Silver D. Syxel
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18-11-2024, 01:59 AM
El puerto de Loguetown bullía de actividad, como era costumbre en esta ciudad que servía de cruce para aventureros, comerciantes y marines por igual. Las aguas estaban repletas de barcos de todo tipo, desde pequeñas embarcaciones mercantes hasta imponentes galeones que atracaban con precisión en los muelles. Entre ellos, el Hope destacaba de manera discreta pero inconfundible. Su diseño robusto hablaba de un barco preparado para los desafíos del mar, mientras sus velas ondeaban suavemente al ritmo de la brisa. Aunque para muchos solo sería un navío más, había quienes ya les conocían y sabían que ese barco traía consigo negocios... y oportunidades.
En cuanto el Hope quedó asegurado en su lugar, la tripulación comenzó a moverse con eficacia. Balagus, el contramaestre, dirigía las operaciones de descarga con su imponente presencia. Sus órdenes resonaban por encima del bullicio, y los trabajadores portuarios no tardaron en seguir sus instrucciones, intimidados tanto por su tamaño como por los rumores que rodeaban al gigante tatuado. En la parte superior del muelle, Silver observaba todo con una calma calculada, apoyado despreocupadamente contra un barril lleno de mercancías. Su porte confiado y su sonrisa ladeada eran suficientes para transmitir que todo estaba bajo control, incluso cuando la actividad parecía caótica. A su lado, el pequeño Spack saltaba de un barril a otro, causando las típicas pequeñas travesuras que arrancaban risas o miradas de reproche.
La tripulación no había perdido tiempo en establecer un pequeño espacio para el comercio. Cajas, barriles y baúles habían sido cuidadosamente organizados en un improvisado puesto a la sombra de un toldo. Las mercancías que traían consistían en armas, herramientas y provisiones que podían interesar tanto a aventureros como a mercaderes locales. Para los que no sabían quién era Syxel, el puesto no era más que un comercio ambulante. Pero para aquellos que habían oído los rumores, era mucho más. El capitán del Hope ya era un rostro familiar en Loguetown gracias a su reputación como comerciante astuto, y algunos susurraban que sus contactos en el Inframundo le permitían obtener mercancías que pocos podían ofrecer.
Más allá del bullicio del puerto, Airok, la intendente de la tripulación, ya se había adentrado en la ciudad. Sus pasos eran rápidos y eficientes, con la intención de gestionar recursos y buscar nuevas oportunidades. Mientras tanto, Marvolath, el médico, permanecía en el muelle. El capitán le había pedido que le ayudase con algunas gestiones mientras Airok estaba ocupada. Y a pesar de su actitud reservada, su mera presencia añadía un aire de profesionalidad a las actividades del grupo.
A medida que el día avanzaba, los curiosos empezaron a acercarse al improvisado puesto comercial. Algunos eran mercaderes locales interesados en las mercancías, otros aventureros que buscaban provisiones, y unos pocos simplemente transeúntes atraídos por la actividad. Silver los observaba a todos con atención, evaluando posibles compradores o aliados. En un lugar como Loguetown era crucial mantener un perfil lo suficientemente bajo como para no atraer miradas indeseadas, pero lo suficientemente atractivo para captar negocios lucrativos. Era un delicado equilibrio, pero uno que la tripulación del Hope sabía manejar con maestría.
En cuanto el Hope quedó asegurado en su lugar, la tripulación comenzó a moverse con eficacia. Balagus, el contramaestre, dirigía las operaciones de descarga con su imponente presencia. Sus órdenes resonaban por encima del bullicio, y los trabajadores portuarios no tardaron en seguir sus instrucciones, intimidados tanto por su tamaño como por los rumores que rodeaban al gigante tatuado. En la parte superior del muelle, Silver observaba todo con una calma calculada, apoyado despreocupadamente contra un barril lleno de mercancías. Su porte confiado y su sonrisa ladeada eran suficientes para transmitir que todo estaba bajo control, incluso cuando la actividad parecía caótica. A su lado, el pequeño Spack saltaba de un barril a otro, causando las típicas pequeñas travesuras que arrancaban risas o miradas de reproche.
La tripulación no había perdido tiempo en establecer un pequeño espacio para el comercio. Cajas, barriles y baúles habían sido cuidadosamente organizados en un improvisado puesto a la sombra de un toldo. Las mercancías que traían consistían en armas, herramientas y provisiones que podían interesar tanto a aventureros como a mercaderes locales. Para los que no sabían quién era Syxel, el puesto no era más que un comercio ambulante. Pero para aquellos que habían oído los rumores, era mucho más. El capitán del Hope ya era un rostro familiar en Loguetown gracias a su reputación como comerciante astuto, y algunos susurraban que sus contactos en el Inframundo le permitían obtener mercancías que pocos podían ofrecer.
Más allá del bullicio del puerto, Airok, la intendente de la tripulación, ya se había adentrado en la ciudad. Sus pasos eran rápidos y eficientes, con la intención de gestionar recursos y buscar nuevas oportunidades. Mientras tanto, Marvolath, el médico, permanecía en el muelle. El capitán le había pedido que le ayudase con algunas gestiones mientras Airok estaba ocupada. Y a pesar de su actitud reservada, su mera presencia añadía un aire de profesionalidad a las actividades del grupo.
A medida que el día avanzaba, los curiosos empezaron a acercarse al improvisado puesto comercial. Algunos eran mercaderes locales interesados en las mercancías, otros aventureros que buscaban provisiones, y unos pocos simplemente transeúntes atraídos por la actividad. Silver los observaba a todos con atención, evaluando posibles compradores o aliados. En un lugar como Loguetown era crucial mantener un perfil lo suficientemente bajo como para no atraer miradas indeseadas, pero lo suficientemente atractivo para captar negocios lucrativos. Era un delicado equilibrio, pero uno que la tripulación del Hope sabía manejar con maestría.