Raiga Gin Ebra
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18-11-2024, 03:38 PM
Día 37 de Verano del año 724
El sol, implacable, lanza sus rayos ardientes sobre Oykot. Qué calor, joder. Si miráis a lo lejos da la sensación de que los edificios se derriten. ¿Acaso es una ola de calor?
Vosotros, como parte de ese cuadro vivo, avanzáis por calles que parecen derretirse bajo el calor. El río que divide la isla en dos partes opuestas no alivia el sofocante ambiente, aunque quizá os apetezca refrescaros un poco. Su superficie brilla reflejando la luz, pero el murmullo del agua no aporta frescura, solo sirve como un recordatorio cruel de cómo el Reino se fractura, no solo en términos geográficos, sino también sociales. Aunque bueno, qué os voy a contar a vosotros de fracturas. ¿Sabéis a qué me refiero, no? En fin, la hipotenusa.
Los habitantes se mueven con lentitud, sus rostros perlados por el sudor, miradas entrecerradas bajo sombreros improvisados o pañuelos desgastados. Aunque es un día normal a primera vista, hay un aire inusual en la atmósfera. La gente cuchichea a vuestro paso, conversaciones que se detienen abruptamente o cambian de tema cuando os acercáis. Ojalá pudierais escuchar lo que dicen, pero no. Parecen expertos en el arte del cotilleo. Susurros lo suficientemente altos como para que os deis cuenta de que hablan de algo, pero lo suficientemente bajos para que no sepáis exactamente de qué. Ojos curiosos, unos desconfiados, otros directamente acusadores, se posan en vosotros. Vaya, parece que estáis siendo juzgados por la cara. Esta gente... La tensión flota, palpable, como si algo hubiese ocurrido hace poco o estuviese a punto de pasar. Aunque... Siempre hay algo que está a punto de pasar, ¿no?
Desde el centro de Oykot de abajo, podéis observar la opulencia de la parte alta. En lo más alto de la colina, el palacio resplandece con esa arrogancia de quien mira por encima del hombro. Las cúpulas doradas y los muros impecables se burlan silenciosamente de las fachadas desgastadas del puerto. Aquí, en los dominios de los balleneros, el ambiente es muy distinto. Más terrenal, más vivo. Más vuestro, podríamos decir. Todo huele a sal, aceite de ballena y a esfuerzo humano. Hombres y mujeres robustos cargan barriles, arreglan redes o descansan bajo la sombra de los muelles, que ayuda ligeramente a llevar la difícil tarea que están haciendo. Algunos se detienen y os observan de reojo, con ceños fruncidos y miradas que parecen evaluar si representáis una amenaza, una solución o solo otro problema más.
En una pared veis unos carteles que parecen recién pegados a juzgar por la cola que cae sobre el suelo. Parece que hay una actuación esta noche en "El Largo". ¿Desde cuando hay actuaciones ahí? Joder, sí que hay visión de negocio en esta isla. En fin, que os voy a contar yo a vosotros de fiestas. Si la información es cierta, parece que hoy habrá algo especial, y si no lo es, pues os podéis montar otra fiesta más, ¿no? A ver si invitáis a este humilde narrador a alguna, que no compartís.
En fin. No sé si notáis un poco raro el ambiente... Las calles deberían estar más animadas, los trabajadores hablando con más efusividad o bebiendo para combatir el calor. En cambio, todo parece contenido, como si hubiese algo bajo la superficie esperando por explotar.
Si avanzáis hacia la taberna, os sorprenderéis de lo vacía que está. Las mesas, hechas de madera gruesa y rayada, están en su mayoría desocupadas, a excepción de un par de señores solitarios que beben en silencio. El suelo, cubierto de serrín para absorber los inevitables derrames, cruje bajo vuestros pies. El lugar está fresco gracias a la sombra, pero también inusualmente tranquilo para una jornada en la que se rumorea habrá entretenimiento. Aunque aún quedan unas horas. Yo creo que deberíais coger sitio, en cualquier caso.
El Largo no es un lugar elegante ni pretende serlo. La tenue luz dentro le da cierto encanto. En una esquina, un tablero de anuncios improvisado contiene notas y panfletos, muchos ya amarillentos y doblados en los bordes. En otra, el escenario de madera, que luce cutre e improvisado, parece haber sido puesto ahí a la fuerza. Es elevado y pequeño, y se encuentra esperando esperando a la estrella de esta tarde/noche. Pero, de momento, está vacío. Ni rastro de músicos afinando instrumentos ni de la charla animada que suele preceder a un evento. Solo el eco del silencio y el murmullo ocasional de los dos clientes, cuyas miradas furtivas se clavan en vosotros cuando creen que no les observáis. Igual quien toca es un experto y no le hace falta probar el sonido antes, ¿no? O puede que... No haya actuación. Pero no os quiero joder el día, de verdad. Id cogiendo una cervecita y que pase lo que tenga que pasar. Hemos venido a jugar. ¿Verdad?