Kairo
Cuervo | Scarecrow
16-11-2024, 10:14 PM
La brisa marina golpeaba el rostro de Kairo mientras su bote avanzaba hacia la isla Organ. Había algo inquietante en el lugar, un silencio antinatural, como si la isla fuese habitada por fantasmas, sin embargo estaba lejos de ser así. Kairo, acostumbrado a los trabajos en solitario, se encontraba más cómodo de lo que cualquier persona normal estaría en estas circunstancias. El encargo era claro, eliminar a un grupo de piratas que había estado aterrorizando a las rutas comerciales. Habían masacrado aldeas pequeñas, y su líder, un hombre llamado Garran, era conocido por su brutalidad y por no tener piedad alguna. Kairo no tenía reparos en cumplir con su misión. Mientras maniobraba el pequeño bote hacia la costa, su mirada se endureció. Sus ojos, de un azul pálido que reflejaban su frialdad, estudiaban cada detalle del terreno. Su chaqueta negra con quemaduras en los bordes ondeaba al viento, y su cabello oscuro y desordenado ocultaba parcialmente las cicatrices que cruzaban su rostro.
" — ¿El desierto de Kalab? No es un sitio para cualquiera. Sera divertido. — Las palabras de Kairo sonaban del Den Den Mushi de Mama Coco. Esta mision no era muy dificil, aunque se situaba en un sitio bastante peligroso y dificil de transitar. Aun asi, alguien como Kairo podia ocuparse de esto, pues esos piratas no eran tan fuertes realmente, simplemente nadie les presto la atencion que merecian."
Mientras el bote tocaba tierra, un recuerdo fugaz atravesó la mente de Kairo. Sus ultimos años como Kairo, sirviendo a los revolucionarios, luchando por su causa, las amistades que hizo, el amor que experimento y la traicion que sufrio por uno de sus vinculos mas cercanos. Estos recuerdos solian invadirlo regularmente, aunque poco a poco comenzaba a controlar dichos pensamientos intrusivos, paso a paso. Sus pensamientos se desvanecieron cuando el crujido de las olas fue reemplazado por el sonido del bote chocando contra la arena de la orilla de la playa. La isla Organ era conocida no solo por sus piratas, sino también por las leyendas de tesoros escondidos en semejante porcion de tierra, alli en el East Blue. Había rumores de que los hombres de Garran habían encontrado algo más valioso que oro, algo que los podria catapultar, volviendolos más peligrosos de lo normal.
La brisa marina se había convertido en un viento seco y abrasador a medida que Kairo avanzaba hacia el desierto de Kalab, una vasta extensión de arena que ocupaba el corazón de la isla Organ. Este desierto era famoso por sus temperaturas extremas y tormentas de arena repentinas que podían desorientar incluso al explorador más experimentado. Aun asi Kairo no dejo que eso le intimidase. El viaje fue dificultoso, si, pero sus piernas nunca flaquearon y no iba a dar marcha atras. Había sido enviado con un objetivo claro. Aunque el calor y la arena dificultaban el movimiento, Kairo seguía adelante, sus pasos eran firmes dejando un rastro que el viento pronto borraba. A lo lejos, un espejismo fluctuaba en el horizonte. Kairo sabía que no podía confiar en sus ojos en un lugar como este. El desierto no solo era un enemigo natural, sino que también ocultaba los peligros traídos por los hombres que lo habitaban.
La arena bajo sus pies le recordaba los campos de entrenamiento en la marina, donde cada día era una batalla por demostrar lo qyue valía. Había perfeccionado sus puños en enfrentamientos bestiales, y esa experiencia lo había moldeado en el hombre que era en ese entonces, superior al que fue, inferios al que es ahora. Tras horas de caminata, Kairo llegó a las primeras señales de presencia humana. Una serie de chozas improvisadas alrededor de una formación rocosa que ofrecía algo de sombra. Cinco piratas estaban reunidos cerca de un pozo artesanal, conversando y bebiendo agua. Desde su posición oculta detrás de una duna, Kairo estudió sus movimientos. No podia equivocarse en su movimiento, ppues la mínima alerta podía significar que el resto del grupo de Garran se preparara para enfrentarlo. Esperó pacientemente hasta que dos de los piratas se alejaron, posiblemente para explorar el perímetro. Aprovechando la oportunidad, Kairo descendió sigilosamente la duna.
