Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
[Aventura] El terror de Goza [Raid] [T4]
Ray
Kuroi Ya
El joven de cabellos plateados despertó ya en tierra. No parecían haber pasado más de unos escasos segundos desde que habían abandonado del agua cuando recuperó la consciencia, sintiendo que su cuerpo al fin volvía a obedecerle. Había sido una sensación terriblemente extraña el perder el control de su propio organismo, el sentir que sus músculos no respondían a las órdenes que su cerebro emitía, quedando inmóvil y completamente desprotegido, a merced de cualquier enemigo que pudiese atacarles. No tardó mucho en perder el conocimiento, pero los pocos segundos que estuvo consciente antes de hacerlo se le hicieron largos como horas. No pudo prestar atención a lo que sucedía a su alrededor siquiera, absorto como estaba en sus pensamientos, incapaz de concentrarse en nada más allá de que su cuerpo parecía no ser ya suyo.

Por suerte esa sensación se había desvanecido al despertar en tierra firme. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en ella, y no pudo sino mirar a Octojin con el más sincero de los agradecimientos. Su amigo había cargado con él y con Balagus durante aquel trayecto subacuático sin ninguna ayuda, sacándoles de aquella cueva en la que, sin duda, habrían perecido de permanecer unos minutos más junto a aquel gas tóxico.

- Muchas gracias, Octo. - Le dijo con sinceridad mientras esbozaba una sonrisa. - No sé qué habríamos hecho sin ti.

Fue entonces cuando se paró a observar los alrededores, el lugar donde habían emergido desde las heladas aguas. Todavía podía sentir un intenso frío, pues como era de esperar seguía mojado, aunque dado que allí el sol les daba de lleno seguramente no tardarían demasiado en secarse. Pese al hecho de que un gran orificio en el techo comunicaba con el exterior y permitía que los rayos del astro rey iluminaran la estancia se encontraban aún en el interior de una caverna. Una que parecía completamente virgen, sin que probablemente ningún ser humano o de otra especie similar hubiera puesto el pie allí en muchísimo tiempo. El suelo estaba plagado de estalagmitas tan grandes como Octojin, llegando a doblar la nada despreciable altura de Ray, y en las pocas zonas donde había un techo colgaban estalactitas aún más grandes que las que habían estado cerca de acabar con ellos en la cueva donde habían derrotado a la bestia.

El joven activó su Haki cuando el tiburón les comentó dónde se encontraba el encapuchado, ya recuperado y listo para continuar moviéndose. De esa forma pudo percibir que su amigo estaba en lo cierto, pues la presencia de aquel tipo provenía del este. Cuando el habitante del mar le ofreció ayuda el peliblanco le hizo saber amablemente que no era necesario:

- No te preocupes, Octo. Una vez fuera del agua ya no hay nada que me impida moverme con normalidad.

En cuanto a cuál era su siguiente paso... tenían ante sí una disyuntiva interesante. Por un lado podían salir al exterior por el aire, ya que Ray podía transformarse y llevar a sus dos compañeros a cuestas mientras volaba, abandonando al fin aquellas cuevas mortales. Por otro... el escualo tenía razón. Algo le decía que dejar escapar al encapuchado sin antes al menos haber hablado con él no era buena idea. Así que esa fue la decisión que tomaron.

Según avanzaban por aquel jardín de estalagmitas gigantes comenzaron a escuchar lo que parecía alguna clase de gemidos a lo lejos. Estos, no obstante, se iban haciendo más y más fuertes cuanto más caminaban. A decir verdad la situación daba bastante mal rollo, pero ellos no iban a acobardarse por algo tan nimio. El tiburón, aún con la adrenalina del trayecto submarino a flor de piel, lideraba la marcha con energía mientras el peliblanco pensaba en qué encontrarían cuando se acercaran lo suficiente al encapuchado. No se fiaba nada de que aquel tipo no fuera hostil, pero estaba preparado para cualquier cosa que pudiera suceder.

Percepción III
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
22/10/2024
9
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]


Resumen


Números
#31
Balagus
-
Recuperando el aliento lentamente en la extensa caverna que acababan de descubrir, Balagus no pudo sino admirar la salvaje y primitiva belleza virgen de aquel lugar: las gigantescas estalagmitas y estalactitas, grandes como colmillos de los dragones de las leyendas, ecos del agua cayendo y fluyendo, más allá del alcance del ojo. Era una clase de espectáculo natural que ningún habitante de la perniciosa civilización podría comprender nunca, pero que el oni sentía resonar en su corazón con un canto precioso y primordial.
 
Al menos, así se sintió hasta que una poderosa sacudida amenazó con arrojar sobre ellos una nueva tormenta de piedra. Afortunadamente, el techo de piedra resistió, y permaneció impertérrita ante los golpes que seguirían. El guerrero levantó su arma en sus brazos, sintiendo de nuevo la sangre fluyendo por ellos, quizás gracias al frío sanador de las aguas que acababan de cruzar, o quizás a que estaba hecho un tremendo monstruo de músculos.
 
