunté, asique solo me quedaré con la duda. Ahora me tocaba a mí pasear por esas mismas calles, rememorando cuando era más joven y deambulaba sin prestar demasiada atención a lo que me rodeaba.
"Siempre es bueno volver por aquí", pensé, entretenido, mientras me perdía en la tranquilidad del lugar. El ambiente relajado, las edificaciones antiguas y las personas que apenas parecían notar que era un extranjero me hacían sentir bienvenido en esta isla.

Caminé durante un buen rato por aquellas calles, disfrutando de un onigiri y de aquel clima isleño, hasta que divisé, no muy lejos de donde me encontraba, a un grupo de jóvenes con bokens en sus espaldas y canastas de víveres en las manos. Aunque aquello último no me interesaba en lo más mínimo, sino que el porte de aquellas extrañas espadas era lo que llamó mi atención.
Sin dudarlo, me acerqué a ellos, tratando de hacerlo de la manera más discreta posible. No quería que me percibieran como una amenaza, al menos no por ahora.
¡Hey, chicos! —dije con una ligera sonrisa, mostrando un par de restos de alga del onigiri que se me habían quedado entre los dientes
Veo que llevan bokens en la espalda. ¿Por casualidad pertenecen al dojo de espadachines de esta isla? —pregunté con cierta amabilidad. Hablar con calidez no era precisamente mi punto fuerte, pero valía la pena intentarlo, sobre todo en esta isla.
Lo pregunto porque me gustaría ver si puedo ingresar al dojo. Tengo intenciones de aprender más sobre el uso de la espada —añadí, mostrando la empuñadura de "Bella Dama" enfundada.

Informacion
#2
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
En las idas y venidas dentro de la ancha avenida de la villa, la gente de Shimotsuki iba de aquí hacia allá atendiendo a sus particulares asuntos. El griterio y ese especial murmullo de multitud estaban vigentes en el lugar, solapándose unos con otros y recreando una atmósfera cotidiana muy típica de mercados y otros escenarios pares. La villa, era singular en algunos comercios cuyas fuentes de materia prima, como la madera, por eso los artesanos de la isla la labraban con gran destreza y otros hacían útiles herramientas de buena calidad para la agricultura. El ambiente era totalmente distendido entre los que se agolpaban en la ancha calle, en la villa, había cierta seguridad sabiendo que contaban con 2 prestigiosas escuelas de poderosos maestros, que aunque mantenían viva una competencia, no dudaban en defender las tierras que habitan. Aunque a su modo.

Jack, se dispuso a internarse en la basta afluencia de la calle cuando divisó a los chicos de la escuela no Tsuno. Se acercó con interés a estos, y ni corto ni perezoso llamaría su atención con el fin de tirar del hilo que se le presentaba en la búsqueda de su objetivo. Los tres jóvenes parecían ser trillizos, y sus edades rondaban los 15 años pero parecían tener una disciplina digna de uno de 50, a pesar de esto, no tenían pudor alguno en exteriorizar algunas bromas entre ellos mismos salvaguardando la distancia con los demás.

La llegada del espadachín les sorprendió, parecían no haberlo visto venir a pesar de su gran corpulencia, y aunque el pirata le sacara casi 2 cuerpos de volumen, los chicos se girarían sin más, pero mostrando respeto y consideración. Lo escucharon hasta que terminaría su turno de palabra, llegados a ese punto, se mirarían entre ellos para sopesar con simples miradas la situación. El maestro al fin y al cabo no negaba la entrada a nadie y siempre se mostraba abierto a cualquier que tuviera el valor de subir hasta el dojo, el cual, suponía un gran reto para todo forastero que quería llegar hasta este, debido a su altura. Uno de los jóvenes rompería el silencio y se dirigiría en nombre del trío hacia Jack.

- Hola Jack, yo soy Dori, y estos mis hermanos Nori y Ori... has acertado suponiendo que pertenecemos al consagrado dojo de Jigoku no Tsuno, somos aprendices del gran maestro Renjiro Hasegawa, y discípulos directos del hermano Yui. -

Dijo en primera instancia, haciendo las presentaciones pertinentes. En los 3, se divisaba una chispa de buen orgullo por pertenecer al dojo, y en cuanto podían, hacían eco de esto para hacerlo valer. Volvió a retomar la palabra para contestar a la petición del pirata.

