Fon Due
Dancing Dragon
18-11-2024, 01:25 AM
(Última modificación: 18-11-2024, 01:25 AM por Fon Due.
Razón: Typo al copiar de word.
)
Al igual que el día anterior, y espero que todos los días posteriores, la mañana llego después de la noche.
A mi llegada a la ciudad de Kalab había llegado hasta un gran edificio que en su fachada ponía ‘CRIMSON CRUSADERS’ junto con un logo bastante chulo y unas puertas que le hacían honor a toda la estructura. Sin embargo, nadie había abierto la puerta ese día por lo que, tras llegar la noche, busque refugio en los alrededores.
En realidad, tenía una infinidad de opciones, por ejemplo, podría buscar el campamento de los mercaderes con los que vine y volver a dormir entre naranjas. También, podría ir a una taberna y esperar que algún borracho desprevenido partiera hacia su casa, esta opción suele incluir comida por lo que no era mala idea. En alguna ocasión llegue a compartir madriguera con una liebre, en otra, nido con un ave. Una de las ventajas de medir 25cm es que uno no ocupa mucho espacio por lo que es fácil adaptarse a la situación.
Dado que ya me sentía en confianza con mis amigos mercaderes de naranjas (aunque ellos no estuvieran ni enterados de mi existencia) y la idea de dormir a la intemperie en un desierto no era la mas brillante de las ideas, decidí volver al campamento de los mercaderes y arroparme esta vez sobre uno de los pocos sacos de arroz que llevaban. Secreto de parte del dragón danzarín, si quieres dormir calientito has de hacerlo sobre arroz, si buscas el fresquito lo tuyo son las naranjas, es conocimiento primordial en mi opinión.
Como ya adelantaba, la mañana prosiguió a la noche de manera natural, dando el paso a una temperatura agradable tras la fría noche que se siente en el desierto. Era la hora de decir adiós a mis amigos mercaderes y dar paso hacia la principal razón por la que vine a esta ciudad, conseguir un gremio de cazadores al cual unirme. Agradeciendo mentalmente a mis anfitriones, salí del campamento antes de que se despertaran no fuera a ser que tuvieran la terrible idea de querer cobrarme la estadía, o peor aún, el pasaje desde Orange hasta Kalab.
En realidad, Kalab se puede describir como una ciudad pequeña y polvorienta, ubicada en el corazón de un vasto desierto de dunas rojizas. Parece ser que la ciudad está construida alrededor de un antiguo oasis que se ha ido reduciendo con el tiempo, pero que aún proporciona el agua suficiente para sustentar a sus habitantes. Las calles son estrechas y laberínticas, cubiertas de una fina capa de arena que el viento arrastra constantemente desde las dunas circundantes. Las edificaciones son, en su mayoría, de adobe y piedra, con techos planos y fachadas agrietadas por el sol abrasador, evidenciando los años de lucha contra el clima hostil.
La mayoría de las casas están encaladas para reflejar el calor, con pequeñas ventanas cubiertas por telas descoloridas para evitar que la arena invada el interior. No hay caminos pavimentados, solo senderos de tierra marcados por el paso de personas y caravanas que ocasionalmente llegan a la ciudad. Unas pocas tiendas y puestos de mercado se alinean en la plaza central, vendiendo productos básicos como agua, dátiles, telas toscas, y utensilios de metal oxidado.
Según pude observar anoche, en ciertas zonas de la ciudad se carece de electricidad constante; al caer la noche, la iluminación depende de lámparas de aceite y hogueras dispersas por las calles, sumergiendo a Kalab en una penumbra anaranjada que proyecta sombras danzantes en las paredes. El aire nocturno es fresco, pero siempre lleva consigo el aroma terroso del desierto.
En los alrededores de la ciudad, pequeños cultivos de palmeras datileras y algunos arbustos resistentes al clima tratan de florecer bajo la implacable luz solar. Los habitantes de Kalab son una mezcla de comerciantes errantes, nómadas que se han asentado temporalmente, y, según la descripción del folleto que leí, sede de los cazadores de la isla. La mayoría de los mercaderes visitantes visten con ropas sueltas y turbantes para protegerse del sol y las tormentas de arena que ocasionalmente barren la ciudad.
