Hay rumores sobre…
... que una banda pirata vegana, y otra de maestros pizzeros están enfrentados en el East Blue.
[Diario] [Diario] En busca de los revolucionarios. Primer día.
Irina Volkov
Witch Eye
Dia 10 de Otoño, año 720


En Logue Town, el bullicioso puerto que marca la frontera entre el vasto East Blue y el Grand Line, en esta isla los piratas venían e iban por todas partes y los ultimos reportes hablaban de que quizás haría falta mano dura en sus calles. ¿Y quién mejor que Irina? la virgen, pues nadie. La llegada de Irina Volkov, una agente recién asignada, no pasa desapercibida. Es una mujer que no tiene miedo a cruzar límites, pero, paradójicamente, los límites de lo humano la desconciertan. Ha llegado a esta isla como parte de su primera misión independiente para el CP, bajo la misión encubierta de recopilar información sobre un grupo de revolucionarios que han estado ganando terreno en la región. Irina entra en la ciudad con la precisión de quien mide cada paso. El atuendo elegido para hoy es un traje oscuro que le permite pasar desapercibida entre los transeúntes, al menos en lo superficial. Su aspecto elegante y su porte aristocrático la hacen destacar en comparación con la gente común del lugar. Lleva gafas de sol que ocultan sus ojos amarillos, esos que parecen destilar tanto magnetismo como repulsión y que brillan ligeramente cuando cae la noche. Un labial oscuro y un moño en el cabello completan su apariencia, dándole un aire de misteriosa sofisticación.

El cuartel de los agentes en Logue Town es una pequeña oficina que se ubica cerca del puerto, camuflada como una agencia de envíos para mantener la discreción. Al entrar, Irina se encuentra con el agente encargado del área, un hombre de mediana edad llamado Barnes, cuya postura relajada y voz grave contrastan con su nerviosismo evidente al ver a la recién llegada. Barnes ha oído rumores sobre la naturaleza de la agente, de su despiadada eficiencia y su desconcertante falta de empatía. —Ah, Irina Volkov, ¿verdad? Bienvenida a Logue Town. —Dice, manteniendo un tono formal mientras la observa con recelo. Irina asiente brevemente, midiendo sus palabras, como de costumbre. Su interacción es directa, seca, un poco incómoda; no es un tono despectivo, sino carente de todo matiz emocional. Aunque ha perfeccionado sus técnicas de imitación, las interacciones sociales son, para ella, una actuación desprovista de verdadera conexión. —Es un placer, Barnes. Espero que estés informado de los detalles de mi misión. No me gustaría tener que repetir información de fácil acceso — Responde con su voz controlada y suave, evitando cualquier cercanía. La conversación continúa de forma un tanto robótica mientras Barnes le explica las últimas pistas sobre el paradero de los revolucionarios. Durante la charla, observa las reacciones de Barnes con una curiosidad casi clínica, como quien analiza un animal exótico en cautiverio. Observa cómo levanta una ceja al hablar de las amenazas revolucionarias, cómo sus manos tiemblan ligeramente al mencionar los nombres de los sospechosos. Todo se convierte en información para ella, pero no en un sentido convencional. No es empatía, es más bien una acumulación de datos sobre el comportamiento humano.

Uno de los compañeros más singulares con los que se encuentra en el cuartel es Karl, un hombre joven y nervioso, especialista en comunicaciones y espionaje de información. A diferencia de Barnes, Karl parece incapaz de esconder su nerviosismo, y su inquietud aumenta al encontrarse bajo la mirada penetrante de Irina. Ella ha notado que Karl la sigue con la mirada de manera constante, un comportamiento común en los hombres que han aprendido a temer y respetar figuras de poder. Durante un momento de descanso, se aproxima a él con un interés desconcertante. —Karl. —Dice, su voz suave, casi hipnótica.— He notado que pareces… incómodo. ¿Es algo en particular lo que te inquieta? —  La pregunta desconcierta a Karl, quien no sabe si está siendo evaluado o si la mujer frente a él realmente se preocupa por su bienestar, una posibilidad que le resulta improbable. —N-no… Nada en particular, agente Volkov. Solo que… Bueno, usted tiene… tiene una presencia intimidante, si me permite decirlo. — Irina se queda observándolo en silencio durante unos segundos, captando el brillo de su inseguridad. Aunque no puede entender del todo la profundidad de esas emociones, la expresión de incomodidad y vulnerabilidad en Karl le resulta intrigante. En su religión, la vulnerabilidad era vista como una debilidad imperdonable, algo a lo que se respondía con brutalidad. Pero ahora, su curiosidad se mezcla con una fascinación extraña por esta fragilidad humana.