Ray se había despertado a los pocos instantes de abandonar el líquido elemento, para la sorpresa del oni. Aunque sólo pareció recordar la ayuda de su compañero de organización, el guerrero no se sorprendió de ser dejado a un lado: habiendo estado inconsciente, era lo más normal que el marine no recordara nada. Octojin parecía estar muy seguro de la dirección en la que continuar, siguiendo una presencia, por ahora, desconocida para Balagus.
 
El pirata rechazó el ofrecimiento de ayuda con un gesto de la mano, y se volvió a poner de pie. El cuerpo le dolía y le pesaba como si estuviera relleno de piedras, en vez de huesos y carne, pero no aceptaría más ayuda de la necesaria y obligatoria, y ya había abusado demasiado de la buena voluntad de aquellos marines al llevarle a través de las aguas, y lejos de la nube de veneno visceral del Terror.
 
Avanzó detrás de sus compañeros, siempre en silencio. En el estado en que se encontraba, esperaba no tener que hacer frente a otra batalla. Si así debía hacerlo, enfrentaría su muerte con honor y dignidad. Pero ya había hecho de cebo una vez, y las cosas no habían terminado de salir del todo bien para él, y no era malo dar algo de protagonismo a los demás. ¿no?
 
Aquello sonaba como… ¿un gimoteo? ¿Habría alguien atrapado allí? ¿O era que… era que alguien lamentaba la muerte de una criatura tan hermosamente terrorífica y poderosa como la que habían ejecutado antes? Y lo más importante: ¿se tomaría a bien que los asesinos se presentaran como si tal cosa?
 
Balgus no dejó de avanzar con el hacha en alto, sin dejar de mantener el Haki sobre ella, listo para aplicar toda su fuerza si era necesario. Pero, por el bien de su lacerado ser, esperaba que realmente no fuera necesario.

Refuerzo II
BUSO401
BUSOSHOKU
Haki básico
Tier 4
2/10/2024
8
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario recubrir hasta dos extremidades o dos armas con haki, tornándose estas de un color oscuro y brillante como el metal, siendo capaz de golpear los cuerpos de todo tipo de Akumas. Obteniendo un bono de +15 en los daños que aplique el Haki y +5 [Resistencia] ante daños y efectos. (En caso de querer recubrir solo pequeñas zonas del cuerpo, inferiores a la mitad del recubrimiento máximo, el coste bajará a la mitad)
+15 en los daños físicos con Haki imbuido y +5 [Resistencia] ante daños y efectos en el área.


Resumen
#32
Atlas
Nowhere | Fénix
Ya que estamos aquí, vamos a mirarlo todo, ¿no? Los gemidos lastimeros que rebotan en las paredes de la gruta y alcanzan vuestros oídos suenan a todo menos a espíritu de lucha. De hecho, cuanto más os acercáis más claro lo tenéis. Aquellos que tenéis el don de percibir lo que los oídos no escuchan apreciáis que alguien sufre, alguien que se ha dado por vencido, está atormentado y no sabe qué hacer. Bueno, a decir verdad todo eso se puede deducir del timbre roto de su voz. No hace falta haki.

Tras atravesar el bosque de estalagmitas cuyas puntas vibran levemente con el eco de los lamentos alcanzáis algo así como el acceso a una cueva. Sí, una cueva dentro de una cueva, como una matrioska pero en versión subsuelo peligroso. En el interior no hay estalagmitas, estalactitas ni ningún otro tipo de saliente potencialmente problemático. Llama la atención el hielo que recubre las paredes, el cual refleja la luz que entra por unas pequeñas grietas situadas en el techo y baña la oquedad de un precioso y gélido azul. Es de esos sitios que es mejor que nunca se descubran, porque serían pisoteados por la mano del hombre para sacar un puñado de berries extra.

Al fondo de la estancia, que es una semiesfera sorprendentemente bien conseguida para ser una cavidad natural, hay algo que brilla con el mismo color azulado que las paredes. De hecho, ahora que lo pienso se parece bastante al hielo que nacía del Terror de Goza. Tiene una forma ovalada y, una vez cerca, parece que algo dentro existe. En este punto es donde los lamentos se hacen más audibles. Provienen de la figura encapuchada que visteis antes, que se encuentra situada justo al lado del huevo —sí, no cabe duda de que es un huevo de dimensiones descomunales— y apoya una mano sobre él.

—¿Cómo habéis podido hacerlo? —musita en voz baja sin volverse hacia vosotros—. ¡¿Cómo habéis podido acabar con Boopie?! —manifiesta a voz en grito con evidente intención acusadora.