- Si te soy sincero, nos enorgullece saber que forasteros buscan el dojo con deseo y quieren formarse entre sus ideales y doctrinas con la katana, además, el maestro nos incentiva a propagarlos para que entre todos seamos una gran familia, sin embargo, Jack, déjame preguntarte ¿por qué quieres ingresar al dojo y aprender más sobre el uso de la katana? -

Diría el joven Dori para saber más acerca del grandullón, presentando algunas dificultades mientras cargaba la pesada y voluminosa cesta de víveres que habían ido comprando para el dojo.
#3
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Es un placer —dije mitiendo, aunque tratando que sonara lo mas genuino posible, mientras miraba a cada uno de los tres, uno por uno, antes de volver mi atención al hermano que me había dirigido la palabra. La verdad, sus nombres me importaban una mierda y seguramente se me olvidarían pronto, pero lo que sí me interesaba era cualquier información que pudieran ofrecerme.
Entonces, si son discípulos de su maestro, podrán contarme un poco sobre los entrenamientos o las técnicas que usan. Tengo entendido que son expertos con katanas, pero, sin ánimo de ofender, prefiero mil veces el sable. Espero que eso no sea un obstáculo para aprender sus habilidades. ¿Creen que, al tener experiencia en espadas de filo, podría avanzar más rápido que los demás? —pregunté, genuinamente intrigado por el método de enseñanza de aquel supuesto maestro de la espada.

Noté una chispa de orgullo en los ojos de los tres mocosos mientras portaban esas espadas y llevaban el estandarte del dojo.
"Buen lavado de cabeza," pensé, divertido, mientras escuchaba al joven hablar con entusiasmo y atención. No quería dejar pasar ningún detalle que pudiera soltar sin darse cuenta.
Puedo percibir ese orgullo, es palpable en el ambiente. Además, la gente de alrededor parece respetarlos mucho —mentí. No sabía si era cierto, pero sonaba bien y adornaba mis palabras, haciendo que mis intenciones de unirme al dojo parecieran genuinas.
Mi interés en pertenecer al dojo es personal, pero no quiero mentirles: quiero volverme más fuerte para poder seguir viajando con los míos y, cuando llegue el momento, alcanzar el Grand Line. ¿Creen que su maestro me aceptaría si sabe esto? ¿O tienen reglas estrictas sobre esos temas? —pregunté con calma, tanteando hasta dónde podía llevar mi mentira.
Y, por último, antes de que puedan contestar estas preguntas ¿cómo es que sabes que me llamo Jack? Nunca te dije mi nombre y la primera vez que lo mencionaste lo dejé pasar, pero a la segunda ya no. Dime, ¿me han estado siguiendo o algo así? —exclamé con una sonrisa un tanto maliciosa, mostrando mis dientes al estilo gyojin. ¿Acaso mi fama había llegado a oídos de estos mocosos? Lo dudaba, porque ni siquiera tenía un cartel de "Se Busca." Aun así, necesitaba saber cómo sabían mi nombre, porque de eso podría depender si seguía jugando con las formalidades o iba directo al grano para no perder tiempo en falsos halagos y buenas vibras.
#4
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
off aclaración


Dori, y sus hermanos Nori y Ori se mantuvieron expectantes ante el nuevo forastero que se presentó ante ellos. Sin perder de vista el mandato que tenían bajando al pueblo, prestaron atención ante las respuestas del grandullón. Sus cabezas rapadas asintieron al unísono ante la primera contestación, y escucharon lo siguiente que iba añadiendo Jack. Dentro de cada uno, al escuchar la primera aportación de este se revolvieron ligeramente por dentro, y aunque no necesitaban comunicarse entre los mismos, los 3 se extrañaron al escuchar la comparación entre los sables y las katanas que Jack realizó.

- Bueno, no entiendo tu comparación... entre otras doctrinas, en el templo creemos que la forma no exime del filo, ¿no crees?, un filo es un filo al fin y al cabo, pero es interesante escuchar eso, ¿es un pensamiento muy extendido más allá de la isla?, o es únicamente personal. -

Dijo el chico, mientras terminaba de echar a uno de los cestos que cargaba uno de sus hermanos, concretamente, las últimas coles del puesto. No obstante, permanecía escuchando todo lo siguiente que seguía transmitiendo Jack.