El paisaje alrededor de Kalab es desolador y vasto, con enormes dunas que parecen moverse lentamente con el paso del tiempo, como si el desierto quisiera engullir la ciudad entera. Durante el día, el calor es sofocante, y la mayoría de los habitantes se refugian en sus hogares o bajo las sombras de las pocas estructuras disponibles. Pero al caer la tarde, la vida resurge, y la plaza central se llena de actividad con los habitantes compartiendo historias, intercambiando bienes, y disfrutando de un respiro del calor diurno.
Es alrededor de todo esto, o más bien justo en el centro de todo esto, que resalta la estructura de 10 metros de los Crimson Crusaders. Con sus vigas de acero combinadas con madera oscura tratada y las dos puertas dobles, grandes con detalles de hierro forjado mostrando un diseño de espadas cruzadas y una cruz carmesí, el edificio resalta como gigante entre tontattas.
Me metí una pastilla de menta a la boca y empecé a caminar rumbo al edificio de los Crimson Crusaders. Al llegar al edificio, un gran cartel relucía con la siguiente frase: “¡Únete a los Crimson Crusaders! Buscamos valientes dispuestos a explorar lo desconocido, enfrentar peligros y forjar un legado. Ven, cuéntanos tu historia y hazla parte de la nuestra.”
Este era mi día de suerte. En la puerta no había nadie, pero las dos puertas se encontraban abiertas por lo que asumí que cualquiera que quisiera unirse a los Crimson Crusaders era bienvenido de entrar. Dando unos saltitos girando de la alegría entre en el edificio. En la planta baja había comida y bebida y 3 personas que estaban entablando una conversación. Aunque mi oído mejorado podría fácilmente captar lo que decían si me enfocaba, la verdad es que aún no había desayunado por lo que me acerque directamente a la mesa con la comida.
Dando un bocado a un dátil casi tan grande como mi cabeza, me senté sobre la mesa alrededor de la comida y me puse a escuchar la conversación que las otras tres personas estaban teniendo. Curiosamente, dos de los tres tenían unas alas muy bonitas e interesantes, algo que jamás había visto en mi vida.
Uno de los alados venia midiendo alrededor de 3 metros de altura, es de tez morena con el cabello de color blanco y los ojos azules, ancho de espalda y sus alas son negras como el azabache. El otro, a contraste con el primero, mide algo así como 2 metros de altura, de piel blanca clara y cabello oscuro y ojos de color azul también, sus alas siendo de un blanco brillante como la luz de las estrellas.
El tercero, y el primero en presentarse, se hacia llamar Lykos. Al parecer era el creador del gremio. Tiene un aspecto imponente, midiendo bastante mas que los dos alados, alrededor de 5 metros, quizás un poco más. Su rostro es sereno pero su mirada es intensa, su cabello plateado y su bigote esplendido. Le explicaba a los alados que el gremio acababa de crearse, justo lo que esperaba, y que buscaba luchadores, mi especialidad. Al terminar de hablar, un pequeño lagarto escamado como un armadillo se subió a su hombro, un animal bastante peculiar en muchos aspectos.
Cavilando sobre cual seria el mejor momento para hacerme presente, decidí esperar un momento más, a ver que respondían los alados a la propuesta de Lykos. Para mi sorpresa, el de las alas blancas saco una libreta y lápiz y escribió una corta frase: “Agyo y Ungyo Nisshoku. Queremos unirnos”. Un poco antes, el alado negro le había dicho al otro que era su hermano mayor, y muchas cosas mas a las que no preste mucha atención por seguir mordiendo mi dátil. El alado negro contesto con pocas palabras diciendo que el es mayor. Curioso.
Por lo menos, tenía sentido que los dos primeros seres con alas que conocía fueran hermanos. ¿Servirían esas alas para volar o eran solo decorativas? Hice nota mental de estar pendiente en el futuro en caso de que también fuera aceptado en el gremio. Sin mayor dilación, decidí que este era el momento perfecto para hacerme presente y expresar mi interés en unirme igualmente.
“Hmm, buenos días, estoy acá por la mesa cerca de los dátiles. Mi nombre es Fon Due, aunque mis amigos me llaman ‘Dancing Dragon’, ustedes pueden llamarme como prefieran. Soy un tontatta que está en búsqueda de unirse a un gremio de cazadores, por lo que me encantaría unirme a los Crimson Crusaders, nombre muy guapo e impresionante edificio por cierto, muy buenos dátiles igualmente. Perdon, que me desvió. Me especializo en combate cuerpo a cuerpo y tengo interés en el futuro de aprender el maravilloso arte del Okama-kempo, igualmente tengo algo de habilidad como carpintero. Nada mal, ¿hmm?”.
