Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
[Común] Bollo a la crema
Airgid Vanaidiam
Metalhead
3:00 de la mañana, 31 de Verano del año 724


Habían pasado unas cuantas horas desde que los revolucionarios, como el grupo unido que eran, se presentaron prácticamente al unísono para defender al pequeño Tofun de aquel grupo de... ¿piratas? ¿Quiénes coño eran esos tipos? A Airgid le sonaba que el tontatta le había intentado explicar un poco el contexto de toda aquella pelea, pero la verdad es que no lo recordaba del todo bien a esas alturas de la noche. Tras el combate, los dueños del restaurante naval se mostraron enormemente agradecidos con el caótico grupo, invitándoles a cenar todo lo que quisieran, hasta reventar, sin pagar un berrie y no solo una vez, sino que dijeron que estarían invitados todas las veces que les apeteciera pasarse por allí. Otra cosa no, pero algo que la mayoría tenían en común era que... les gustaba más comer que a un tonto un lápiz. Así que dicha recompensa no pudo ser recogida con mayor alegría y gozo.

Aquella noche se pusieron las botas, comiendo absolutamente de todo. Platos que Airgid nunca había probado, con aspectos especialmente extraños y peculiares, pero sabores increíbles. ¿Cómo era posible que existieran tantas combinaciones de comidas, y que todo quedara tan bien? Eso sí, ni una pizca de fruta que pudiera ocasionarle alguna alergia incómoda, menos mal que Airgid conocía sus propias limitaciones o probablemente se habría intoxicado con semejante cena de buffet libre, donde los platos venían sin parar.

Y siguieron pasando las horas. El restaurante había cerrado, los clientes se habían marchado a sus respectivas habitaciones o a sus barcos, los revolucionarios se habían marchado... y solo quedaban Airgid y Ragnheidr, en el interior de la cocina, entrada ya la madrugada. Ragn se había ofrecido él mismo a cocinar algunos de los platos, pues no era la primera vez que pisaba el Baratie. Además, tras la valentía demostrada, los cocineros habían confiado en él, ofreciéndole cierta libertad para que se adentrara en los fogones y participara en las preparaciones.

Se supone que un buen chef, siempre tiene que dejar la cocina limpia. Se suponía que iban a dedicarse a ello, a limpiar las ollas que habían ensuciado, recoger las mesas de la cocina... pero en la intimidad de aquel restaurante, con todo el mundo durmiendo o en el proceso del sueño, se habían dejado llevar por aquellos sentimientos tan recientes y tan pasionales que estaban comenzando a sentir el uno por el otro. Se encontraban besándose en mitad de la cocina, Airgid subida sobre una de las mesas, haciéndose un hueco entre los platos y utensilios, ignorando si al hacer eso podría estar rompiendo algún vaso. Simplemente disfrutando de aquel momento con él. Solo frenó el beso durante un segundo, para hacer una pregunta clave. — ¿Vamos a... tu habitación?
#1
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragnheidr había tenido una noche intensa. Después de la pelea con esos piratas -o lo que fueran- el grupo había sido recibido como héroes y los dueños del Baratie les ofrecieron una recompensa más que digna, un banquete hasta reventar. Y Ragn, cómo no, había aprovechado esa invitación con gusto. Comió hasta que sintió que la barriga iba a reventarle, probando de todo lo que tenía delante. Incluso llegó un punto donde solo una mesa, repleta de cositas, eran para el y para Pepe. Se había acostumbrado a comer con el animal y realmente el animal se estaba cebando, estaba mucho más gordo que antes. Cangrejo especiado, estofados exóticos, algo de pescado crujiente que chisporroteaba con un toque picante, un bol de sopa de algas que le había puesto a toser y para rematar, una carne jugosa y desconocida que nunca antes había probado. El tipo de comida que uno se reserva para noches especiales. Era una explosión de sabores y Ragn no estaba dispuesto a perderse nada de eso. Entre plato y plato, Ragn no pudo evitar colarse entre los fogones, fascinado. Había una especie de caos orquestado en aquella cocina que le recordaba a una pelea bien coreografíada. Los cuchillos volaban, las cazuelas bullían, las manos de los cocineros parecían casi invisibles de tan rápido que se movían. No pudo resistirse y pidió permiso para meter mano. Para sorpresa suya, lo dejaron ayudar e incluso hubo un par de cocineros que le hicieron bromas sobre cómo usar bien una sartén. Con una sonrisa de oreja a oreja, Ragn empezó a preparar sus platos favoritos para los revolucionarios, disfrutando de cada instante.

