Hay rumores sobre…
... que en cierta isla del East Blue, hubo hasta hace poco tiempo un reino muy prospero y poderoso, pero que desapareció de la faz de la tierra en apenas un día.
[Autonarrada] [A - T2] La joven Vs el anciano
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
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~ Base G-23, Isla Kilombo.
Día 10 por la tarde - Verano del año 724.

La tarde poco a poco se envenenó presentándose tormentosa y amenazante. En esta ocasión, concedí a Huetali la posibilidad de elegir que tipo de entrenamiento quería que hiciéramos para este día. La joven, aunque se mostró dubitativa en primera instancia ante la proposición, pronto se le ocurrió una nueva idea que por el motivo que sea parecía contemplar desde hace días atrás, o al menos eso es lo que pude descifrar desde el gesto de su rostro.

- ¡Sr. Lovecraft! Ya sé... ¿Podemos ir al antiguo astillero de la base?, dicen que aún permanecen ahí grandes buques sin reparar, por lo que se me ocurre una especie de concurso, ¿qué le parece? -

- ¿Una especie de concurso? Explícate Huetali. -

La joven permaneció atónita durante unos segundos, su párpado empezó a templar de la extrañeza que le invadía y estupefacta aguardaba para escuchar algún tipo de aclaración al respecto. Evidentemente, percibí su asombro, y sabía que al verme armar varias palabras y contestar tan fácil, la joven de Cozia se preguntaría por qué ya no permanecía en un voto de silencio.

- Se.. ¿señor? -

- Sshhh ya te contaré más adelante... quizá si me ganas a ese concurso que tienes pensado. -

Le contesté en un tono fraternal, y acompañé mis palabras con un típico gesto para que aguardara silencio, alzando la mano hacia la barbilla y desplegando el dedo índice sobre mis labios. El gesto, si ya de por sí la joven se mostraba sorprendida, hizo que acentuara su incredulidad al ver que el mismo se revestía de un dorado refulgente. Huetali mostró sus ojos abriendo sin reparo sus párpados, desencajados tras ver como mis falanges del dedo se tornaban en un aspecto místico y fuera de la concepción del mundo.

Salimos en silencio, o más bien salí en silencio, pues la juventud y la impulsividad de la chica le hicieron no poder aguantarse y me estuvo lanzando preguntar por doquier. Mantenía un gesto neutro con una leve sonrisa, pues no podía obviar que en cierta forma me produjera cierta gracia ver como se disponía la chica ante la pérdida del voto de silencio y una pequeña muestra del poder que ahora tenía.

El astillero se mantenía colindante a un ala externa de la base, directamente conectada con uno de sus patios y a la vez cerca del mar, una enorme pasarela de madera la atravesaban, pues gracias a ella, se elevaban los barcos del agua y también se movían hasta esta. Unos pesados rodamientos hacían funcionar esta, y pesadas y enormes poleas se distribuían a sus costados para sacar a los barcos de la pasarela central y repararlos o hacer la gestión que fuera con ellos. En estos costados, agolpaban algunos buques olvidados, que por el motivo que tuvieran, ya parecían no ser servibles para La Marina.

- Mire Sr. Lovecraft, parece que aquellos dos pueden ser ideales. -

Señaló la joven, haciendo que asintiera con la cabeza para dirigirnos hasta estos. Los buques se presentaban imponentes ante nosotros desde su popa, su tamaño en el agua era abrumador, pero fuera de esta, adquirían una nueva dimensión en la que te hacía pensar en el potencial de la humanidad para construir este tipo de armas y no otras opciones para ser mejores en sociedad. Un claro vestigio de como estábamos orientando tanto nuestros recursos materiales, económicos y humanos, algo que evidentemente desaprobaba.

- Bien, el concurso es bien sencillo señor, ¡A ver quién aguanta más! -

- ........... -

- Espeeere, espereee, tengo que desarrollarlo un poco, verá... Hasta el momento, hemos entrenado diferentes disciplinas, pero, aún no hicimos nada respecto al aguante y la resistencia señor, creo que también es importante, ¿no cree?, a sí que, ambos vamos a pegar puñetazos aquí hasta que uno de los dos pare por extenuación. -

- .... -

Mi silencio ponía a prueba la confianza de Huetali, evidentemente, sabía que iba a acceder ante su propuesta, pero quería ver hasta donde llegaba con su idea.

- ¡Quién calla otorga señor! Levante los puños yyyy..... EMPECEMOS. -

No iba a negar que su ímpetu me gustaba, además de su decisión, por eso, en el momento en el que la chica comenzó a dar puñetazos contra el casco del barco le seguí sin demora. Los golpes comenzaron a resonar entre el silencio del astillero, y una primera gota de lluvia caería manchando la madera seca del navío, por lo que no tardaría en llover. Los puños se sucedían uno tras otro a una alta frecuencia, cuando paralelamente, la lluvia apareció, primero como una suave cortina y después con más intensidad. 

Como era mi deber como tutor legal de la joven, por el rabillo del ojo iba comprobando el estado de Huetali, pues sería desproporcionado descuidarla por un entrenamiento y que se pusiera enferma. Pero la incansable joven de Cozia, arremetía brava contra el buque, sus puños aunque fueran escuchimizados y huesudos, blandían determinación y aprendizaje. Las horas pasaron sobrepasando incluso la hora de la cena, tenía que decir que por mi parte, aún me quedaba carrete para continuar, pero la joven empezaba a mostrar evidentes signos de cansancio ¿podría ir más allá de como estaba?

Le permití seguir, en silencio seguía manteniendo ese pulso con la joven para testear sus capacidades, pero pronto ya pude ver como sus golpes se volvían más erráticos y menos contundentes. De un momento a otro, cuando la evidente fatiga la alcanzó, di el alto levantando la mano.

- No, no.... puedo... continuar señor, aún puedo seguir. -

En sus ojos latía un destello de coraje y superación que me enmudecieron, lo dejé pasar, pero yo cesé mis puños. Vi como la misma se curtía bajo la lluvia, con el repicar de las gotas sobre su brazo. Ahora para mi asombro, la joven dio el do de pecho, aumentó la cadencia de sus golpes, su respiración podía escucharse y sus nudillos golpeaban con contundencia la popa del buque, estaba claro que aquello era ya el fin de sus límites, pero había mostrado una gran resistencia, mucho más de lo que cualquiera podría esperar de su físico, pues una vez más, lo que alimentaba su batería, no era su cuerpo, sus músculos o entrenamientos pasados, era su voluntad. Esta vez, el viejo perdería ante la joven en un acto de reconocimiento por su esfuerzo y convicción.
#1
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