¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
[Aventura] Limpieza profunda [T4]
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Con los grupos dispuestos, la comitiva de tres se puso en marcha por el camino central hacia el interior del islote. Dada la inexperiencia de Alexandra en misiones de campo, así como el particularmente nefasto sentido de la orientación de Atlas, Camille decidió que la mejor opción sería que fuera ella misma quien liderase al grupo. Pese a que su atención se centraba en los alrededores y en escudriñar la densa niebla, intentando ver lo que fuera que hubiera unos pocos metros más adelante, se aseguró de mantener un ojo puesto sobre sus compañeros para que ninguno acabase extraviándose. Las posibilidades de que algo así ocurriera no eran desdeñables, sobre todo con un terreno tan complicado como el que se les estaba presentando. Tal vez la tormenta hubiera amainado, pero las pruebas de su paso se mantenían bien presentes allá donde pisaban.

Para ella, el fango era incluso más aparatoso que para los otros dos marines. Su peso era muy superior al de ellos y, por tanto, el terreno cedía mucho más ante cada pisada que daba. No era nada que fuera a ponerla en peligro de muerte —esperaba—, pero sin duda resultaba mucho más complicado caminar así. Además, corría el riesgo de deslizar el pie por culpa del fango y caer como un peso muerto para rodar hasta quién sabe dónde. Después de todo, como se dice en Loguetown: Cuanto más alto...

Su mirada se desvió hacia Alexandra en cuanto sus oídos detectaron su persistente castañeo. No había caído hasta ese momento, quizá restándole importancia al ver que Octo se encontraba en plenas condiciones, pero estaba claro que no estaba llevando tan bien el temporal como el tiburón o ella misma. Quizá se había dejado llevar por los prejuicios, asumiendo que el pueblo del mar —o al menos las personas con sus genes— tendrían algún tipo de tolerancia sobrehumana a la humedad y al frío. Se dispuso a enmendarlo antes de que la recluta sufriera una muerte por hipotermia.

—Ten —le dijo una vez a su lado, quitándose la enorme chaqueta de alférez y colocándosela por encima—. Es muy grande para ti, pero eso tan solo hará que sea un mejor abrigo. Intenta atártela para no tropezarte. —Sonrió un poco ante su pregunta y negó—. No te preocupes, el frío y yo nos llevamos particularmente bien.

Bajo la chaqueta no llevaba más que la camisa del uniforme y, ocultas bajo esta, unas vendas que envolvían su torso y le protegían el pecho. Desde luego, no iba equipada como se esperaría para enfrentarse a una tormenta como la que habían sufrido, pero no parecía siquiera inmutarse ante las esporádicas ráfagas de viento que acariciaban su piel. Sentía el frío, pero su cuerpo lo toleraba sin problema alguno.

Tras lo que le pareció una eternidad, al fin llegaron a una suerte de explanada que se extendía frente a ellos. El terreno se volvía llano, aunque la niebla se mantenía. A su alrededor, los árboles les daban cobijo al tiempo que les impedían ver más allá de ellos, lo que sumado a la niebla era un factor bastante molesto. Hacia el oeste, un muro cuyo punto más alto no alcanzaban a ver por culpa de la niebla parecía cortarles el camino. Parecía que se habían topado con un callejón sin salida, aunque había varias cosas que a Camille no le cuadraban.

—Tal vez hayan caído desde arriba por culpa de la tormenta —empezó a contestarle a Atlas, observando los árboles y rocas derribados—, pero no creo que hubiera tantos ahí arriba junto al borde del barranco... o lo que sea esto. Tal vez los hayan lanzado adrede.

El den den mushi empezó a sonar entonces y la voz de Octojin salió de él. Parecía que se encontraban en algún sitio similar al que se encontraban ellos. ¿Tal vez el muro del que hablaban fuera el mismo que tenían delante?

—Aquí Camille —respondió ella tras escuchar con atención a su compañero—. Debe ser un escarpe bastante grande. Nosotros también nos hemos topado con él. Vamos a darle una vuelta por si damos con algo. Si no, supongo que Atlas podría llevarnos por encima. Mantenemos el contacto.

Y colgó.

Se acercó a investigar un poco, prestando especial atención en los cúmulos de árboles y rocas. Concretamente, quería fijarse en si aquellos árboles tenían pinta de haber sido arrancados por consecuencia de la tormenta, o si había claros indicios de que los hubieran derribado a base de hachazos o golpes. Lo mismo haría con las rocas, aunque con estas más que fijarse en si las habían lanzado, se fijarían en si estaban fragmentadas. Si hubieran caído desde un punto elevado, se habrían dividido en varios fragmentos por el impacto de ser lo suficientemente frágiles; y de no serlo, habrían dejado un buen hoyo en el punto de su caída. Finalmente, si algo de esto pudiera hacer que Camille sospechase de que había algo que no cuadraba, haría uso de su fuerza sobrehumana para apartar unos cuantos y ver si alguien intentaba esconder algo debajo.

En caso de que la investigación no diera sus frutos, tal y como expresaría Atlas, se prepararía para dejarse llevar por él. Además, se aseguraría de ir dándole indicaciones al rubio de ser necesario durante su vuelo para evitar que los llevara a... cualquier sitio menos hacia arriba.

