Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
[Aventura] [T5] Recuerdos Erosionados
Percival Höllenstern
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Verano, día 69. Isla Organ, Llanuras Hediondas...


La brisa del mar que barría la costa de la Isla Organ traía consigo el sonido de las olas golpeando con fuerza contra las rocas del acantilado. Un susurro constante que envolvía las llanuras y recordaba a cualquiera que se adentrara en ese lugar lo insignificante que podía sentirse frente a la inmensidad de los océanos. Jikken, conocido ahora como Juusen Juuken, estaba de pie, observando la vasta extensión del horizonte desde una colina rocosa que daba al mar.

El mundo era vasto, más grande de lo que jamás habría imaginado en los oscuros confines de aquella instalación donde pasó su infancia. Recordaba con dolor las paredes húmedas y grises de su cautiverio, los rostros inexpresivos de los que le inyectaban aquellas sustancias mortales, pero sobre todo, recordaba a Juuni. Habían pasado años, y la cicatriz de su pérdida aún seguía abierta en su corazón.

Recuerdo de Juuni


Desde que escapó de aquella prisión infernal con la ayuda de Marin y Tom, Juuken había vivido vagando de un lugar a otro, buscando respuestas. ¿Qué había ocurrido realmente con Juuni? Su última imagen de ella era difusa, una mezcla entre el dolor de las inyecciones y la confusión de su propia mente rota. No sabía si seguía viva o si la organización había destruido todo lo que quedaba de ella, pero en su pecho aún albergaba la débil esperanza de que, de alguna manera, pudiera encontrarla.

Bajó la mirada al suelo seco y quebradizo de las Llanuras Hediondas, una región árida que cubría el centro de la Isla Organ. El aire aquí era pesado y caliente, con un olor a azufre que impregnaba todo. A lo lejos, las ruinas de una antigua ciudad se alzaban como un espectro de un pasado remoto. El joven había oído rumores sobre esa ciudad; era gobernada por saqueadores y mercenarios, y nadie se atrevía a acercarse a las ruinas en el centro debido a la extraña energía que emanaba del gran cráter. Pero el muchacho no estaba interesado en las ruinas ni en los saqueadores.

La información que había reunido lo llevaba hasta el Reino Orange, al este de la isla, un lugar que había prosperado en las últimas décadas. Era su próximo destino. Pero antes de continuar su viaje, necesitaba aclarar su mente. Había algo que lo carcomía por dentro, algo que lo llevaba de vuelta a esos recuerdos oscuros.

Recordaba el dolor de las inyecciones como si hubieran sido ayer. El ardor en sus venas, la parálisis que lo dejaba sin aliento, el sabor metálico de la sangre que se filtraba por su garganta. No había un solo día en su vida que no lo recordara. Había noches en las que despertaba gritando, sudando frío, con los gritos de sus antiguos compañeros de cautiverio resonando en sus oídos. A veces podía escuchar la risa de Juuni, su voz burlona llamándolo "Juuken", como si todo fuera un juego, una manera de soportar el dolor. Pero otras veces, la imagen de ella se desvanecía entre las sombras de su mente, y solo quedaba el vacío y una inmensa pena.

El feroz muchacho apretó los puños, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza. El poder de la Kira-Kira no Mi, aquella maldición que le habían inyectado durante los últimos experimentos, aún lo perseguía. No recordaba con claridad lo que ocurrió el día que lo liberaron. Sabía que había matado a varios de los científicos que lo mantenían prisionero, pero no recordaba cómo ni por qué. Todo lo que quedaba en su mente eran fragmentos de imágenes distorsionadas: sus manos cubiertas de sangre, los cuerpos sin vida a su alrededor, el frío acero de un cuchillo brillando bajo la luz de una titilante luz. Había perdido el control, y desde entonces vivía con el miedo constante de volver a perderlo.

Marin y Tom le habían enseñado a controlar ese poder, a mantener su mente en calma, pero cada vez que se veía en peligro, podía sentir cómo la ira y el dolor volvían a brotar dentro de él. Era como si la Kira-Kira no Mi fuera una bestia encerrada dentro de su pecho, esperando el momento para liberarse y desatar el caos. Y Juuken sabía que no siempre podría contenerla.

No te rindas, Juuken. —Las palabras de Juuni aún resonaban en su mente, como un eco lejano.

Se agachó y tomó una piedra del suelo. La observó con detenimiento, recordando el brillo en los ojos de Juuni cuando hablaba de celebraciones. Para ella, incluso en ese infierno, había momentos de luz. Pero el joven no podía comprenderlo. Para él, el mundo seguía siendo un lugar oscuro y peligroso, donde la muerte acechaba en cada esquina.