El primer pirata ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de que Kairo lo atrapara por el cuello, aplicando suficiente presión para dejarlo inconsciente. El segundo intentó girarse al escuchar un ruido, pero un golpe rápido en el estómago seguido de un impacto en la nuca lo dejó fuera de combate enseguida. De vuelta en el campamento, los tres piratas restantes seguían distraídos. Kairo decidió usar el entorno a su favor, empujando una roca desde lo alto de una colina cercana para crear un estruendo que los alertara. Cuando se separaron para investigar, Kairo los atacó uno por uno, dejándolos inconscientes con golpes precisos.
El sol estaba en su punto más alto cuando Kairo dejó atrás el campamento de avanzada. Cada paso se hacía más pesado, pero su objetivo lo mantenía enfocado. Sabía que el grueso de los piratas y su líder, Garran, estaban más adentro, cerca de un oasis que había oído mencionar en el informe que le pasó Mama Coco. El desierto de Kalab no solo era peligroso por su clima, también estaba plagado de criaturas adaptadas a la hostilidad del entorno. Mientras atravesaba una serie de dunas, un sonido agudo llamó su atención. Kairo se giró justo a tiempo para ver a un escorpión del tamaño de un perro cargar hacia él. Con movimientos rápidos, esquivó el ataque del escorpión, usando su velocidad para mantenerse fuera del alcance de sus pinzas. Cuando el momento fue el adecuado, golpeó con toda su fuerza la parte blanda de su exoesqueleto, matándolo instantáneamente. — Como era de esperarse, este lugar está lleno de depredadores. — Murmuró mientras seguía adelante, limpiándose el sudor de la frente.
Finalmente, llegó al oasis. El agua cristalina y los árboles que lo rodeaban eran un contraste surrealista con la monotonía del desierto. Sin embargo, el paraíso estaba corrompido por la presencia de los piratas de Garran. El campamento principal estaba formado por una docena de carpas dispersas alrededor del oasis. Al menos veinte hombres estaban ocupados, algunos bebiendo y riendo, otros afilando armas. Desde su posición, Kairo observó una gran tienda al centro del campamento, más decorada que el resto. Supuso que debía ser la carpa de Garran. Algo más llamó su atención, una cueva en un lado del oasis, rodeada de barriles y cajas marcadas con símbolos que no reconocía. Para crear una distracción, encontró un barril de pólvora cerca del borde del campamento. Con una piedra y pedazo de metal que llevaba consigo, creó una chispa. Cuando la explosión resonó por el campamento, los piratas se dividieron entre investigar y prepararse para un ataque.
Kairo se lanzó al ataque mientras el caos reinaba. El primer pirata que enfrentó apenas tuvo tiempo de desenfundar su espada antes de recibir un golpe directo en el rostro que lo dejó fuera de combate. Los siguientes lo atacaron en grupo, pero Kairo se movía con una gran velocidad, muy superior a la de ellos. Esquivó un ataque con machete, giró sobre su pie y golpeó al atacante en la mandíbula. Otro intentó dispararle, pero Kairo cerró la distancia en un instante, derribándolo con un rodillazo en el estómago. La batalla fue intensa. Aunque Kairo superaba a los piratas en habilidad, ellos lo compensaban en número. Una patada lo envió contra el tronco de una palmera, y un corte superficial en el brazo le recordó que no podía bajar la guardia. Con una última combinación de golpes, logró derribar a los hombres restantes. Su respiración era pesada, pero su voluntad permanecía intacta.