Resumen

Nota
#21
Ray
Kuroi Ya
Los miembros de la brigada no tardaron en ponerse de acuerdo y distribuirse de forma equilibrada de acuerdo con sus diferentes capacidades. Resultaba increíble cómo siete personas tan diferentes y variopintas, y con una forma de ser en general tan fuera de lo común podían llegar a compenetrarse tan bien. Pero es que las relaciones que se habían establecido entre ellos iban mucho más allá de lo profesional. No eran compañeros, eran amigos. Se preocupaban de verdad los unos por los otros. Y aunque a veces pudiera no parecerlo de cara a sus superiores debido a su poco ortodoxa forma de proceder en muchas situaciones, todos ellos se preocupaban genuinamente por ayudar a los demás, por poder marcar la diferencia a la hora de mejorar la vida de las personas de a pie, de quienes no podían defenderse por sí mismos.

Masao era quien se había unido a él en el camino que llevaba hacia el norte. Su presencia, aunque escandalosa e imposible de disimular, le reconfortaba, pues su compañero sureño tenía una alegría innata que resultaba tremendamente contagiosa. Antes de que se separaran entregó unas provisiones a cada uno, de forma que tuvieran la posibilidad de reponer fuerzas si la incursión en el peñón se alargaba más de lo previsto. En el caso de Ray eso no era necesario, pues su cuerpo, acostumbrado a las penurias de la pobreza extrema, podía subsistir varios días sin ingerir absolutamente nada, pero aún así las aceptó de buena gana. La intención de su amigo era pura, y era cierto que aunque pudiese pasar sin ello tampoco estaba de más tenerlo a mano por si acaso. Así que le sonrió con sinceridad y le dio las gracias amablemente cuando cogió su ración, antes de guardársela en la mochila.

Su amigo comenzó a cantar en voz baja mientras caminaban. El peliblanco, que normalmente acostumbraba a desplazarse en el más absoluto de los silencios cuando se encontraba en terreno desconocido o posiblemente hostil, consideraba aquello una imprudencia, pero sabía que Masao no podía contenerse. Yendo con él debía renunciar al sigilo absoluto que acostumbraba a utilizar como arma. Además la melodía era bastante pegadiza, y poco a poco sin darse cuenta comenzó a chasquear los dedos al ritmo que su compañero llevaba.

El camino fue considerablemente largo, aunque amenizado por los canturreos de Masao se hizo más corto de lo que en realidad era. A su alrededor la visibilidad era muy escasa, por lo que en todo momento el joven de cabellos plateados mantuvo su Haki alerta para que le avisara si algo o alguien se acercaba a su posición. Finalmente, tras unos veinte minutos caminando, llegaron a una zona mucho más amplia que parecía una especie de meseta. Y al fondo se podía ver una muralla que tendría unos diez metros de altura.

Al acercarse pudieron descubrir en la meseta lo que parecían unas ruinas, cuya entrada se encontraba a unos diez metros del final del camino. Estaban hechas completamente de piedra, y desde ese punto no se veía el fondo de las mismas, tan solo que a su entrada había un pasillo largo y estrecho. Podía detectarse un aroma a madera quemada en su interior que se mezclaba con el de tierra mojada por la lluvia. Esto quería decir que había personas cerca, o las había recientemente, pues lo más seguro era que ese olor correspondiera con una hoguera.

- Creo que deberíamos entrar. - Comentó el peliblanco a su compañero. - Antes percibimos varias presencias bajo tierra, y esta perfectamente podría ser la entrada a esa zona. Es probable que tengan a los gyojins encerrados en algún sitio dentro de este lugar. Además huele como si alguien hubiese hecho una hoguera hace poco. Estamos cerca.

Eso sí, antes de adentrarse en un lugar desconocido como aquel era prudente avisar al resto de sus compañeros, cosa que no tuvo que hacer porque en ese momento su Den Den Mushi sonó. La voz de Octojin le recibió al otro lado. Parecían haber llegado a una muralla similar a la que ellos habían visto, pero a diferencia de en aquella meseta donde estaban él y Taka no había ninguna puerta.

- Aquí hay unas ruinas de piedra. Vamos a entrar, ya que parece un lugar ideal para ocultar a los esclavos que estén intentando vender. Si por algún casual nos llamáis y no contestamos puede ser porque allí dentro no haya cobertura. Si podemos os iremos informando.

Acto seguido llamó a Camille, informando a su grupo con las mismas palabras y preguntando por lo que habían encontrado ellos. Después, tras mirar a Masao para asegurarse de que estaba listo y hacerle un gesto llevándose el dedo índice a los labios para indicar que debían ser silenciosos, dejó que su cuerpo mutara para adoptar de nuevo su forma híbrida y se adentró en las ruinas. Había elegido transformarse porque, dado que estaba oscuro, gracias a sus antenas dispondría de otra fuente de información sensorial además de la reducida visibilidad y su Haki.

Resumen


Cosas y Números
#22
Masao Toduro
El niño de los lloros
Finalmente, comenzamos a dejar atrás a nuestros compañeros y adentrándonos por el sinuoso sendero, el cual tenía zanjas a todos lados, pero qué sendero no tenía zanjas de uno o dos metros de tarde en tarde, lo que le extraño fue no encontrar algún que otro socavón como pasaba en su barrio.

—Ezo es que aquí llevan las obras mu avanzadas— pensó para sus adentros mientras daba un saltito para cruzar una de las grietas, y es que alguien acostumbrado a los lodazales que era el barrio, cualquier camino era literalmente un camino de rosas.

