Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Aventura] [Autonarrada] El dolor de la gente
Rengetsu D. Tenji
Príncipe Ciego
El Reino de Goa se alzaba majestuoso en el vasto océano del East Blue, conocido no solo por su belleza natural, sino también por su riqueza y las amplias oportunidades que ofrecía a sus habitantes. A primera vista, este reino era el epítome de la prosperidad, con un rey que no solo gobernaba con mano firme, sino que también participaba en la prestigiosa Reunión Mundial de Reyes, el Levely. Esto hacía que la imagen del reino fuera impecable, y cualquiera podría suponer que sus ciudadanos vivían felices y gozar de altos niveles de vida. No obstante, la realidad que se escondía tras las murallas de la capital era absolutamente diferente.

Al cruzar las impresionantes puertas de la ciudad, uno quedaba sumido en una visión de prosperidad, calles bien pavimentadas que resplandecían al sol, edificios adornados con intrincados detalles y comercios repletos de mercancías procedentes de los rincones más lejanos del mundo. La gente, vestida con ropas finas, se movía con confianza, llevando consigo el aire de la riqueza y el bien estar. Sin embargo, detrás de este disfraz de grandeza se ocultaba una sociedad rota, un engaño que solo los ojos más perspicaces podían notar. Porque lo que muchos no sabían era que, a tan solo unas pocas leguas de distancia, se extendía un panorama completamente distinto.

Más allá de la vibrante capital, fuera de sus murallas bien cuidadas, se encontraba un vertedero gigantesco, un lugar donde los residuos y deshechos de la gente pudiente de Goa terminaban acumulándose, degradando un paisaje antes vívido y hermoso, La Gray Terminal. Allí se arrojaban no solo objetos sin valor, sino también a aquellos que, por alguna razón, eran considerados inservibles. Los pobres, los enfermos, los defectuosos de alguna manera, eran desterrados a ese lugar de olvido, donde sus vidas se convertían en pura lucha por la supervivencia, rodeados de montañas de basura y chatarra.

La vida en el vertedero, era dura y desalentadora. Primando por lo general el individualismo y la autoprotección entre aquellos que habitaban en las sombras de la gloria del reino. Aunque era un lugar de dolor y lucha, los que vivían allí habían encontrado formas de adaptarse y sobrevivir, un crisol de experiencias compartidas y resiliencia ante el sufrimiento. Todo esto lo había percibido Tenji, el joven ciego que había llegado a la isla no hacía mucho.

A pesar de su discapacidad, Tenji poseía una aguda percepción del mundo que lo rodeaba. Había comprendido rápidamente cómo funcionaban las dinámicas de la sociedad de Goa, y la injusticia que permeaba en ella lo llenó de indignación. La farsa del rey, que alardeaba de su grandeza mientras permitía que su pueblo viviera en la miseria, lo había llevado a tomar la decisión de hacer algo más a parte de aguardar por la misión que le habían sido encomendada, ayudar a aquellos que no podían hacerlo por sí mismos, aunque sus acciones fueran pequeñas y sutiles.

Era una mañana tranquila cuando Tenji decidió adentrarse en el bosque con la esperanza de cambiar la situación de algunos de los más desafortunados. Guió sus pasos con la ayuda de su bastón, una pequeña herramienta que ya conocía como una extensión de su propio cuerpo. Después de un arduo trabajo, tras un intenso esfuerzo y sin perder su determinación, logró abatir a un gigante oso pardo. Era un tamaño considerable para él, especialmente por su falta de visión, pero no permitió que ese obstáculo fuera un impedimento para su indiscutible victoria. Con gran dificultad, lo cargó sobre sus hombros hasta el basurero. 

