Atlas
Nowhere | Fénix
18-11-2024, 01:19 PM
En el sótano no parecía haber nada que justificase esa presencia que había percibido acercarse desde debajo. Resultaba un tanto incomprensible, puesto que lo había notado con toda claridad. De cualquier modo, tampoco había tenido tiempo de explorar minuciosamente la zona ante la amenaza de los Piratas de Sentis.
En otro orden de cosas, en el barco nadie respondió a mi llamada. Aquello bien podía significar que hubiesen ido a dar con sus huesos en el fondo del mar. No obstante, si las comunicaciones estuviesen afectadas de algún modo el resultado sería el mismo y, de la misma manera, tampoco sabía si se habían distanciado tanto de Ushu como para que la señal no les llegase. En cualquier caso, de nuevo, preocuparme por algo sobre lo que no podía hacer nada no tenía demasiado sentido. Ante mí disponía de más que suficientes problemas como para mantenerme ocupado en todo momento.
Sin ir más lejos, el pintoresco y carismático grupo que había bajado del barco y caminaba con soltura hacia nosotros era el principal de ellos. La forma de vestir que tenían, el modo en que se movían y los accesorios que llevaban dejaban claro que era un grupo fuera de lo común. Por si no fuese suficiente, del interior del que sin duda debía ser su capitán nacía una presencia digna de ser considerada. No obstante, lo más llamativo allí no dejaba de ser que la que sin duda era la mujer del alcalde, Emma, iba con total naturalidad junto al que sospechaba era el capitán. De nuevo, ese maldito alcalde me había dicho lo que consideraba oportuno, ocultándome información y datos que podían ser cruciales. Por un momento me invadió una sensación de frustración, rabia e impotencia que cerca estuvieron de hacerme ir a por el alcalde para arrojarlo a las manos de Sentis y los suyos, pero logré contenerme.
Por un lado, nos había dicho que lo que los piratas querían eran los resultados de su investigación, no a él mismo. Del mismo modo, no había mencionado nada acerca de una hija en ningún momento, lo que inmediatamente me llevó de nuevo a la imagen de la pobre mujer bestia que ejercía de guardiana y custodia del laboratorio secreto. ¿Se trataría de su hija? Confiaba en que no, ¿qué clase de animal descorazonado podría hacerle eso a la sangre de su sangre? Por el momento, opté por mantener un perfil bajo y, ya que nadie allí hablaba, hacer uso de la palabra. Me las tendría que ingeniar para contrastar la información que había manejado hasta el momento con la que pudiera extraer de mis interlocutores.
—El alcalde se encuentra indispuesto y en esta ocasión me ha enviado a mí para que hable en su nombre. Mi nombre es Atlas —dije. Siempre había pensado que la mejor mentira era una verdad a medias y, a decir verdad, el alcalde no estaba en su mejor momento y no había hecho acto de presencia en la zona, convirtiéndome eso en una suerte de emisario. De esa forma pretendía averiguar si en las ocasiones anteriores el alcalde había hablado con ellos; es decir, si la supuesta mujer del alcalde le había visto y le reconocía como su marido. Además, mi nombre era el real—. Don Lautaro me ha pedido que en primer lugar verifique cómo se encuentra su mujer —continué, mirándola entonces a ella directamente—. ¿Cómo se encuentra, Emma? ¿Le han hecho daño? El alcalde está muy preocupado por usted, tanto que no me ha dicho nada acerca de su hija en esta ocasión —finalicé en espera de una respuesta por parte de la mujer.
No tenía la menor idea de a qué demonios estaba jugando el alcalde... Si es que él era el alcalde realmente, puesto que en medio de tanta mentira ya dudaba hasta de su identidad, pero llegaría al fondo de todo aquello costase lo que costase.
En otro orden de cosas, en el barco nadie respondió a mi llamada. Aquello bien podía significar que hubiesen ido a dar con sus huesos en el fondo del mar. No obstante, si las comunicaciones estuviesen afectadas de algún modo el resultado sería el mismo y, de la misma manera, tampoco sabía si se habían distanciado tanto de Ushu como para que la señal no les llegase. En cualquier caso, de nuevo, preocuparme por algo sobre lo que no podía hacer nada no tenía demasiado sentido. Ante mí disponía de más que suficientes problemas como para mantenerme ocupado en todo momento.
Sin ir más lejos, el pintoresco y carismático grupo que había bajado del barco y caminaba con soltura hacia nosotros era el principal de ellos. La forma de vestir que tenían, el modo en que se movían y los accesorios que llevaban dejaban claro que era un grupo fuera de lo común. Por si no fuese suficiente, del interior del que sin duda debía ser su capitán nacía una presencia digna de ser considerada. No obstante, lo más llamativo allí no dejaba de ser que la que sin duda era la mujer del alcalde, Emma, iba con total naturalidad junto al que sospechaba era el capitán. De nuevo, ese maldito alcalde me había dicho lo que consideraba oportuno, ocultándome información y datos que podían ser cruciales. Por un momento me invadió una sensación de frustración, rabia e impotencia que cerca estuvieron de hacerme ir a por el alcalde para arrojarlo a las manos de Sentis y los suyos, pero logré contenerme.
Por un lado, nos había dicho que lo que los piratas querían eran los resultados de su investigación, no a él mismo. Del mismo modo, no había mencionado nada acerca de una hija en ningún momento, lo que inmediatamente me llevó de nuevo a la imagen de la pobre mujer bestia que ejercía de guardiana y custodia del laboratorio secreto. ¿Se trataría de su hija? Confiaba en que no, ¿qué clase de animal descorazonado podría hacerle eso a la sangre de su sangre? Por el momento, opté por mantener un perfil bajo y, ya que nadie allí hablaba, hacer uso de la palabra. Me las tendría que ingeniar para contrastar la información que había manejado hasta el momento con la que pudiera extraer de mis interlocutores.
—El alcalde se encuentra indispuesto y en esta ocasión me ha enviado a mí para que hable en su nombre. Mi nombre es Atlas —dije. Siempre había pensado que la mejor mentira era una verdad a medias y, a decir verdad, el alcalde no estaba en su mejor momento y no había hecho acto de presencia en la zona, convirtiéndome eso en una suerte de emisario. De esa forma pretendía averiguar si en las ocasiones anteriores el alcalde había hablado con ellos; es decir, si la supuesta mujer del alcalde le había visto y le reconocía como su marido. Además, mi nombre era el real—. Don Lautaro me ha pedido que en primer lugar verifique cómo se encuentra su mujer —continué, mirándola entonces a ella directamente—. ¿Cómo se encuentra, Emma? ¿Le han hecho daño? El alcalde está muy preocupado por usted, tanto que no me ha dicho nada acerca de su hija en esta ocasión —finalicé en espera de una respuesta por parte de la mujer.
No tenía la menor idea de a qué demonios estaba jugando el alcalde... Si es que él era el alcalde realmente, puesto que en medio de tanta mentira ya dudaba hasta de su identidad, pero llegaría al fondo de todo aquello costase lo que costase.