Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
04-11-2024, 07:00 PM
(Última modificación: 09-11-2024, 04:30 PM por Ragnheidr Grosdttir.)
Día 62 de Verano del año 745
La bruma nocturna descendía sobre la ciudad de Oykot, cubriendo sus oscuros callejones como un velo espectral. A pesar de las semanas desde la liberación de la isla, Ragn aún reconocía algunos rincones de aquella ciudad que había cambiado tanto. Las murallas habían envejecido, las tabernas proliferaban en los barrios bajos y las sombras se habían vuelto más espesas. Sin embargo, el espíritu de la zona oscura seguía intacto, un laberinto de pasajes donde el peligro acechaba a cada esquina y donde las palabras susurradas y los intercambios oscuros eran moneda corriente. La taberna que buscaba no tenía un nombre claro. Se rumoraba que el letrero se había caído hacía años y nadie se había molestado en colocarlo de nuevo. Pero Ragn sabía de su ubicación por la descripción de su contacto, la tercera taberna tras el callejón del Herrero Ciego, cerca de un mercado abandonado. El vikingo caminó con paso firme hasta llegar al umbral de aquel lugar lúgubre, un local casi enterrado en el silencio. Empujó la puerta de madera que crujió con un sonido áspero, atrayendo algunas miradas de los pocos clientes desperdigados en el lugar. Las antorchas iluminaban de forma intermitente, como si cada llama dudara en continuar ardiendo allí. Un par de figuras encapuchadas murmuraban al fondo, mientras otro grupo de hombres se reía en la esquina, embriagados y despreocupados. El ambiente era opresivo, pero a Ragn le gustaba. Había algo reconfortante en esa penumbra cargada de secretos.
Sin prisa, se dirigió a una mesa en la esquina más alejada, donde la penumbra era más densa y la distancia lo mantenía fuera de la vista directa de la mayoría. Llevaba una bufanda oscura que ocultaba la mitad de su rostro, dejando apenas a la vista su cabello rubio, que sobresalía de forma desordenada. Tomó asiento con un aire calculador, como quien había hecho esto cientos de veces, y esperó a que el tabernero lo notara. Un hombre corpulento y de mal humor se acercó sin decir una palabra, aunque su expresión dejaba en claro su desagrado por tener que atender a alguien que no conocía. Ragn solo levantó una mano con dos dedos extendidos, pidiendo una cerveza sin necesidad de hablar. El tabernero asintió con un gruñido y se alejó. Mientras esperaba su bebida, Ragn estudió el lugar con cautela. Observaba cada gesto, cada mirada de los civiles y vigilaba con especial atención la puerta. Sabía que el intercambio era algo riesgoso y que cualquier movimiento en falso podría significar una trampa. Pero también sabía que esta oportunidad no podía desaprovecharla. El arma de la que le habían hablado era una reliquia de diseño especial, algo que él deseaba poseer desde hacía tiempo.
La cerveza llegó con rapidez y Ragn tomó un largo trago, disfrutando del amargor que quemaba en su garganta. Su mirada volvía siempre a la puerta, donde tarde o temprano aparecería el supuesto vendedor. El contacto le había advertido que el hombre era de aspecto peculiar, y que nadie en la taberna lo confundiría con otra persona. Eso le daba cierta ventaja, podía evaluar al hombre antes de entablar cualquier tipo de conversación. El tiempo pasaba lento y Ragn ajustó su bufanda, inclinándose un poco hacia adelante para esconder mejor su rostro. De pronto, la puerta se abrió con un chirrido y una figura encapuchada ingresó al lugar. Era un hombre alto y delgado, con una postura rígida y una capa que cubría gran parte de su cuerpo. Con paso firme, se dirigió hacia la barra, pidiendo una bebida que el tabernero le entregó con la misma expresión hosca de siempre.
Ragn lo observó con atención. No podía ver bien su rostro, pero algo en la forma en que el hombre miraba de reojo el local le dio a entender que era su contacto.