Teruyoshi
Teru
17-11-2024, 08:20 PM
El mink paseaba su mirada rasgada de un lado a otro de la taberna, disfrutando de la buena acogida que tenía por parte de los comensales mientras se deleitaba con los últimos bocados de un buen trozo de carne que le habían invitado. Estaba sentado a solas en una de las mesas de la sala, donde todavía reposaban platos y vasos vacíos como testigos del buen atracón que se había dado. Gracias a su victoria sobre las bestias salvajes que amenazaban la mercancía de los lugareños, había conseguido que los habitantes de la villa ya no lo vieran como un simple extranjero más. Ahora incluso lo miraban con interés y curiosidad. Cómo debía ser.
Las orejas puntiagudas del mink se alzaron de inmediato tras captar algo, girándose hacia la conversación que parecía más interesante de forma automática. Estaban adiestradas, tras años de práctica, para estar siempre atentas a los chismes más jugosos. Si había algo que le gustara más al mink que una buena comida o una buena pelea… era un buen salseo, por lo que en cuanto sus oídos felinos detectaron una conversación que combinaba las dos cosas, no dudó un segundo y se puso en movimiento.
Teruyoshi se levantó de su mesa con su peculiar gracia felina, como si todo cuanto pisara fuera suyo. Dejó el hueso en uno de los platos vacíos, impoluto tras el exhaustivo repaso que le había dado, y avanzó entre el gentío directo a la salida mientras las palabras de aquellos tipos aún resonaban en su cabeza. Teruyoshi ya tenía ganas de encontrarse con el tal Kenji y Ryu. Hasta ahora, no se había topado con nadie en esta villa que mereciera la pena y ya era hora que eso cambiase… sino iba a terminar sintiéndose muy decepcionado con la fama del lugar.
Lo más imponente que había encontrado hasta ahora era el anciano Kato, del que no había vuelto a saber nada tras cumplir la tarea que le encomendó, y con la madre del pequeño Sunōfurēku… de la que sabía aún menos. Ese pequeño tigre siempre tendría un hueco en su corazón felino, pero rápidamente desechó aquellos pensamientos. No era momento de sentimentalismos, sino de acción.
Por el camino, Teruyoshi dedicó saludos con su habitual confianza a aquellos que se paraban a mirarlo. Incluso dio un par de palmaditas en la espalda a uno a modo de saludo… aunque fue solo una excusa para limpiarse la zarpa de forma disimulada en la chaqueta del tipo. Parecía ensimismado leyendo uno de los muchos carteles que había colgado por todo el local, a los cuales el mink gato no les prestó un mínimo de atención, ya que Teruyoshi no entendía ni papa de lo que ponía ahí. Teruyoshi nunca había aprendido a leer y no iba a molestarse en preguntarlo.
Normalmente, recurría a alguna de sus habituales triquiñuelas para averiguar qué ponía en esas cosas, pero en este momento su atención estaba centrada en algo mucho más interesante que unos sucios papelajos lleno de garabatos. Al fin tenía una oportunidad para codearse con los luchadores de la isla, por lo que no tenía tiempo que perder en aquellas minucias.
- Veamos… y ahora a porrr el colmillo - dijo en un murmullo, clavando la mirada en la imponente montaña que se alzaba en la lejanía, mientras se pasaba una zarpa por la oreja de forma inconsciente tras darle un pequeño lametón.
Teruyoshi estaba emocionado ante la perspectiva de un buen combate y su cuerpo así lo manifestaba. Pequeños síntomas o delataban, como sus pupilas, normalmente rasgadas, estaban ahora dilatadas de pura emoción, al igual que podía observarse como su cola se movía dando tumbos de un lado a otro de forma brusca. Si alguien se hubiese detenido a observarlo, incluso habría notado cómo una fina capa de relámpagos cruzaban su pelaje azabache, formando a la vista una especie de mini tormenta que acompañaba cada uno de sus movimientos, ya que se puso a realizar unos cuantos estiramientos a modo calentamiento antes de empezar su camino.
- Seguro que esta vez merece la pena - pensó mientras comenzaba a trotar por las calles, emocionado por la sensación de una nueva aventura, en dirección a su nuevo objetivo.
Las orejas puntiagudas del mink se alzaron de inmediato tras captar algo, girándose hacia la conversación que parecía más interesante de forma automática. Estaban adiestradas, tras años de práctica, para estar siempre atentas a los chismes más jugosos. Si había algo que le gustara más al mink que una buena comida o una buena pelea… era un buen salseo, por lo que en cuanto sus oídos felinos detectaron una conversación que combinaba las dos cosas, no dudó un segundo y se puso en movimiento.
Teruyoshi se levantó de su mesa con su peculiar gracia felina, como si todo cuanto pisara fuera suyo. Dejó el hueso en uno de los platos vacíos, impoluto tras el exhaustivo repaso que le había dado, y avanzó entre el gentío directo a la salida mientras las palabras de aquellos tipos aún resonaban en su cabeza. Teruyoshi ya tenía ganas de encontrarse con el tal Kenji y Ryu. Hasta ahora, no se había topado con nadie en esta villa que mereciera la pena y ya era hora que eso cambiase… sino iba a terminar sintiéndose muy decepcionado con la fama del lugar.
Lo más imponente que había encontrado hasta ahora era el anciano Kato, del que no había vuelto a saber nada tras cumplir la tarea que le encomendó, y con la madre del pequeño Sunōfurēku… de la que sabía aún menos. Ese pequeño tigre siempre tendría un hueco en su corazón felino, pero rápidamente desechó aquellos pensamientos. No era momento de sentimentalismos, sino de acción.
Por el camino, Teruyoshi dedicó saludos con su habitual confianza a aquellos que se paraban a mirarlo. Incluso dio un par de palmaditas en la espalda a uno a modo de saludo… aunque fue solo una excusa para limpiarse la zarpa de forma disimulada en la chaqueta del tipo. Parecía ensimismado leyendo uno de los muchos carteles que había colgado por todo el local, a los cuales el mink gato no les prestó un mínimo de atención, ya que Teruyoshi no entendía ni papa de lo que ponía ahí. Teruyoshi nunca había aprendido a leer y no iba a molestarse en preguntarlo.
Normalmente, recurría a alguna de sus habituales triquiñuelas para averiguar qué ponía en esas cosas, pero en este momento su atención estaba centrada en algo mucho más interesante que unos sucios papelajos lleno de garabatos. Al fin tenía una oportunidad para codearse con los luchadores de la isla, por lo que no tenía tiempo que perder en aquellas minucias.
- Veamos… y ahora a porrr el colmillo - dijo en un murmullo, clavando la mirada en la imponente montaña que se alzaba en la lejanía, mientras se pasaba una zarpa por la oreja de forma inconsciente tras darle un pequeño lametón.
Teruyoshi estaba emocionado ante la perspectiva de un buen combate y su cuerpo así lo manifestaba. Pequeños síntomas o delataban, como sus pupilas, normalmente rasgadas, estaban ahora dilatadas de pura emoción, al igual que podía observarse como su cola se movía dando tumbos de un lado a otro de forma brusca. Si alguien se hubiese detenido a observarlo, incluso habría notado cómo una fina capa de relámpagos cruzaban su pelaje azabache, formando a la vista una especie de mini tormenta que acompañaba cada uno de sus movimientos, ya que se puso a realizar unos cuantos estiramientos a modo calentamiento antes de empezar su camino.
- Seguro que esta vez merece la pena - pensó mientras comenzaba a trotar por las calles, emocionado por la sensación de una nueva aventura, en dirección a su nuevo objetivo.