La cueva emanaba un aire pesado y extraño. Mientras avanzaba por el oscuro túnel, sintió que el calor del desierto daba paso a un frío inexplicable. En el centro de la cueva encontró a Garran, un hombre alto y musculoso con una cicatriz que cruzaba su rostro. Estaba de pie junto a un cofre decorado con patrones espirales, su postura relajada pero alerta. — Tú debes ser el que armo todo este caos y derribo a mis hombres ¿Verdad? — Dijo Garran, con una sonrisa confiada — Mis hombres nunca fueron la gran cosa, pero esperaba que su numero al menos te intimidase jajajaja. Pero veo que al final es cierto lo que dicen, la calidad supera la cantidad. Que remedio. — Sin más palabras, Garran se lanzó al ataque. Sus puños eran tan rápidos como los de Kairo, y cada golpe que intercambiaban resonaba en las paredes de la cueva. El combate fue brutal, Kairo esquivaba y contraatacaba con movimientos fluidos, pero Garran era un oponente formidable. Logró golpear a Kairo en el costado, haciéndolo retroceder, pero Kairo recuperó el equilibrio rápidamente. El combate duro unos cuantos minutos, fue una batalla feroz e igualada en cuanto a velocidad pero aun asi Garran no estaba a la altura en cuanto a habilidad, Kairo no podia evitar pensar que de haber entrenado como debia ser, Garran podria haber sido un sujeto mucho mas poderoso de lo que era ahora. Finalmente, Kairo encontró una abertura. Con un movimiento rápido, lo atrapó en una llave, golpeándolo en las costillas y dejándolo inmóvil en el suelo, para acto seguido tomarle con fuerza de la cabeza y en un acto final romperle el cuello. No hubieron palabras de por medio, Kairo completo su trabajo con eficiencia y sin perder el tiempo.
Con Garran derrotado, Kairo se acercó al cofre. Cuando lo abrió, encontró una fruta de colores vivos con patrones espirales. La fruta parecía irradiar energía, invisible a la vista pero era innegable que Kairo sentia algo al acercar su mano a ella, como si tuviese vida propia. — ¿Es esto… una fruta del diablo? — Murmuró Kairo, observándola con cautela. El viento del desierto aullaba fuera de la cueva, como si el destino mismo estuviera presenciando el hallazgo de Kairo.
Finalmente el atardecer llego y el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, ocultandose entre las dunas. A lo lejos, se podia observar la silueta de Kairo caminando por el desierto, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, una de ellas sosteniendo la misteriosa y pegajosa fruta que habia encontrado. Su mision habia sido completada y la recompensa resulto ser mas que dinero, mucho mas...
" — ¿El desierto de Kalab? No es un sitio para cualquiera. Sera divertido. — Las palabras de Kairo sonaban del Den Den Mushi de Mama Coco. Esta mision no era muy dificil, aunque se situaba en un sitio bastante peligroso y dificil de transitar. Aun asi, alguien como Kairo podia ocuparse de esto, pues esos piratas no eran tan fuertes realmente, simplemente nadie les presto la atencion que merecian."
Mientras el bote tocaba tierra, un recuerdo fugaz atravesó la mente de Kairo. Sus ultimos años como Kairo, sirviendo a los revolucionarios, luchando por su causa, las amistades que hizo, el amor que experimento y la traicion que sufrio por uno de sus vinculos mas cercanos. Estos recuerdos solian invadirlo regularmente, aunque poco a poco comenzaba a controlar dichos pensamientos intrusivos, paso a paso. Sus pensamientos se desvanecieron cuando el crujido de las olas fue reemplazado por el sonido del bote chocando contra la arena de la orilla de la playa. La isla Organ era conocida no solo por sus piratas, sino también por las leyendas de tesoros escondidos en semejante porcion de tierra, alli en el East Blue. Había rumores de que los hombres de Garran habían encontrado algo más valioso que oro, algo que los podria catapultar, volviendolos más peligrosos de lo normal.