Sin embargo, cuando el festín terminó, todos fueron desapareciendo poco a poco. Los cocineros se retiraron, el restaurante cerró y en la cocina solo quedaron él y Airgid. Después de toda esa comida y bullicio, el silencio era casi sobrecogedor. Miró a Airgid de reojo, una mirada traviesa asomando en sus ojos. Sabía que tenían que limpiar, era parte de la responsabilidad de la cocina, pero en vez de ponerse con el trabajo, empezó a captar la atención de la chica a su manera. Fingió no ver la pila de platos sucios y comenzó a hacer malabares con tres cucharones, lanzándolos al aire y atrapándolos en un acto de torpeza cómica que más de una vez estuvo a punto de fallar. — No darrr bien.— Un par de cucharones cayeron con estruendo al suelo, pero eso solo le arrancó una carcajada, que retumbó en la cocina vacía. Poco a poco, fue acercándose a ella y entre broma y broma, la mirada entre los dos se tornó en algo distinto, más serio, más íntimo, más SEXUAL. Estaban solos, la tensión que había estado aumentando desde hacía un tiempo estalló en un beso, que los dejó ambos respirando entrecortadamente. Airgid se sentó sobre una de las mesas, empujando algunos platos y cubiertos a un lado para hacerse espacio. Ragn la siguió, envolviéndola con sus brazos, sin pensar en si podrían romper algo o en el ruido que hacían en medio de ese espacio donde hacía solo unas horas había un caos culinario. Se dejaron llevar por la emoción del momento. Fue Airgid quien, con la respiración entrecortada, separó sus labios solo un segundo para preguntarle. ¿De qué habitación hablaba?

Ragn sintió que el corazón le latía a toda velocidad. No era la primera vez que alguien le hacía una propuesta así, pero en esta ocasión era diferente. Ella era la chica de "las manos bonitas" la de Dawn, la que Nosha decía. No era una rubia más. Con un gesto algo torpe y una sonrisa, se rascó la nuca. Carraspeó, tratando de pensar en algo que sonara convincente, pero las palabras no le salían con claridad. Aun así, mirándola a los ojos, asintió con determinación. Ragnheidr sentía cómo el corazón le retumbaba en el pecho. Tenía claro que Airgid no era una chica cualquiera, no era solo otra persona con la que intercambiar miradas o compartir un momento. Debía sonar ante ella, siempre siempre siempre, convincente. Él, de cinco metros de altura, se sentía torpe y poderoso a la vez, una mezcla que le hacía sonreír como un bobo mientras la observaba en silencio, como si el tiempo hubiese suspendido todo, salvo ese momento. No respondió, porque no fue necesario. Con una sonrisa torpe, estiró su mano hasta el borde de la mesa donde Airgid estaba sentada y la miró fijamente, entonces, sin pensarlo demasiado, la levantó entre sus brazos con sorprendente suavidad. Que no era fácil en este contexto precisamente ...

Ragn llevarrr a habitassión. —Dijo, más para sí mismo que para ella, con la voz ronca y un tanto divertida, mientras avanzaba con pasos firmes hacia la puerta de la cocina. Al salir al pasillo, se detuvo un instante para ubicarse. El Baratie era un lugar que conocía bien, o al menos, eso creía. Miraba de reojo las puertas que se alineaban en el pasillo, asumiendo que, entre todas esas puertas, alguna tendría que llevar a una habitación privada, ideal para disfrutar del momento sin interrupciones. A todo esto seguían comiéndose la boca en el trayecto. Airgid, con su brazo alrededor del cuello de Ragn, observaría cómo él avanzaba con la seguridad del que no tiene ni idea de a dónde va, pero que está convencido de que encontrará el lugar perfecto. Finalmente, Ragn divisó una puerta imponente al fondo del pasillo, con un cartel apenas visible. Con su característica confianza y una mezcla de torpeza, avanzó hacia ella, sin detenerse a leer la inscripción de “Oficina del Chef Zeff”. Como si nada, y con la convicción de que había encontrado “la habitación”, empujó la puerta y entró. El ambiente era cálido y acogedor, un tanto austero pero elegante, con una cama grande y un escritorio lleno de papeles organizados cuidadosamente. Sin pensar demasiado en los detalles, Ragn dejó a Airgid sobre la cama, mirándola con una sonrisa orgullosa de haber llegado “al lugar correcto”. Hoy ardería el Baratie.