- Eso debería ser el propio maestro con sus criterios quien decidiera si aceptarte o no, no tenemos la potestad de hacerlo, y cualquier parecer que tengamos seguro que contrasta con el del maestro, ¿estarías dispuesto a subir con nosotros y estas cestas...? Ah perdona, ¿cuál era tu nombre? -

Dori, le indicaría a Nori que en el caso de acceder el forastero, este le debería de entregar una pesada cesta de mimbre con los víveres que portaban. Era voluminosa, y de difícil sujeción. Por dentro, multitud de vegetales se agolpaban y hacían tambalear el cesto si se tambaleaba con brusquedad, por lo que había que tener un pulso firme y una fuerza decente. Además, el viaje hasta el dojo se alargaba por varias horas en un camino extenuante que atravesaba la selva, que ponía a prueba la resistencia física de todos los que se atreven a subir hasta este dojo. ¿Se adentraría el pirata con los 3 muchachos portando la cesta a pesar de su peso? O preferiría simplemente acompañarlos hasta el ansiado emplazamiento.
#5
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Al oir sus palabras, lancé una risa grave y descuidada mientras se rascaba la barba y miraba a los muchachos de arriba a abajo.
Vaya, vaya, un filo es un filo, eh? En eso tienes razón. Aunque yo tengo mi propio estilo, pero ya veo que ustedes toman esto muy en serio. Eso me agrada —exclamé, cruzándome de brazos y mostrando una sonrisa divertida en mis labios.
- Pues la verdad es que mientras viajas por todos lados, escuchas un montón de estupideces sobre espadas, katanas y de todo eso... pero, ¿quién necesita tanto problema? Mientras que el filo corte, es suficiente para mi.- le respondí al niño, esperando que aquella respuesta le sentara bien.

Vi cómo se pasaban miradas entre ellos, intercambiando esas palabras silenciosas que los hermanos parecen tener, y la situación me resultó tan divertida que solté una risa, pero esta vez fue algo mas silenciosa y personal.
-Ya veo- mascullé oyendo la respuesta de aquel muchacho. Para tener su edad, sus respuestas eran demasiadas maduras y extrañas, pero supuse que al vivir tanto tiempo en un dojo, las costumbres se arraigaban con gran fuerza.
-Supongo que tendré que averiguarlo por mi mismo si su maestro quiere enseñarme o no?- les dije sonriente y lleno de emoción y curiosidad por ese maestro, al cual tanto nombraban estos mocosos de mierda.
-Soy Jack, un placer conocerlos y claro que los ayudaré. No me cuesta nada hacerlo. Es lo menos que puedo hacer, no les parece? - mi sonrisa no desapareció aunque la cesta parecía ser pesada.
"Una mano lava la otra y dos lavan el culo"
pensé divertido.

Luego de que Dori finalmente me ofreció la cesta, la observé un instante, midiendo su tamaño, y notando que esta estaba llena hasta el borde con vegetales y era tan voluminosa que cualquiera podría tambalearse, pero a diferentes de otras personas, al ser carpintero y tener una sola mano, estaba acostumbrado a llevar cosas pesadas, asique aquella canasta de mierda no seria un para nada un reto para mi.

Sin tardar mas, extendí mi mano y con gran facilidad, tomé aquella canasta y la apoyé como pude en mi hombro. Dejaría que el mismo cargara con todo el peso, mientras la sujetaba con mi mano para que esta no se cayera.
—¿Cada cuanto tienen que cargar esto hasta el Dojo? — pregunté con curiosidad, al notar que su peso era algo grande para muchachos como ellos. Solo esperaba que el camino hacia el mismo fuera mas fácil y corto de lo que había podido averiguar.
-Por otro lado, ¿esto es una prueba que intentan hacerme o simplemente buscan disminuir su trabajo? No me enojaré si es lo segundo. Yo haría lo mismo- exclamé divertido, mientras esperaba que aquellos mocosos comenzaran a caminar enseñándome el camino hacia aquel dojo, al cual ansiaba llegar.

