¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Autonarrada] [Autonarrada] No es miedo, es respeto.
Zane
-
Día 63.
Verano 724.
Restaurante Baratie.

Los primeros rayos de sol de la mañana comenzaron los tablones de madera del restaurante más famoso del mundo, el Baratie. Un joven de cabellos rojizos, que no había podido dormir bien durante la noche anterior, contemplaba nostálgico el ancho mar que se expandía en el horizonte, pensando en el devenir de su destino. ¿Acaso esa sería su vida para siempre? ¿Tendría la oportunidad de ver el mundo junto a Princesa? ¿Podría participar en una batalla de gallos? No tenía respuestas para tantas inquietudes. Apenas eran las siente de la mañana, y el rocío de los cristales de su habitación empezaba a disiparse con lentitud. El verano estaba acabando, pero el calor era bastante incómodo todavía. Esa era la primera vez en mucho tiempo que contemplaba la belleza de algo tan simple como las pequeñas gotas de agua sé que condensaban en el exterior. En las afueras podía escuchar a sus compañeros descargando cajas en la zona exterior del restaurante flotante, por lo que decidió salir para tratar de ayudarlos. Sin embargo, primero tenía que sacar a pasear a Princesa.

Tener un perro en un restaurante flotante era complicado, ya que tan solo podía sacarlo de pase en dos ocasiones: por la mañana muy temprano y por la noche muy tarde, habiendo un margen muy corto de tiempo entre uno y otro. Algo que le parecía bastante injusto para su preciada mascota.

—Te prometo que cuando podamos nos iremos, ¿vale? —le decía al Pomerania, que le miraba con las orejas echadas haca atrás y la lengua fuera, jadeando. Parecía como si estuviera sonriendo y eso le encantaba a Zane, ya que intuía que su perra era feliz. Eso le bastaba; por entonces.

Finalmente, cuando el sol ya era capaz de iluminar por completo su habitación, se dio una ducha de agua fría, se puso su atuendo habitual cuando no trabajaba, compuesto por un pantalón ancho, unas botas rojas y una camiseta de tirantas negras. Se perfumo con colonia para niños pequeños, le puso el arnés al Pomerania, sujetó la correa y lo sacó. Al llegar a la zona exterior se encontraban varios camareros, sentados alrededor de una decena de cajas con multitud de ingredientes frescos. Era curioso observar como cada día, o cada dos días máximo, el restaurante recibía barcos repletos de mercancía para poder servir los mejores platos. Aquel lugar era un símbolo de calidad y buen precio, aunque tampoco es que tuviera muy claro qué costaban las cosas.

En cuanto princesa hizo sus necesidades y correteo un poco, quitó la mierda con una servilleta, fregó el suelo con lejía, y luego llevo a la perra al camarote, donde se recostó. «La buena vida del perro. Si señor», pensó Zane, cerrando la puerta y yendo a ayudar a los camareros.

—Buenos días, ZB —dijo uno de los camareros, de nombre Mike.

—¿Qué pasa, hermano? —le respondió Zane, elevando el pulgar a forma de saludo—. ¿Qué se cuece hoy?

—Lo mismo de siempre —le respondió, quedando la conversación ahí.

El pelirrojo no es que fuera muy hablador, aunque tampoco es que le interesara mucho establecer relaciones muy cercanas con sus compañeros de trabajo. Por un lado, no quería tener lazos, ya que perjuraría que su familia fue vendida por alguno de sus conocidos. Era algo que había estado pensando durante años, sobre todo por el precio que tienen las especies raras en el mercado de esclavos y él era un Oni, un miembro de la tribu de los demonios. Pero, por otro lado, tampoco le gustaba estar callado, y sabía que para tener un buen ambiente laboral y poder quedarse allí cantando un poco más tenía que ser simpático, así que estaba en una tesitura bastante extraña.

ZB —dijeron desde el interior del salón principal—. Ven cuando puedas, por favor —continuaron diciendo.

Se trataba de uno de los encargados de la cocina, cuyo nombre era incapaz de recordar. ¿Bob? ¿Rob? ¿Todd? A saber. El rapero cargó una de las ultimas cajas que tenía que llevar al interior y fue haca el salón principal. La dejo sutilmente en el suelo con ambas manos y miró a quien le había llamado.

—Dime, bro —dijo.

—Esta noche vamos a intentar un repertorio que tire más hacia el rock alternativo —le dijo—. Viene una despedida de soltera y quiere ese tipo de música. Van a dejar una cantidad de dinero, y si les gusta quizás puedas cantar en su boda.

Esas palabras hicieron que Zane abriera los ojos de par en par. ¿En serio esa noche podría otorgarle un trabajo que le diera un sustento económico? Si era una boda, y de alguien capaz de reservar uno de los salones del Baratie, era probable que fuera una persona importante y adinerada. En su boda podría hacer contactos, y eso le gustaba.

—¿Algún grupo en concreto? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Nos han dicho que sea variada, pero que intentes tener canciones de: Congela Caracas, Mala Oslo, Megadirigible y la casa roja.

—Pan comido, socio —sonrió Zane.

—Ahora ve a por algo de comer para ti y tu princesa y prepárate para esta noche —le dijo.



Esa noche era una de esas que los bardos hubieran cantado en sus historias. La luna parecía estar ocupado todo el firmamento, envuelta por un manto infinito de estrellas que danzaban a su alrededor. Se pudo ver una estrella fugaz, que recorrió el firmamento de un lado al otro. Sin embargo, el pelirrojo no estaba atento a lo que ocurría.