Ves, aquí. Guiarrr bien. —Afirmó con confianza mientras soltaba una carcajada. Antes de poder aclarar la confusión, el ambiente entre los dos volvió a tensarse en esa cercanía tan deliciosa que parecía envolverles cada vez que estaban solos. Ragn, inclinado sobre la cama para estar más cerca de ella, como si estuviera decidido a no perder ni un segundo más en dudas o distracciones. Sin embargo, en un rincón de su mente, había una sensación de que algo no encajaba, y no era tanto el hecho de que la puerta tenía un aspecto algo distinto a las habitaciones de los huéspedes. Justo en ese momento, antes de que pudiera acercarse más, el sonido de pasos fuertes y decididos resonó fuera de la puerta. Ragn frunció el ceño y miró a Airgid, como si ambos se hubieran dado cuenta al mismo tiempo de dónde estaban realmente. La puerta se abrió de golpe, y allí estaba el jefe de cocina, un hombre de rostro serio y ceño fruncido que los observaba con los brazos cruzados y una expresión de absoluta desaprobación. —¿Qué diablos hacen en mi habitación? —Gritó la voz del chef, y Ragn sintió como si el suelo se hundiera bajo sus pies. Esa gente le respetaba, tenía que ocurrírsele algo creible. —Ummm... Limpiesssa de cuarrrrto. —Comentó con una risa torpe, mientras trataba de ocultar su vergüenza. — Ya marrrcharrrr. — Tomó el cuerpecito de la rubia con su diestra, subiéndosela encima y marcharon corriendo de la habitación, en busca de otra.
#2
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Era cuestión de tiempo que alguno de los dos hiciera aquella pregunta, que no solo hacía referencia a un cambio de localización, sino que también insinuaba... dar un paso más allá. Airgid, a pesar de lo que pudiera parecer por fuera, era una mujer que cuidaba mucho con quién avanzaba y con quién no, esforzándose primero en conocer a esa persona, en cercionarse de que realmente merece la pena. Y en una situación normal, esperaría un poco más de tiempo antes de dar aquel paso con él. Pero es que él no era cualquier hombre. Era el enmascarado de Dawn, el hombre que la salvó, al que tanto tiempo se pasó buscando. Él le hizo robar aquel libro y aprenderse cada una de las palabras de su interior, con la esperanza de quizás encontrarle algún día y poder comunicarse con él. Cuando estaban juntos la conexión era tan grande, tan magnética, y no solo en lo referente a la atracción física, es que Airgid sentía que le conocía de toda la vida. Así que cuando formuló aquella pregunta, estaba nerviosa, sí, pero segura. Convencida.

Lo que no se esperó fue la reacción de Ragnheidr, mostrándose también ligeramente nervioso. ¿Quizás esto también era un paso importante para él? La rubia sonrió divertida, viendo cómo carraspeaba sin saber qué decir. Estaba claro que había entendido el mensaje, había sutilezas que incluso traspasaban esa barrera del lenguaje. Aunque era cierto que Ragn se mostraba cada vez más suelto al hablar. Durante un instante, simplemente se miraron a los ojos, como si con aquella simple mirada pudieran comunicarse sin necesidad de palabras. La expectación no duró demasiado, rápidamente Ragn asintió firmemente con la cabeza y la tomó entre sus brazos, levantándola de la mesa y poniendo rumbo hacia las afueras de la cocina. Sus palabras provocaron que la rubia se mordiera ligeramente la lengua, ya no solo eran nervios lo que sentía, sino unas tremendas ganas que solo aumentaban al ver cómo el momento se acercaba cada vez más.

