Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] Escapando de los marines [T2]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Bajo el cielo encapotado y el eco de Nosha aún resonando en su mente, Ragn emergió del abrazo de la Montaña Alfa. Cada paso que daba se sentía como si dejara parte de su pasado atrás. Las cicatrices frescas en sus brazos y torso eran recuerdos recientes de la batalla constante contra los depredadores de la montaña, y el cansancio acumulado en sus músculos parecía ser su única compañía. El guerrero gigante sentía una tensión interna, un conflicto entre la voz de la diosa de la muerte y la urgencia de regresar a su amigo herido. Pero con cada segundo que pasaba, esa determinación se tornaba más clara, él no dejaría a Tofun a merced del destino. La vegetación fue disminuyendo hasta dar paso a un terreno arenoso y amplio, preludio de la playa donde el horizonte del mar se extendía. Antes de llegar, aún quedaban rastros de vida salvaje, y Ragn tuvo que abrirse paso a través de manadas de enormes bestias que lo veían como una amenaza. Unos osos de pelaje oscuro, idénticos a la criatura que enfrentó en las profundidades de la montaña, lo atacaron en manada. Sus garras cortaban el aire y los gruñidos parecían una canción de caza. Con movimientos calculados, Ragn los derribó uno a uno, sus puños atravesando carne y hueso, sus golpes tan contundentes que el eco de cada impacto parecía retumbar en los troncos de los árboles cercanos. Un rugido distante le indicó que un felino acechaba, y pronto, un leopardo de piel oscura saltó desde las sombras, sus ojos como brasas iluminadas en la penumbra. Ragn lo atrapó en pleno salto, rodeando su cuello y aplastándolo contra el suelo. Con un giro de su enorme brazo, rompió el cuerpo del animal en un movimiento despiadado. El guerrero avanzaba imparable, sus ojos enfocados en el objetivo, su respiración pesada por el esfuerzo y el dolor que amenazaba con arrastrarlo a un estado de furia absoluta. Finalmente, la brisa del mar lo alcanzó, una bocanada de aire fresco que calmó el ardor de sus heridas. Al borde de la selva y con la vista despejada hacia el océano, Ragn divisó una pequeña playa. A lo lejos, en las aguas tranquilas, descansaba una embarcación marina. El estandarte en la bandera ondeante era inconfundible, el símbolo de la Marina. De inmediato, sus instintos se agudizaron. Desde su posición, distinguió una patrulla de soldados marines que había desembarcado en la arena y avanzaba en dirección a la selva. Ragn sabía que no eran una simple patrulla de reconocimiento; su postura, sus armas alzadas y la disposición de sus formaciones indicaban que lo habían visto, o tal vez lo habían estado esperando. La reputación de la Montaña Alfa y los rumores sobre los revolucionarios solían atraer la atención de la Marina.

Sin cruzar palabra, los marines desenfundaron sus rifles y apuntaron hacia él, identificando su wanted. Uno de ellos, con una cicatriz que cruzaba su rostro, alzó una mano, dando la señal de ataque.Ragn no esperó a ser atacado primero. Con una velocidad que desmentía su tamaño, se abalanzó sobre el primer marine que se le acercó, un hombre de complexión fuerte y rostro decidido, pero con ojos que delataban un miedo creciente al ver de cerca la magnitud de su oponente. Con un solo movimiento, Ragn lanzó un golpe que lo impactó en el pecho, destrozándole el esternón y lanzándolo varios metros hacia atrás. La sangre salpicó la arena blanca y el sonido del crujido de huesos resonó como una advertencia a los demás soldados. Antes de que los marines tuvieran tiempo de reorganizarse, Ragn desvió su atención al siguiente grupo. Dos soldados jóvenes intentaron cargar contra él con bayonetas en alto, pero Ragn los interceptó sin esfuerzo. Con un movimiento fluido, tomó el arma de uno de ellos y, usando su propia fuerza, hizo que el marine girara y chocara brutalmente contra su compañero, clavando la bayoneta en el estómago de este último. La arena se tiñó de rojo, y el olor a hierro impregnó el aire.Los marines, atónitos, comenzaron a disparar en un intento desesperado de detener al coloso. Las balas rasgaban el aire y, aunque algunas lograron atravesarle la piel, Ragn apenas reaccionó. Con cada herida, el guerrero sentía más impulso, una furia acumulada que parecía arder bajo su piel. Aquellas heridas eran insignificantes comparadas con las batallas que había enfrentado en el pasado, y el dolor solo lograba recordarle el motivo por el cual estaba dispuesto a todo: Tofun.