Pasan algunos días de observación y planificación, en los que Irina explora las calles de Logue Town y absorbe cada rincón de su ambiente. No ha habido movimientos de los revolucionarios, y la falta de acción la lleva a un estado de impaciencia incómoda. Decide entonces investigar por su cuenta, siguiendo las pocas pistas que tiene. Su primera interacción directa con uno de los revolucionarios se da en el mercado nocturno, donde ella aparece vestida de forma más casual, camuflada entre los vendedores y clientes. Un revolucionario llamado Selas, conocido por sus opiniones incendiarias contra el gobierno, ha sido identificado como el posible enlace de un grupo de rebeldes en la región. Irina lo sigue discretamente hasta una taberna, observando cada uno de sus movimientos. Se aproxima a él cuando parece que está solo en una mesa, ocupada en beber. Adoptando una actitud amigable, pero contenida, toma asiento sin ser invitada, imitando el tono despreocupado de otros clientes. —Pareces un hombre de convicciones fuertes, Selas. No falles como los demás, los hombres tenéis tendencia a fallar o decepcionar. —Dice, su tono suavizado, modulando su voz para transmitir curiosidad y respeto. El hombre la observa con sospecha, y ella responde con una leve sonrisa calculada, un gesto que ha aprendido a usar como herramienta de persuasión. Durante unos minutos, la conversación es tranquila; Irina imita sus gestos, copia sus reacciones, intentando encontrar la forma correcta de ganarse su confianza. Sin embargo, sus preguntas empiezan a despertar recelo en Selas.

—¿Y tú de dónde sales? No pareces una de por aquí. —Comenta el revolucionario con suspicacia. Irina observa su reacción, captando cada detalle en su expresión, mientras sus pensamientos calculan el siguiente movimiento. Decide cambiar de táctica y se aproxima con una confesión forzada. —Tienes razón. No soy de aquí. Estoy buscando… entender. —Confiesa, su voz adoptando un tono casi melancólico, como si revelara una verdad oculta. Sus palabras despiertan el interés de Selas, quien asume que está frente a una posible aliada. Pero para Irina, este momento no es más que otro experimento. ¿Qué sentirá este hombre cuando descubra la traición que se avecina? ¿Y ella, podría sentir algo también? Finalmente, llega el día en que el equipo de Logue Town, junto con Irina, organiza una emboscada en uno de los escondites de los revolucionarios. La operación se lleva a cabo con precisión, y en cuestión de minutos, el lugar se convierte en una escena de muerte y destrucción. Irina observa cómo sus compañeros y ella misma acaban con los insurgentes sin piedad, con movimientos fríos y letales. Al final, solo quedan cuerpos dispersos y una quietud perturbadora. Irina se queda en silencio frente al cadáver de Selas. Observa la expresión congelada de terror en su rostro, preguntándose qué pudo haber sentido él en sus últimos momentos. Quizá desesperanza, quizá odio. Para Irina, todo se reduce a un conjunto de datos que intenta procesar, como si al mirar fijamente pudiera encontrar la clave de ese misterioso lazo entre las emociones y la muerte. Uno de sus compañeros, Barnes, la interrumpe al acercarse, notando cómo ella observa el cuerpo sin decir nada.