Una vez que ellos se pusieran en marcha, los seguiría de cerca pero al final de aquella comitiva. Como conocedores de aquel terreno y camino, supuse que conocían la mejor manera de llegar y pisarían en lugares puntuales para no resbalarse, por lo que imitaría, cada vez que pudiera, sus pasos.
#6
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
La situación para los 3 trillizos mientras conversaban con el gran Jack se iba tornando algo extraña conforme este hablaba con ellos, demostraba una actitud poco vista por ellos en la villa, que a priori no encajaban del todo con los códigos impuestos del dojo en los aprendices, pero que no cancelarían de ninguna forma. Sin embargo, al fin se presentó ante los jóvenes y se mostró partidario finalmente a llevar la pesada cesta que portaban, punto a favor para el pirata que agradó a los jóvenes.

- Perfecto Jack, pues tómala... Sé que es pesada y el camino es largo, pero gracias a ti podremos llevar el otro encargo hasta el dojo, no es algo que creas que hagamos por escurrir el bulto, tenemos una última tarea que ir a recoger. -

Dijo el joven mientras levantaba la mano para indicar al grupo y a su nuevo integrante que le siguieran con un vaivén. Los 4 se encaminaron unos puestos más adelante hasta que llegaron a un recodo donde algunos talleres se sucedían, se toparon con un portón abierto donde un pilar de 2 metros aguardaba a espaldas de un viejo de gran barriga.

- ¡Hola Sr. Jiroko! Vengo a por el encargo del maestro. -

- ¡Ah! tu debes de ser Dori... Si si mira, te la dejé aquí mismo, la cogieron entre varios hombres para traerla ¿cómo la....... -

Dori, ni corto ni perezoso, cogió de las sogas que rodeaban esa especie de monolito por tallar y se lo echó a la espalda, se volteó con cuidado hacia Jiroko y le dedicó una reverencia en señal de agradecimiento. A su vez, le envió una mirada a Jack, para que este viera que aunque tanto el cómo sus hermanos llevaban las cestas de víveres, el muchacho llevaría la piedra, la carga más pesada. Tras ello, los 4 terminarían de cruzar la avenida y se adentrarían en la selva.



La carga que todos llevaban empezaba a mermar las energías del grupo. Cruzaban la selva a través de un sendero en el que a veces, tenían que sortear algunos obstáculos que salían en el camino. Gruesos trocos podridos lo invadían, así como charcos que se acumulaban, tenían que hacer un esfuerzo extra que iba comiendo el aguante de todos. Pero poco a poco, Jack y los alumnos del dojo, podían mirar atrás para divisar la altura a la que empezaban a encontrarse, el camino se iba acortando, llegando a los dominios del afamado dojo Jigoku no Tsuno, desde los cuales, podrían ver en un claro en el camino más allá en lo más alto del pico, en una escena tan idílica como cuidada con el entorno.

[Imagen: gNxpkGS.jpg]

Los 4 se empezaron a encontrar con algunos peregrinos que bajaban, parecía que en el pico más alto del sendero era donde mayor actividad de personas había, después de pasar por el camino que lo llevaba en el más absoluto aislamiento, un rasgo muy característico de la jungla de la isla. La gente se tomaba un alto por el motivo que fuera, algunos incluso saludaban a los mellizos y se ofrecían a llevar la carga, pero instantaneamente los 3 la rechazaban. Por suerte, un rato despues de subir las extenuantes escaleras finales que daban a un arco tallado en piedra gris, Dori ordenó que parasen.

- Bien hasta aquí, soltemos las cosas, iré a avisar a los demás y al volver pasamos todos juntos.... ahora vengo. -

Jack, podría maravillarse de las vistas a las que estaba expuesto, la verde jungla se extendía uniforme por toda la isla, y para su sorpresa, sería llamado por detras con algunos toques en su espalda, tan sutiles como silenciosos. Un hombre con mala pinta salía del dojo, sus ropajes desgastados y un fuerte olor a dejadez lo clasificaban como un vagabundo, era el que peor iba de todos los que en la zona había, y sin pudor se dirigió al pirata grandullón.