Y que mejor que recorrer ese camino de florecillas al lado de una abeja, la verdad es que el mundo estaba muy raro, cuántas personas podían decir en el mundo que su jefe era una abeja, al menos seis, bueno algunas más si contábamos los soldados rasos, que claro ahora éramos caciques dentro de la marina, no de los que llevaban muchas medallitas y tenían un casoplón en Marineford, pero sí de los que luego se les quedaba buena pensión. De hecho, ya había terminado de pagar la conmuta de su pena. Ah, sí, bueno que mi jefe era una abeja, y aquella frase que tenía nombre de película de comedia de las que te echaban en verano a las tres de la tarde, era algo raro.

Pero bueno, al menos no era el típico jefe gruñón como el teniente calvo o una mandona como la sargento bribón, de hecho, mezclaba lo cariñoso del primero con la seriedad de la segunda, sin llegar a ser cariñosamente rudo como el primero, ni tan estirada como la segunda ¿le dolería tener metida por el culo esa escoba? Afortunadamente, Ray, pese a toda esa seriedad propia de un jovenzuelo que había “estudiao muzo” y la meticulosidad de un doctor, pues era un tipo cálido y agradable, vamos que podías irte a toma unas cañas con él perfectamente, pero de las de beber, no las de pescar, eso creo que le gustaba al pollo del grupo.
Entre palma y palma, y tras dos o tres canciones de posiblemente la mejor voz que hubiera dado todo el mar del sur, Camela, la abeja maya y yo llegamos a lo que parecía una mesta, bueno al menos parecía que ya no iban a tener que seguir subiendo, que, aunque no lo pareciera era un puto coñazo.

—Una pregunta azín que no entiendo, cuando tuh te transforma con las maldiciones del demonio, no te entran ganas como de ir de flor en flor, es dezir, si ereh una abejah poh hará cosas de abejas ¿No?— pregunté ignorante de los intricados mecanismos de las frutas del diablo, por qué la gente seguía comiendo esas cosas, un misterio, como podías renunciar a entrar al cielo a ver a san pedro, los apóstoles, la virgen y a mismísimo cristo rey, bueno también estaba el espíritu santo, pero si era un espíritu ¿Se le podía ver? ¿O era como esos fantasmas del programa de espíritus que echaban a las tres de la mañana “El bote del misterio”? Otra duda a apuntarse para preguntarle al párroco.

Lo que sí era un misterio eran las ruinas, por un momento se sentía como aquel intrépido aventurero Jonas Indiano ¿Qué clase de trampas habría dentro de ese templo? Bueno, eran unas ruinas y olían a quemado reciente.

—Oye la madera aquí tieneh como muh buen quemar, ¿no? A sabeh cuanto tiempo lleva esto aquí tirado y esto huele como una vela recién apagada, vamos, que ni en la capilla huele azí— comentó a su compañero de manera casual mientras examinaba un tablón chamuscado, bueno tal vez no fuera la madera, sino que realmente allí había habido actividad recientemente.

Fuera como fuera, se aguantó de cantar la sexta canción de los mejores éxitos de Camela “Cuando zarpa el amor”, joder, la verdad es que era un temardo de cojones, bueno, tocaba ponerse serio y ganarse el sueldo, joder que bien iba a entrar la paga con la subida de sueldo, por fin iba a comprar jerez del bueno.

Mazado en la mazmorra
#23
Takahiro
La saeta verde
La sensación de que separarse no era una buena idea continuaba golpeando la cabeza de Takahiro, que si bien era algo lógico para llevar a cabo la empresa en la que se encontraban de una forma más rápida, eso no implicaba que fuera la más eficiente. Sin embargo, estaba contento, le había tocado hacer equipo con Octojin y hacer tándem con él siempre daba buenas historias que contar después en la cantina.

—¡Al por todas, Octo! —exclamó el peliverde, alzando el puño para chocarlo con el del tiburón, mientras le dedicaba la mejor de sus sonrisas—. Que se vea que somos mejor combinación que la carne con patatas.

Y eso era cierto… No había mejor combinación que la carne con patatas, quizás la del pan con chocolate, pero del normal, no esas combinaciones modernas que tanto estaban de moda en ese momento.

El camino avanzaba por un lugar con árboles y bastante pedregoso. Era bastante complicado caminar por él, aunque no difícil. Tan solo tenía que ir esquivando grietas con cuidado para no caerse y doblarse el tobillo; o algo peor. El sonido del viento mecía las copas de los árboles, llenando de un aroma bastante agradable sus fosas nasales. Le encantaba la naturaleza y el verde, aunque no la humedad del ambiente. Era probable que fuera por haberse criado en Arabasta, allí todos eran páramos, arena y polvo, sin embargo, lo extrañaba con cierta nostalgia. Esos paseos por el puerto de Nanohana con su abuelo, incluso las malas caras de su tío cuando él llegaba de trabajar.

Mientras continuaba ensimismado en sus recuerdos, una corriente de aire más fuerte de lo normal le azotó en la cara, levantándole su taquiyah, que casi cae al suelo.

—Hemos visto escenarios peores —comentó Takahiro en voz baja, arqueando las piernas para caminar de forma más estable—. Prefiero la fuerza indómita del agua y el viento a la destrucción del fuego o una lechuga-misil —bromeó.

Llegaron a una amplia esplanada, mas el peliverde no quiso adentrarse mucho en ella. Era el lugar ideal para ser acribillado por tiradores desde una distancia bastante amplia como para no dar con ellos. Sin embargo, dar marcha atrás sería un gran atraso, él lo sabía y Octo seguramente también.

El héroe de las profundidades, también conocido como destructor de barcos, agarró su den den mushi y llamó a sus compañeros para actualizarles la situación en la que se encontraban.