De repente, el viento cambió, trayendo consigo un olor diferente. Juuken se levantó de inmediato, sus sentidos agudizados por años de entrenamiento. Miró a su alrededor, pero no vio nada extraño. Aun así, no podía sacudirse la sensación de que algo o alguien lo estaba observando.

Desde las ruinas cercanas, un par de sombras se movían entre los escombros. El pelinegro entrecerró los ojos, tratando de distinguir las figuras. No parecían ser simples saqueadores; había algo en su forma de moverse, en su actitud, que los delataba. Eran más astutos. ¿Cazadores tal vez?

No era la primera vez que lo seguían. Desde su escape de la instalación, siempre había alguien que lo perseguía, rastreando sus movimientos, probablemente enviados por la misma organización que lo había torturado. Sabía que nunca lo dejarían ir. El valor de su cuerpo, de su poder, era demasiado grande. Y ahora, aquí, en las Llanuras Hediondas, parecía que el próximo enfrentamiento estaba a punto de comenzar.

Juuken retrocedió un par de pasos, buscando una salida. La tierra bajo sus pies temblaba ligeramente, como si el calor del suelo quisiera consumirlo. No tenía tiempo para pensar, no podía permitirse perder el control otra vez. Pero los cazadores estaban cada vez más cerca...

Bienvenido a esta entrega de Aventuras con Perci
#1
Juuken
Juuken
Día 68 de Verano del año 724
Isla Organ, Ciudad Orange.



Un nuevo destino. Nuevos potenciales peligros. Acabábamos de desembarcar en la isla de Organ. Según el mapa que había estado siguiendo en el trayecto, se trataba de una isla realmente grande, tal vez enorme. No tenía claros los conceptos de tamaño tan relativos que podría darse en un mapa, todavía no era capaz de comprender del todo las escalas, pero en el dibujo si que parecía ser una de las islas más grandes de todo el mar.

Al menos si hablábamos de ese mar. Recientemente había escuchado que no solo estaba ese mar, sino que había otros cuatro mares. Ya me parecía bastante grande el mundo, pero todavía había mucho más. Esa mera idea me llenó de júbilo y alegría, pensar que hay algo más allá de lo esperado y de lo que parecía. Cuando Tom me cedió este mapa, pensé que sería todo cuanto habría en el mundo. Un mar rodeado por unas grandes montañas, probablemente tan altas que jamás nadie habría logrado pasar sobre ellas. Fue emocionante pensar que el mundo era tan vasto, más allá de aquellas cuatro paredes empedradas, donde todo mi mundo se había reducido a unos pocos metros cuadrados, la existencia parecía un chiste en comparación al mundo exterior que nos rodeaba.

Desgraciadamente nunca llegué a saber cuál era ese lugar en el que había estado confinado durante tantos años que casi lo había olvidado. Esas paredes, tan oscuras como húmedas, habían sido todo cuanto había conocido, y los habitantes de la propia instalación eran todas las personas que existían en el mundo para él. Aunque tan solo había una que acabó siendo importante para él. No podía evitar que el recuerdo de Juuni volviera a su mente cada dos por tres. De algún modo, sentía remordimientos de no haber podido mostrarle el afecto que ella se merecía, tanto como el que daba. Solo deseaba poder encontrarme a quien la separó de mi vida, y hacerle pagar por todo el sufrimiento causado.

No pensaba solamente en castigarlo como algo personal, aunque también era mi motivación principal. No fuí el único en sufrir por esa separación. Tom y Marin, los padres de Juuni, o Layla, como ellos la llamaron, también estuvieron largos años sufriendo por su pérdida, y su esperanza finalmente se desvaneció cuando me encontraron a mí, y supieron el destino fatal que su hija había sufrido. Como ellos, muchos padres habrán perdido a sus hijos por culpa de este tipo de personas que no les importa nada el posible daño causado. No sabía cuántos niños y niñas todavía permanecían en aquella prisión de piedra y rejas de hierro, cuando todo acabó destrozado y desmoronado. Desgraciadamente no pude estar ahí para ayudar a nadie. No sabía si alguien más había logrado sobrevivir, aunque Tom y Marin no lograron encontrar a nadie más con vida.

Esos recuerdos volvían a mí cada pocos días, desgraciadamente no había mucho que pudiera hacer por reprimirlos, aunque tampoco deseaba olvidar todo lo ocurrido allí. En cierto modo era lo que me permitía continuar manteniendo el recuerdo más feliz que nunca he tenido junto a Juuni. La noche antes de su desaparición, ese abrazo que me dió, envuelta en lágrimas, tal vez de felicidad. ¿Acaso era consciente de lo que le iba a ocurrir al día siguiente? Lamentablemente, era algo que jamás podría saber. Aquél día quedó guardado en mi memoria por lo increíblemente especial que se sintió. Ese día, por primera vez en mi vida, sentí calidez en mi corazón.