Ragn avanzó entre las ráfagas de disparos, bloqueando algunas balas con sus antebrazos mientras tomaba impulso. Se abalanzó hacia el grupo de artilleros que intentaban retroceder, sus rostros demacrados por el pánico. Con un grito de guerra, levantó a dos soldados con una sola mano, como si fuesen simples muñecos, y los estrelló contra el suelo. El impacto fue tan brutal que el suelo tembló y los cuerpos quedaron inmóviles, desechos sobre la arena húmeda. Alrededor de él, el número de marines disminuía rápidamente, pero los pocos que quedaban intentaron un último ataque. Uno de ellos, un oficial con la espada desenvainada, corrió hacia Ragn con una expresión de furia y desesperación. Sus movimientos eran ágiles, y su precisión al atacar era digna de un soldado experimentado, pero Ragn era un guerrero nato, y su fuerza bruta superaba cualquier habilidad marcial. Con un solo golpe, rompió la espada en dos y luego, tomando al oficial por el cuello, lo levantó del suelo. —¿Quién mandarrr aquí? — Preguntó Ragn, su voz grave y profunda. El oficial apenas logró murmurar un par de palabras antes de perder el conocimiento, y Ragn lo dejó caer al suelo como si se tratara de un despojo inútil. El último marine, un soldado herido y tembloroso, retrocedió un par de pasos, lanzando su arma y levantando las manos en señal de rendición. Ragn lo observó un momento, su mirada penetrante y fría. Una voz dentro de él, tal vez el eco de Nosha, le sugirió acabar con él sin piedad, pero Ragn decidió no hacerlo. El soldado huyó, tambaleante, y Ragn, por un instante, observó el mar.

La batalla había terminado. A su alrededor, la arena estaba teñida de rojo y los cuerpos de los marines yacían dispersos como recordatorios de su fuerza y determinación. Con los pies descalzos sobre la arena, Ragn respiró profundamente. La brisa marina acarició sus heridas abiertas y la sal comenzó a quemarle la piel, un dolor que le devolvía a la realidad. Sus pensamientos volvían a Tofun, y con un último vistazo a los restos de la lucha, decidió que no podía perder más tiempo. A lo lejos, en el borde de la playa, divisó un pequeño bote de los marines que había sido dejado sin vigilancia. Sin perder un segundo, Ragn avanzó hacia la embarcación, su mente ocupada con un solo pensamiento, llegar a Tofun, mantenerse fiel a él y a la causa que los unió. Nosha podía seguir llamándolo desde la oscuridad, podía seguir sembrando dudas en su corazón, pero en este momento, su destino estaba claro y no podía detenerse.

Mientras el sol comenzaba a ponerse, Ragn abordó el bote y, con sus poderosos brazos, comenzó a remar hacia el horizonte, hacia su amigo y hacia el próximo capítulo de su historia. La travesía en el bote fue lenta y agotadora. El mar, tan vasto y sereno, parecía burlarse de su prisa, pero nada podría detenerlo. Finalmente, cuando la luna ya estaba alta y brillaba como un faro en el cielo, Ragn divisó el contorno de su barco en el horizonte. Su corazón se aceleró, ese pequeño navío era su refugio, su fortaleza, y dentro de él lo esperaban aquellos a quienes llamaba familia. Al acercarse, sus compañeros revolucionarios lo divisaron desde la cubierta, y una mezcla de asombro y alivio iluminó sus rostros. Algunos bajaron rápidamente una cuerda para ayudarlo a subir. Al poner un pie en la cubierta, agotado, cubierto de heridas y con la mirada de alguien que había desafiado a la muerte, Ragn fue recibido con apretones de mano y palabras de bienvenida.

¡Ragn! —Gritó uno de sus camaradas con emoción. — Nos alegra verte de regreso.— Contestó uno de sus compañeros.

¿Tofun? —Preguntó él, su voz rasposa. La expresión de sus compañeros se ensombreció, pero nadie dudaba de que, juntos, enfrentarían lo que fuera que estuviera por venir.
#1
Moderador OppenGarphimer
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