Viajar de polizón era incomodo pero hacerlo con alguien que ocupaba literalmente todo tu espacio personal lo era aún más. Además se sumaba su precipitada huida de Jaya en la cual no habían podido zarpar con el barco debían tomar — mucho más grande que aquel— porque a Angelo le había dado por irse a lo grande, explotando su lugar de trabajo, con su jefe y todo dentro. Así que Iris se las había tenido que apañar para buscar una opción que les sirviera en un tiempo récord. Y allí estaban, apretujados detrás de unos barriles.
Las cosas no habían ido tan mal al principio, se escabullían durante la noche para poder conseguir algo de comida y Iris tenía su bien más preciado bajo control: la nicotina. Pero eso había durado poco, no calculó muy bien cuantas cajetillas de tabaco necesitaba y al segundo día ya veía como empezaba a escasear. Poco a poco fue llegando la ansiedad y con ella dejó de ser todo lo cuidadosa que había sido en un principio. Asaltaba con más frecuencia las pertenencias de los marineros y rebuscaba entre ellas para encontrar un mísero piti que llevarse a los labios.
Y ella nunca lo admitiría ante Angelo pero que les pillaran había sido total y completamente su culpa: Eran las doce de la noche y llevaba tres —TRES— horas sin fumar y sin encontrar una cajetilla de tabaco, había buscado en todos lados, en la cocina, en los vestuarios, incluso había mirado detrás de las letrinas para ver si alguien se lo había dejado mientras cagaba. Pero nada, ni un rastro.
—Eh, tu, despierta— Iris le dio unos golpecitos en la cara con su pistola al marinero. — ¿Dónde tienes el tabaco?
Se había colado en su cuarto mientras dormía pretendiendo darle un sustito y que le soltara la información que necesitaba. Sólo eso. El chaval — Pues no tendría más de veinte años— le dio las llaves del almacén sin dudarlo. ¡Puta! que ofertón. Había ido buscando oro y encontró diamantes.
—Muchas gracias, hombre! Ah... ¿La pistola?— Se fijó en que el chico no paraba de mirarla de reojo— No te preocupes no está cargada, mira.
Un tiro resonó por la sala, seguido del alarido del marinero lo que probablemente habría despertado a todos sus compañeros. Iris contempló ensimismada como una mancha roja de sangre donde debían estar los testículos del chaval.
—Hostia... En toda la huevada. Vaya putadon... Lo siento de veras tío, no era mi intención. Bueno que me voy antes de que me pillen, ¡Muchas gracias por la llave, cuídate!
Después de eso y de que Angelo metiera en la nevera a otro marinero decidieron actuar: un par de amenazas y listo, todo iba como la seda. Los tripulantes no dudaron en hacerles caso, quizás la amenaza constante de que te metieran un tiro en las pelotas o de que te tirarán por la borda servía para algo. Aún así Iris no se quitaba la sensación de culpa con el pobre chico, así que un día se pasó por su camarote, en cuanto le vio su cara se puso pálida.
— Joder tío, es que me sabe fatal lo de tu manguera... ¿Tienes novia? — Timmy, pues así se llamaba, asintió con la cabeza— buah, pobrecilla, espero que sepas usar bien tus otras cualidades ahora que tu cimbrel esta KO. Y dime ¿Tenéis hijos? ¿No? Joder, Timmy, me sabe fatal. ¿Sabes que? te daremos un churumbel de Angelo. Va, no me mires así, si los tiene por doquier. Si nos volvemos a ver recuérdamelo ¿Vale?. Anda que te mejores.
Así sí. Ahora ya se sentía mucho mejor.
No tardaron mucho más en llegar a su destino y después de atar, amordazar y observar como Angelo le pegaba un moco, que puto asco, al capitán en la frente se bajaron de aquel navío. Iris respiró profundamente mientras seguía a su amigo, ah... el olor a alcohol, pota y meado. Aquello era como estar en casa.
—No, Angelo, si te pica la entrepierna es que estás cachondo.