Al hacerlo por fin despega su mano del huevo y se vuelve hacia vosotros. La capucha cae, revelando el rostro del campesino que irrumpió en la taberna diciendo que se habían llevado a su amigo. A lo mejor sí que se lo habían llevado y todo, pero él. Eso parece al menos, ¿no?

—Ya casi estábamos. Nuestro bebé está a punto de eclosionar y Boopie tenía fuerzas como para hacer un trayecto largo con los dos sobre ella. Íbamos a buscar una isla apartada donde ni los Reyes Marinos llegasen para vivir juntos en paz; sin molestar y sin que nos molestasen. ¡¿Cómo habéis podido?! ¿Qué hago yo ahora con el pequeño? Al principio sobre todo necesita a su madre, no a su padre. ¿Cómo voy a alimentar y criar a mi bebé? ¿Cómo voy a conseguir que sobreviva una cría de leviatán?

Está claro que la alternativa era dejar que Boopie os convirtiera en su último tentempié antes de abandonar Goza para buscar la tierra prometida. Estaremos de acuerdo en que no era muy buena idea, pero eso al campesino traicionero le da igual. Creo que está bastante claro qué es lo que ha estado pasando y por qué, ¿no? En realidad sólo queda una pregunta por resolver, una que tenéis tanto vosotros como yo. ¿Cómo demonios lo ha hecho para concebir con el Terror? El huevo es igual de alto que él, más o menos tres cuartas parte de Octojin. Supongo que hay quien está bendecido. En cualquier caso, se acaba de quedar viudo. ¿Qué hacemos con el huevo y su papá, mis queridos cazadores de monstruos y creadores de huérfanos?
#33
Octojin
El terror blanco
Octojin avanzaba con cautela pero decidido, guiando al grupo mientras se acercaban a la fuente de aquellos gemidos que se intensificaban a cada paso. Al entrar en la nueva cueva, sus ojos se abrieron más, impresionado por el lugar en el que se encontraban. La estancia, una semiesfera perfectamente formada, estaba recubierta de un hielo azulado que reflejaba la tenue luz filtrada desde pequeñas grietas en el techo, creando un espectáculo visual que parecía más un sueño que una realidad. A su alrededor, la piedra parecía brillar con un resplandor frío y misterioso que daba al lugar un aire majestuoso pero solitario, como un rincón olvidado en algún confín del mundo.

El gyojin avanzó un poco más, observando cómo la figura encapuchada, de espaldas a ellos, murmuraba palabras entrecortadas. Al fondo de la caverna, bajo el brillo gélido del hielo, algo llamó su atención de inmediato: un huevo de gran tamaño, aproximadamente tan alto como el campesino y unas tres cuartas partes de la altura del habitante del mar. Brillaba con el mismo tono azulado de las paredes y parecía albergar algo en su interior. De inmediato, Octojin comprendió que aquel lugar no era sólo una cueva, sino algo más profundo y significativo para quienquiera que estuviera allí.

Finalmente, la figura encapuchada, alzando la voz, se giró hacia ellos. Al ver su rostro, Octojin lo reconoció de inmediato; era el mismo campesino que había irrumpido en la taberna, desesperado y clamando por su amigo perdido. El asombro de Octojin se transformó en confusión y luego en una mezcla de incomodidad y sospecha. ¿Era posible que, cuando el campesino había hablado de su amigo desaparecido, ese tal Namiro, fuese todo una farsa? Y, ¿qué papel jugaba el gigantesco huevo en todo esto?

El campesino continuó hablando, con su voz quebrada y llena de desesperación. No podía entender cómo habíamos podido acabar con Boopie. La acusación hizo eco en la cueva, resonando con el peso de alguien que acaba de perder todo lo que le importaba.

Octojin alzó una ceja. "¿Boopie?", pensó, sorprendido. Un nombre demasiado tierno para una bestia tan aterradora como aquella que casi los había aniquilado. Bueno en verdad no, pero seguía siendo un nombre demasiado dulce para una bestia como aquella. Aun así, no interrumpió al campesino, que siguió soltando su dolor mientras se llevaba una mano a la frente, mostrando el profundo impacto de la pérdida.

Por lo visto tenían un plan de escape, pero entonces... ¿Por qué llamar la atención en la taberna? La verdad es que el tiburón no entendía nada, pero tampoco hacía falta. La cuestión en ese momento era saber qué hacer con ese tipo, con el huevo y cómo salir de allí. Y eso tenía varias salidas posibles. ¿Alguna buena? Seguramente.

Octojin apretó los puños al escuchar la historia del campesino, sintiendo una mezcla de emociones en su pecho. Aquel tipo, un gyojin como él, parecía genuinamente devastado por la pérdida de la criatura. Pero también estaba claro que su “Boopie” había sido una amenaza letal, no solo para ellos sino potencialmente para toda la isla de Goza. Y no podía olvidar que había traicionado todo por la bestia.