La brisa marina se había convertido en un viento seco y abrasador a medida que Kairo avanzaba hacia el desierto de Kalab, una vasta extensión de arena que ocupaba el corazón de la isla Organ. Este desierto era famoso por sus temperaturas extremas y tormentas de arena repentinas que podían desorientar incluso al explorador más experimentado. Aun asi Kairo no dejo que eso le intimidase. El viaje fue dificultoso, si, pero sus piernas nunca flaquearon y no iba a dar marcha atras. Había sido enviado con un objetivo claro. Aunque el calor y la arena dificultaban el movimiento, Kairo seguía adelante, sus pasos eran firmes dejando un rastro que el viento pronto borraba. A lo lejos, un espejismo fluctuaba en el horizonte. Kairo sabía que no podía confiar en sus ojos en un lugar como este. El desierto no solo era un enemigo natural, sino que también ocultaba los peligros traídos por los hombres que lo habitaban.
La arena bajo sus pies le recordaba los campos de entrenamiento en la marina, donde cada día era una batalla por demostrar lo qyue valía. Había perfeccionado sus puños en enfrentamientos bestiales, y esa experiencia lo había moldeado en el hombre que era en ese entonces, superior al que fue, inferios al que es ahora. Tras horas de caminata, Kairo llegó a las primeras señales de presencia humana. Una serie de chozas improvisadas alrededor de una formación rocosa que ofrecía algo de sombra. Cinco piratas estaban reunidos cerca de un pozo artesanal, conversando y bebiendo agua. Desde su posición oculta detrás de una duna, Kairo estudió sus movimientos. No podia equivocarse en su movimiento, ppues la mínima alerta podía significar que el resto del grupo de Garran se preparara para enfrentarlo. Esperó pacientemente hasta que dos de los piratas se alejaron, posiblemente para explorar el perímetro. Aprovechando la oportunidad, Kairo descendió sigilosamente la duna.
El primer pirata ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de que Kairo lo atrapara por el cuello, aplicando suficiente presión para dejarlo inconsciente. El segundo intentó girarse al escuchar un ruido, pero un golpe rápido en el estómago seguido de un impacto en la nuca lo dejó fuera de combate enseguida. De vuelta en el campamento, los tres piratas restantes seguían distraídos. Kairo decidió usar el entorno a su favor, empujando una roca desde lo alto de una colina cercana para crear un estruendo que los alertara. Cuando se separaron para investigar, Kairo los atacó uno por uno, dejándolos inconscientes con golpes precisos.
El sol estaba en su punto más alto cuando Kairo dejó atrás el campamento de avanzada. Cada paso se hacía más pesado, pero su objetivo lo mantenía enfocado. Sabía que el grueso de los piratas y su líder, Garran, estaban más adentro, cerca de un oasis que había oído mencionar en el informe que le pasó Mama Coco. El desierto de Kalab no solo era peligroso por su clima, también estaba plagado de criaturas adaptadas a la hostilidad del entorno. Mientras atravesaba una serie de dunas, un sonido agudo llamó su atención. Kairo se giró justo a tiempo para ver a un escorpión del tamaño de un perro cargar hacia él. Con movimientos rápidos, esquivó el ataque del escorpión, usando su velocidad para mantenerse fuera del alcance de sus pinzas. Cuando el momento fue el adecuado, golpeó con toda su fuerza la parte blanda de su exoesqueleto, matándolo instantáneamente. — Como era de esperarse, este lugar está lleno de depredadores. — Murmuró mientras seguía adelante, limpiándose el sudor de la frente.
Finalmente, llegó al oasis. El agua cristalina y los árboles que lo rodeaban eran un contraste surrealista con la monotonía del desierto. Sin embargo, el paraíso estaba corrompido por la presencia de los piratas de Garran. El campamento principal estaba formado por una docena de carpas dispersas alrededor del oasis. Al menos veinte hombres estaban ocupados, algunos bebiendo y riendo, otros afilando armas. Desde su posición, Kairo observó una gran tienda al centro del campamento, más decorada que el resto. Supuso que debía ser la carpa de Garran. Algo más llamó su atención, una cueva en un lado del oasis, rodeada de barriles y cajas marcadas con símbolos que no reconocía. Para crear una distracción, encontró un barril de pólvora cerca del borde del campamento. Con una piedra y pedazo de metal que llevaba consigo, creó una chispa. Cuando la explosión resonó por el campamento, los piratas se dividieron entre investigar y prepararse para un ataque.
