Fon Due
Dancing Dragon
Ayer, 05:39 PM
Dia 2 de Verano, Año 724
Isla Organ, Ciudad Orange
Además de los víveres para el comercio que portaba la carabela en su bodega, en sus camarotes solían alojar a unos cuantos pasajeros que por razones de turismo (principalmente) visitaban la isla. Es en uno estos camarotes donde me encontraba yo, viajando tranquilamente sin que nadie de la tripulación ni los pasajeros se enterara tan siquiera de mi existencia – una de las ventajas de ser un tontatta, los viajes suelen ser gratis si se es lo suficientemente sigiloso.
Al llegar al puerto los pasajeros empezaron a desembarcar y la tripulación se puso manos a la obra a desembarcar las cajas y barriles que utilizaban para importar y exportar productos. Alguien podría pensar que esta sería la oportunidad ideal para salir del barco, escondido en alguna de las cajas o los barriles, y no estaría muy equivocado. Pero mi plan era mucho mas sencillo, se trataba simplemente de esperar. Al cabo de un par de horas toda la tripulación había desembarcado y se habían adentrado en la ciudad de Orange para buscar algo de comer, de beber, vender los productos y regresar por la tarde para descansar por la noche y zarpar con el alba del siguiente día.
Es justo en este momento donde decido salir del camarote en el que me encontraba pegando un salto para aterrizar en el muelle en el que había anclado la carabela. Sin nadie a mi alrededor, pasando completamente desapercibido del entorno principalmente por mi estatura.
Era una mañana soleada de un hermoso día de verano. La calma que se avistaba al horizonte en el mar contrastaba con el ajetreo que se mostraba en el puerto con los turistas desembarcando de diferentes barcos y las tripulaciones haciendo llamadas finales para salir rumbo a otras islas.
Era en realidad un puerto bastante grande, acorde a la isla más grande de todo el East Blue. A diferencia de otras islas pequeñas donde los muelles solían medir entre 10 y 30 metros de longitud por 2 a 4 metros de anchura, los muelles del puerto de la ciudad Orange median entre 50 y 100 metros con una anchura de entre 4 y 6 metros. Además, contaban con varias zonas de carga y descarga de mercancía para todos los mercaderes que igualmente visitaban la isla Organ.
Luego de meterme una pastilla de menta a la boca comencé a caminar por el muelle rumbo al centro de la ciudad Orange, planeaba visitar algunos locales comerciales para aprender sobre la isla Organ y principalmente buscando información sobre algún gremio de cazadores que buscara nuevos reclutas. Seguro que alguien con mis habilidades podría encontrar su lugar en el gremio correcto.
Abriéndome paso entre la gente, la cual seguía pasando de mí, llegue al centro de la ciudad encontrándome en un lugar con estrechas callejuelas, pequeñas plazas y pintorescos edificios costeros. Al igual que en el puerto, el ambiente en el centro de la ciudad era bastante animado. Las calles están llenas de tiendas, restaurantes y mercados, los cuales ofrecen una variedad de productos exóticos y locales que, si bien llamaron mi atención, no eran la razón principal por la que había venido a esta isla. Sin embargo, no estaba de más parar en algún restaurant para tomar una taza de té negro (Oolong, por supuesto, mi favorito) la cual, dada mi estatura, me la sirvieron en lo que parecía un caballito (chupito) de tequila en lugar de una taza de té. No le di mucha importancia, no era la primera vez que me pasaba algo así ni sería la última seguramente.
Caminando por las calles de la ciudad me tope con una biblioteca donde seguramente podría preguntar los detalles de la misma. La biblioteca por dentro era bastante sencilla (no creo que sea la principal de la ciudad) pero no por eso menos bonita que otras. Esta contaba con varias estanterías de libros bien ordenados en un solo piso el cual media aproximadamente unos 50 metros cuadrados en total. En el centro de la biblioteca se encontraba el bibliotecario que atendía este turno.
Me acerque al escritorio donde se encontraba el bibliotecario intentando hacer el mayor ruido posible para que no le tomara por sorpresa; justo cuando éste levantaba la cabeza para ver que estaba llamando su atención, llegué de un salto a su escritorio y lo salude con una sonrisa de oreja a oreja.
“Buenos días, acabo de llegar a esta linda isla y me interesa saber un poco mas de la misma, particularmente quisiera conocer más sobre las zonas principales de Organ de las cuales asumo esta ciudad es una de ellas, hmm.” – le dije al bibliotecario sin dejar de sonreír.