—¿Está todo bien, agente Volkov? —Pregunta, con cautela, tratando de entender qué pasa por la mente de esta mujer extraña y perturbadora. Irina lo mira, y por un instante, en su expresión se refleja una melancolía que nadie podría entender. Asiente sin decir palabra, disimulando cualquier vestigio de emoción. Para ella, esta matanza no es más que otro paso en su aprendizaje, otro intento fallido de conectar con algo que parece inalcanzable. Pero también es otro recordatorio de su propósito, de su rol como un ente de muerte y sacrificio. Aquella noche, Irina se retira a una pequeña habitación que alquiló para su estancia. A solas, se quita las gafas de sol y se mira en el espejo, observando esos ojos suyos que parecen contener tanto caos y vacío a la vez. Bajo la luz tenue de la habitación, sus pupilas se ondulan de forma hipnótica, reflejando la oscura historia de su pasado. Mientras se mira, un pensamiento la asalta: ¿podría alguna vez llegar a sentir algo que la redima, que le permita entender a las personas como algo más que sujetos de estudio o herramientas de sacrificio? Esa noche, no encuentra respuesta. Sus pensamientos giran en torno a los rostros que observó en la taberna, en las reacciones de sus compañeros, en la frialdad de Barnes y la vulnerabilidad de Karl. Todo es un ciclo interminable de emociones ajenas. Sacó un diario y comenzó a escribir. — No ha sido fácil, tratar con hombres nunca lo es. Casi siempre creen que estoy por debajo de ellos, empiezo a entender que es algo que creen de manera biológica. Me generan repugnancia. — Dejó de escribir.
#1
Irina Volkov
Witch Eye
Irina se movía con una precisión meticulosa y una frialdad ensayada que incluso ella misma empezaba a reconocer como su verdadera naturaleza. Después de los días observando a los revolucionarios y de la emboscada inicial, ahora tenía un objetivo claro, eliminar al líder de la facción rebelde de Logue Town, un hombre astuto y carismático llamado Enzo Durán, cuyo magnetismo atraía a decenas de adeptos cada semana. Esta era una misión especialmente compleja, y sabía que no solo requeriría fuerza bruta o astucia, sino también la habilidad de mimetizarse y desaparecer, de jugar a ser otra persona. Para lograr infiltrarse en el grupo, Irina había adoptado el disfraz de una joven activista llamada Mara, una identidad construida con base en las características que había observado en los simpatizantes del movimiento. Mara, una mujer fuerte y decidida, con una actitud de resistencia hacia la opresión, pero a la vez humilde y afectuosa, era el tipo de persona que cualquiera en el grupo de Enzo acogería con gusto. Su atuendo reflejaba esa nueva identidad: vestía ropa sencilla, en tonos neutros, con una bufanda azul que cubría parcialmente su rostro y ocultaba sus cabellos teñidos de castaño. Este atuendo estaba muy lejos de sus usuales trajes refinados; sin embargo, la idea de adoptar otra identidad le resultaba fascinante. Amaba esta teatralidad, el placer de ser alguien diferente y desaparecer entre sombras. Sabía que estaba a punto de adentrarse en el corazón de la rebelión, y ese pensamiento despertaba en ella una excitación latente. Para ganar acceso al grupo de Enzo, Irina sabía que debía comenzar con alguien de rango inferior. Su primer objetivo sería Paolo, un revolucionario conocido por su lealtad y por manejar la logística de la base. Al estar en contacto constante con las necesidades de sus compañeros, Paolo era una figura de confianza dentro del grupo. Esa noche, tras asegurarse de que nadie la seguía, se reunió con él en una taberna clandestina en las afueras de la ciudad. Irina había pasado varios días observando sus gestos y su manera de hablar, y ahora se sentía lista para acercarse a él. —Eres Paolo, ¿verdad? —Preguntó con voz suave, apenas audible entre el murmullo de la taberna. Paolo levantó la mirada, confundido al principio, pero luego asintió, claramente intrigado por la mujer frente a él. —Sí, ¿te conozco? —Preguntó, receloso. —Soy Mara. He oído mucho sobre el movimiento, sobre Enzo… sobre lo que están intentando hacer aquí. —Comentó Irina, dejando que una chispa de admiración se filtrara en su tono. Sabía que a los revolucionarios les fascinaba la idea de que alguien admirara su causa, y jugó con esa expectativa. Paolo la observó, intrigado, y después de unos minutos de conversación, empezó a relajarse, embriagado por la aparente sinceridad de Irina. Sin embargo, mientras ella fingía interés, en el fondo sentía una frialdad absoluta, una distancia de la cual era consciente. Sabía que estaba simulando y que pronto, la confianza que Paolo comenzaba a depositar en ella sería su sentencia de muerte.