Tardó un tiempo en llegar de regreso al vertedero. Pero su corazón se llenó de alegría al pensar en la comida que podría ofrecer, un banquete esperado con ansias por los que compartían un destino desafortunado. Al llegar a un lugar despejado, donde la hierba luchaba por crecer entre la basura, Tenji dejó caer su gran botín. Inmediatamente, varios rostros se giraron hacia él, la curiosidad salpicada con un brillo de esperanza emanaba de sus miradas. El chico, con una voz firme pero amistosa, declaró su intención de cocinar el oso que había cazado, aunque era consciente de que no tenía el talento culinario que otros podrían aportar.

Poco a poco, el grupo comenzó a tomar forma. Entre los presentes había ex pescadores, un carnicero y varias personas que habían aprendido a desollar animales pequeños para sobrevivir. A pesar de lo que podían haber estado experimentando, su sentido de comunidad era fuerte, algo que Tenji percibió e hizo uso de ello. Sin siquiera dudar, se puso al frente, organizando las tareas sin necesidad de ver. Su voz se alzaba en el aire, guiando a los demás en el proceso de preparación del oso, a pesar de que algunos se mostraban escépticos sobre sus habilidades. Pero lo que Tenji ofrecía era más que sólo instrucciones, daba determinación, y esa motivación unió a todos en torno a la idea de un estofado caliente, algo que muchos no probaban desde hacía tiempo.

Sin embargo, mientras la gente trabajaba en la preparación del festín, la calma fue interrumpida por la llegada de un grupo de matones. Estos hombres, que se creían superiores por su fuerza física, se acercaron con aires de amenaza. Exigieron que les entregaran la comida, asegurando que ellos se encargarían de distribuirla "justamente" entre los que podían pagar. La mendacidad de sus palabras era evidente; todo el mundo sabía que la forma "justa" de esos hombres significaba enriquecerse a expensas del resto. Pero antes de que pudieran terminar su discurso de extorsión, Tenji se plantó firme ante ellos, utilizando su bastón como apoyo y como símbolo de su voluntad. Con una combinación de brutalidad y fuerza de voluntad, logró hacer que los matones se desplomaran al suelo, dejando claro que no iba a permitir que en ese día la comunidad sufriera otra injusticia más.

Finalmente, el olor de la comida cocinándose en el aire era irresistible. Tenji, después de haber trabajado codo a codo con los presentes, comenzó la distribución del estofado. Se convirtió en mediador de una disputada repartición, asegurándose de que nadie quedara excluido, mientras los ánimos se mantenían fervientes por la mezcla de hambre y ansiedad. Cada ración era vital, cada cucharón de sopa una pequeña victoria para todos. Para los matones, aún en el suelo, Tenji tomó la decisión de ofrecerles tres raciones, con el mensaje de que la empatía siempre debía prevalecer ante la avaricia.

Al final, una vez que las tensiones se disiparon y cada uno había recibido su ración, Tenji se unió a la comunidad para disfrutar de la comida. Se sentó entre ellos, compartiendo risas y conversaciones, sin intentar elevarse por encima de los demás. No buscaba ser un líder ni se sentía superior por su acción heroica; su objetivo era unir a todos en la mesa como si fueran una gran familia. A pesar de su ceguera, sentía el calor de la compañía y la gratitud que emanaba de cada uno de ellos. Así, en medio de un lugar que solía ser un símbolo de miseria y abandono, había florecido una nueva esperanza, una esperanza que Tenji había encendido con cada acción que realizaba. En su modestia y espíritu indomable, había logrado iluminar incluso la más oscura de las situaciones. La vida en el vertedero continuó, pero las semillas de la comunidad que había formado empezaron a brotar. Con cada gesto de bondad, crearon un camino hacia un futuro más brillante.

Tenji tenia claro que esa simple acción no curaría los corazones dañados de todos los presentes, no sanaría sus heridas, pero era un buen primer paso para que poco a poco esa gente fuera encontrando la fuerza y esperanza para avanzar. Sin duda cuando algún día fuera rey, el quería ser un líder capaz de traer luz y esperanza a sus seguidores.
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