Con una exhalación, Octojin miró de reojo a Ray y a Balagus, con una mirada seria y determinada.

—No sé vosotros, pero yo confiscaría el huevo y me llevaría a este tipo detenido —afirmó, sintiendo que aquella era la decisión más responsable—. Que la bestia nazca aquí puede suponer el mismo peligro para los habitantes de la isla que el tal Boopie. Creo que nuestro deber es entregar el huevo a la marina y que ellos lo manden a una reserva o lo liberen en algún lugar en el cual no suponga un peligro para los ciudadanos. ¿Qué pensáis?

Sin decir una palabra más, Octojin avanzó hasta el huevo y colocó ambas manos sobre el cascarón. Sintió el frío del material, una sensación helada que atravesaba sus palmas. Cerró los ojos y, a través de su haki de observación, intentó percibir la presencia en su interior, deseando confirmar si, efectivamente, el huevo albergaba una vida en formación o no. Concentrado, intentó detectar algún tipo de vibración, algún latido, algo que le indicara que había una criatura viva allí.

Aquello le hizo recordar sus primeras experiencias en el mar, cuando intentaba descubrir las corrientes y cómo cada vida, por pequeña que fuera, latía al ritmo de las olas. Con un suspiro, después de percibir o no la presencia, se volvería hacia el campesino.

— Entiendo tu dolor, pero no podíamos dejar que Boopie acabara con nosotros, ni con nadie más. Sin embargo, si mis compañeros así lo quieren, el pequeño estará bajo nuestra protección ahora.

Aunque pudiera sonar duro, era lo que tenían que hacer. Esa bestia podía suponer un peligro para todos los que le rodeaban. ¿Cómo recibiría la bestia al gyojin traidor? Seguro que, pese a ser pequeña, en su interior estaba el instinto de intentar comérselo.

—Si esto es realmente lo que dices, un hijo de un leviatán, se convertirá en una amenaza para cualquiera que esté cerca —continuó Octojin, suavizando ligeramente su tono pero manteniéndolo aún firme—. Vamos a asegurarnos de que esté a salvo, pero no podemos dejarte libre ni a ti ni a esto sin un control.

Boopie parecía haber sido la única esperanza del campesino, y sin ella, solo le quedaban cenizas de un sueño. Pero para el tiburón, el deber estaba primero. Girándose hacia sus compañeros, reafirmó su decisión con un asentimiento.

—Nos encargaremos de esto, ¿de acuerdo? —dijo, antes de dirigirse de nuevo al campesino— Por ahora, vendrás con nosotros. Hay muchas preguntas que responder.

Resumen
#34
Ray
Kuroi Ya
El trayecto por el interior de la cueva, sorteando las enormes estalagmitas que inundaban aquella zona, fue más largo de lo esperado. Esto se debió sobre todo a los rodeos que tuvieron que dar en ocasiones debido a las grandes formaciones minerales que impedían un avance en línea recta. Y durante todo el camino los quejidos se fueron haciendo cada vez más intensos. Eran verdaderos lamentos, que no podían asegurar quién profería pero que dejaban muy a las claras que fuese quien fuese esa persona estaba sintiendo un intenso dolor incluso sin necesidad de utilizar el Haki.

Unos minutos después llegaron a lo que parecía una pequeña caverna dentro de la caverna, como las capas de una cebolla. La presencia del encapuchado podía percibirse en su interior, y los desgarradores lamentos también parecían provenir de allí, así que sin pensárselo demasiado los tres aventureros entraron tras analizar la zona mediante su voluntad.

Y una vez dentro lo que encontraron fue realmente sorprendente. Se trataba de una estancia sin estalactitas ni estalagmitas, pero a cambio sus paredes se encontraban cubiertas de hielo por completo. La luz entraba desde la abertura de entrada y rebotaba una y otra vez en la gélida superficie, creando multitud de reflejos azulados que daban a aquel lugar una sorprendente belleza. En la parte del fondo una extraña estructura de morfología ovalada brillaba en el mismo tono que las paredes, pero con la particularidad de que en su interior el Haki del peliblanco podía percibir una presencia. Una no humana, sino más bien similar en ciertos aspectos a la de la bestia a la que habían derrotado. No había muchas dudas al respecto. Se trataba de un huevo, uno puesto por aquel monstruo donde su descendencia se desarrollaba hasta que estuviera preparada para salir al mundo exterior.