Después de unos instantes de clara confusión en la mente del bibliotecario, este asintió y, sin decir más, me acercó varios folletos los cuales describían varias zonas interesantes de la isla. Iniciando por la ciudad de Orange, en la cual había poco que notar de momento, fuera de su zona comercial y puerto contaba también con una iglesia llamada la ‘Iglesia de Sankt Jacob’ – no sonaba a un sitio donde se organizara un gremio de cazadores, por lo cual pase al siguiente folleto.
El segundo folleto servía de alerta a todos los civiles para no adentrarse en las ‘Llanuras Hediondas’ a causa de sus altas temperaturas, ambiente inhóspito, y los varios grupos de bandidos que habían aprovechado las condiciones extremas de la zona para hacer de esta su territorio. Si había un grupo de bandidos ahí, sería raro que convivieran con un grupo de cazadores, por lo que también descarte este folleto.
Por último, el tercer folleto describía un gran desierto llamado ‘El Desierto de Kalab’. La ciudad de Kalab se situaba en el centro de este desierto y es regida por un Sheriff. Además, en esta ciudad se encuentra la sede del gremio de cazadores de la isla por lo que era el lugar lógico al cual dirigirme. Dando gracias al bibliotecario críptico, devolví los folletos y pegando una maroma hacia atrás, salte hacia el suelo y salí de la biblioteca.
Tomando una segunda pastilla de menta del día, decidí dirigirme hacia la ciudad de Kalab de la misma forma de la que disfrutaba viajar, gratis. Regresando a la calle comercial de Orange, me centre en las conversaciones de los mercaderes cosa que me resultaba fácil gracias a mi sentido del oído el cual tenía aumentado en comparación con el tontatta promedio. Prestando atención a un grupo variopinto de mercaderes escuché las palabras ‘desierto’ y ‘Kalab’ emanar de la boca de estos por lo que decidí seguirles el paso. Al poco tiempo se montaron en unas carretas cargadas de víveres, principalmente naranjas en grandes cajas sin tapa, en las que decidí usar de cobertura para mi viaje a la ciudad de Kalab. Acomodándome entre dos naranjas, decidí que lo ideal sería tomar una siesta hasta llegar a nuestro destino.
Al despertar la mañana había dado paso a la tarde y la tarde me había recibido en la ciudad de Kalab con una temperatura de la cual era sabio buscar la sombra por lo que me quede cómodo entre las naranjas en lo que bajaba el sol. Pasando la tarde, empezó a bajar la temperatura lo suficiente para aventurarme a salir de mis cómodas naranjas y caminar por la ciudad. Dando una vuelta por la misma un edificio se destacaba por encima de los demás.
El edificio se imponía en unos 10 metros de altura, destacándose por su estructura robusta la cual combinaba la madera oscura con vigas de acero, dándole una apariencia rústica pero moderna al mismo tiempo. En la fachada había un cartel que desplegaba el nombre más guapo que había leído en mi vida “CRIMSON CRUSADERS”. Además, un logo yacía al lado del nombre grande y majestuoso dándole un aspecto imponente a la fachada. La entrada se componía de dos puertas dobles, grandes, con detalles de hierro forjado mostrando un diseño de espadas cruzadas y una cruz carmesí.
Parecía el sitio perfecto, con el nombre perfecto, y el logo perfecto, para un gremio de cazadores. No había oído aún hablar de los ‘Crimson Crusaders’, por lo que no estaba seguro si en realidad esto era un gremio de cazadores o alguna otra cosa. Sin embargo, al ser esta la ciudad donde se encontraba la sede de los cazadores tenía la esperanza que sí lo fuera. Igualmente, la poca fama que pudiera tener el gremio solo aumentaba mi interés por ingresar ya que sería el lugar perfecto para nuevos reclutas.
Suspirando levemente, metí a mi boca una pastilla de menta y me decidí a esperar. Al final de cuentas, era lo que mejor se me daba. Tomar las cosas con calma me solía traer mejores resultados que abalanzarme sin saber lo que me esperaba adelante. O igual es que soy un poco flojo, que importa, funcionaba y eso me bastaba. Con suerte el propietario del edificio saldría en algún momento y podría pedirle información sobre el mismo. Apretando la pastilla de menta entre mi paladar y mi lengua, me senté a las puertas del edificio y me dispuse a esperar.