Desembarqué para hacer un pequeño reconocimiento por el terreno al poco de llegar. Quería ver un poco el pueblo. No tengo muy claro del todo el por qué, pero allá donde vamos acabamos encontrándonos problemas, de modo que prefiero primero reconocer un poco el terreno, y encontrar posibles peligros, antes de que el resto de la tripulación pudiera encontrarlos por su cuenta y estar en verdaderos y serios aprietos por no estar advertidos al respecto. Prefería arriesgarme yo a esos peligros, y haría lo posible por no meterme en aprietos estando a solas.

Las calles eran estrechas, en algunos callejones apenas cabía más de una persona a la vez. La alegría reinaba por las calles, siempre había alguien que te mirase y te saludara, resultaba agradable caminar por calles así. Allá por donde pasaba, me encontraba con todo tipo de comercios, desde pequeños puestos de un mercado común, hasta lo que parecen ser lujosos restaurantes, donde hay una persona vestido elegantemente en la entrada esperando atender algún cliente, y tal vez tratando de captar alguno.

Llegué hasta una taberna, donde decidí entrar para tomar algo. Me senté en la barra, pedí un refresco. El hombre que me sirvió hasta se extrañó de ver a alguien como yo allí, solo. Muchas veces me acaban confundiendo con un niño, por lo que no lo tuve en cuenta, sencillamente le sonreí y le dije que estaba bien y que sabía cuidarme por mí mismo. No era ninguna mentira, pero el hombre no se quedó del todo convencido. Aún así, me sirvió sin protestar. Comencé a tomarme ese refresco, estaba muy frío y burbujeante, lo cual resultaba bastante agradable dado el calor que hacía últimamente. Parecía como si esta isla tuviera un clima más apagado y caluroso que otras. Tal vez solo fuera mi imaginación.

Estando allí no pude evitar escuchar algo en una conversación ajena, muy cercana a mi mesa. Por detrás de mí escuché unas palabras que me dejaron con los ojos abiertos, algo estupefacto. Unas palabras que volvieron a atraer el recuerdo de Juuni a mi mente, y el de todos esos años encerrado en la húmeda prisión de piedra. Hablaban de unos experimentos cerca de Orange, eso sonaba realmente mal. ¿Y si se trataba de algo como lo que había pasado? Pensé en hablarles, en preguntarles algo, pero parecía que no querían que nadie les escuchase, tal vez hablar ahí en medio de ese lugar me podría llevar problemas mayores. Aun así no podía evitar pensar en que debía intentar hacer algo al respecto, por lo menos averiguar qué estaba ocurriendo allí, y si se trataba de algo como aquello. Vidas inocentes podrían estar en juego por culpa de esas gentes.

Terminé mi bebida y me levanté. Miré la mesa detrás de mí, quienes habían estado hablando eso se habían marchado. Tal vez había tardado demasiado en decidir qué hacer al respecto, pero ahora lo tenía claro. Unas zonas próximas a la ciudad Orange, lugar donde me encontraba en estos momentos según tenía entendido. Habría que aproximarse por los alrededores para investigar. Lamentablemente ya era muy tarde, y debía volver al barco con el resto, de no ser así podrían alarmarse. Al día siguiente comenzaría a investigar al respecto. Salí de la taberna y marché en dirección al barco, amarrado en el puerto. La noche comenzaba a acechar, tan solo un destello anaranjado se hallaba en el horizonte. El siguiente día podría ser duro.




Día 69 de Verano del año 724
Isla Organ, Llanuras Hediondas.



La brisa resultaba tan cálida como agradable. Me había levantado temprano esa mañana, asegurándome de que me habían visto. Tenía mucho que hacer hoy, mucho que caminar e investigar. Debía corroborar aquello que había escuchado el día anterior en aquella taberna semi-abarrotada. Entre el gentío las palabras fueron claras y determinantes. Algo sobre los alrededores podría estar relacionado con unos experimentos y, tal vez, secuestros como el que se había dado muchos años atrás conmigo mismo. De algún modo sentía cierta responsabilidad por encontrar lo que fuera que estuviera ocurriendo allí y evitar que nadie resultase en una situación como la que me mantuvo cautivo. Haría casi lo que fuera por evitarle ese problema a quien sea. Avancé hacia las afueras de la ciudad de Orange mientras iba almorzando. Tenía uno de esos platos que había preparado anoche Teruyoshi, Sashimi creo que lo había llamado. Me había dejado lo suficiente para esta mañana, a sabiendas de que igual podría acabar siendo un día muy largo. Como siempre, la comida de nuestro compañero resultaba exquisita.

