G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 11 del Verano del año 724
Día 11 del Verano del año 724
Johnny King estaba recostado contra una desvencijada baranda de madera en los barrios bajos de Loguetown, dejando que el sol del atardecer bañara su rostro mientras hacía girar un viejo par de lentes de sol entre sus dedos.
«Buen clima, cero responsabilidades... así debería ser siempre»
Entonces, el fatídico sonido de botas apresuradas interrumpió su paz. Un mensajero de la Marina apareció, sudando como si acabara de correr una maratón, y extendió un sobre hacia Johnny con la urgencia de quien transporta algo importante.
Johnny lo miró de reojo, ladeando apenas el sombrero para observarlo mejor.
— ¿Es para mí? ¿Seguro? Porque si es una citación o algo, el rubio atractivo de esta calle no está en casa. Aunque si son entradas para: "Quiero ser tu canario..."
El mensajero lo ignoró, insistiendo con el sobre.
Johnny King dejó escapar un largo suspiro, tan exagerado que pareció que estaba liberando toda la energía acumulada de las últimas horas. Con una lentitud casi insultante, tomó el sobre y lo examinó como si estuviera a punto de abrir la caja de Pandora.
— Una misión, claro. Porque el sol, la brisa y mi indiscutible carisma no son suficientes para mantener al mundo en equilibrio.
Algo en la voz de Johnny resonaba a ironía, pero lo dijo de una forma tan vaga qué el mensajero pudo discernir. Deslizó un dedo bajo el sello, abriendo el sobre con precisión, pero con una evidente falta de entusiasmo.
Al leer las instrucciones, su sonrisa despreocupada se torció en una mueca... El mensajero, incapaz de sostener su mirada, simplemente se marchó tras saludarlo brevemente. El soldado raso negó con la cabeza, recogiendo la carta con un movimiento casual antes de metérsela en el bolsillo de la chaqueta.
— Bueno, Johnny. Hora de ser el pilar de la justicia que nadie pidió pero que todos merecen. O algo así.
Una vez salió de su habitación, recogió lo esencial. O más bien, lo mínimo necesario para parecer preparado. Su cinturón de armas, que llevaba más por protocolo que por intención de usarlo; unos cinco lentes de repuesto, porque nunca se sabe; y su sombrero, al que ajustó el ala con precisión.
Johnny King llegó al almacén del norte como si estuviera caminando hacia una fiesta en lugar de una misión potencialmente peligrosa. Su andar era relajado, casi despreocupado, y su sombrero de ala ancha oscilaba ligeramente con cada paso. La luz del atardecer aún teñía el cielo, y Johnny se detuvo brevemente para observar el lugar antes de acercarse del todo.
Cuando llegó al área principal, se encontró con el grupo. Sin hacer mucho esfuerzo por disimularlo, dejó que su mirada recorriera a los otros novatos: un lagarto bípedo gigantesco, un tipo claramente curtido por la vida con un par de extremidades de menos, y un hombre mayor que parecía haber visto más inviernos que los barriles dentro del almacén.
— Vaya, parece que juntaron a todo un elenco de protagonistas. Supongo que yo soy el alivio cómico.
Johnny inclinó ligeramente el sombrero en un saludo casual. Al llegar al centro del grupo, echó un vistazo alrededor, deteniéndose por un momento para inspeccionar las enormes puertas de metal cerradas. Luego dirigió su atención a Fotun y Hasratin, quienes parecían encargados del lugar.
— Explosivos y alcohol, ¿eh? ¿Quién fue el genio que pensó que era una buena idea juntarlos? Porque quiero estrecharle la mano... antes de que explote algo, incluyendo la mía.
La ironía en su voz era tan ligera como una brisa, pero su sonrisa delataba que se estaba divirtiendo... Observó al resto de los novatos, sus expresiones variaban entre la seriedad y la curiosidad. Johnny, en cambio, parecía más interesado en la arquitectura del almacén que en la misión.
— Díganme algo, ¿alguien aquí sabe cómo desactivar explosivos? Porque yo apenas sé cómo activar mi despertador por la mañana.
Sin esperar respuesta, se quitó los lentes de sol y los limpió con cuidado antes de volver a ponérselos. Luego se los quitó y se colocó unos nuevos, redondeados. Luego señalo al marine más demacrado por la vida. (Jack Silver)
— Tú, amigo. Si algo pasa, apuesto a que serás el más rápido en correr. Déjame un buen lugar para esconderme, ¿vale?
Lejos de sonar burlón, su tono parecía lo "suficientemente serio" para creer las palabras qué dice. Se volvió hacia las escaleras que llevaban a las plataformas superiores y soltó un suspiro teatral.
— Bueno, si nadie lo ha hecho todavía, me ofrezco para "inspeccionar" el perímetro. Claro, desde arriba. Se ve mejor la situación cuando estás cómodamente sentado, ¿no creen?
Sin esperar demasiada aprobación, el oni rubio comenzó a subir las escaleras con una calma exasperante, silbando suavemente mientras tarareaba una melodía. Desde la plataforma, miró hacia abajo y se cruzó de brazos.
— Si alguien necesita algo, griten fuerte. Aunque, siendo sinceros, espero que no necesiten nada. Esto tiene todo el potencial de ser una noche aburrida. Y eso me parece perfecto.
Se dejó caer sobre una caja vacía en la plataforma, apoyando una pierna sobre otra mientras observaba la escena. Su sonrisa despreocupada permaneció, como si nada en el mundo pudiera perturbar la paz que parecía haberse instalado en él.