Los gemidos venían del encapuchado, que tocaba el huevo con una de sus manos mientras sollozaba y les echaba la culpa de su sufrimiento por haber acabado con el progenitor de aquel ser, al que se refirió como Boopie. Fue en ese instante cuando se volvió hacia ellos y su capucha cayó, revelando el rostro del campesino que había irrumpido en la taberna cuando se encontraban en ella clamando que se habían llevado a su amigo. Comenzó a quejarse de que habían arruinado sus planes de fugarse junto al monstruo, que al parecer era una monstrua, y su cría a un lugar donde pudieran vivir tranquilos al acabar con la bestia. Entre lamentos, se preguntó en voz alta cómo iba él ahora a proveer por esa criatura no nata y a criarla.

Aquello resultaba realmente llamativo. Al parecer un hombre y una leviatán habían conseguido de alguna inexplicable manera tener descendencia, lo cual desde un punto de vista puramente científico como médico le parecía fascinante. Y por otro lado, parecían haber desarrollado un vínculo muy profundo pese a sus diferencias. Era conmovedor, hasta que uno recordaba los estragos que la enamorada de aquel tipo llevaba semanas causando y la cantidad de inocentes a los que había matado.

El pequeño sin duda sería tremendamente peligroso cuando creciera, pero no dejaba de ser cierto que no tenía culpa de ninguno de los pecados cometidos por su madre. Sería injusto condenarle incluso antes de su nacimiento. Pero tampoco podían dejar que creciera allí y volviera en un tiempo a aterrorizar a los habitantes de Goza como había hecho su progenitora. Así que la solución que propuso Octojin parecía a ojos de Ray la más sensata. El peliblanco apoyó las palabras de su compañero con voz cálida y tranquila, pero firme al mismo tiempo, dirigiéndose al campesino:

- Como dice mi compañero, nos vimos obligados a defendernos de Boopie y a evitar que siguiera haciendo daño a más gente. No queremos que vuestro hijo no nato repita los errores de su madre, no podemos permitir que eso suceda. Hay demasiadas vidas inocentes en juego. Si nos acompañas, te prometo que ni a ti ni a tu cría os pasará nada. Quedaréis bajo la responsabilidad de la Marina y esta se encargará de que crezca sano y salvo y de que estés a su lado en un lugar donde nadie pueda salir herido debido a ello.

Esperaba que su labia y su capacidad para ganarse a la gente fueran suficientes para ganarse la confianza de su interlocutor y convencerle de irse con ellos sin oponer resistencia a cambio de garantizar la seguridad de su supuesto hijo. De lo contrario se verían obligados a utilizar la fuerza, y era algo que quería evitar a toda costa. El pobre hombre ya había sufrido bastante, no había necesidad de prolongar esa espiral.

Resumen
#35
Balagus
-
La enorme y amplia caverna dio paso a otra más reducida, más pequeña, como una habitación dentro de un salón más grande. Una cueva dentro de la cueva que dejaba atrás la primitiva belleza virgen de la naturaleza por otra igual de natural pero mucho más rara. Más cuidada. Más geométrica. Más pulida y cautivante. Ese estilo de belleza que sólo puede surgir a partir de una anomalía natural, y que sólo necesitaba del pútrido toque de la civilización para marchitarse: una caverna cubierta en capas de hielo azul tan frías como hechizantes, las cuales opacaban la única entrada de luz que iluminaba la estancia, y que les ofrecía a los tres cazadores una salida.

Pero, más importante que todo aquello, era qué y quién les esperaban allí dentro: un huevo enorme, incluso para los estándares que manejaba Balagus, y un hombre, origen de los lamentos y sollozos que les habían guiado hasta allí. Un hombre que se lamentaba como un niño al que le ha salido todo mal, y que sabe, sin que nadie le pueda convencer de lo contrario, que todo había sido culpa suya. Entre el huevo y las placas de hielo, que tanto recordaban a la armadura del ser al que acababan de dar muerte, sólo una palabra era la que podía describir a la perfección todo aquello que estaban viendo: nido.
 
La sorpresa en el rostro del oni fue similar a la de sus compañeros al poder ver el rostro del hombre: había sido aquel que había pedido ayuda para matar al Terror en la taberna, inicialmente. Pero no sólo fue eso lo que le hizo enarcar primero una ceja, y mostrar los colmillos con manifiesta hostilidad después, sino saber qué él y… “Boopie”, tal y como llamaba al leviatán helado, habían tenido a aquel pequeño juntos, y que los culpaba a ellos, nada más y nada menos, del aciago destino que acababa de sobrevenirle a su monstruoso amor, y a su monstruoso vástago.
 
El guerrero guardó su hacha y dejó que sus compañeros marines hablaran, para finalmente adelantarse a Octojin y Ray, y tomar al campesino por el cuello, sin asfixiarlo, y alzarlo en el aire.