—Lo cierto es que es bastante extraño —le dijo, bastante pensativo. Octojin se puso a mover algunas piedras, a lo que Takahiro le ayudó. Eso le recordó sus días trabajando en el sector de la construcción para ganarse unos pocos berries, aunque eso no lo echaba de menos—. No creo que nos sirva de mucho hacer esto —comentó Takahiro—. Medías unos cuatro metros, ¿verdad? —le preguntó a su amigo—. Cógeme, a ver si desde una altura más alta conseguimos vislumbrar algo más.

Tras ello, se subió sobre Octojin, situándose en sus hombros, para luego usar su manso como si fueran unas plataformas. Aquella altura superaba con creces los siete u ocho metros de altitud, así que era probable que pudiera ver algo más concreto. Tras ello, bajaría de nuevo al suelo y de haber visto algo se lo contaría a Octojin.

Resumen
#24
Lemon Stone
MVP
GRUPO NORTE:
 
Masao, gracias a ti es que el viaje hasta la meseta alta ha sido relativamente ameno. Tu compañero es demasiado serio y prudente como para caminar de la mano con la diversión. Tampoco te preocupes mucho porque nadie te ha escuchado, de hecho, diría que el viento ulula tan fuerte que nadie más que tu compañero ha podido escucharte.
 
Ambos consiguen llegar sin ningún tipo de percance a las ruinas que se encuentran en lo alto de la isla y, al observarlas desde fuera y como mencioné anteriormente, se encontrarán con un túnel extenso y oscuro invadido por la bruma, por lo que poco se puede ver. El pasaje tiene poco más de diez metros de alto y unos escasos seis de ancho. Poco después de entrar y luego de recorrer los primeros metros del pasillo oscuro y brumoso, Ray siente que algo le ha frenado el pie. No jala con fuerza ni le detiene demasiado, de hecho, el “tirón” ha bastado para que ambos, Ray y Masao escuchen un clic.
 
Una ola de calor invade sus cuerpos al mismo tiempo que un estallido supersónico lastima sus oídos. El fuego devora sus prendas, quema sus pestañas y amenaza con destrozar sus pupilas en caso de mantenerlas abiertas. El infierno ha durado poco más de segundo y medio, pero ha bastado para causar estragos en sus cuerpos, causándoles quemaduras generalizadas de primer grado y dejándoles una preocupante advertencia de lo que puede haber a continuación: trampas.
 
Supongo que estarán demasiado ocupados lidiando con el dolor de las quemaduras como para sentir la violenta sacudida que estremece la isla entera, o igual les preocupa esto también. El caso es que han caído unas cuantas piedrecillas en sus cabezas y el polvo entra en sus fosas nasales, causándoles unas cuantas molestias. No se preocupen, esto no les ha hecho daño, que sé que son muy fuertes.
 
Pueden continuar avanzando, pero, si me permiten darles un consejo, midan bien sus pasos y abran bien los ojos. Han entrado en la guarida de los bandidos como quien entra al cuarto de estar de su casa y ya sabemos todos que a los bandidos les gustan las trampas.
 
GRUPO CENTRAL:
 
Camille, si los Santos existieran en este mundo, apostaría a por ti porque eres la bondad hecha persona. Gracias a tu abrigo es que Alexandra ha conseguido entrar en calor, dejando de tiritar y, quién sabe, coger una neumonía o algo así. ¿Cómo? ¿Enfermedades aquí? Pues ya se van enterando cómo va la cosa… El caso es que han llegado sin mayores complicaciones al claro relativamente plano.
 
Lo que haría una persona relativamente inteligente y paranoica es investigar las piedras y los árboles caídos porque, como bien sabrán, están en territorio de unos bandidos sin escrúpulos. Camille, tienes un buen ojo analítico para perseguir pistas y efectivamente te das cuenta de que la mayoría de las rocas han caído desde la muralla. Muchas están fragmentadas y tienen bordes puntiagudos, repletas de lodo. Por otro lado, tanto Camille como Atlas se dan cuenta de que los árboles han sido arrancados de cuajo y sin ningún tipo de cuidado, como si una arrolladora fuerza los hubiese tirado. Si se fijan, tienen cortes absolutamente irregulares, como si las gigantescas piedras los hubieran arrasado.
 
Alexandra, haces bien en investigar la muralla de cerca porque, si bien es peligroso que te caiga una roca encima y te parta la cabeza, tomar riesgos está bien. ¡Felicitaciones! ¡Has descubierto una grieta lo suficientemente grande como para que tus gigantescos amigos quepan sin problemas! Bueno, tendrán que ladearse para pasar y seguramente los para nada grandes pechos no van a molestar en lo absoluto.
 
Vean ustedes si es buena idea internarse en la grieta o elegir la ruta de Atlas. Por el momento no importa la decisión que hayan tomado, pues sienten que, de pronto, la isla completa se estremece, sacudiéndola violentamente. Los tres consiguen mantenerse estables, pero un movimiento así de fuerte ha terminado de desestabilizar la ladera ya desestabilizada por la tormenta.
 