Después de varios encuentros en los que ganó la confianza de Paolo, Irina consiguió que la llevara a uno de los almacenes donde guardaban armas y suministros. Era un lugar apartado y perfecto para ejecutar la siguiente fase de su misión. Mientras caminaban entre los estantes de madera y las cajas polvorientas, ella permanecía en silencio, pero en su mente ya se estaba preparando para lo que vendría. En el momento oportuno, sin darle tiempo a reaccionar, Irina se acercó a Paolo y colocó una daga contra su garganta. La sorpresa en sus ojos fue evidente, pero lo que más la impactó fue el terror que se reflejó en ellos al ver el rostro de Irina, que había dejado caer la máscara de dulzura y adopto su expresión más cruda y despiadada. Sus ojos ondulados, de un amarillo espeluznante y malformado, lo miraron sin parpadear, con una intensidad que rozaba la locura. —¿Qué… qué eres tú? —Murmuró Paolo, aterrado, incapaz de apartar la mirada de esos ojos demoníacos que parecían devorar su alma. Irina sonrió, una sonrisa fría y desprovista de toda humanidad. Podía sentir su respiración entrecortada y su desesperación, pero no era más que un juego para ella. En sus pensamientos, analizaba cada detalle de su reacción, grabando mentalmente su expresión de horror y miedo. —Soy solo un peón, Paolo. Pero tú… tú eras un eslabón débil. —susurró, mientras le cortaba la garganta con una precisión clínica. Paolo se desplomó al suelo, su cuerpo cayendo en silencio, y ella se inclinó para observarlo detenidamente, como si analizara una obra de arte macabra. No había remordimiento en sus ojos, ni la mínima señal de duda; solo una curiosidad casi morbosa mientras contemplaba el rostro pálido de su víctima. Irina se quedó allí durante unos segundos más, disfrutando del momento, experimentando una satisfacción que no provenía de la muerte misma, sino de la perfección en su ejecución. Después de deshacerse del cuerpo de Paolo, Irina regresó a su rol de Mara, volviendo a la base sin que nadie sospechara nada. Al haber ganado la confianza de Paolo, los revolucionarios ahora la veían como una aliada leal. En los días siguientes, Irina comenzó a tejer con paciencia su red de mentiras, observando cada rincón de la base y memorizando los puntos clave de acceso y escape. Sabía que la próxima fase requeriría precisión absoluta. Fue invitada a reunirse con el círculo más íntimo de Enzo, una oportunidad que supo aprovechar sin mostrar la menor vacilación. Durante las reuniones, mantenía su actitud cálida y comprensiva, fingiendo admiración por el idealismo de los revolucionarios. Pero en su mente, Irina lo analizaba todo, preparándose para la siguiente fase de su misión. Finalmente, una noche, se encontró cara a cara con Enzo Durán, el hombre al que debía eliminar. Era una figura imponente, con una voz poderosa que infundía esperanza en sus seguidores. En su discurso, hablaba de justicia, de libertad, de un mundo sin opresión, y ella fingía compartir sus aspiraciones. Pero mientras lo escuchaba, una chispa de emoción brotó en su interior: no era empatía ni admiración, sino una satisfacción fría, una anticipación por el momento en que él también caería bajo su daga.


Irina sabía que no podía matar a Enzo de inmediato. Necesitaba ganar su confianza, acercarse a él y, cuando estuviera completamente desarmado, entonces sí atacar. Durante los días siguientes, se convirtió en su sombra, ayudando en las misiones, organizando reuniones y asegurándose de que él la viera como una aliada incondicional. Enzo empezó a confiar en ella, incluso llegaba a compartir algunos de sus planes y sueños con "Mara", ignorando que estaba hablando con una asesina entrenada para destruir todo en lo que creía. Cada vez que escuchaba a Enzo hablar sobre sus sueños de justicia, Irina lo miraba, manteniendo su expresión neutral, pero en el fondo, sentía un desprecio latente. Para ella, todo lo que decía eran ilusiones vacías, mentiras que no resistirían el peso de la realidad. En su mente, Enzo era como cualquier otro hombre débil, gobernado por sus deseos y sus aspiraciones fútiles. Pero pronto, su discurso y sus sueños dejarían de tener importancia. La noche del asesinato llegó al fin, una noche en la que Logue Town estaba sumida en la penumbra y las calles estaban desiertas. Irina había coordinado un encuentro privado con Enzo, utilizando como pretexto una supuesta información sobre una emboscada planeada por el gobierno. Enzo, confiado, accedió a reunirse con ella en un almacén aislado en el puerto, sin saber que estaba a punto de encontrarse con su propia muerte.Irina llegó antes que él, ocultándose en las sombras mientras esperaba su llegada. Cuando él apareció, ella emergió de la penumbra, su expresión fría y serena. Enzo le dirigió una sonrisa amigable, sin sospechar lo que estaba a punto de ocurrir. —Gracias por reunirte conmigo, Mara. Sabía que podía confiar en ti. —Con esa voz que siempre usaba para inspirar a sus seguidores.