Al cabo de unos metros el barco explotó detras suyo, ojalá Timmy estuviera bien... Pero tampoco le preocupaba mucho así que pasó un brazo por los hombros de su amigo y mientras se encendía el último cigarro que le quedaba exclamó:
—¡Vamos a pegarnos una buena cogorza!
Las cosas no habían ido tan mal al principio, se escabullían durante la noche para poder conseguir algo de comida y Iris tenía su bien más preciado bajo control: la nicotina. Pero eso había durado poco, no calculó muy bien cuantas cajetillas de tabaco necesitaba y al segundo día ya veía como empezaba a escasear. Poco a poco fue llegando la ansiedad y con ella dejó de ser todo lo cuidadosa que había sido en un principio. Asaltaba con más frecuencia las pertenencias de los marineros y rebuscaba entre ellas para encontrar un mísero piti que llevarse a los labios.
Y ella nunca lo admitiría ante Angelo pero que les pillaran había sido total y completamente su culpa: Eran las doce de la noche y llevaba tres —TRES— horas sin fumar y sin encontrar una cajetilla de tabaco, había buscado en todos lados, en la cocina, en los vestuarios, incluso había mirado detrás de las letrinas para ver si alguien se lo había dejado mientras cagaba. Pero nada, ni un rastro.
—Eh, tu, despierta— Iris le dio unos golpecitos en la cara con su pistola al marinero. — ¿Dónde tienes el tabaco?
Se había colado en su cuarto mientras dormía pretendiendo darle un sustito y que le soltara la información que necesitaba. Sólo eso. El chaval — Pues no tendría más de veinte años— le dio las llaves del almacén sin dudarlo. ¡Puta! que ofertón. Había ido buscando oro y encontró diamantes.
—Muchas gracias, hombre! Ah... ¿La pistola?— Se fijó en que el chico no paraba de mirarla de reojo— No te preocupes no está cargada, mira.
Un tiro resonó por la sala, seguido del alarido del marinero lo que probablemente habría despertado a todos sus compañeros. Iris contempló ensimismada como una mancha roja de sangre donde debían estar los testículos del chaval.
—Hostia... En toda la huevada. Vaya putadon... Lo siento de veras tío, no era mi intención. Bueno que me voy antes de que me pillen, ¡Muchas gracias por la llave, cuídate!
Después de eso y de que Angelo metiera en la nevera a otro marinero decidieron actuar: un par de amenazas y listo, todo iba como la seda. Los tripulantes no dudaron en hacerles caso, quizás la amenaza constante de que te metieran un tiro en las pelotas o de que te tirarán por la borda servía para algo. Aún así Iris no se quitaba la sensación de culpa con el pobre chico, así que un día se pasó por su camarote, en cuanto le vio su cara se puso pálida.
— Joder tío, es que me sabe fatal lo de tu manguera... ¿Tienes novia? — Timmy, pues así se llamaba, asintió con la cabeza— buah, pobrecilla, espero que sepas usar bien tus otras cualidades ahora que tu cimbrel esta KO. Y dime ¿Tenéis hijos? ¿No? Joder, Timmy, me sabe fatal. ¿Sabes que? te daremos un churumbel de Angelo. Va, no me mires así, si los tiene por doquier. Si nos volvemos a ver recuérdamelo ¿Vale?. Anda que te mejores.
Así sí. Ahora ya se sentía mucho mejor.
No tardaron mucho más en llegar a su destino y después de atar, amordazar y observar como Angelo le pegaba un moco, que puto asco, al capitán en la frente se bajaron de aquel navío. Iris respiró profundamente mientras seguía a su amigo, ah... el olor a alcohol, pota y meado. Aquello era como estar en casa.
—No, Angelo, si te pica la entrepierna es que estás cachondo.
Al cabo de unos metros el barco explotó detras suyo, ojalá Timmy estuviera bien... Pero tampoco le preocupaba mucho así que pasó un brazo por los hombros de su amigo y mientras se encendía el último cigarro que le quedaba exclamó:
—¡Vamos a pegarnos una buena cogorza!