Kairo se lanzó al ataque mientras el caos reinaba. El primer pirata que enfrentó apenas tuvo tiempo de desenfundar su espada antes de recibir un golpe directo en el rostro que lo dejó fuera de combate. Los siguientes lo atacaron en grupo, pero Kairo se movía con una gran velocidad, muy superior a la de ellos. Esquivó un ataque con machete, giró sobre su pie y golpeó al atacante en la mandíbula. Otro intentó dispararle, pero Kairo cerró la distancia en un instante, derribándolo con un rodillazo en el estómago. La batalla fue intensa. Aunque Kairo superaba a los piratas en habilidad, ellos lo compensaban en número. Una patada lo envió contra el tronco de una palmera, y un corte superficial en el brazo le recordó que no podía bajar la guardia. Con una última combinación de golpes, logró derribar a los hombres restantes. Su respiración era pesada, pero su voluntad permanecía intacta.
La cueva emanaba un aire pesado y extraño. Mientras avanzaba por el oscuro túnel, sintió que el calor del desierto daba paso a un frío inexplicable. En el centro de la cueva encontró a Garran, un hombre alto y musculoso con una cicatriz que cruzaba su rostro. Estaba de pie junto a un cofre decorado con patrones espirales, su postura relajada pero alerta. — Tú debes ser el que armo todo este caos y derribo a mis hombres ¿Verdad? — Dijo Garran, con una sonrisa confiada — Mis hombres nunca fueron la gran cosa, pero esperaba que su numero al menos te intimidase jajajaja. Pero veo que al final es cierto lo que dicen, la calidad supera la cantidad. Que remedio. — Sin más palabras, Garran se lanzó al ataque. Sus puños eran tan rápidos como los de Kairo, y cada golpe que intercambiaban resonaba en las paredes de la cueva. El combate fue brutal, Kairo esquivaba y contraatacaba con movimientos fluidos, pero Garran era un oponente formidable. Logró golpear a Kairo en el costado, haciéndolo retroceder, pero Kairo recuperó el equilibrio rápidamente. El combate duro unos cuantos minutos, fue una batalla feroz e igualada en cuanto a velocidad pero aun asi Garran no estaba a la altura en cuanto a habilidad, Kairo no podia evitar pensar que de haber entrenado como debia ser, Garran podria haber sido un sujeto mucho mas poderoso de lo que era ahora. Finalmente, Kairo encontró una abertura. Con un movimiento rápido, lo atrapó en una llave, golpeándolo en las costillas y dejándolo inmóvil en el suelo, para acto seguido tomarle con fuerza de la cabeza y en un acto final romperle el cuello. No hubieron palabras de por medio, Kairo completo su trabajo con eficiencia y sin perder el tiempo.
Con Garran derrotado, Kairo se acercó al cofre. Cuando lo abrió, encontró una fruta de colores vivos con patrones espirales. La fruta parecía irradiar energía, invisible a la vista pero era innegable que Kairo sentia algo al acercar su mano a ella, como si tuviese vida propia. — ¿Es esto… una fruta del diablo? — Murmuró Kairo, observándola con cautela. El viento del desierto aullaba fuera de la cueva, como si el destino mismo estuviera presenciando el hallazgo de Kairo.
Finalmente el atardecer llego y el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, ocultandose entre las dunas. A lo lejos, se podia observar la silueta de Kairo caminando por el desierto, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, una de ellas sosteniendo la misteriosa y pegajosa fruta que habia encontrado. Su mision habia sido completada y la recompensa resulto ser mas que dinero, mucho mas...