Irina no respondió. Simplemente lo observó, sus ojos amarillos brillando en la oscuridad como los de una bestia. Enzo empezó a inquietarse, percibiendo el cambio en su actitud, pero antes de que pudiera reaccionar, ella sacó una daga y la hundió en su pecho con precisión letal.
Enzo miró a Irina, su rostro una mezcla de incredulidad y dolor, mientras la sangre brotaba de la herida. No existía misión que Irina no pudiera completar. Aún con la vestimenta de su personaje inventado, volvió al cuartel, donde en mitad de muchos marines, se quitó los trapos. Tan solo era una agente haciendo su trabajo.
#2
Irina Volkov
Witch Eye
Irina se encontraba en su pequeña habitación, mirando su reflejo en el espejo. Se alisó el traje oscuro, una prenda que lucía con la misma facilidad con la que se fundía en las sombras. Cada detalle de su vestimenta estaba calculado, el negro impecable del traje de dos piezas resaltaba la precisión de sus movimientos y dejaba en claro que estaba ahí para el deber, no para ser notada. Llevaba una camisa de seda de cuello alto, cerrada con un único botón, y sobre ella una chaqueta ajustada que marcaba sus hombros con un aire de autoridad. En su muñeca descansaba un reloj de metal oscuro, minimalista, casi una extensión de su piel. Terminó de ajustar su cinturón y deslizó una daga pequeña, afilada y compacta en una funda lateral apenas visible. Alzó una mano para ajustar un mechón de cabello oscuro que había caído sobre su frente y respiró profundamente. Hoy, tras dos semanas de la misión en Logue Town, debía presentar un reporte oficial a los altos cargos del Cipher Pol, un grupo reducido de agentes experimentados y superiores de renombre, aquellos que administraban la justicia desde la sombra y cuyos rostros apenas cambiaban al dictar órdenes que decidían el destino de otros. Irina salió de su habitación y caminó por los fríos y pulcros pasillos del cuartel general. El sonido de sus botas resonaba en el eco metálico del lugar, y a cada paso que daba, una oleada de satisfacción la embargaba. No era el triunfo por la misión cumplida, ella había ejecutado lo planeado al pie de la letra, sabiendo que nada podía fallar bajo su vigilancia. Era la sensación de saber que cada uno de sus movimientos, cada palabra dicha y cada vida tomada en la misión, formaba parte de un juego de perfección letal que había orquestado con sus propias manos.

El salón de reuniones estaba en la planta superior, aislado del resto del edificio, como si los secretos que ahí se trataban no pudieran compartirse con las almas comunes. Al llegar, dos guardias le abrieron la puerta sin un solo gesto ni saludo, mostrando la sala de techos altos y paredes austeras. Allí se encontraba una gran mesa de madera oscura, rodeada de sillas ocupadas por figuras uniformadas. Algunos de ellos llevaban trajes de tonos oscuros, otros vestían el uniforme militar de alto rango, pero todos los rostros se giraron para verla entrar. El líder del grupo, un hombre de cabello plateado y rostro afilado, asintió en su dirección mientras le indicaba la silla vacía en el centro de la mesa. —Agente Irina, adelante. —Dijo con un tono grave y firme. Irina inclinó la cabeza ligeramente y se sentó, con la espalda recta y el semblante imperturbable. No había un solo rastro de emoción en su expresión, solo la calma ensayada de quien sabe que todo está bajo su control. El superior principal se inclinó hacia adelante, entrelazando los dedos, y la miró con una intensidad fría. —Tu misión en Logue Town ha sido completada sin ninguna irregularidad. La muerte de Enzo Durán y el desmantelamiento de la facción rebelde ha reducido significativamente las amenazas de insurgencia en la zona. Este informe es excelente, agente, tan meticuloso como tu actuación. —Señaló un documento con detalles que Irina había enviado al finalizar la operación. Irina asintió, esperando su turno para hablar. Sabía que en esta sala el reconocimiento no era un espectáculo de adulación, sino la apreciación de la habilidad y la lealtad a la causa.—Por supuesto, fue un trabajo metódico. Enzo era un hombre que dependía de la lealtad ciega de sus seguidores, y cuando su sistema interno se fragmentó tras mi intervención, fue sencillo controlar los movimientos de sus subordinados. Todo el grupo estaba estructurado sobre la influencia de un hombre. Una vez que se eliminó a la cabeza, la base fue susceptible de disolverse por completo.