- Hola discúlpeme muchacho... ¿le importaría cambiar su espada por la mía? Sé que es casi más un bastón que una katana, y es de madera, pero necesito comer, y la suya en la villa podría sacarle algunos berrys para ir tirando... -

El hombre alzó un boken desgastado por si Jack accedía a la oferta. Podían distinguirse algunas magulladoras y zonas astilladas por la zona media, y no parecía tener ninguna más particularidad en especial. Mientras Dori aparecería por detrás a lo lejos para volver a acercarse al grupo una vez se marchase el vagabundo y poder reencontrarse con sus hermanos y el pirata.
#7
Jack D. Agnis
Golden Eyes
-Muy bien, entonces no tengo más opción que creerles cuando dicen que no me están estafando,- dije con tono jocoso e irónico, dejando claro a los muchachos que no iba en serio. -Y si este es el último encargo, no perdamos más tiempo. El tiempo es un lujo limitado para los mortales,- añadí, esbozando una sonrisa sarcástica mientras seguía al que parecía ser el líder de los tres hermanos.
No me emocionaba hacer mandados, pero si eso me acercaba a mi objetivo, lo haría sin problema. Además, no perdía nada haciendo buenas migas con los del dojo, un lugar que me tenía intrigado y que, en el fondo, deseaba poseer.

Avanzamos hasta un taller abierto, custodiado por un hombre robusto de aspecto rudo, al que supuse dueño del lugar. Observé cómo uno de los hermanos, aunque ya no recordaba cuál, se adelantaba a buscar un encargo de su maestro. Me pregunté si sería una espada nueva, quizá una de doble filo y más veloz que otras, pero mi expectativa se derrumbó al ver que era un simple monolito de piedra. Lo miré con curiosidad, pero sin mucho entusiasmo.

Uno de los hermanos me lanzó una mirada seria, y le respondí con una sonrisa divertida. No hacía falta que dijera nada: con esa mirada, comprendí que estos chicos no eran como los demás, esos que solo vagaban sin rumbo; ellos tenían una determinación admirable.


Mientras avanzábamos por la selva, atravesando un sendero empinado, me enfrenté a más obstáculos de los que había imaginado. ¿Quién, en su sano juicio, construiría un lugar tan alejado de la civilización y rodeado de trampas naturales? Maldije el terreno y el peso que cargaba en mis hombros. Aunque podía con él, la subida era agotadora.
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Como buen marinero, más habituado al balanceo del mar que a la dureza del suelo, me quedé rezagado mientras los tres hermanos avanzaban con mayor destreza. Aun así, el cansancio en sus rostros era evidente.
-Oigan,- jadeé, sin aliento, -¿podemos descansar un poco? Sé que hay que seguir, pero ustedes son jóvenes y yo... algo viejo. Además, soy hombre de mar, no de tierra.- Dije esto en tono jocoso, respirando con dificultad y deteniéndome un momento.
-Díganme, ¿qué iban a hacer sin mí para cargar la tercera canasta?- pregunté, agotado, antes de retomar el paso, arrastrando los pies con esfuerzo.

Con cada paso por el sendero empinado, noté una hilera de personas descendiendo de la montaña y acercándose a los hermanos. Apenas les presté atención; solo quería llegar al maldito dojo, cosa que logramos tras unos minutos más de caminata.

Al llegar al arco de entrada, dejé caer la canasta y me dejé caer al suelo, boca arriba.
-Ash estos malditos pies me están matando- mascullé, mientras giraba el rostro para admirar el lugar al que habíamos llegado. No podía negar que la vista era espectacular, y terminé poniéndome de pie para apreciarla mejor.
-Así que esta es la vista que siempre tienen, ¿eh? Nada mal, niños - dije sonriendo, respirando hondo y dejándome llevar por el placer de contemplar semejante paisaje.

Mientras lo observaba, absorto, una voz masculina me sacó del ensueño. Me giré y me encontré con un hombre de ropas desgastadas y sucias; tenía toda la pinta de los borrachos de taberna, y por un momento me ilusioné con la idea de que el dojo pudiera tener un lugar donde beber.
-¡Jajaja! Lo siento, viejo, pero esta espada es un tesoro para mí. Si se la diera a alguien, me cortaría las pelotas de un solo tajo.- Reí, extendiéndole un puñado de berris. -Si lo que buscas es algo de dinero, toma. Espero que te ayude a comer.-
Desde que había salido al mar, no me faltaba el dinero, así que hacer algo de caridad, especialmente frente a mis futuros seguidores, no parecía una mala idea.
-Espero que sea suficiente. Y si pasas por la taberna, tómate una botella de ron en mi nombre. Soy Jack. Por cierto si encuentras a un lobo humanoide o a un conejo humanoide, diles que estoy aqui- exclamé divertido y con una sonrisa, antes de ver como este se alejaba. Hacerme amigo de los borrachos era casi un talento natural.
#8
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
off