- Tú, que te llamas padre de esta criatura, ¿nos trajiste aquí, a donde guardabas lo que más apreciabas en la vida? ¿A nosotros? ¿A LOS CAZADORES? -

Su voz retumbó como un trueno en la sala. Sus ojos centelleaban con ira anaranjada. Le estaba costando mucho no apretar la mano hasta partirle el cuello al lamentable hombrecillo, pero tal vez fuera por el cansancio de su molido y apaleado cuerpo, tal vez por el frío glacial de la cueva, o tal vez porque sabía de primera mano el sufrimiento que estaba por esperarle a aquel desgraciado si le dejaba vivir, que no terminó de reunir la fuerza para quitarle la vida. Las imágenes de un pueblo tribal en llamas, lleno de onis sin cuernos decapitados o en grilletes, surcaban su mente a toda velocidad mientras apretaba sus enormes mandíbulas, una contra la otra.
 
- Tú has traído la desgracia sobre ti mismo y sobre los tuyos. Debería ejecutarte aquí mismo por traición, pero no creo que mis compañeros lo vieran bien. – Les dedicó una breve mirada a los dos cuando los mencionó. – Además, no somos nosotros los únicos a los que has hecho daño. Otros querrán verte ajusticiado. -

Con el cuidado justo y necesario para no hacerle daño en la caída, lo soltó sin ceremonia de vuelta contra el suelo, y regresó hacia sus compañeros.
 
- En cuanto al huevo, creo que deberíamos dárselo a la gente de esta isla. Que lo críen ellos como sus padres no fueron capaces, que traten de sacarlo adelante, y educarlo como un protector. Un aliado así sería formidable frente a batallas futuras. Sé que no vais a estar de acuerdo conmigo, y respetaré lo que decidáis. Sois guerreros honorables y fuertes, y eso lo respeto y lo honro. Pero también quiero haceros partícipes mi opinión al respecto. -

Resumen
#36
Atlas
Nowhere | Fénix
—No sois los primeros supuestos cazadores que vienen —se defiende el campesino ante las acusaciones de Balagus—. Todos acabaron sirviendo de energía para que Boopie nos pudiera llevar hasta nuestro destino, pero no sabía que con vosotros sería diferente... ¿Cómo podía saberlo? ¿Qué alternativa tenía? Sin alimentarse no nos podría llevar hasta nuestro destino. Hace meses que los peces de los que normalmente se alimentaba no pasaban por debajo de la isla por puro terror y no los podía cazar, y su instinto maternal le impedía alejarse del huevo. Al principio le podía traer algo de comida, pero tres o cuatro atunes eran totalmente insuficientes para ella. Estaba perdiendo fuerzas y veíamos que nos íbamos a quedar a medio camino.

El tipo habla en voz baja, como si intentase excusarse a sí mismo o calmar una conciencia intranquila, una que no para de repetir que por su culpa han acabado con su mujer y tiene un serio problema con su hijo.

—¿Decís que el pequeño estará bien? ¿Me lo prometéis? —pregunta entonces, cambiando totalmente la orientación de la conversación. Al tiempo que espera una respuesta por vuestra parte, mira su huevo con evidente gesto de preocupación—. Sé que lo que he hecho no está bien, pero tuve que decidir entre la vida de mi mujer y mi hijo y la de unos desconocidos. No tuve que pensármelo demasiado, la verdad, pero comprendo que eso merece un castigo. Podríais matarme aquí mismo y nadie se enteraría, pero que queráis entregarme para que se me juzgue dice mucho de vosotros. Creo que me puedo fiar de vuestra palabra. Si me aseguráis que el pequeño estará bien, os acompañaré y no opondré resistencia.

Efectivamente, el campesino os dice toda la verdad. Una vez que toméis una decisión, si ésta garantiza el bienestar del huevo el sujeto no se opondrá a que le llevéis donde sea, reconocerá todo lo que ha hecho y se someterá a la justicia que se le quiera aplicar. El tema de sacar a un gyojin, un oni, un segundo gyojin y un huevo de las dimensiones comentadas es harina de otro costal, pero me imagino que no es nada que Ray no puede arreglar en un par de viajes. Sea como sea, quedo en espera de ver cuál es vuestra decisión final y cómo procedéis.
Off
Aviso para el moderador
#37
Octojin
El terror blanco
Octojin se quedó observando al campesino mientras hablaba, y pronto su intuición le indicó que el hombre decía la verdad. En aquellos ojos derrotados no había señales de engaño, solo dolor y resignación. Al escuchar el tono de voz roto del campesino, Octojin se permitió una pequeña exhalación y volvió la mirada hacia sus compañeros. El hombre había entendido cuál era su destino y no parecía que fuera a oponerse. Aquello facilitaba la labor de los tres tipos que habían acabado con la bestia.