Irina sintió que sus palabras eran escuchadas atentamente, como si cada detalle que mencionara fuera una pieza crucial en la estrategia de futuros planes. Otro superior de mediana edad, cuyo rostro severo mantenía una cicatriz en la mejilla, se inclinó hacia adelante. —Tu capacidad de infiltración ha sido impecable, Irina. Has demostrado que puedes desaparecer entre las sombras y mimetizarte con el entorno sin levantar sospechas. No muchos agentes pueden decir lo mismo, y lo sabemos. Lo que lograste no fue solo una eliminación física, eliminaste al grupo desde dentro. Nos quitaste de encima a un enemigo complejo y, por supuesto, has salvado recursos al evitar una confrontación directa. — Irina sonrió.
Cada palabra de elogio alimentaba el orgullo meticuloso de Irina, aunque su expresión seguía siendo tan serena como cuando había entrado en la sala. Sabía que, en el Cipher Pol, cada reconocimiento era también una advertencia. Cuanto mejor demostraba sus habilidades, más se esperaba de ella en futuras misiones. Sin embargo, eso no le molestaba. En el fondo, la presión solo despertaba su impulso por superarse, por demostrarles a ellos y a sí misma que el éxito era algo que podía controlar con absoluta precisión.Otro de los oficiales se dirigió a ella, este con un tono más personal, aunque frío.—Mara, o mejor dicho, tu interpretación de Mara, parece que generó una empatía muy sólida entre los revolucionarios. Hemos revisado los reportes de la situación, y el nivel de persuasión que lograste fue, en muchos aspectos, más allá de lo que exigía la misión. Los oficiales que estudiaron tu misión quedaron impresionados por tu destreza en el manejo de la inteligencia emocional. Supiste ganarte la confianza de Paolo, y supiste jugar con los puntos débiles de cada uno de tus objetivos.

Irina lo miró fijamente, sosteniendo su mirada. Para ella, el proceso de infiltración no había sido una simple máscara, sino una actuación que había gozado como pocas veces. La personalidad de Mara no había sido solo una fachada, sino una construcción cuidadosa y meticulosa, elaborada con detalles precisos y actitudes sutiles que sabía que le darían ventaja. Estaba convencida de que su habilidad para manipular no solo era una herramienta, sino parte de su esencia.—Es un honor que mis métodos sean valorados por el consejo. Para mí, la misión no solo fue una cuestión de infiltración; la identidad de Mara fue un medio para absorber los deseos de aquellos que ansiaban una rebelión, para entender sus ambiciones y controlarlas desde el núcleo —Respondió con voz calma. Los oficiales intercambiaron miradas de aprobación y asintieron al unísono, como si hubieran llegado a la misma conclusión. Tras unos segundos de silencio, el superior principal tomó la palabra de nuevo. —Tu desempeño en esta misión, agente Irina, nos deja sin dudas de que eres una de las mejores en este campo. El Cipher Pol necesita agentes que puedan resolver situaciones de alto riesgo sin intervención directa y manteniendo un nivel de discreción absoluto. Gracias a ti, hemos demostrado una vez más la capacidad de la organización para neutralizar amenazas de manera efectiva. Se te asignarán misiones de igual o mayor complejidad en el futuro, esperamos que el nivel de excelencia que has demostrado aquí se mantenga o incluso se supere.— Irina no pudo evitar una leve inclinación de cabeza en señal de respeto. Las palabras de sus superiores eran tanto un reconocimiento como un reto, y ella no tenía intención de decepcionarlos. Para ella, cada misión era una oportunidad para demostrar su valía y llevar sus habilidades al límite. Lejos de intimidarla, la presión de cumplir con las expectativas de los altos mandos del Cipher Pol le resultaba estimulante.

