Ubben Sangrenegra
Loki
18-11-2024, 06:16 PM
La mañana había comenzado de manera inusualmente tranquila para el bribón de ojos dorados. El sol brillaba con una intensamente, más la brisa marina lo tornaba algo realmente acogedor. El viento soplaba en una dirección favorable y el mar, por una vez, parecía estar de su lado. Era un cambio drástico de la habitual hostilidad que enfrentaba en sus viajes. Por primera vez en años, la suerte parecía haber decidido sonreírle... Desde Kilombo hasta Okyot, de Okyot al Baratie y, más recientemente, hacia Motomami, su ruta había transcurrido sin contratiempos. Aquella buena racha lo tenía casi desconcertado, como si el mundo estuviera guardando algo para desequilibrarlo.
Ubben, sin embargo, no era alguien que desperdiciara la oportunidad de relajarse, no ahora al menos que estaba en confianza y con gente competente. Había comenzado el día con sus ejercicios matutinos, una rutina simple pero eficaz que mantenía su cuerpo ágil y alerta. Luego, con la ligereza que le daba la calma del mar, había acudido a Rag para pedir algo de comida. Así fue como el peliblanco terminó saboreando un pollo salteado con verduras. El sabor le arrancó un fugaz gesto de satisfacción, el maldito rubio pegaba fuerte, era divertido y además cocinaba bien... Entendía perfectametnte a Airgid en ese momento. Terminado el desayuno, Ubben decidió revisar el rumbo de la tartana. La carta de navegación debía estar en orden, y el viento seguía a su favor.
El día avanzó y nuevamente el peliblanco se dirigía a la cabina de navegación, luego de despertar de una corta siesta, con un cigarrillo en la boca y rascandose la cabeza. Con un bostezo despreocupado, abrió la puerta de la cabina de navegación. Pero justo cuando daba un paso hacia dentro, el barco se sacudió violentamente. El impacto lo tomó completamente desprevenido, y su cuerpo chocó contra el marco de la puerta, haciéndolo soltar una maldición entre dientes mientras intentaba recuperar el equilibrio. El timón giró descontrolado, y por un momento, la embarcación parecía haberse convertido en una hoja arrastrada por una corriente invisible. Ubben gruñó mientras se sujetaba hombro izquierdo, el golpe aún pulsando en su hombro que si bien había sanado del balazo recibido en Okyot de vez en cuando seguía doliendo. Desde fuera, escuchó el grito de Rag, llamando a Umi. Su instinto lo llevó de inmediato al timón, que logró estabilizar con movimientos rápidos, aunque no sin cierta dificultad. Una vez corregido el rumbo, salió tambaleándose a la cubierta, su ceño fruncido reflejando una mezcla de dolor y confusión.
—¿Qué mierda acaba de pasar?— preguntó al aire, buscando con la mirada al rubio. Allí estaba Rag, su figura imponente como siempre, con una expresión que no ayudaba a calmar la creciente preocupación de Ubben. Entrecerró los ojos, intentando leer la situación mientras se acercaba a la borda. Sus ojos dorados captaron el movimiento bajo las aguas, una sombra masiva que se desplazaba y junto a ella, una más pequeña y mucho más veloz. —¿Bajó el dúo pescado?— preguntó, con la voz cargada de una preocupación que apenas lograba disimular.
Era evidente que Umi y Asradi, habían descendido al mar en respuesta al extraño fenómeno. Ubben se inclinó sobre la borda, tratando de descifrar lo que estaba viendo. La sombra grande, claramente era Umibozu y la sombra más pequeña, Asradi. Mientras observaba restos de peces comenzaron a flotar y un poco de sangre se vislumbro en el mar —Si eso fue un banco de peces...— murmuró Ubben, mientras su voz perdiéndose en el sonido del mar —¿De qué demonios están escapando?— mirando en dirección desde donde recibieron el golpe de los peces.
La posibilidad de que no fueran simples peces lo hizo tensar la mandíbula. El mar tenía demasiados secretos, demasiados monstruos escondidos bajo su superficie. Y aunque la suerte parecía haber estado de su lado hasta ahora, no podía evitar sentir que su buena racha estaba a punto de terminar. Su mano se movió instintivamente hacia las agujas que llevaba escondidas en su chaqueta, un gesto automático que lo tranquilizaba. Miró a Rag de nuevo, esta vez con más seriedad. —No me gusta esto...— Dijo mientras sus dedos de su mano libre comenzaban a digitarse contra su pulgar, y su pierna se movía ansiosamente en el lugar, taconeando suavemente. Mantuvo su atención fija en el agua, su mente maquinando posibles escenarios y cómo salir de ellos si las cosas empeoraban; sin embargo le preocupaba que la sirena y Umi estuviesen a merced de lo que sea que hizo escapar a los peces.