Quedándome de pie sobre la mesa, cerca de los dátiles, terminaría mi discurso viendo con convicción hacia Lykos.
A mi llegada a la ciudad de Kalab había llegado hasta un gran edificio que en su fachada ponía ‘CRIMSON CRUSADERS’ junto con un logo bastante chulo y unas puertas que le hacían honor a toda la estructura. Sin embargo, nadie había abierto la puerta ese día por lo que, tras llegar la noche, busque refugio en los alrededores.
En realidad, tenía una infinidad de opciones, por ejemplo, podría buscar el campamento de los mercaderes con los que vine y volver a dormir entre naranjas. También, podría ir a una taberna y esperar que algún borracho desprevenido partiera hacia su casa, esta opción suele incluir comida por lo que no era mala idea. En alguna ocasión llegue a compartir madriguera con una liebre, en otra, nido con un ave. Una de las ventajas de medir 25cm es que uno no ocupa mucho espacio por lo que es fácil adaptarse a la situación.
Dado que ya me sentía en confianza con mis amigos mercaderes de naranjas (aunque ellos no estuvieran ni enterados de mi existencia) y la idea de dormir a la intemperie en un desierto no era la mas brillante de las ideas, decidí volver al campamento de los mercaderes y arroparme esta vez sobre uno de los pocos sacos de arroz que llevaban. Secreto de parte del dragón danzarín, si quieres dormir calientito has de hacerlo sobre arroz, si buscas el fresquito lo tuyo son las naranjas, es conocimiento primordial en mi opinión.
Como ya adelantaba, la mañana prosiguió a la noche de manera natural, dando el paso a una temperatura agradable tras la fría noche que se siente en el desierto. Era la hora de decir adiós a mis amigos mercaderes y dar paso hacia la principal razón por la que vine a esta ciudad, conseguir un gremio de cazadores al cual unirme. Agradeciendo mentalmente a mis anfitriones, salí del campamento antes de que se despertaran no fuera a ser que tuvieran la terrible idea de querer cobrarme la estadía, o peor aún, el pasaje desde Orange hasta Kalab.
En realidad, Kalab se puede describir como una ciudad pequeña y polvorienta, ubicada en el corazón de un vasto desierto de dunas rojizas. Parece ser que la ciudad está construida alrededor de un antiguo oasis que se ha ido reduciendo con el tiempo, pero que aún proporciona el agua suficiente para sustentar a sus habitantes. Las calles son estrechas y laberínticas, cubiertas de una fina capa de arena que el viento arrastra constantemente desde las dunas circundantes. Las edificaciones son, en su mayoría, de adobe y piedra, con techos planos y fachadas agrietadas por el sol abrasador, evidenciando los años de lucha contra el clima hostil.
La mayoría de las casas están encaladas para reflejar el calor, con pequeñas ventanas cubiertas por telas descoloridas para evitar que la arena invada el interior. No hay caminos pavimentados, solo senderos de tierra marcados por el paso de personas y caravanas que ocasionalmente llegan a la ciudad. Unas pocas tiendas y puestos de mercado se alinean en la plaza central, vendiendo productos básicos como agua, dátiles, telas toscas, y utensilios de metal oxidado.
Según pude observar anoche, en ciertas zonas de la ciudad se carece de electricidad constante; al caer la noche, la iluminación depende de lámparas de aceite y hogueras dispersas por las calles, sumergiendo a Kalab en una penumbra anaranjada que proyecta sombras danzantes en las paredes. El aire nocturno es fresco, pero siempre lleva consigo el aroma terroso del desierto.
En los alrededores de la ciudad, pequeños cultivos de palmeras datileras y algunos arbustos resistentes al clima tratan de florecer bajo la implacable luz solar. Los habitantes de Kalab son una mezcla de comerciantes errantes, nómadas que se han asentado temporalmente, y, según la descripción del folleto que leí, sede de los cazadores de la isla. La mayoría de los mercaderes visitantes visten con ropas sueltas y turbantes para protegerse del sol y las tormentas de arena que ocasionalmente barren la ciudad.
El paisaje alrededor de Kalab es desolador y vasto, con enormes dunas que parecen moverse lentamente con el paso del tiempo, como si el desierto quisiera engullir la ciudad entera. Durante el día, el calor es sofocante, y la mayoría de los habitantes se refugian en sus hogares o bajo las sombras de las pocas estructuras disponibles. Pero al caer la tarde, la vida resurge, y la plaza central se llena de actividad con los habitantes compartiendo historias, intercambiando bienes, y disfrutando de un respiro del calor diurno.