Unas ganas que les empujó rápidamente a volver a devorarse el uno al otro, convirtiendo la búsqueda de la habitación correcta en una tarea mucho más complicada para Ragn. Pero era como si fueran incapaces de parar. Airgid se aferraba al cuerpo de Ragnheidr como si quisiera fundirse con él, colando una de sus manos por aquella camiseta de tirantes negra que llevaba, aguantando el impulso por rompérsela ahí mismo mientras la otra rodeaba su cuello, entrelazándole con los mechones de su pelo. Mira que Ragn no tardó mucho en encontrar una habitación, igualmente a Airgid la espera se le hizo eterna. Hasta que por fin abrió una puerta, haciéndose paso a través del umbral con la confianza de quién entraba a su propia casa. Airgid no se fijó demasiado en nada de la habitación, solo en la cama en la que Ragn la había dejado. Era grande para ella, aunque un poco pequeña para Ragn. Pero esos detalles no importaban, realmente la cama daba igual, solo necesitaban un poco de intimidad.

Ragn se vanaglorió de su propio triunfo, soltando una gran risa que rápidamente se le contagió a la rubia. — Has tenido buen ojo, sí, me encanta la cama. — Respondió, divertida, botando un poco sobre el colchón para probar la dureza de los muelles. Momento que no duró demasiado, pues Ragn enseguida recortó distancias una vez más, inclinándose sobre ella. Era curioso cómo el ambiente entre ellos cambiaba de una manera tan natural y divertida. Ragn tenía esa magia, tan pronto la hacía reír como la ponía caliente como un puto horno de forja. Airgid se encontraba a punto de sacarse el top cuando el estruendoso sonido de la puerta al volver a abrirse la frenó en seco. La mujer se ruborizó ante tal pillada, no por alguien cualquiera, sino por uno de los líderes de la cocina. Pues sí que había tenido buen ojo el vikingo, sí. La respuesta de Ragn obligó a Airgid a morderse el labio con tal de no soltar una carcajada, aunque el sonidito que hizo ya podría considerarse una risa, la verdad. La tomó en brazos de nuevo, y tan rápido como habían llegado, se marcharon. — ¡Limpieza completada, chef! — Gritó ella antes de que la puerta se cerrase de nuevo, con una sonrisa que no se molestó en ocultar y dejando por fin salir la risa que se estaba aguantando mientras Ragn la cargaba de un lado para otro.

Subieron por unas escaleras, donde se encontraban, ahora sí, las habitaciones disponibles para los clientes y no las del personal del Baratie. Las que estaban ocupadas parecían estar todas indicadas, con un papelito colgando del pomo. En teoría, habían llegado a la parte fácil, en teoría... Airgid ya no le besaba, no en los labios, había continuado bajando y ahora se entretenía con su cuello, jugando con el pobre vikingo mientras este intentaba encontrar alguna habitación. Ella estaba encantada, agarrándole con fuerza, pero besándole con suavidad. Había ganas, sí, y pasión, pero también cariño, amor. — Cualquier lugar con una puerta me vale, ¿sabes?... — Susurró la rubia con cierta impaciencia pero soltando una risilla. Se lo estaba pasando bien, divirtiéndose y disfrutando de cada segundo que podía degustar aquel enorme y musculoso cuello. Aún tenían mucha noche por delante, y Airgid quería conocer cada centímetro de ese cuerpo propio de un dios de la guerra.
#3
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragnheidr tenía una enorme sonrisa mientras sostenía a Airgid en sus brazos y avanzaba por los pasillos del Baratie, un tanto torpe y sin prisa por soltarla. La cercanía entre ambos, el calor y las risas se volvían cada vez más intensos y él notaba cómo la piel se le erizaba cada vez que ella le besaba el cuello o le susurraba al oído, con esa voz que se colaba en sus pensamientos como un golpe de viento. Era raro, porque a fin de cuentas, era una mujer y el vikingo había estado con cientos si no miles, quién sabe si un cuarto de millón, bueno en verdad con quince. ¿Por qué se ponía nervioso ahora? Desde luego Airgid no era como las demás. Con Airgid en brazos, los pasos de Ragn eran potentes y el eco de sus botas resonaba mientras recorrían las escaleras que llevaban a las habitaciones. A pesar de que intentaba caminar con cuidado para no hacer ruido, la situación no ayudaba, Airgid jugaba con él, mordisqueándole el cuello y soltando susurros que le derretían la mente. Los pensamientos se le mezclaban y el autocontrol iba desapareciendo. Intentando concentrarse, lanzó una rápida ojeada a los carteles de las puertas, buscando alguna sin papelito colgando del pomo. ¡suputamadre todos tenían nombrecito! ni que fueran estrellas de cine. Sin embargo, la falta de enfoque le pasó factura cuando su hombro derecho, sin querer, chocó contra la esquina de la pared, sacudiéndolos a ambos. Airgid soltó una risa contenida al ver su torpeza. — ¡Arhh! — Gritó, haciendo impactar la espalda de la rubia contra la pared. Comenzó a toquetearla cuál chaval de quince años que ... Te lo puedes imaginar.