Mis recuerdos se retorcían, arañando y desgarrando momentos que quería dejar hundidos en lo profundo de mi ser. Esa imagen que siempre me llenaba de alegría, hoy me resultaba bastante triste. Esa sonrisa que tanta calidez había traído siempre a mi corazón, ahora tan solo la sentía con una nostalgia tan profunda como pesada, que provocaba que me diese un vuelco al corazón en cada momento que el rostro de Juuni venía a mi mente. Mis ojos estaban humedecidos, aunque mi rostro se mostraba implacable, completamente serio. Siempre trataba de exagerar los gestos de mi cara cuando estaba con alguien, y siempre trataba que fuera una sonrisa. Eso lo había aprendido de ella. Aunque la situación fuera desesperanzadora, ella siempre tenía esa agradable sonrisa en su rostro, la que infundía calma y confianza. Solo gracias a ella logré sobrevivir en aquellas instalaciones. Cada día me pesaba más el no haber podido decirle nada de eso. No haber mostrado un mínimo gesto de empatía hacia ella.

Me froté los ojos, ahora no merecía la pena sumirse en las penurias. Cabía la posibilidad de que alguien por aquí cerca estuviera pasando por las mismas dificultades por las que pasamos nosotros mismos hacía años. En su memoria, debía avanzar, nunca rendirme y siempre tratar de sobrevivir a toda costa. Se lo prometí aquél día, lancé mi promesa al aire, pensando que tal vez, allá donde estuviera, continuaría viviendo por ella, para honrar todo lo que hizo y significó para mí, sin siquiera yo darme cuenta.

Los resultados de aquellos experimentos contra mí cuerpo eran irremediables e irreparables. Mi cuerpo había cambiado completamente. Miré la palma de mi mano derecha. Esa piel era el resultado y la prueba de aquellas penurias, aquél sufrimientos, las inyecciones, la privación de la libertad. Todo había sido provocado por ellos, y nunca me sentía cómodo utilizándolo, pero me sentiría como un idiota de no utilizar esa habilidad para realizar el bien que tanto anhelo y deseo, para lograr castigar a todo aquél que cometa crímenes contra la libertad de la gente, para castigar a los que hacen sufrir a otros por mera afición. A los que gozan del sufrimiento ajeno. Utilizaría el poder de mi habilidad para destruir esos laboratorios donde experimentasen con gente. Habilidad que aprendí a utilizar gracias a Tom y a Marin. Les debía mucho más de lo que jamás podría pagarles.

Me agaché observando el terreno, hasta las rocas del suelo me recordaban a Juuni, el brillo de sus ojos cuando me dio ese fuerte abrazo que todavía anhelo volver a sentir. Sus palabras resonaron de nuevo en mi mente, instándome a no rendirme, a continuar hacia adelante. Con determinación apreté el puño con esa piedra en mi cabeza, era el momento de avanzar y continuar la búsqueda. Debía asegurarme de que esos rumores fueran reales y, si fuera necesario, pedir ayuda a Lance o a alguno de mis compañeros. Aunque tampoco les pondría en peligro por mis propias ambiciones.

El viento cambió de rumbo, soplando con algo más de fuerza. Me alcé y me quedé mirando a mi alrededor, algo había cambiado en el ambiente, un aroma distinto llegaba a mi olfato. Tenía una extraña sensación, como si no estuviera solo. Durante tanto tiempo encerrado, me di cuenta que era capaz de sentir cuando alguien me vigilaba, no estaba solo nunca en las mazmorras, pero siempre sentía una horrorosa sensación cuando alguien clavaba la vista en mí, no puedo entender ese sentimiento, ni esa sensación, pero posiblemente alguien estaba vigilándome o espiándome.

La situación comenzaba a volverse peligrosa, no sabía cómo pero esa sensación no me gustaba nada, sentía un inminente peligro de que alguien estuviera vigilándome, tal vez a punto de lanzarse a por mí, pero no iba a permitir que me cogiesen desprevenido por nada del mundo. Activé mi haki de observación a la vez que comenzaba a retroceder, no obstante el terreno comenzaba a temblar. Parecía ser una señal de que venían a por mí, o eso por lo menos me dio a entender la situación. Tal vez no tuviera nada que ver conmigo, podría simplemente ser alguien paseando para ellos. Aunque tal vez fuera esa gente que viera en mí otra posible víctima que atrapar. Sea como sea, debía mantenerme a salvo por el momento. Me di la vuelta y traté de alejarme, no me podía permitir exponerme sin que la tripulación sea consciente. Tan solo iba a buscar información. Esperaba no verme involucrado todavía en nada problemático.

DATOS Y COSITAS
#2


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