Asradi
Völva
18-11-2024, 11:53 AM
Bueno, era una descripción un tanto escasa. Pero era una niña pequeña y eso era lo más que iba a sacar de un infante. Y, de todas maneras, la pequeña tenía la edad suficiente como para, esperaba, reconocer a su madre si lograban encontrarla o que estuviese en las cercanías. Solo tenían que tener paciencia y buscar y, probablemente, preguntar a algunas personas, a ver si se prestaban a ayudar. De todas maneras, Asradi permanecía sujetando la mano de la niña en todo momento y notando también como ella se aferraba a dicha extremidad. Casi como si temiese perderla al igual que había sucedido con su madre. Por otro lado, a la sirena se le dibujó una suave sonrisa al verla tan animada ahora a pesar de todo. Como si aquella simple ayuda que le ofreciese, hubiese sido un pequeño barquito de esperanza para ella.
— Ten cuidado y no te separes, ¿vale? — Le advirtió. Había demasiada gente y un tirón, o algún empujón mal dado de alguna persona, podría hacer que la cría se perdiese de nuevo si se separaban.
Mientras se aproximaban hacia los murales, donde los callejones nacían y no había tanta gente, Asradi podía sentir la calidez de esa manita. Y no solo eso, sino como eses ojillos que, ahora, emanaban esperanza por encontrar a su madre, le calentaban el pecho y le hacían sonreír de manera suave. Nunca había sido buena con los niños, en cuanto a socializar con ellos, pero no le disgustaban. Simplemente, no había tenido la oportunidad y su vida había estado demasiado centrada en protegerse a sí misma.
Fuese como fuese, todo a su alrededor era vibrante y colorido, el festival continuaba, pero ahora ambas estaban en otro tipo de búsqueda.
— ¿Estás segura? No creo que este lugar... — Asradi cambió totalmente su expresión cuando la niña comenzó a tironear de ella hacia uno de los sucios y lúgubres callejones. Pero no tardó en escuchar voces. Y el tono empleado no le gustaba para nada. Solo cuando se adentraron un poco más, con una sirena bastante reacia y protectora, fue que la expresión de la pelinegra se agrió de inmediato.
¿Esa era la madre de la niña? Y, aunque no lo fuese, ¿qué creían que estaban haciendo eses idiotas? Se distrajo solo un par de segundos en tales pensamientos cuando la cría se le soltó de la mano, corriendo directamente hacia, efectivamente, su madre.
— ¡No, espera! — Pero no le dió tiempo a volver a agarrarla, se le había escurrido como agua entre los dedos.
Solo para contemplar con horror aquella escena. Aquel trío de desgraciados tenían apresada a la mujer. La pobre mostraba signos evidentes de lucha y forcejeo. Y, peor aún, del mal trato que había recibido al respecto. Los labios de Asradi se apretaron y fulminaron al trío con la mirada, pero no hizo ningún movimiento brusco. Mucho menos cuando contempló, con horror, como la niña era capturada con insultante facilidad. El corazón le dió un vuelco. ¿Sería capaz de convencerlos de alguna manera? Si se ponía violenta, quienes pagarían el pato serían la madre y su hija. Y ella era incapaz de ver o tolerar este tipo de cosas. Le indignaban de una manera que su sangre hervía. Pero ahora tenía que aguantarse y pensar fríamente.
Fue una mirada fría e indignada la que le dirigió al hombre que, ahora, se dirigía con esas formas hacia ella.
— ¿Tú la has visto? Ni curvas tiene. — Señaló casi con un gesto despectivo a la mujer, aunque no fuese así. — No vais a sacar mucho provecho de ella. Y la niña, ¿en serio? ¿Qué beneficios vais a sacar de esas dos aparte de buscaros un lío con la Marina si os encuentran? O si alguien más acude a este callejón.
Asradi enarcó una ceja, mirándoles a todos y cada uno, metida en su papel. Si podía hacer que se olvidasen de ellas, entonces se daba por satisfecha.
— Yo soy más interesante que esa flacucha. — Y esbozó una sonrisa, al tiempo que movía ligeramente la falda y solo dejó entrever, apenas pero de manera suficiente, el inicio de aquella cola de sirena. Aquella cola de tiburón. — Y valgo mucho más.
Se estaba arriesgando. Y mucho. Pero es que no podía con ese tipo de gente. Odiaba, con todas sus fuerzas, el cómo se aprovechaban de gente más débil o indefensa.
— Dejadlas ir, sin más. Y yo me voy con vosotros. — Eran tres, no sabía qué tan fuertes eran, pero al menos daría una buena pelea de ser el caso.