Finalmente y con una seguridad que ni él mismo entendía de dónde venía, Ragn dio con una puerta sin cartelito. De un empujón -quizás más fuerte de lo necesario- logró abrirla, arrancando la madera de cuajo con el golpe. Ya estaba encendido y a ver quién tenía huevos de apagarlo. La habitación estaba vacía, con una cama grande en el centro, y apenas un par de sillas y una mesita. No era un lugar lujoso, pero en ese momento le daba igual, se sentía como si hubiese encontrado el tesoro más grande del Grand Line. Sin soltar a Airgid OTRA VEZ, la llevó hasta la cama y la dejó caer bruscamente. Se inclinó sobre ella, sosteniéndose con ambas manos a cada lado, con una mirada mezcla de desafío y diversión. Airgid lo miraba con una chispa en los ojos, como si esperara el siguiente movimiento, el próximo paso en ese juego que ambos parecían disfrutar tanto. Sin pensarlo dos veces, Ragn se acercó y atrapó su boca con la diestra. — No hasserrr rruido ... — La miró, con una sonrisa en el rostro. Después le pegaría un mordisco, quizás demasiado fuerte, en el cuello. ¿Lo bueno? la relación amor/violencia que tenían estaba intacta tanto fuera como dentro de la cama. Y era de una comodidad para el vikingo incalculable, quién no llevaba del todo bien contener su fuerza física

Se quitó la parte de arriba de su vestimenta. Sus músculos parecían estar a punto de estallar, como siempre. Varias venas recorrían elevaciones que sorprenderían a cualquier culturista mister olympia. ¡Y eso que hoy ni había entrenado! para sorpresa de la hembra y sin ningún tipo de miramientos, hizo una pose de fuerza, levantando en jarra sus dos brazos, marcando bola. — Ohh nena. Estarrr listo. — Susurró entre comentarios posteriores de broma.
#4
Airgid Vanaidiam
Metalhead
A cada segundo que pasaba, Airgid se sentía más segura respecto a la decisión que acababan de tomar. Estaba encandilada, como si se encontrara viviendo un sueño. Una vez más, la vida le demostraba que las casualidades no existían, que su relación con Ragnheidr estaba prácticamente predestinada, hilada con un fino pero resistente hilo que les había unido desde el principio de los tiempos. Todo era sencillamente perfecto, él lo era, también el lugar donde se encontraban y el camino que les había reunido de nuevo. Cuando estaba con Ragn, sentía que todo estaba bien.

Airgid continuaba jugando con el cuello del buccaneer, deleteitándose del calor de su piel, de su olor, de las reacciones que desencadenaba en el contrario. Le resultaba imposible reprimirse, siempre que se acercaban más de la cuenta terminaban igual, manoseándose, besándose, calentándose, como dos adolescentes con las hormonas a flor de piel. Ni si quiera les hacía falta tener siempre ese contexto romántico, ya tenían el antecedente de pelear el uno contra el otro y sentir esa misma emoción, ese deseo más bestial y desenfrenado. Ambos eran guerreros férreos, con músculos extremadamente entrenados y una gran resistencia, no tenían que contenerse cuando se enfrentaban. Y tampoco cuando iban más allá.