El jocoso pirata parecía fiarse poco de los alumnos pese a que en sus palabras e intenciones no había ningún tipo de interés en aprovecharse del grandullón, pues fue este mismo el que se ofreció a ellos en un intento de satisfacer sus propios intereses. Sin embargo, era un tipo perspicaz al asumir que los trillizos se salían de la norma cuando a pesar de que pensaba que estos lo estaban estafando, pudo comprobar fácilmente de que la carga que iba a coger Dori iba a ser mucho mayor de la que el mismo portaba.

Jadeando, el imponente pirata, acostumbrado a la mar, se mostraba sin trabas exhausto ante los chicos. Su físico era envidiable, pero la falta de costumbre a tierra firme le estaba llevando por el camino de la amargura allí, y su respiración se empezaba a mostrar tosca. Sin mostrar problema en realizar una parada para que Jack pudiera recobrar algo el aliento, los trillizos hicieron un alto eventual, ellos también estaban mermados a pesar de su juventud, pues la subida al dojo era todo un periplo para cualquiera que quisiera llegar al mismo, por eso era un destino tan exclusivo y tan ansiado por todos los forasteros que desafiaban a la selva y al pico donde se hallaba.

- Já! De no haber podido tendríamos que bajar de nuevo a por el monolito y cargarlo entre los 3 otra vez hasta el dojo, menos mal que gracias a tí pudimos hacer todo en un solo viaje en vez de en dos. -

Le contestó Ori, mientras abanicaba con la una rama cercana a su hermano Dori, el cual fatigado tomaba bocanadas de aire y estiraba su espalda por el peso del enorme pedrusco. Retomando el camino, consiguieron llegar hasta los dominios del dojo, y Jack no dudó una vez pudo comprobar las vistas en asumir que estaba en una ubicación idílica, a pesar del sobreesfuerzo que suponía llegar hasta el pico.

- Es nuestro pan de cada día... Aunque ninguno nos hemos acostumbrado aún a la subida, siempre nos deja muertos... Por eso los jóvenes somos los más predispuestos a hacer los recados en la villa. -

Le contestaría Nori. Tras eso, el grandullón se vería sutilmente asaltado por un vagabundo de rostro oculto, y ante la petición de este, el pirata se negaría dándole un par de monedas que el mismo desconocido rechazaría sin hacerle perder más el tiempo. Sin volver a musitar palabra alguna, asintió tras las últimas palabras del pirata y volvió sobre sus pasos para internarse de nuevo hacia el dojo. En esas, Dori volvió hacia la entrada donde se encontraban sus hermanos y Jack.

- Bien chicos, dejad todo aquí que vendrán a recogerlo, ya avisé de lo que traíamos y de que Jack quiere ingresar al dojo... vamos a lavarnos al estanque y subimos. -

Seguido por sus hermanos y Jack, el grupo subiría unas escaleras hasta una especie de manantial adjunto a la puerta de entrada al edificio donde se descalzarían y lavarían sus pies y manos. Algunas pastillas de jabón artesanales se distribuían por el borde de piedra al estanque y les serviría para quitar el sudor y el polvo que habían cogido durante la caminata, tras ello, se dispondrían a entrar al dojo.



Un patio hacía de antesala a las estancias interiores del dojo, era el lugar escogido por el maestro para recibir a los aspirantes y evaluarlos cuando estos querían ingresar y ser parte del alumnado que componía la escuela. El patio es cuadrado, tiene unas dimensiones de 30x30 metros y la entrada exterior se encuentra justo enfrente de la interior al dojo, ubicada justo en el lado contrario. En sus límites, columnas sostienen sus altas paredes y algunos cojines aguardan mientras el resto de alumnos salen del dojo para ocuparlos y recibir a los trillizos y Jack, que se encuentran justo en la puerta inferior del patio cuadrilátero.

Frente a ellos, casi una treintena de jóvenes se desplazan de forma calmada y solemne hacia los extremos, se sientan y esperan en sumo silencio algo, o más bien alguien. Tras un joven de cabellos azabaches y larga melena, la figura de un último cierra la puerta de entrada al interior y el resto de los presentes se inclinan de manera sincronizada una vez este pisa el pequeño porche de madera. El maestro y su alumno predilecto hicieron acto de presencia.

