King Kazma
Shiromimi
14-11-2024, 12:14 AM
Lo que vino a continuación sólo podía calificarse como un abuso. Los dos minks eran como unos adultos luchando contra recién nacidos. A King el tema de abusar de alguien de esa forma le tocaba de cerca. Siempre había vivido a la sombra de unos abusones que se creían con derecho a tratarlo como les diera la gana. Probablemente a esas alturas de la vida sería capaz de darles una paliza a todos ellos a la vez sin siquiera arrugarse el chaleco, y se lo tendrían bien merecido. Pero no iba a volver a su pueblo a machacar a esa gentuza, no iba a darles la satisfacción de verle perder el control. En cambio, aquellos bandidos de Dawn… bueno, se metieron con el mink que no debían.
Llovían las patadas, puñetazos y espadazos. Su puño todavía incandescente debía estar haciéndoles pasar un mal rato a los que lograban acercarse lo suficiente a él como para atacarle cuerpo a cuerpo. King no era tan bueno y compasivo como Alexander. Sus golpes rompían huesos y quemaban la carne sin miedo a matar. Ellos habían decidido llevar esa vida, debían estar preparados para que alguien acabara con ellos en cualquier momento, y ese momento había llegado. Las espadas no llegaban a acercar en sus objetivos mientras que los puños y patadas del conejo arrasaban con cada persona que se encontraban. No le daba ninguna satisfacción pelear contra gente tan débil, pero su objetivo no era divertirse, era vengarse y robarles todo el dinero que tuvieran ahorrado con la extorsión a los pueblerinos.
Finalmente el último de ellos cayó. Si no se había enfrentado a King y había tratado de huir, entonces Alexander seguro que se encargaba de dejarle un recordatorio de por vida de que a los lobos les gusta jugar con sus presas. – Parece que están todos. Veamos el botín que nos han dejado y larguémonos de este lugar tan apestoso. – Dijo, sacudiendo las manos rápidamente para librarlas de toda la sangre que pudiera. Aquellos guantes habían cumplido bien su función.
Llovían las patadas, puñetazos y espadazos. Su puño todavía incandescente debía estar haciéndoles pasar un mal rato a los que lograban acercarse lo suficiente a él como para atacarle cuerpo a cuerpo. King no era tan bueno y compasivo como Alexander. Sus golpes rompían huesos y quemaban la carne sin miedo a matar. Ellos habían decidido llevar esa vida, debían estar preparados para que alguien acabara con ellos en cualquier momento, y ese momento había llegado. Las espadas no llegaban a acercar en sus objetivos mientras que los puños y patadas del conejo arrasaban con cada persona que se encontraban. No le daba ninguna satisfacción pelear contra gente tan débil, pero su objetivo no era divertirse, era vengarse y robarles todo el dinero que tuvieran ahorrado con la extorsión a los pueblerinos.
Finalmente el último de ellos cayó. Si no se había enfrentado a King y había tratado de huir, entonces Alexander seguro que se encargaba de dejarle un recordatorio de por vida de que a los lobos les gusta jugar con sus presas. – Parece que están todos. Veamos el botín que nos han dejado y larguémonos de este lugar tan apestoso. – Dijo, sacudiendo las manos rápidamente para librarlas de toda la sangre que pudiera. Aquellos guantes habían cumplido bien su función.