El choque de Ragn, colocándola contra la pared con brusquedad la pilló por sorpresa, dejando salir un leve quejido de entre sus labios tras del inesperado impacto. Una sorpresa que se convirtió en deleite cuando notó las grandes y toscas manos de Ragnheidr recorrer todo su cuerpo. Todo en él era tan enorme en relación a ella. Airgid nunca se había sentido como una mujer delicada, excepto cuando Ragn la manoseaba. Era como si supiera encontrar cada una de sus debilidades, sabía perfectamente como desarmarla y dejarla completamente indefensa, y a ella le encantaba. Joder, ¿no había una sola habitación libre? A este paso se iban a dar el lujo ahí mismo, en ese pasillo.

Pero por suerte, sus deseos fueron escuchados y concedidos. Ragn al fin encontró una puta habitación libre y los dos se metieron dentro con la velocidad de una bala. El vikingo incluso rompió la puerta por el camino, el único requisito que Airgid le había pedido hacía apenas un instante. Es igual, daba igual, en el momento en el que el hombre la dejó sobre la cama, cualquier preocupación por pequeña que fuera desapareció por completo de su mentalidad. Una vez más, se reclinó sobre ella, invitándola a recostarse sobre el colchón, con las sábanas perfectamente colocadas y recién lavadas. Airgid le miró directamente, aquellos ojos azules como el mismo océano, y esperando un beso, abrió suavemente los labios. Pero lo que se encontró fue con su diestra, posándose sobre su boca, tapándola. ¿Aquello era una órden? ¿Le iba ese rollo? Curioso, no era algo que le desagradara del todo. Para nada, más bien. Sobre todo cuando siguió esa imposición con un bocado sobre su cuello, que se pasó de fuerte, dejando el vikingo la marca de sus dientes contra su piel. La rubia ahogó el gemido, fruto del dolor y el placer al mismo tiempo contra la mano que aún taponaba su boca.

Se separaron, solo un momento. Ragn se deshizo de la parte de arriba de su vestimenta, revelando aquel cuerpo perfectamente esculpido, una odisea al esfuerzo físico en todo su esplendor. Incluso aprovechó para hacer una posecilla de las suyas, marcando aún más el músculo que ya de por si era tremendo. La rubia sonrió, observándole con aquella tontería. Y sin decir nada, también se deshizo de su propia ropa. No había vergüenza alguna que la asolara, confiaba tanto en él, sabía que podía mostrarse sin nada que la ocultara. Decía estar listo. — Demuéstramelo. — Le retó, muriéndose de las ganas mientras se mordía el labio. El tema llevaba ya un tiempo calentándose, no solo aquel día, sino durante semanas, llenas de coqueteos, de flirteo, de caricias y luego de besos interminables. La tensión sexual llevaba demasiados días cocinándose a fuego lento; era hora de probar el plato. — Ragn... — Susurró, cuando al fin pudo volver a tenerle encima. — No te contengas, min kriger. — Ahora fue ella la que se lo ordenó, usando algunas de las pocas palabras que conocía de su idioma natal. La rubia obedecería, trataría de no hacer ruido, solo mientras él también cumpliera con su palabra.
#5
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
¿Min que? bua esa noche iba a ser legendaria. El Baratie sufriría un terremoto de grado siete. Las olas chocaron contra la madera como si el fin del mundo o la llegada de uno nuevo, estuvieran a punto de aparecer. Los cielos se abrieron, mostrando el camino que el niño elegido por Nosha tendría que caminar. ¿Dónde se engendró? en un barco que viajaba por el mundo, entonces esa vida no tendría jamás una patria. ¿Que por qué estoy narrando que Airgid ya está embarazada? Querido lector, yo estoy por encima de todas las cosas, sé lo que va a suceder. Y sé, por tanto, que la vida que nacerá, gobernará los mares con puño de hierro. O no, yo que sé. La noche entre el vikingo y la mujer de una sola pierna sería recordada por el rubio, pues la mujer resultó ser de esas que no frena, que no tiene botón de apagado. ¿Multique? no sé, pero parecía un aspersor.