Alexandra, un gigantesco peñasco amenaza con caer directo sobre tu cabeza. Como todo está oscuro y la bruma reduce considerablemente la ya escasa visibilidad, es muy difícil reaccionar. En caso de tener unos buenos reflejos y la movilidad necesaria podrás hacerte a un lado y evitar la caída de rocas. Atlas y Camille, si bien están en una posición más segura que Alexandra, están posicionados justo en la bajada natural de los deslizamientos de ladera. Un montón de rocas de todos tamaños rueda violentamente hacia ustedes. Lo mismo: en caso de tener buenos reflejos y la movilidad necesaria podrán hacerse a un lado. Por cierto, nada les impide proteger a Alexandra con sus cuerpos o quitarla de allí, en caso de ser lo suficientemente rápidos.
 
La buena noticia es que la grieta sigue descubierta y parece ser una garganta profunda que los conduce directo a las profundidades de la isla. Pueden sobrevolar el muro o tomar este camino completamente mortal seguro.
 
GRUPO SUR:
 
Octojin, exploras incansablemente la zona llana a la que has llegado y, en primera instancia, notas que las rocas tienen un aspecto… normal. Son angulosas, de diferentes tamaños y, si te fijas bien, notarás que la mayoría de las más grandotas se ubican más lejos del escarpe. Al moverlas no activas ningún mecanismo secreto, pero sí que te ensucias las manos con lodo. Ahora bien, ¿no te preguntaste de dónde han salido todos esos bolones? En ocasiones, las respuestas más simples son las acertadas.
 
Por otro lado, y en caso de que Octojin acepte ser utilizado como escalera, Takahiro no logras ver nada. Es de noche, todo está oscuro, y encima la humedad de la bruma empieza a infiltrarse por todo tu cuerpo (en especial por tu entrepierna, que la bruma es una picarona). Supongo que tanto tú como tu compañero están en la posición donde el escarpe alcanza su máxima altura.
 
De pronto, la isla es sacudida con violencia como si un enorme titán la hubiera zarandeado de izquierda a derecha y viceversa. ¿Un temblor, quizás? Tampoco pasa nada, ninguno de los dos pierde la estabilidad y no caen al suelo. Entonces, escuchan un ruido, uno bastante fuerte y preocupante, como si una retroexcavadora comenzara a arrancar sin piedad un montón de piedras grandotas. En cuestión de segundos, un peligroso deslizamiento de ladera se acerca hacia ustedes a una velocidad impresionante. Pueden intentar detenerlo utilizando la fuerza bruta, pero les anticipo que no funcionará: la fuerza de la naturaleza es aún más grande.
 
El resultado de esto es que una gran cantidad de material detrítico avanza directo hacia ustedes, una serie de bolones incluso más grandes que Octojin ruedan con violencia. ¿Pueden hacerse a un lado y esquivar? Pues… Podrían intentarlo. Lo hagan o no, y si sobreviven a esto (que intuyo que lo harán pues son nuestros héroes), notarán que las rocas han arrasado con una parte importante del bosque. Entre los árboles arrancados verán un pozo medio destruido, lo suficientemente grande como para que Octojin entre sin preocuparse por el espacio.

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#25
Octojin
El terror blanco
Octojin agarró a Takahiro con facilidad, sosteniéndolo en sus hombros mientras trataba de alzarlo lo suficiente como para que pudiera ver algo más allá de la niebla y la espesa oscuridad de la noche. Mientras lo hacía, su mente vagaba en torno a las rocas que cubrían la zona. Algo le hacía sospechar que aquellas piedras no estaban allí por casualidad. ¿O si? La verdad es que no lo sabía, pero le llamaba la atención.

Observando la disposición de las rocas, que parecían concentrarse en el área más alejada del escarpe, el escualo no podía evitar preguntarse si el paisaje no era en realidad el resultado de alguna actividad natural anterior, tal vez el vestigio de antiguos desprendimientos. Cada roca parecía tallada por el tiempo, con bordes angulosos y superficies erosionadas, pero había algo inquietante en la forma en que todas parecían haber sido arrojadas hacia el lugar en el que se encontraban. ¿Serían el rastro de algún suceso catastrófico? ¿O tal vez una señal de que el terreno en sí era inestable? Sacudió la cabeza, intentando concentrarse. Las respuestas podrían estar más cerca de lo que pensaban. Tanto en lugar como en tiempo.

—¿Qué ves, Taka? —le preguntó, ajustando su agarre y fijando su atención en su compañero.

Sin embargo, antes de que Takahiro pudiera responder, la isla misma pareció estremecerse. Como si no aceptase de buen gusto a los visitantes, y mucho menos a los cotillas que intentaban averiguar qué pasaba allí realmente. Un temblor, rápido y furioso, recorrió el suelo bajo sus pies, haciéndolo vibrar como si estuviera bajo el yugo de algún gigante invisible. Octojin plantó sus pies firmemente en el suelo y sujetó a Takahiro con fuerza, abrazándolo con ambos brazos y asegurándose de que ambos mantuvieran el equilibrio. El ruido que siguió fue ensordecedor, una mezcla de crujidos y un estrépito, como si toneladas de roca y tierra se hubieran puesto en movimiento al unísono. Fue en ese momento cuando comprendió que un deslizamiento de tierra se aproximaba rápidamente hacia ellos. No tenían mucho tiempo para maniobrar, pero el tiburón tenía un plan.

—¡Taka, sujétate fuerte! —exclamó Octojin con un tono de advertencia.