Tras recibir una última serie de indicaciones y confirmar los próximos pasos a seguir, Irina se levantó de su asiento. Con una mirada tranquila y segura, agradeció a los altos cargos por sus palabras y se dispuso a abandonar la sala. Sin embargo, antes de salir, uno de los oficiales la detuvo con una observación final.—Una cosa más, agente Irina. Como muestra de nuestro reconocimiento por tu desempeño, hemos decidido ofrecerte acceso a recursos adicionales para futuras misiones. Tendrás acceso a equipo de última generación, así como autorización para usar métodos que se consideren necesarios para la eliminación de amenazas. Confiamos en tu criterio y en que harás uso responsable de estos privilegios.— Irina sonrió de manera imperceptible, una sonrisa que solo ella podía percibir. Esta era la recompensa que había esperado, la confirmación de que su habilidad no solo era reconocida, sino recompensada con un voto de confianza en su criterio y en su estilo de trabajo. Finalmente, Irina abandonó la sala de reuniones con pasos firmes y una calma inquebrantable. A medida que avanzaba por los pasillos, su mente ya comenzaba a imaginar la siguiente misión, el próximo reto, el siguiente objetivo que añadiría a su lista de éxitos. Sabía que cada paso que daba la acercaba a un futuro donde el control total de sus habilidades y la satisfacción de su naturaleza letal se convertirían en su vida cotidiana.

Al salir del cuartel, el aire frío de la noche la envolvió, pero en lugar de hacerla sentir vulnerable, solo acentuó la intensidad de sus pensamientos. La brisa acariciaba su rostro y sentía una tranquilidad casi imposible de describir, una paz que solo quienes viven en la oscuridad son capaces de experimentar plenamente
#3
Irina Volkov
Witch Eye
Irina se encontraba bajo el tenue brillo de una farola, observando los suburbios de Logue Town con la misma frialdad meticulosa que dedicaba a cada uno de sus objetivos. Su figura delgada estaba envuelta en un abrigo negro, discreto y ajustado, diseñado para el trabajo que se avecinaba. En su rostro no había rastro de emoción, solo la serena concentración de quien planea cada movimiento como si fuera una jugada en un ajedrez mortal. En sus manos, unos guantes finos de cuero negro escondían las cicatrices del pasado, mientras que sus ojos oscuros, afilados como cuchillas, se clavaban en el edificio que vigilaba desde la sombra. El objetivo era un viejo almacén en los límites de la ciudad, aparentemente abandonado, pero que en realidad albergaba a los restos de una célula rebelde que Irina ya había desmantelado parcialmente. La información obtenida en su misión anterior indicaba que el líder, Milo Crane, había reunido a los últimos elementos de la facción para reagruparse y tramar una respuesta violenta. Irina, como siempre, no les daría la oportunidad. Se deslizó por las calles desiertas, moviéndose con la precisión de una sombra viva. Había memorizado el esquema del lugar y las posiciones de los guardias en cuestión de minutos, un ejercicio que se le daba con una naturalidad inquietante. En una pequeña bolsa en su cintura llevaba herramientas que variaban desde ganzúas hasta pequeñas cápsulas de gas somnífero, cada una preparada para responder a un imprevisto. No las necesitó. Un par de movimientos certeros, silenciosos como el aleteo de un cuervo, bastaron para dejar fuera de combate a los dos hombres que custodiaban la entrada principal. Irina, como siempre, prefería no dejar rastros visibles. ¡Lo haría! Dentro del edificio, el ambiente era oscuro y sofocante, lleno de murmullos apagados. Los rebeldes no sabían que su fin estaba a pocos pasos de distancia. Irina ajustó un pequeño auricular en su oído, conectado a una fuente de ruido blanco que cubría cualquier sonido accidental. Avanzó por el pasillo central, evaluando cada puerta cerrada y cada rincón potencialmente peligroso con la precisión de un depredador acechando a su presa. A pocos metros, el eco de una voz familiar captó su atención. Cristo Je hablaba con tono grave, dando instrucciones a sus hombres. Era un discurso motivador, cargado de promesas vacías sobre libertad y justicia. Irina esbozó una sonrisa casi imperceptible. Había oído discursos así tantas veces que ya no le causaban impresión.