—Parece que podemos confiar en su palabra —dijo en voz baja, pero con firmeza. Luego, más enérgico, añadió lo que pensaba, aunque ya lo había dicho anteriormente—. Creo que lo mejor es entregar todo esto a la Marina. Así, en un solo viaje, nos aseguramos de que el huevo esté seguro, y el hombre enfrentará el juicio que debe. La Marina puede llevar este huevo a un centro especializado. Tal vez puedan entrenarlo para que sea menos peligroso y, con el tiempo, liberarlo en su hábitat natural cuando no represente una amenaza para los habitantes de Goza.

Dirigió sus palabras a Balagus, quien aún parecía lleno de dudas e incomodidad. Estaba claro que el tipo no pertenecía a ninguna organización gubernamental, pues tenía cierto recelo sobre ello, pero quién era el tiburón para juzgarle. Hacía un par de meses él mismo odiaba a la Marina como institución.

—Entiendo tus preocupaciones, amigo. Pero yo creo que esta bestia no es algo que los habitantes de la isla puedan manejar por sí solos. Y aunque comparto tu idea de que la gente local merece estar protegida, creo que será más seguro si dejamos esto en manos de la Marina, lo educan, y después lo liberan aquí. Al fin y al cabo ellos sí que tienen medios para adiestrarlo.

El escualo esperaría la respuesta de Balagus pacientemente, y, tras recibirla, se dirigiría hacia Ray. Señalaría el huevo con cierto aire pensativo. Con la experiencia y fuerza del gyojin, sabía que podía manejar el peso, pero mover a todos requeriría varios viajes.

—Ray, parece que esta cueva quiere hacerte cargar con todos nosotros, y parece que será en más de una tanda —sonrió levemente—. Yo puedo cargar con varias cosas con los brazos, pero no sé cuánto peso puedes cargar. Podemos ir probando.

Octojin sabía que la habilidad de Ray para volar podría facilitar mucho la extracción, y aunque era posible que se necesitaran varios viajes, estaba decidido a hacerlo lo más rápido posible para evitar que los restos de la cueva colapsaran o que alguien más pudiera encontrarlos antes de tiempo.

Mientras tanto, Octojin se acercó al huevo gigante y apoyó ambas manos sobre su cascarón frío y sólido. Cerró los ojos y usó su haki de observación, intentando percibir la esencia que yacía en su interior. No pasó mucho tiempo antes de sentir una vibración casi imperceptible, una pequeña y débil señal de vida. No había duda: en el interior de aquel huevo, una criatura aún por nacer esperaba su momento para salir al mundo.

Al sentir aquello, el habitante del mar sintió una mezcla de asombro y responsabilidad. Sabía que aquella criatura no tenía culpa alguna de los actos de su madre, y pensaba que, al menos, debía tener la oportunidad de crecer en un entorno seguro y sin convertirse en un monstruo temido.

Se volvió hacia sus compañeros.

—Esto va a requerir mucho esfuerzo, pero creo que podemos hacerlo. Este pequeño se merece una oportunidad, igual que cualquiera de nosotros.

Mientras Ray tomaba las medidas necesarias para planificar los traslados, el tiburón miró una vez más al campesino, cuyos ojos aún estaban clavados en el huevo con una mezcla de tristeza y esperanza. A pesar de todo lo que había pasado, el gyojin entendía que, de algún modo, aquel hombre solo intentaba sobrevivir junto a su familia en medio de circunstancias extraordinarias. Aunque sus métodos habían sido cuestionables y peligrosos, era claro que ahora estaba dispuesto a someterse a la justicia y hacer lo necesario por el bien de su hijo.

Antes de salir, Octojin miró una última vez las paredes congeladas de la cueva, que reflejaban destellos de hielo azul. Sabía que, al salir de allí, estarían dejando atrás un secreto helado y ancestral, un rincón del mundo que probablemente no debería haber sido perturbado.

—Vamos, es hora de dejar este lugar —dijo Octojin con firmeza, palmeando el hombro del campesino en señal de que confiaba en él.

Y así, comenzarían la logística de los traslados. En cada viaje, Ray iba y venía, llevando a unos y otros a gran velocidad. Ninguno quería quedarse allí más tiempo del estrictamente necesario. Por fin verían la luz del sol.
#38
Ray
Kuroi Ya
Al parecer la labia de Ray y su sinceridad abrumadora fueron suficientes para convencer al hombre de que le decían la verdad y no tenían ninguna intención de hacer daño a la criatura no nata que él llamaba su hijo siempre y cuando él se entregara. Así que, pese a sus recelos iniciales, tomó la decisión que todo padre merecedor de ser llamado de esa forma tomaría: priorizar el bien de su descendiente por encima del suyo propio. Así que aceptó acompañar de buen grado a los marines y a Balagus y dejar que se llevaran también el huevo de monstruo marino que guardaba. Sus palabras fueron convincentes, y nada en su actuación hacía pensar que no estuviese diciéndoles la verdad.