A la mañana siguiente ...

¡Y UNA PUTA MIERDA! — Los despertaría la voz de un hombre. — ES QUE ME CAGO EN TUS MUERTOS, VIKINGO DE LOS COJONES. — Seguía gritando, haciendo aspavientos de tío que está muy cabreado. Ragn estaba abrazado a Pepe, que en algún momento de la noche se coló entre las sabanas y se metió entre los dos rubios para poder pegarse al Bucanner. Ragn le daría un tosco beso en la frente al chucho. El animal tenía un rizo la mar de estético en el flequillo, lo que le levantó una sonrisa. Siempre a la última. ¿Quién le hacía esos peinados cuando no lo hacía Ragn? El rubio empezó a sospechar que el animal estaba comenzando a evolucionar, aprendiendo la maquinaria del peine y haciéndose sus movidas con pulcra precisión. — ¿Folff? — Gruñó Ragn. — ¡¡DOLFI ES COMO ME LLAMO!! — Volvió a gritar. — Ya pasé hace diez años por compartir habitación contigo. Pasé por el aro de que metieras tías raras en mi camarote ... Que me robaras la ropa para ellas ... Pero esto. ¿Follar con un perro? — Justo cuando dijo eso Pepe estaba lamiéndole la boca a Ragn. Cuando el vikigno se percató del comentario y la escena, empujó al perro hasta el suelo. El mismo se levantó con gracia y como si hubiera completado un objetivo, se fue tan pancho, con una leve sonrisa en sus labios de perro asqueroso.

Ragn levantó la manta, para dejar claro que ahí había una mujer. Le importó poco que pudiera ver el cuerpo desnudo de Airgid, por encima estaba el honor a su hombría. — P...pero ... — El tipo se sonrojó, apartando la mirada. Ragn se puso a reir. — No pasarrr nada. Cuerrrpo serrr naturral. — Se levantó de la cama a duras penas. Tenía todo el cabello alborotado y para sorpresa de nadie, sus músculos seguían tan tensos como el día anterior. Nunca se destensaban o qué coño. — ¿Qué hora serrr? — Se puso un pantalón corto, con palmeras verdes. Era un bañador. — Te lo puedes quedar, tranquilo ... Y sobre la hora ... — Miró su muñeca, donde descansaba un reloj bastante llamativo. — Las doce. Os habéis metido una sobada curiosa. — Ragn volvió a reír. Solía contestar con la risa, era un mecanismo que funcionaba de mil maravillas.
#6
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Al final no hubo ni contención ni silencio tampoco. Todas las ganas que habían ido acumulando a lo largo de los días, de las semanas, explotó aquella noche en aquella habitación, en un barco restaurante en medio del mar. A todo el mundo le gusta el sexo. Algunos más que otros, basando casi toda su vida social en buscar ese tipo de interacción el género que le atrae, actuando como verdaderos picaflores y disfrutando de poder estar con alguien nuevo siempre que les apetezca. Era divertido, sí. Pero no tiene ni punto de comparación a lo que se siente cuando lo haces con alguien con el que sientes una verdadera conexión, alguien a quién conoces y con el que puedes comunicarte sin siquiera palabras. Cada movimiento era más intenso, más profundo. Y ambos se entendieron a la perfección en aquella sensual danza, en algunos momentos más violenta y brutal, y en otros más romántica y calmada. El caso es que se pegaron horas parriba y pabajo. Eran guerreros, tenían energía por un tubo y los cuerpos completamente preparados para todos los asaltos que hicieran falta. Por si os lo estábais preguntando, no, nadie durmió en el Baratie esa noche.

A la mañana siguiente... ♥

Estaba Airgid tan agustito, envuelta en las sábanas calentitas, durmiendo como un lirón y soñando con campos de metal impoluto, cuando unos gritos la despertaron. En principio no les hizo mucho caso, seguía debajo de su manta y aquello opacaba ligeramente el ruido. Airgid no acostumbraba a levantarse tarde, ni a remolonearse demasiado en la cama, pero no había descansado casi y sinceramente, no le apetecía estar en ningún otro lugar que no fuera aquel, con Ragn. ¿Quizás podían repetir? ¿Un último asalto timidín? Pero que va, el tío ese que gritaba no parecía querer irse.