Sin perder tiempo, Octojin se movió hacia un costado, sus reflejos y su velocidad le permitieron esquivar las enormes piedras que rodaban hacia ellos, desplazándose a toda velocidad y llevándose a Takahiro con él. Fue haciendo fintas y clavando bien el pie en cada zona que iba pisando, intentando no caer. Era como si la naturaleza misma estuviera dispuesta a engullirlos. Las rocas grandes y pequeñas pasaban a su lado, rodando con una furia imparable. Octojin no soltaba a Takahiro ni un segundo, manteniéndolo cerca mientras ambos evitaban la amenaza. Quizá, de echo, apretaba demasiado y podría incluso producirle algún tipo de daño, pero mejor aquello a que se cayese, ¿no? Finalmente, tras moverse unos cuantos metros y observar cómo la lluvia de rocas iba quedando atrás, dejó a su compañero en el suelo y respiró profundamente, asegurándose de que ambos estuvieran a salvo.

Frente a ellos, ahora se extendía un paisaje arrasado, en el que los árboles habían sido arrancados y los arbustos desmembrados por el aluvión de rocas. La imponente fuerza de la naturaleza había dejado una vez más claro que no tenía rival. Cuando ella se quejaba, los demás sólo podían esperar a que parara. Lo que más llamó la atención de Octojin fue un pozo parcialmente destrozado que se asomaba entre los escombros. Con un asentimiento hacia Takahiro, el habitante del mar se acercó al pozo.

Se inclinó, analizando el borde y observando las piedras sueltas que lo rodeaban. Seguramente no pudiera ver el fondo debido a la poca luz, pero... Tras un momento de reflexión, recogió una de las rocas que se encontraban cerca y, con un movimiento preciso, la arrojó al fondo del pozo, esperando escuchar un sonido de impacto que le indicara si había agua en su interior, así como la distancia que había entre el inicio del pozo y el agua.

Sin perder más tiempo, Octojin activó su haki de observación, concentrándose y buscando alguna presencia o indicio de peligro que pudiera esconderse en el fondo del pozo. Miró a Takahiro, con una media sonrisa y la mirada decidida, y le propuso lo mismo. Aunque tenían un haki similar, nunca estaba de más una segunda opinión.

Percepción III
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
20/10/2024
9
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]


—Intenta detectar alguna presencia Taka —le dijo, casi susurrando—. Entre los dos quizá obtengamos alguna pista.

Si el pozo tuviera agua y no notase ninguna presencia extremadamente poderosa, el escualo se lanzaría al interior del pozo, deslizándose con la agilidad y la precisión de un pez en su propio elemento. Si bajaba y llegaba al agua, invitaría a su compañero Takahiro a hacer lo mismo. Ambos eran excelentes nadadores, así que no habría problema. O eso pensaba él.

Resumen
#26
Ray
Kuroi Ya
El pasillo no era especialmente estrecho, pero sí muy oscuro y largo. Caminaron por él con cuidado pero sin disminuir el ritmo hasta que, en un momento concreto, su pie derecho fue ligeramente ralentizado por algo. Inmediatamente el joven entró en estado de alerta, y entonces lo escuchó. El click, seguido de un sutil cambio en la temperatura y la presión del aire que sus antenas, tan sensibles como de costumbre, captaron. En tensión desde que había sentido aquella tenue presión sobre su pie, los músculos del peliblanco estaban preparados para reaccionar de forma casi instantánea.

Sin tiempo para darse la vuelta y retroceder, solo podía avanzar hacia delante. Sus rodillas, ya flexionadas para bajar su centro de gravedad y disminuir su tiempo de reacción desde el mismo instante en que sintió que lago frenaba su pie, se estiraron bruscamente mientras el joven inclinaba su tronco hacia delante y se lanzaba en una velocísima voltereta, tan rápida que esperaba ninguna trampa pudiese seguir. Avanzó de forma casi instantánea más de cincuenta metros antes de poder darse cuenta. Si había alguna otra trampa por el camino era posible que la hubiese activado, pero su raudo movimiento habría hecho realmente complicado que ninguna de ellas pudiese haberle afectado antes de que pasase de largo.

Miró hacia atrás cuando se incorporó de nuevo, tratando de ver si Masao estaba bien. Su Haki le decía que sí, pero era altamente probable que hubiera sufrido daños por el fuego ya que no era tan rápido como él ni tenía sus desarrollados sentidos de abeja, por lo que con total seguridad le habría resultado sin duda muy difícil evadir el fuego.

En ese momento un temblor sacudió el islote. Una violenta sacudida en la que todo aquel lugar se movió con fuerza. El peliblanco ignoraba por completo qué podría haberla producido, pero de lo que no le cabía la menor duda era de que no era una buena señal. Así que se dedicó a volver despacio sobre sus pasos, caminando con sumo cuidado para evitar activar alguna posible trampa que quedase y para poder guiar a Masao a través de las que hubiese activado accidentalmente a su paso mediante su rauda voltereta. En caso necesario utilizaría sus habilidades como ninja para caminar por las paredes o los techos si por alguna razón el suelo estaba impracticable, o bien simplemente volaría sin tocar ninguna de las paredes ni el suelo. Incluso si era menester podía llevar a hombros a su amigo sureño para atravesar alguna zona por la que no pudiesen pasar de otra manera.

Resumen


Números
#27
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Como veníamos diciendo, tanto Camille como sus compañeros dedicaron los siguientes momentos a analizar la zona frente al escarpe salvo Alexandra, que se centró en buscar a lo largo de este.