Estaba con el micro entre las manos, esperando que las mujeres que conformaban la despedida de soltera ocuparan su sitio en el reservado del bar Mirador del restaurante. Un lugar perfecto para tomar unos buenos cócteles mientras escuchaba música en directo.

—¡Que empiece la fiesta! —Fue lo único que se dijo en aquel lugar, justo antes de que Zane comenzara a cantar. Comenzó con una canción que le gustaba del grupo Megadirigible:

Pienso vomitar en tu cara esta canción.

La hora treinta y tres.
Y yo que pretendo verte otra vez.
Esto que tenemos no tiene que escocer.

Eres una revenia.
Ayer me dijiste que te escocia.
Y hoy te encuentro con el Maravia.

Tus ojos se dilatan.
Me dicen que ayer metiste la pata.
Me dicen que ese no es solo tu amigo.
Y que no quieres que yo te coma el higo.


La canción en sí era obscena, y a Zane no terminaba de gustarle, pero antes de llegar al estrellato tenía que pasar por situaciones como aquella. No le quedaba otra. Estuvo una hora más cantando distintas canciones, hasta que las mujeres se fueron a reservado del restaurante. El reservado VIP era una zona para gente adinerada que no querían que se viera lo que hacía. Seguramente se drogaban o hacían carreras de enanos, todo era posible en un mundo tan degenerado como era el de las altas élites.

Con el paso de las horas, el demonio rapero decidió quedarse en el bar para tomar un par de mojitos y contemplar la belleza de la noche. A fin de cuentas, Princesa y había cenado, así que no tenía mucho que hacer hasta que pudiera sacarla a pasear. Las mesas estaban todas vacías, a excepción de una de ellas, que era excesivamente escandalosa. Era un grupo de cinco individuos trajeados bastante gritones.

—Que manera tienen de calentar el asunto, hermano —se quejó el pelirrojo, que contemplaba de reojo a los muchachos mientras daba un sorbo a su mojito—. ¿E’ o no?

—Si yo te contara, ZB —le dijo el camarero, que estaba agitando la coctelera para realizar otro cóctel—. Ese grupo viene una vez cada dos meses aproximadamente y la lían parda. Unos niños mimados —comentó con cierto desprecio—. En la última porque el jefe fue condescendiente, que si no habrían acabado mal.

Fue en ese momento, cuando sin previo aviso, apareció en la sala el Pomerania de Zane en busca de él. Sin embargo, antes de que el pelirrojo pudiera agacharse para cogerlo y devolverlo a su habitación, uno de los jóvenes escandalosos al grito de «una rata», pateó al Pomerania, haciendo que gritara de dolor. No fue una patada muy fuerte, ya que el hombre solo quería hacer la gracia, pero lo suficiente como para hacerle daño a un animal doméstico y excesivamente mimado como era Princesa.

Ese gesto hizo despertar toda la mala leche que el pelirrojo había estado guardando en su interior. Sin tan siquiera preguntar nada, agarró el vaso, se acercó al muchacho y se lo rompió en la cabeza por la espalda. Tras ello, aprovechando la diferencia de envergadura entre los dos, incrustó su pierna en la espalda del muchacho, que cayó al suelo inconsciente.

—No debiste haber hecho eso —Le dijo, escupiendo en su cuerpo y pisándole la cabeza antes de ir hacia donde estaba su querida princesa malherida y quejosa—. ¿Te encuentras bien, mi vida?

La perrita aulló con lastima, mientras se quejaba por el golpe mediante quejidos. Aquello tan solo hizo enfurecer más al demonio, que no dudó en dejar al perro con el barman y mirar con desprecio a los miserables humanos que habían hecho eso.

—¿Quién coño te crees que eres, cantamañanas? —preguntó uno de los muchachos, envalentonándose frente a Zane, que estaba de espaldas

—¡Eso! —dijo otro de ellos—. ¿Sabes acaso quienes somos nosotros? ¿Eh?

Zane sonrió con malicia sin decir nada, mientras con la mano derecha sujetaba una botella de cristal que había sobre la barra. Su compañero le dijo que no lo hiciera, pero ya era tarde. Antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, el pelirrojo estaba golpeando en la cara a otro de los muchachos, que no tardó en caer al suelo. Tras eso, golpeó a otro de ellos en la cara con sus puños, para luego arremeter contra otro. El quinto de ellos no se atrevió a hacer nada, estaba completamente paralizado. Pero los otros…, dieron buena batalla al pelirrojo, pero se notaba que nunca habían luchado por su vida.

Finalmente, tras un intercambio de golpes, el cantante lanzó por la borda a dos de ellos en mitad de la noche, obligando al único que quedaba consciente a lanzarse tras él en el frío mar durante la noche.

—Nadie hace daño a mi princesita —fue lo único que dijo Zane, volviendo a pasar por la cabeza de quien lo había pateado antes de irse a su camarote.

A la mañana siguiente, los jóvenes continuaban allí, malheridos. Estaban siendo atendidos por uno de los visitantes que se habían quedado a dormira atracados al restaurante. Ninguno de los jóvenes dijo nada al respecto, tan solo que se habían peleado borrachos y no recordaban nada. Sin embargo, eran conscientes de lo que había pasado.
#1


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