Octojin
El terror blanco
18-11-2024, 10:45 AM
Parece que has tomado una decisión. Aunque a decir verdad, tras oír la primera opción, todos sabíamos que ibas a ir en ese camino. El camino de la gloria, lo podríamos llamar, aunque claro, luego tiene que hacer justicia al nombre, pero de eso ya te encargas tú.
Abandonas la taberna con la confianza que solo un mink de tu calibre puede exudar. El aire fresco de la noche te golpea el rostro mientras te alejas del bullicio y las luces cálidas del interior. El camino hacia el Diente Oeste se abre frente a ti, un largo sendero que se extiende bajo un cielo salpicado de estrellas. A tu alrededor, todo parece tranquilo, casi demasiado.
No sé yo si es la mejor idea ir de noche. Pero qué sabré yo, solo soy un humilde narrador. Las farolas alumbran las zonas cercanas a la taberna, como si hiciesen de flechas que apuntan a ella, llamando la atención de cualquiera que pase por allí. Sin embargo, por el resto de la zona, la luz es algo más pobre.
A medida que avanzas, el sonido de tus pasos sobre el suelo de tierra se mezcla con el canto distante de grillos y el murmullo suave del río que bordea parte de la ruta en la lejanía. Hay una tenue luz, insuficiente para ver con claridad, pero suficiente para que no te tropieces con las piedras del camino, que por otro lado, son varias. La calma resulta extraña, pero no del todo incómoda. Lo único bueno es que te permite concentrarte en lo que realmente importa: llegar al dojo y demostrar tu valía. Seguramente tengas tiempo de pensar qué dirás y cómo. Aunque claro, quizá estamos dando por hecho que vamos a llegar.
No tardas mucho en notar que el trayecto será más complicado de lo que imaginabas. Aunque el sendero está despejado y la vegetación se retira hacia los bordes, el camino es largo. A cada paso, las montañas parecen alzarse más altas y distantes, casi burlándose de ti. El Diente Oeste está mucho más lejos de lo que habías calculado, y el esfuerzo que requerirá alcanzarlo comienza a hacerse evidente.
Sigues el camino, pero pronto tus sentidos felinos te ponen en alerta. El aire parece cargado de algo que no puedes identificar al principio. Tus orejas se mueven con un ligero temblor, buscando captar sonidos fuera de lugar, y tu nariz detecta un olor peculiar: almizcle, tierra húmeda y algo más… una presencia.
Miras a tu alrededor, ralentizando el paso. En la penumbra, más allá de los árboles que flanquean el sendero, puedes distinguir formas moviéndose entre los arbustos. Ojos que reflejan la luz de la luna te observan desde la distancia. Una manada de bestias se encuentra cerca, aunque por ahora no muestran intención de acercarse. Alguna que otra criatura asoma un hocico curioso, pero mantienen la distancia.
Qué tensión, de repente. Las criaturas son grandes, de aspecto robusto y musculoso, probablemente depredadores. Aunque no parecen interesadas en ti por el momento, sabes que podrían cambiar de opinión en cualquier momento. Esto te lleva a detenerte en una bifurcación del camino.
A tu derecha, el sendero bordea el río. Es más largo y serpenteante, pero parece relativamente seguro. El agua actúa como un límite natural que las bestias probablemente evitarán. A tu izquierda, el camino directo te lleva hacia las montañas, pero pasa peligrosamente cerca de la zona donde los animales parecen haberse reunido. No hay duda de que será más rápido, pero también más arriesgado.
Tus ojos felinos brillan en la oscuridad. Me imagino que podrás tomarte unos segundos para tomar una decisión. Una que marcará el resto de tu travesía. ¿Bordearás el río y te tomarás el camino largo pero seguro, o te aventurarás por el sendero directo, arriesgándote a llamar la atención de las bestias? Es tu instinto quien tendrá la última palabra.
Abandonas la taberna con la confianza que solo un mink de tu calibre puede exudar. El aire fresco de la noche te golpea el rostro mientras te alejas del bullicio y las luces cálidas del interior. El camino hacia el Diente Oeste se abre frente a ti, un largo sendero que se extiende bajo un cielo salpicado de estrellas. A tu alrededor, todo parece tranquilo, casi demasiado.
No sé yo si es la mejor idea ir de noche. Pero qué sabré yo, solo soy un humilde narrador. Las farolas alumbran las zonas cercanas a la taberna, como si hiciesen de flechas que apuntan a ella, llamando la atención de cualquiera que pase por allí. Sin embargo, por el resto de la zona, la luz es algo más pobre.
A medida que avanzas, el sonido de tus pasos sobre el suelo de tierra se mezcla con el canto distante de grillos y el murmullo suave del río que bordea parte de la ruta en la lejanía. Hay una tenue luz, insuficiente para ver con claridad, pero suficiente para que no te tropieces con las piedras del camino, que por otro lado, son varias. La calma resulta extraña, pero no del todo incómoda. Lo único bueno es que te permite concentrarte en lo que realmente importa: llegar al dojo y demostrar tu valía. Seguramente tengas tiempo de pensar qué dirás y cómo. Aunque claro, quizá estamos dando por hecho que vamos a llegar.
No tardas mucho en notar que el trayecto será más complicado de lo que imaginabas. Aunque el sendero está despejado y la vegetación se retira hacia los bordes, el camino es largo. A cada paso, las montañas parecen alzarse más altas y distantes, casi burlándose de ti. El Diente Oeste está mucho más lejos de lo que habías calculado, y el esfuerzo que requerirá alcanzarlo comienza a hacerse evidente.
Sigues el camino, pero pronto tus sentidos felinos te ponen en alerta. El aire parece cargado de algo que no puedes identificar al principio. Tus orejas se mueven con un ligero temblor, buscando captar sonidos fuera de lugar, y tu nariz detecta un olor peculiar: almizcle, tierra húmeda y algo más… una presencia.
Miras a tu alrededor, ralentizando el paso. En la penumbra, más allá de los árboles que flanquean el sendero, puedes distinguir formas moviéndose entre los arbustos. Ojos que reflejan la luz de la luna te observan desde la distancia. Una manada de bestias se encuentra cerca, aunque por ahora no muestran intención de acercarse. Alguna que otra criatura asoma un hocico curioso, pero mantienen la distancia.
Qué tensión, de repente. Las criaturas son grandes, de aspecto robusto y musculoso, probablemente depredadores. Aunque no parecen interesadas en ti por el momento, sabes que podrían cambiar de opinión en cualquier momento. Esto te lleva a detenerte en una bifurcación del camino.
A tu derecha, el sendero bordea el río. Es más largo y serpenteante, pero parece relativamente seguro. El agua actúa como un límite natural que las bestias probablemente evitarán. A tu izquierda, el camino directo te lleva hacia las montañas, pero pasa peligrosamente cerca de la zona donde los animales parecen haberse reunido. No hay duda de que será más rápido, pero también más arriesgado.
Tus ojos felinos brillan en la oscuridad. Me imagino que podrás tomarte unos segundos para tomar una decisión. Una que marcará el resto de tu travesía. ¿Bordearás el río y te tomarás el camino largo pero seguro, o te aventurarás por el sendero directo, arriesgándote a llamar la atención de las bestias? Es tu instinto quien tendrá la última palabra.