La oni no tardó en confirmar una de las teorías que había estado barajando, y esta era que, a causa del temporal, todos aquellos árboles y rocas hubieran caído desde lo alto del peñasco. Gracias a las marcas del tronco y a las claras muescas de los diferentes fragmentos de roca, podían deducir que el temporal —o una fuerza de la naturaleza indefinida— habían hecho estragos más arriba, derribando todo cuanto había a su paso hasta hacer que se precipitase sobre la explanada. Fuera como fuese, no parecía haber sido nada intencionado, lo que por un momento hizo que la alférez descartase la posibilidad de que alguien hubiera ocultado nada bajo los restos premeditadamente.

Ensimismada en sus pensamientos, tan solo un agudo instinto le hizo salir de estos y la puso en alerta en cuanto comenzaron las sacudidas. Su mirada se dirigió hacia arriba en el momento en que vio cómo algunos guijarros caían desde lo alto, topándose con toda una avalancha que parecía cernirse sobre ellos. Su tamaño era enorme, tanto como para, posiblemente, aplastar a Alexandra.

—¡Un desprendimiento! —Rugió al tiempo que comprobaba la posición de la recluta, percatándose de la roca que descendía rápidamente en su dirección—. ¡Alex, cuidado!

Dudaba que su advertencia fuera a ser suficiente dada la velocidad a la que los escombros se dirigían hacia ellos, de modo que se propuso actuar antes siquiera de comprobarlo. Lo primero sería apartarse de la trayectoria de las que iban hacia Atlas y ella, moviéndose rápidamente hacia un lateral y procurando acercarse todo lo posible a Alexandra en el proceso. No se movía lo suficientemente rápido como para evadir por completo la avalancha, y es que la oni destacaba por su fuerza arrolladora, no por su agilidad. Inevitablemente, algunas de las enormes piedras chocaron contra su cuerpo mientras de movía, aunque su inhumana constitución sumada a las protecciones que llevaba encima lograrían que saliera de eso únicamente con unos pocos rasguños.

Mientras todo esto ocurría, su mano asió la empuñadura de Céfiro y se preparó para arremeter con contundencia. ¿Su objetivo? Tan solo uno: la roca que se precipitaba hacia Alexandra. Tal vez no pudiera moverse lo suficientemente rápido como para alcanzarla y cubrirla, pero podría intentar otra cosa diferente. Desenvainó la odachi y, extendiendo ese mismo movimiento, hendió el aire hasta producir una onda cortante que salió disparada hacia el pedrusco. Dada la diferencia de alturas, esta pasaría por encima de Alex antes de alcanzar su objetivo, con la intención de partir la roca por la mitad y que cada fragmento saliera en una dirección diferente, pasando por los laterales de la hafugyo.

Shikiri Kakudo
FUN300
FUNEKIRI
Pasiva
Tier 3
6/11/2024
La penalización de TA de los Filos Grandes, se anula. Además, tus ofensivas con Filo Grande y Balanceado contarán con un +2 de Destructividad. Las técnicas de distancia provenientes de Filo Grande y Balanceado, se efectúan con +40 al Daño, y pueden curvar y dar forma su haz. El Ataque Básico de los Filos Grandes y Balanceado, puede proyectarse hasta 20 metros. Las Técnicas y Ataques Básicos del usuario con Filo Grande y Balanceado, ganan además la opción de efectuar Daño de Penetración en lugar del habitual cortante por +5 de Energía. El debuff por ataque a distancia proveniente del Filo Grande y Balanceado, desaparecerá, ajustándose al de las armas a distancia normalmente.


Funcionase o no, se acercaría rápidamente hasta la recluta para comprobar la gravedad de sus heridas. Se acuclilló frente a ella tras envainar nuevamente a Céfiro y dedicó unos momentos para comprobar que estuviera sana y salvo.

—¿Estás bien? —inquirió con gesto preocupado, revisándola de arriba hacia abajo—. Atlas puede tratar tus heridas si tienes alguna.

Tuviera o no, tras asegurarse de que estaba bien, volvería a incorporarse y echaría una mirada inquisitiva hacia el escarpe, escudriñando la niebla como si fuera capaz de ver el punto más alto de este a través de ella. Gruñó con disgusto y luego le echó un ojo a la grieta que había encontrado Alexandra.

—Hagamos lo que hagamos, no parece prudente seguir aquí. O salimos volando o tratamos de cruzar por la apertura. —Se giró hacia el rubio para mirarle de soslayo—. Habíais sentido presencias bajo nosotros, ¿no? Tal vez podamos acceder a alguna gruta subterránea por ahí y dar con los traficantes.

Echó mano a su mochila y buscó en su interior algunas de las cosas que se había llevado del barco, concretamente el farolillo de aceite y los yesqueros para encenderlo. Le ofreció estos a Alexandra y Atlas.

—Ahí dentro estará oscuro, así que tendremos que arriesgarnos a iluminar el camino. A la mínima señal de que esa gruta sea inviable, volvemos aquí y pasamos al plan del vuelo. Yo iré la última, que seré a quien más le cueste avanzar ahí abajo y tan solo os ralentizaría.

Resumen

Estado
#28
Alexandra
Alex
Viendo que sus dos compañeros se habían dirigido a examinar el claro Alexandra decidió observar desde más cerca aquel escarpe. No tardo en encontrar una grieta por la que podrían pasar los tres perfectamente, aunque estuvo unos segundos sopesando si Camille cabría por aquel agujero... ¿Quizás cogiendo aire? 

