Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
17-11-2024, 11:40 PM
La atmósfera de la taberna "Te Parto en Dos" era todo lo que Daryl esperaba y más, un torbellino de olores, sonidos y sombras que competían entre sí por el dominio del ambiente. Desde el momento en que cruzó la puerta, se sintió envuelto en una mezcla opresiva de aromas; un coctel de sudor rancio, alcohol barato y humo de tabaco que parecía impregnar hasta el alma de los presentes. A eso se sumaba el hedor metálico de la sangre seca y, de forma más sutil, el dulzón del ron derramado. Era como si todo el local se hubiera marinado en esta esencia durante décadas. Los ruidos eran igualmente intensos. Desde risotadas ebrias y carcajadas de mala gana hasta murmullos conspirativos que surgían en rincones oscuros, pasando por el ocasional golpe de un puño contra una mesa o el tintineo nervioso de dados y monedas cayendo sobre madera desgastada. En el fondo del local, una banda desafinada intentaba tocar algo parecido a una canción marinera. Un violinista con más entusiasmo que habilidad lideraba el grupo, acompañado de un tamborilero y un acordeonista. Las notas discordantes añadían un matiz caótico que parecía encajar perfectamente con el entorno.
La taberna estaba llena a reventar, con unas cincuenta almas repartidas por el lugar, cada una de ellas igual de peligrosa o miserable que la anterior. En una mesa al fondo, un grupo de cuatro jugadores de cartas discutía acaloradamente. Dos de ellos eran piratas, fácilmente reconocibles por sus tatuajes de anclas y cicatrices que cruzaban sus rostros curtidos. El tercero era un contrabandista que llevaba más joyas de las que cualquier hombre cuerdo usaría, y el cuarto, un mercenario con un parche en el ojo y la mano descansando peligrosamente cerca de un cuchillo en su cinturón. En otra mesa, una pareja de prostitutas entretenía a un grupo de jóvenes marineros que parecían demasiado novatos para estar en un lugar como este. Sus risas nerviosas y movimientos torpes contrastaban con la actitud despreocupada de las mujeres, quienes parecían manejar la situación con la habilidad de veteranas. Cerca de ellos, un hombre de pelo grisáceo y barba enmarañada dormitaba con la cabeza apoyada sobre sus brazos, rodeado de un charco de lo que probablemente era ron. Daryl se abrió paso entre la multitud con la misma sutileza de un barco cortando olas. Su tamaño, mucho mayor al de la mayoría de los presentes, le facilitó el camino. La capucha de su capa negra proyectaba sombras sobre su rostro, pero no lo suficiente como para ocultar completamente su naturaleza demoníaca.
—Bueno, esto sí que es nuevo. —Comentó el tabernero para sí mismo, limpiándose las manos con un trapo mientras se acercaba a Daryl. El tabernero se detuvo un momento, calibrándolo. No era solo el tamaño de Daryl lo que llamaba la atención, sino la manera en que se movía. Había algo letal en su postura, un aire de confianza contenida que solo alguien acostumbrado a la violencia podía tener. Tras unos segundos, decidió que lo mejor era mantener las cosas simples. —¿Qué va a ser? —Preguntó con un tono que intentaba ser casual, aunque había una nota de respeto en su voz. Antes de que pidas nada, el tipo que está justo a tu lado, empieza a quejarse. —¡Mi ron, maldita sea! ¿Vas a hacerme esperar toda la noche, viejo? —Dijo molesto Kovashi, el borracho sentado junto a ti. El tabernero resopló con cansancio y agarró una botella de ron sin etiquetar, sirviendo una generosa cantidad en un vaso de vidrio. —Tranquilo, Kovashi, no me he olvidado de ti. Como para olvidar esa maldita cara tuya ... —Le respondió con ironía a lo que Kovasho sonrió. Kovashi gruñó algo ininteligible en respuesta antes de llevarse el vaso a los labios. Era evidente que el hombre era un cliente habitual, de esos que prácticamente tenían su nombre grabado en alguna de las sillas cojas del lugar. Su ropa estaba desgastada y manchada, y un fuerte olor a ron emanaba de él, como si la bebida se hubiera filtrado en sus poros.