Con movimientos calculados, colocó pequeñas cargas explosivas en puntos estratégicos de la estructura, suficientes para sembrar el caos y cortar las vías de escape. Sabía que Cristo debía ser neutralizado antes de que la confusión se disipara, y planeaba ejecutar el golpe con precisión quirúrgica. En cuestión de minutos, todo estaba en su lugar. Con un leve toque en un dispositivo escondido bajo la manga, activó las cargas, que detonaron con un estruendo contenido. El sonido resonó como un trueno ahogado, suficiente para alertar a los rebeldes y hacerlos correr en todas direcciones, como ratas en un barco que se hunde. Irina ya estaba en la sala principal cuando Milo apareció, rodeado de dos hombres armados. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Cristo Je. —Dijo Irina con una voz firme y gélida que llenó el espacio— Tu tiempo se acabó.

El líder rebelde la miró con una mezcla de desconcierto y furia, como si no pudiera comprender cómo alguien había llegado hasta él sin ser detectado. Dio una orden rápida, pero antes de que sus hombres pudieran reaccionar, Irina ya había desenfundado una daga y arrojado una cápsula de gas que los dejó incapacitados en segundos. Cristo intentó escapar, pero Irina fue más rápida. Lo inmovilizó con un movimiento preciso y lo redujo con la misma eficiencia despiadada que había demostrado en tantas ocasiones. Cuando la última chispa de resistencia en sus ojos se apagó, ella lo dejó en el suelo, inerte, y salió del almacén antes de que el caos que había orquestado se calmara. Horas más tarde, Irina estaba de vuelta en el cuartel general del Cipher Pol, de pie frente a la misma sala de reuniones que había visitado semanas atrás. Los guardias le abrieron la puerta, y una vez más, se encontró rodeada de las figuras uniformadas que evaluaban cada uno de sus movimientos con frialdad analítica. Al sentarse, el superior principal, el hombre de cabello plateado, habló primero. —Agente Irina, otra misión impecable. Tu intervención en los suburbios de Logue Town ha eliminado completamente la amenaza restante. Cristo Je era un problema pendiente, y ahora podemos tacharlo de nuestra lista gracias a ti.— Irina asintió con calma, manteniendo su expresión serena. —La operación se desarrolló como se esperaba. La célula rebelde estaba desorganizada, y una vez que se eliminó a Cristo, el resto del grupo quedó neutralizado. No hubo necesidad de bajas civiles ni confrontaciones directas —informó con la precisión de un reloj suizo.

Los oficiales intercambiaron miradas de aprobación. Uno de ellos, el hombre de la cicatriz en la mejilla, intervino. —Has demostrado una vez más que tu habilidad para planificar y ejecutar estas operaciones es insuperable. Eliminaste al líder y destruiste la moral de su grupo en una sola noche. Es exactamente lo que necesitamos de agentes como tú.— Irina mantuvo la compostura, pero cada palabra reforzaba su convicción de que estaba cumpliendo con su propósito. Otro oficial, más joven pero igual de severo, agregó —Es notable cómo logras mantener el control absoluto en situaciones de alta tensión. El informe detalla tus acciones, y cada paso parece calculado hasta el último detalle. Ese nivel de precisión es lo que diferencia a los agentes de élite de los ordinarios.— El superior principal se inclinó ligeramente hacia ella. —Agente Irina, tu desempeño ha sido excepcional una vez más. El Cipher Pol confía plenamente en tus habilidades. Tendrás acceso prioritario a los informes de inteligencia más recientes y recursos avanzados para futuras misiones. Sabemos que continuarás superando nuestras expectativas. — Irina inclinó la cabeza en señal de respeto, aceptando tanto el reconocimiento como el desafío implícito. Sabía que cada misión era un paso más hacia su objetivo final, la perfección. Cuando abandonó la sala y caminó por los pasillos del cuartel, su mente ya estaba enfocada en lo que vendría después. Afuera, la noche la recibió con un frío familiar, y mientras avanzaba por las calles desiertas, sintió la misma calma que siempre la envolvía tras un trabajo bien hecho. Irina sabía que su vida pertenecía a las sombras, y en esas sombras, era invencible.
#4


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