Iba a girarse a comentar su descubrimiento cuando un gran temblor sacudió la tierra haciendo que Alex perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Pero eso no era lo peor, porque para cuando escuchó el grito de Camille ya era demasiado tarde. Alex contempló con terror como una gran piedra se abalanzaba sobre ella e intentó por todos sus medios esquivarla. Quizás si no hubiera hecho tanto frío, si no hubiera estado en el barco y eso hubiera mermado sus reflejos habría podido evitarla. Pero sus piernas reaccionaron tarde y si a eso le sumabas el barro del suelo que hizo que se resbalara lo único que la chica pudo hacer fue esperar el golpe que le iba a llegar segundos más tarde. 

Para evitar que le diera en algún punto vital se cubrió la cabeza como pudo, haciéndose un ovillo en el suelo, notando como una ráfaga de viento bastante poco natural le pasaba por encima de su cabeza. 

Tanto si le alcanzaba la piedra como si no Alex se levantaría bastante aturdida, ya sea por el shock emocional como el dolor que sentiría si le hubiera alcanzado ese trozo de roca. Si hubiera sufrido alguna herida dejaría que atlas le curara. 

—Tienes razón, Cami, no deberíamos seguir aquí— Apuntó la muchacha—. He encontrado esta apertura por la que creo que cabemos todos. Aunque no se si es muy buena idea meterse en zonas bajo tierra... si vuelve a haber otro terremoto como este... 

Aunque claro, lo primero eran los traficantes, así que se preparo para seguir a sus dos compañeros cogiendo una de las antorchas que Camille le ofrecía. 

resumen
#29
Atlas
Nowhere | Fénix
Efectivamente, las rocas y troncos estaban esparcidos por el suelo como si un chamán hubiese tirado al azar un puñado de huesos y se dispusiera a leerlos. Las rocas se repartían por la zona de manera aleatoria y los troncos estaban quebrados como si algo o alguien los hubiese arrancado de cuajo a base de pura y llana fuerza bruta. Tal vez lo hubiesen hecho incluso las propias rocas. Mientras Camille y yo revisábamos el área, Alexandra hizo lo propio con la zona más próxima a la ladera. Lo hizo justo cuando el mundo entero pareció estremecerse a nuestro alrededor. Los árboles que se escondían tras la densa niebla vieron sus hojas agitarse con violencia. El suelo crujió y mis dientes castañearon al tiempo que todo se movía al unísono de manera indiscriminada. Cuando el mundo se estaba deteniendo, un ruido estrepitoso sobre mi cabeza me avisó de que algo no iba bien. De buenas a primeras pude comprender por qué demonios había tantos restos de árboles y piedras desparramados por el suelo: una lluvia de rocas se cernió sobre mí. Bueno, sobre nosotros. Intenté zafarme de ellas, pero, a pesar de verlas venir y saber qué movimientos tenía que hacer, no fui lo suficientemente ágil como para ejecutarlos a tiempo y así poder evitarlas todas. 

Mis brazos se convirtieron en sendas alas azuladas envueltas en llamas matizadas con cálidos tonos anaranjados. Del mismo modo, mis piernas crecieron en longitud y mutaron hasta convertirse en las patas de un ave fénix. Propulsándome hacia Alexandra en línea recta, intenté moverme hasta la posición que ocupaba y sobre la que amenazaba con caer el peñasco. Por el rabillo del ojo había creído intuir cómo Camille intentaba detener la gran roca que amenazaba con caer sobre ella con Céfiro. Las piedras me golpearon en diversos lugares, haciéndome lanzar algunos gemidos ahogados antes de que la avalancha cesase por fin.

No tenía claro si había alcanzado a proteger a Alexandra o no. Para ello había intentado interponer mi cuerpo en la trayectoria de la roca. Sí, en ocasiones tenía complejo de héroe, pero, a decir verdad, todos en el grupo teníamos una forma de pensar y actuar similar en ese sentido. Hoy por ti y mañana por mí. En cuanto pasaron unos segundos en los que nada cayó sobre mí, el fuego azul comenzó a nacer del resto de mi cuerpo como si mi interior fuese un horno y éste comenzase a romper mi piel para salir. No obstante, en vez de quemarme curaba mis heridas y poco a poco calmaba el dolor que sentía. En medio de una hoguera entre azul y naranja, miré a Alexandra para comprobar en qué estado se encontraba. En caso de que no hubiese alcanzado a protegerla, dejaría que mis llamas se extendiesen hasta ella para que sus efectos también se aplicasen sobre la joven marine.
Paradise Bird: Healing Soul
U79401
ÚNICA
Akuma no Mi
Tier 4
2/10/2024
47
Costo de Energía
2
Enfriamiento
Ya sea tras entrar en contacto con él o tras proyectar sus llamas en su dirección (máximo 10 metros), Atlas es capaz de conseguir que un único aliado se vea envuelto en sus llamas curativas, sanando así sus heridas.
Cura [CAx2.5] vida a un aliado.


Una vez las llamas se hubieron extinguido, dirigí la mirada hacia la grieta que había descubierto la escurridiza orca. Desde luego, hasta el momento había aportado más al cumplimiento de la misión que Camille o, sobre todo, yo mismo. Lo que había hecho a fin de cuentas era llevarme un par de pedradas.

—Espera, creo que tengo algo que nos puede servir —respondí a la oni cuando me ofreció una de las antorchas que había cogido. Extraje el dial de luz que siempre llevaba conmigo y lo puse en marcha, alzándolo para que su luz alumbrase la zona una vez me introduje en la grieta. Sí, lo más sensato era que yo fuese el primero en internarme en la grieta y que Camille cerrase la comitiva. Alexandra, por supuesto, debía ir en medio de los dos.
Resumen
Mates y estado de Atlas
#30


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