Es alrededor de todo esto, o más bien justo en el centro de todo esto, que resalta la estructura de 10 metros de los Crimson Crusaders. Con sus vigas de acero combinadas con madera oscura tratada y las dos puertas dobles, grandes con detalles de hierro forjado mostrando un diseño de espadas cruzadas y una cruz carmesí, el edificio resalta como gigante entre tontattas.
Me metí una pastilla de menta a la boca y empecé a caminar rumbo al edificio de los Crimson Crusaders. Al llegar al edificio, un gran cartel relucía con la siguiente frase: “¡Únete a los Crimson Crusaders! Buscamos valientes dispuestos a explorar lo desconocido, enfrentar peligros y forjar un legado. Ven, cuéntanos tu historia y hazla parte de la nuestra.”
Este era mi día de suerte. En la puerta no había nadie, pero las dos puertas se encontraban abiertas por lo que asumí que cualquiera que quisiera unirse a los Crimson Crusaders era bienvenido de entrar. Dando unos saltitos girando de la alegría entre en el edificio. En la planta baja había comida y bebida y 3 personas que estaban entablando una conversación. Aunque mi oído mejorado podría fácilmente captar lo que decían si me enfocaba, la verdad es que aún no había desayunado por lo que me acerque directamente a la mesa con la comida.
Dando un bocado a un dátil casi tan grande como mi cabeza, me senté sobre la mesa alrededor de la comida y me puse a escuchar la conversación que las otras tres personas estaban teniendo. Curiosamente, dos de los tres tenían unas alas muy bonitas e interesantes, algo que jamás había visto en mi vida.
Uno de los alados venia midiendo alrededor de 3 metros de altura, es de tez morena con el cabello de color blanco y los ojos azules, ancho de espalda y sus alas son negras como el azabache. El otro, a contraste con el primero, mide algo así como 2 metros de altura, de piel blanca clara y cabello oscuro y ojos de color azul también, sus alas siendo de un blanco brillante como la luz de las estrellas.
El tercero, y el primero en presentarse, se hacia llamar Lykos. Al parecer era el creador del gremio. Tiene un aspecto imponente, midiendo bastante mas que los dos alados, alrededor de 5 metros, quizás un poco más. Su rostro es sereno pero su mirada es intensa, su cabello plateado y su bigote esplendido. Le explicaba a los alados que el gremio acababa de crearse, justo lo que esperaba, y que buscaba luchadores, mi especialidad. Al terminar de hablar, un pequeño lagarto escamado como un armadillo se subió a su hombro, un animal bastante peculiar en muchos aspectos.
Cavilando sobre cual seria el mejor momento para hacerme presente, decidí esperar un momento más, a ver que respondían los alados a la propuesta de Lykos. Para mi sorpresa, el de las alas blancas saco una libreta y lápiz y escribió una corta frase: “Agyo y Ungyo Nisshoku. Queremos unirnos”. Un poco antes, el alado negro le había dicho al otro que era su hermano mayor, y muchas cosas mas a las que no preste mucha atención por seguir mordiendo mi dátil. El alado negro contesto con pocas palabras diciendo que el es mayor. Curioso.
Por lo menos, tenía sentido que los dos primeros seres con alas que conocía fueran hermanos. ¿Servirían esas alas para volar o eran solo decorativas? Hice nota mental de estar pendiente en el futuro en caso de que también fuera aceptado en el gremio. Sin mayor dilación, decidí que este era el momento perfecto para hacerme presente y expresar mi interés en unirme igualmente.
“Hmm, buenos días, estoy acá por la mesa cerca de los dátiles. Mi nombre es Fon Due, aunque mis amigos me llaman ‘Dancing Dragon’, ustedes pueden llamarme como prefieran. Soy un tontatta que está en búsqueda de unirse a un gremio de cazadores, por lo que me encantaría unirme a los Crimson Crusaders, nombre muy guapo e impresionante edificio por cierto, muy buenos dátiles igualmente. Perdon, que me desvió. Me especializo en combate cuerpo a cuerpo y tengo interés en el futuro de aprender el maravilloso arte del Okama-kempo, igualmente tengo algo de habilidad como carpintero. Nada mal, ¿hmm?”.
Quedándome de pie sobre la mesa, cerca de los dátiles, terminaría mi discurso viendo con convicción hacia Lykos.