- No te arrepentirás de tu decisión. - Le dijo Ray con sinceridad. - Tu hijo será llevado a un lugar seguro y criado y entrenado por los mejores profesionales para asegurarnos de que cuando crezca no suponga un peligro para nadie. De hecho, como dice mi compañero es muy posible que una vez hayamos conseguido nuestro objetivo se le libere de nuevo en su hábitat natural.

Octojin trató de calmar las dudas que pudieran haberle surgido a Balagus respecto a la pauta de actuación que proponían los dos marines, algo a lo que Ray se sumó. Primero asintiendo con vehemencia con la cabeza mientras el habitante del mar esgrimía sus argumentos, y acto seguido reforzándolos con sus propias palabras:

- Como dice Octojin, la crianza y el adiestramiento de un ser como este son algo que está mucho más allá de las capacidades de los aldeanos de Goza. Se necesita un equipo especializado que tenga formación suficiente para ir moldeando los instintos más primarios de un ser tan enorme y peligroso como este y transformándolos en actitudes mucho más tranquilas.

Una vez todos estuvieron de acuerdo en cómo iban a proceder el escualo comentó que podía ayudar cargando con lo que fuera necesario mientras Ray les sacaba de allí volando a través de la apertura del techo que habían visto antes, volviendo así al exterior para poder dirigirse después al Cuartel de la Marina más cercano con el fin de entregar tanto al padre como al hijo.

- No hay problema, puedo cargar con vosotros. - Le tranquilizó el peliblanco. Pese a su delgadez y sus largas y finas extremidades el joven marine era muchísimo más fuerte físicamente de lo que parecía. La gente que le veía en acción siempre se sorprendía particularmente de esta característica, mucho más que de su velocidad o su habilidad, cosas que con su estructura corporal los demás solían dar más por hechas.

Lo más probable era que con un único viaje pudiera llevar a cuestas volando a todos, pero si por algún motivo que desconocía fuese necesario acabaría haciendo dos o tres viajes, o los que hiciera falta, hasta que todo el mundo estuviera en el exterior y pudieran ponerse en marcha hacia el cuartel más cercano.

Resumen
#39
Balagus
-
Balagus asintió como respuesta a las últimas preguntas del campesino, a sus súplicas por mantener vivo y a salvo a su monstruoso vástago. Le habría jurado que, por su honor, lo protegería con su vida, pero no le quedaban fuerzas ya para tener que malgastar aliento. Además, Ray parecía manejar la dialéctica mucho mejor que él.
 
Los tres nos reunimos para decidir el destino de la criatura. Mi gesto, aunque cansado, no perdió su acostumbrado ceño severo y sombrío.
 
- No, no creo que entendáis mis preocupaciones. Habláis de criarlo, de amaestrarlo, de educarlo y domesticarlo como si fuera un perro cualquiera. Las bestias… las bestias no se deben adiestrar. No se pueden adiestrar. Incluso si lo consigues, ¿qué habrás hecho? Cercenarle las alas y convertirla en prisionera de su propia mente. –
 
El oni negó con la cabeza, mirando al suelo, y luego miró al huevo, con gran pesar y tristeza en los ojos.
 
- Siempre puedes trabar amistad con las bestias, pero no forzarlas. No si de verdad las admiras y aprecias por lo que son: libres.-

Regresando la mirada a sus compañeros, su rostro volvió a convertirse en aquella lúgubre máscara de severidad.
 
- Ya he dejado patente mi opinión. Y por equivocada que crea que sea la vuestra, no la negaré, si entre los dos así la decidís. Hemos luchado los tres en este combate, y por tanto los tres tenemos la misma voz y voto para decidir su destino. Pero no despreciéis nunca mi advertencia. Sobre el pobre diablo que tenemos aquí… podéis hacer con él lo que os plazca. Acabaría yo mismo con su desdicha aquí, pero ni siquiera vale ese esfuerzo. Debería ser la gente del pueblo quienes decidieran su destino: ellos han sufrido las consecuencias de sus actos, por lo que ellos deberían dictar la sentencia. Una vez más es vuestra decisión.-

Cansado, se sentó en un pedrusco helado, admirando la increíble belleza natural que los rodeaba mientras los dos marines ultimaban los detalles del traslado: al parecer, la akuma de Ray podría sacarlos de allí volando, aunque tuviera que realizar varios viajes. Con un último vistazo a su alrededor, grabó en su memoria la imagen de la cueva para contarla en sus historias, mas siempre arreglándoselas para no revelar la ubicación exacta de esta, antes de que el marine de pelo blanco lo sacara de allí. Afuera, mientras regresaban al pueblo, el oni hizo uso de su Den Den Mushi para acordar un lugar de recogida en una cala natural de la isla, mientras el sol calentaba sus castigados músculos.

Moriría antes de reconocerlo, pero aquella vez no pudo sino sentir un doloroso pellizco de envidia por Dharkel.
#40


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