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- Hoy tenemos la visita de Jack, un nuevo aspirante para pertenecer a nuestra familia y del que de primera mano, he podido evaluar yo mismo en un primer acercamiento. -

Tras una pausa, el gran maestro saca lo que parece un bastón de madera con forma de katana, la cual, le puede resultar algo familiar a Jack. Tras la pausa correspondiente, y con su mano libre, alza esta hacia el joven de largos cabellos haciéndole saber que se interne hacia el medio del patio, el chico sin rechistar ni mediar palabra, se acerca hasta el mismo mientras posa su mano derecha en el mango de una katana que descansa sobre su cintura.

- Para todos los presentes, evaluaremos la destreza del pretendiente para conocer como se comporta ante el hermano Yui. -

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Termina su presentación y guarda silencio mientras los trillizos que acompañaban al alto pirata buscan un asiento entre los libres que quedaban más cerca. Yui, una vez llega al medio del patio, realiza una respetada reverencia ante Jack, un preámbulo protocolario antes de medirlo ante los atentos ojos de sus hermanos y de su maestro.
#9
Jack D. Agnis
Golden Eyes
No sé por qué, pero creo en lo que me dices —respondí con una sonrisa divertida a las palabras de Nori, mientras flexionaba las rodillas, buscando un respiro para mis piernas cansadas. Fue en ese instante que un vagabundo se me acercó con una petición extraña e imposible de aceptar.

Esa espada había estado conmigo desde el primer día y, aunque no era la mejor, la consideraba un tesoro. Me había servido fielmente para protegerme y, por eso, le tenía un profundo aprecio. Le respondí que no podía dársela, pero le ofrecí algunos berris para que pudiera comer. Para mi sorpresa, rechazó la ayuda y se alejó, lo que me resultó un tanto raro.
“Quizá no busca caridad”, pensé, justo cuando el hermano que había entrado al dojo regresó con buenas noticias.

Al escuchar que habíamos terminado el ascenso, alcé la mano en señal de victoria. Cargar aquella canasta había sido más agotador de lo que esperaba, sobre todo sin mi brazo izquierdo.
-Bien por nosotros por subir todo esto a pie… ¿No sería más fácil usar animales? - comenté, aliviado.

Al entrar, llegamos a un manantial. Me quité las botas, revelando un par de calcetas agujereadas por las que asomaban mis dedos, y comencé a lavarme los pies. La sensación del agua fresca fue tan aliviante que solté un suspiro tan largo que tuve que respirar hondo para recuperar el aire. Con los pies y la mano ya limpios, coloqué las medias dentro de mis botas y, con ellas en mano, seguí a los tres hermanos hacia el interior del dojo.
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Después de unos pocos segundos de caminar, llegamos al patio del dojo y nos detuvimos. No estaba del todo seguro del porqué, pero supuse que pronto haría su aparición el maestro de aquel lugar.

Cuando lo hiciera, podría desenfundar mi espada y lanzarme al ataque, pero preferí esperar a que el ritual siguiera su curso y así retar oficialmente a aquel hombre. Atacar a alguien tan respetado delante de su gente sería una gran desventaja.
“A veces lo mejor es hacerlo por la vía legal”, pensé, mientras observaba cómo un grupo de niños salia y se sentaba en los cojines dispuestos en el patio, rindiendo respeto a las figuras que salieron luego, al final de la formación.

Una ligera sonrisa se dibujó en mis labios al ver al maestro. Él era el hombre al que había venido a enfrentar y, si era necesario, eliminar para reclamar el dojo como propio.

Escuché sus palabras con impaciencia, y entonces noté la espada que el vagabundo había querido darme a cambio de la mía. Ahora lo comprendía: todo había sido una prueba. Solté una risa baja al darme cuenta de ello.

Cuando terminó de hablar, alcé la mano y di un paso adelante hacia él.
Lo siento, viejo, pero no me interesa enfrentarme a un niño. He venido hasta aquí para retarte a un duelo; no pienso desperdiciar mi energía en un aprendiz. Así que dime, ¿aceptas mi desafío o tendré que obligarte a desempolvar esa espada tuya? —dije, con una sonrisa desafiante, dejando claro que solo había un propósito en mi visita.

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#10


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