Empezando a notar el cabreo subirle por el cuerpo, estuvo a punto de destaparse solo para mandar a la mierda a ese tío. Pero Ragnheidr se le adelantó, quitándole toda la manta de golpe y dejando que el desconodido la viera por completo. En bolas, vaya. Ragn se rió, el tío se sonrojó y apartó la mirada, y ella se escurrió por el colchón como una oruga, tratando de alcanzar de nuevo las sábanas para taparse. — ¡Buenos días a vosotros también, eh! — Soltó con sarcasmo, enrollándose la sábana blanca alrededor del cuerpo, como hacían siempre las tías en las películas. Ragn por su parte, se colocó un bañador de palmeritas y le preguntó la hora al tal Dolfi, sí, había gritado tanto que había resultado imposible no escucharle quejarse. — ¿¡Las doce!? — Joder, era tardísimo. En un día normal, a esa hora ya habría entrenado y avanzado con los ocho prototipos que estaba desarrollando al mismo tiempo por culpa de su inquieto culo. Comenzó a buscar su ropa, completamente tirada por ahí. Por un lado estaba el top, por otro el pantalón... ¿y las bragas? Esas siempre, siempre se acababan perdiendo.

Se había despertado más bien un poco enfadada por culpa de aquella interrupción, pero según se iba vistiendo, los ánimos que le iban calmando. Comenzó a recordar lo bien que lo había pasado aquella noche, lo increíble que había sido todo, lo... diferente que se notaba a sí misma. Algo en ella había cambiado, pero no sabía el qué, si era por el hecho de haberse unido por fin con el que consideraba que era el amor de su vida, o si por algo más físico. ¿Cómo, un embarazo? ¿Quién ha dicho eso? ¿Quién ha redactado esa guía?
#7
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn miró cómo Airgid se levantaba entre sábanas y ropa desparramada, entre risas y frases llenas de sarcasmo, envuelta en aquella sábana como en una armadura improvisada. Pero allí estaba ella, ahora de pie, tratando de ordenar los fragmentos de la noche entre prenda y prenda. La escena le hizo gracia, y mientras la observaba, Ragn no pudo evitar lanzar otra de sus sonoras risas, esa que brotaba como el trueno de una tormenta bien entrada la noche. La noche fue movidita, demasiado quizás. Incluso en mitad del ajetreo se escuchó a los de la habitación de al lado golpear la pared. Eso era bueno.

Finalmente, al ver cómo Airgid se recogía la ropa y buscaba sus bragas perdidas, Ragn se permitió echar un vistazo más atento. Algo en ella había cambiado, y aunque él no era un hombre de leer señales, supo que esa noche había dejado algo más que recuerdos en esa habitación. Al final, cuando ella soltó en broma ese comentario de la "guía", Ragn la miró divertido, con ese brillo en los ojos que solo tenía cuando de verdad entendía lo que nadie más veía.

Para qué mentir. Como una llamada de la naturaleza, esa que te habla y te susurra que las has cagado. La que siempre está en tu espalda cuando cometes un error. Vale sí, sería difícil olvidar aquella noche, pero si eso traía un chururmbel, bien se podía haber borracho. Ragn agitó su cabeza para quitarse eso rápidamente de la misma. Miró cómo Airgid tenía prisa. Siempre entrenaba de buena mañana, eso era algo que admiraba el vikingo. Ragn, como entrenaba hasta tres veces, podía dividirse los horarios mejor. Madrugar nunca fue su fuerte.

Joder al final así sería, Ragn salió de la habitación, casi cayéndose en el camino y salió huyendo. Solo que en dirección al comedor. Tenía hambre, necesitaba comer para aclararse, por qué madre mía ... Llegó relativamente rápido y para su suerte, hoy tocaba bufet libre. ¡Joder sí!
#8


Salto de foro:


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