Angelo
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18-11-2024, 07:05 PM
38 de Verano del año 723, Vodka Shore, Tequila Wolf.
Lo que en un principio había traído consigo una gran emoción y unas expectativas altísimas, con el paso de los días se había convertido en todo un suplicio. Debían llevar en alta mar desde hacía poco más de una semana pero, lejos de tratarse de una travesía apacible, la condición de su papel durante el viaje a bordo del Intrépido les había acarreado multitud de molestias. Para empezar, se habían colado de polizones en aquel barco mercante, lo que evidentemente les imposibilitaba moverse de un lado para otro de la nave con libertad. De hecho, durante los primeros días, se habían pasado la mayor parte del tiempo agarrotándose en el interior de cajas y barriles, inmóviles durante horas sin hacer el más mínimo ruido o movimiento. Salían de noche, cuando la tripulación dormía y la oscuridad les daba cobijo para poder estirarse un poco y robar algo de comida con la que llenar sus estómagos. Angelo aún recordaba los veintidós chasquidos que habían producido los huesos de sus brazos, piernas y espalda en el momento en que al fin pudo estirarlos.
Por supuesto, esta situación no era deseable para ninguno de los dos prófugos de Jaya que, hasta el moño de estar escondidos en espacios tan claustrofóbicos como podían llegar a ser sus escondrijos, empezaron a tomarse más libertades y a correr mayores riesgos en los días venideros. Aun así, la nave en la que viajan no era lo que viene a ser grande, por lo que ser atrapados por la tripulación parecía tan solo una cuestión de tiempo. Tampoco es que importase. Angelo prefería liarse a hostias con toda la tripulación antes que volver a pasar un minuto más metido en un puto barril. Cualquiera diría, de hecho, que sería él a quien descubriesen en primer lugar, aunque el peliverde estaba seguro de que la culpa había sido de Iris.
Su sister podía ser mucho más cauta y racional que él la mayoría de las veces, pero había un factor que determinaba los límites que la solarian era capaz de aguantar. La sutileza se le terminaba en el momento en el que se le acababan los cigarrillos y, al ritmo que la peliblanca se los fundía, no tardó en llegar. Habían terminado discutiendo, intentando decidir si había sido culpa de que Iris saliera a buscar una cajetilla de tabaco entre las pertenencias de la tripulación, o si había sido culpa de Angelo por ir a por un tentempié nocturno y haber terminado atizando a un grumete que se lo encontró con las manos en la masa. El pobrecillo había acabado dentro de la nevera y, por supuesto, al día siguiente se lo encontraron sus compañeros. Pero, ¡eh! ¡No estaba muerto! Quizá hubiera estado al borde de hacerlo tras sufrir de hipotermia, pero no la había espichado. Todo un récord. El caso es que, tras este suceso y percatarse de que las reservas de comida y tabaco habían empezado a disminuir drásticamente, tan solo fue cuestión de tiempo que el capitán entendiera que había alguien más en el barco. Un par de polizones con los que no contaban. Tampoco importó mucho; Angelo hasta agradeció que se pispasen de una vez.
—Bueno chavales, la cosa va así —empezó a decirles Angelo, tirando por la borda a uno de los comerciantes sin muchos miramientos—. Si queréis llegar de una pieza a donde sea que estuvierais yendo, vais a llevarnos a mi sister y a mí a un puerto seguro. No tengo ni puta idea de en qué mar estamos, pero si queréis conservar todos vuestros miembros más os vale dejarnos lejos de cualquier cuartel de la Marina. ¿Es o no? —Les echó un vistazo y todos asintieron entre asustados y a regañadientes tras haber visto de lo que era capaz la pareja—. Cojonudo. Pues arreando.
Sin necesidad de seguir escondiéndose, el trayecto que les quedaba hasta Tequila Wolf —el destino de aquel barco mercante— se les hizo mucho más ameno. Toda la tripulación parecía trabajar con mucha más motivación ante la amenaza inminente de muerte, e incluso Iris estaba de mejor humor y había olvidado lo del chaval en la nevera una vez requisaron todas las cajetillas de tabaco. Días después divisarían una de las islas del archipiélago, Vodka Shore, que sería el primer trozo de tierra firme del East Blue que pisarían en su vida. Un sitio que prometía ser interesante solo por llamarse así, o eso pensaba él.
—Vamos a dejaros atados para que os estéis quietecitos hasta que alguien os encuentre, ¿vale? No queremos que nos delatéis y manden a alguien a buscarnos. Sería un puto coñazo, ¿eh? —preguntó, dándole una, dos y hasta tres palmadas en el hombro al capitán del barco.
Y, dicho eso, le había pedido a su sister que le echase una mano con las mordazas y las ataduras. Una vez acabaron, se sacó un moco y se lo pegó en la frente al capitán, que se puso a revolverse y a mirarle con asco. Ante la inquisitiva mirada de Iris, él se limitó a decir que se trataba de un «seguro de vida». Se pertrecharon con lo que encontraron de utilidad, pillaron el dinero de los pobres desgraciados que les habían llevado hasta allí y se dispusieron a ver dónde demonios estaban. Vodka Shore parecía rebosar de vida y actividad, con montones de edificios llenos de luces y carteles por todas partes.
—Fua, sister, ¿no te pica como de emoción la entrepierna? Este sitio parece lleno de posibilidades. ¿Damos una vuelta o qué?
Y, casi sin esperar respuesta, empezó a caminar para alejarse de los muelles esperando que su compañera le siguiera. A los pocos metros recorridos, el barco del que se habían bajado tan solo hacía un par de minutos estalló por los aires.