— No hagas esperar a este amigo. Parece tener el tamaño digno de un puñetero luchador de Barrenak. — Se dió la vuelta para contemplarte mejor. El Barrenak era un tipo de pelea callejera. — ¿Agua? ¿qué tienes, doce años? — Tomó la botella de ron que el camarero dejó cerca y la arrastró hasta tu cuerpo. — Bebe como un hombre, muchacho. Hoy estly genero, va, que te invito yo.
La taberna estaba llena a reventar, con unas cincuenta almas repartidas por el lugar, cada una de ellas igual de peligrosa o miserable que la anterior. En una mesa al fondo, un grupo de cuatro jugadores de cartas discutía acaloradamente. Dos de ellos eran piratas, fácilmente reconocibles por sus tatuajes de anclas y cicatrices que cruzaban sus rostros curtidos. El tercero era un contrabandista que llevaba más joyas de las que cualquier hombre cuerdo usaría, y el cuarto, un mercenario con un parche en el ojo y la mano descansando peligrosamente cerca de un cuchillo en su cinturón. En otra mesa, una pareja de prostitutas entretenía a un grupo de jóvenes marineros que parecían demasiado novatos para estar en un lugar como este. Sus risas nerviosas y movimientos torpes contrastaban con la actitud despreocupada de las mujeres, quienes parecían manejar la situación con la habilidad de veteranas. Cerca de ellos, un hombre de pelo grisáceo y barba enmarañada dormitaba con la cabeza apoyada sobre sus brazos, rodeado de un charco de lo que probablemente era ron. Daryl se abrió paso entre la multitud con la misma sutileza de un barco cortando olas. Su tamaño, mucho mayor al de la mayoría de los presentes, le facilitó el camino. La capucha de su capa negra proyectaba sombras sobre su rostro, pero no lo suficiente como para ocultar completamente su naturaleza demoníaca.
—Bueno, esto sí que es nuevo. —Comentó el tabernero para sí mismo, limpiándose las manos con un trapo mientras se acercaba a Daryl. El tabernero se detuvo un momento, calibrándolo. No era solo el tamaño de Daryl lo que llamaba la atención, sino la manera en que se movía. Había algo letal en su postura, un aire de confianza contenida que solo alguien acostumbrado a la violencia podía tener. Tras unos segundos, decidió que lo mejor era mantener las cosas simples. —¿Qué va a ser? —Preguntó con un tono que intentaba ser casual, aunque había una nota de respeto en su voz. Antes de que pidas nada, el tipo que está justo a tu lado, empieza a quejarse. —¡Mi ron, maldita sea! ¿Vas a hacerme esperar toda la noche, viejo? —Dijo molesto Kovashi, el borracho sentado junto a ti. El tabernero resopló con cansancio y agarró una botella de ron sin etiquetar, sirviendo una generosa cantidad en un vaso de vidrio. —Tranquilo, Kovashi, no me he olvidado de ti. Como para olvidar esa maldita cara tuya ... —Le respondió con ironía a lo que Kovasho sonrió. Kovashi gruñó algo ininteligible en respuesta antes de llevarse el vaso a los labios. Era evidente que el hombre era un cliente habitual, de esos que prácticamente tenían su nombre grabado en alguna de las sillas cojas del lugar. Su ropa estaba desgastada y manchada, y un fuerte olor a ron emanaba de él, como si la bebida se hubiera filtrado en sus poros.
— No hagas esperar a este amigo. Parece tener el tamaño digno de un puñetero luchador de Barrenak. — Se dió la vuelta para contemplarte mejor. El Barrenak era un tipo de pelea callejera. — ¿Agua? ¿qué tienes, doce años? — Tomó la botella de ron que el camarero dejó cerca y la arrastró hasta tu cuerpo. — Bebe como un hombre, muchacho. Hoy estly genero, va, que te invito yo.