Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
18-11-2024, 10:09 PM
Hace tiempo no sentía algo de adrenalina corriendo por mis venas, al menos no por una situación relativamente “inofensiva” como la que estaba aconteciendo en este momento, lo último que esperaba al llegar a Kilombo es que un ladronzuelo escurridizo intente robarme, lo logre, pero lo que había alcanzado ni siquiera era el dinero que traía sobre mí, sino la bolsa de papel madera que contenía la compra más reciente que había hecho, ahora que me sentía especialmente inspirado: Un ovillo de lana. Deseaba poder alcanzarlo, quitarle el ovillo que tanto deseaba y me pertenecía, solo para enroscarlo a la altura de su nuca, de modo que la cómoda fibra natural obtenida de una, probablemente, desprevenida y esponjosa oveja, fuese el final para este mocoso que intentaba escapar de mis garras. Definitivamente las esquinas, los callejones, las curvas que elegía, así como los sitios techados ya sea con madera, chapa o toldos, eran opciones de lo más esperables, pero efectivas.
Si quería atraparlo tendría que tomar medidas mucho más drásticas de las habituales. Este hombre puede que no fuese el mejor mentiroso o un ladrón increíble y audaz, pero sin duda era un ratón escurridizo que estaba más que determinado a atrapar. Es por eso que, cuando no salió del almacén, batí mis alas suavemente para elevarme ligeramente, evitando así de forma activa que mis pasos se escuchen contra el metal que cubría la estructura. Peiné con una mirada de lo más veloz el techo y localicé un tragaluz, no era lo suficientemente grande como para dejarme entrar, pero seguro que sí para permitir que vea que había dentro. Me acerqué con movimientos silenciosos de mis alas, colocándome en dirección contraria al sol para que mi sombra no se cuele por el tragaluz y me incliné, bajando el visor de aviador, mientras me posaba lentamente para asomarme.
El eco del lugar grande y no tan vacío trajo a mis oídos una interesante charla:
Esa era la voz de un hombre mayor, sin duda, no podía tener menos de cincuenta años, las inflexiones que se daban típicamente en la voz de las personas mayores aún no aparecían en las de él. Esto me dejaba saber aún más cosas sobre el buen Bonez, resulta que llevaba más tiempo del que esperaba en la isla, entonces sería un local, o alguien que había llegado hace unos años a la isla, buscando algo nuevo, escapando o intentando mejorar su vida. Observé a ambos hablar apresuradamente, lo malo era que la salida y entrada de mercancías que tenía el hombre adulto llamado “Fabián” definitivamente no estaba sobre la tierra. Chico listo. Pero aún tenía una buena referencia: El Puerto. Y ¿Dónde iría un criminal que intenta escapar de su perseguidor? Bueno, a los lugares en los que se sentía más seguro o cómodo, o los menos esperados. Eran múltiples opciones, por lo que debía arriesgarme.
Volví a agitar mis alas con un chasquido de lengua y bajé el visor sobre mis ojos, colocando los auriculares, que cancelaban el sonido del viento al volar, en su lugar. Estaba indignado ¿Yo el ladrón? Que querría robarle a este pequeño intento de ladronzuelo, definitivamente no iba a conseguir nada llevándole la contraria, no, después de todo el hombre que le acompañaba y le prestó las llaves parecía confiar en él, y yo era un desconocido. Un desconocido que llevaba persiguiéndole por un buen rato, buscando lo que era suyo… Me sorprendía que Fabián no se diera cuenta que el bribón moreno estaba engañándolo, quizás se encontraba en negación, pero eso no importaba ahora mismo, mi prioridad era atrapar a Bonez y quitarle lo que era mío. Mis plumas se hincharon por la indignación antes de volver a su estado liso habitual, las acaricié suavemente, acicalándolas para asegurarme de que estaban allí. Maldita sabandija. Ahora que sabía que intentarían perseguirme decidí tomar mi propia ruta de escape, ascendí desde el techo a una altura considerable, suficiente para evitar que los comerciantes intenten alcanzarme y, sin perder tiempo, volé hacia el puerto.
Ahora… Si fuese un comerciante ingenuo que intenta ubicar una puerta secreta en el puerto para eludir cualquier robo ¿Dónde la colocaría? Tan pronto como llegué al puerto me posé en un edificio lo suficientemente alto de la zona de comerciantes, con una vista panorámica favorecedora, era similar a una atalaya para vigías, solo que no había nadie allí, de momento, debían estar en descanso. El olor de la brisa marítima era algo familiar para mi, que convivía con ella casi todos los días. Lo último que esperaba, por supuesto, es que mi presa estuviera siendo perseguida por… Bueno… Una banda de piratas… Esto definitivamente llamaría la atención de la marina, por lo que, para evitar tener un encontronazo con cualquier soldado, seguí a los piratas y Bonez por encima de los techos, escondiéndome de las miradas indiscretas del grupo y del ladronzuelo, en algún momento el moreno subiría y sería mi momento de emboscarlo.
O intentaría otra de las suyas y me arrojaría sobre él, pero, mientras tanto, quería dejar que mástique vidrio.
. - ¿Quién lo diría? La balanza se inclina a mi favor de alguna forma. -Me reí entre dientes, cambiando el ritmo de mi respiración para evitar cansarme pronto.
Si quería atraparlo tendría que tomar medidas mucho más drásticas de las habituales. Este hombre puede que no fuese el mejor mentiroso o un ladrón increíble y audaz, pero sin duda era un ratón escurridizo que estaba más que determinado a atrapar. Es por eso que, cuando no salió del almacén, batí mis alas suavemente para elevarme ligeramente, evitando así de forma activa que mis pasos se escuchen contra el metal que cubría la estructura. Peiné con una mirada de lo más veloz el techo y localicé un tragaluz, no era lo suficientemente grande como para dejarme entrar, pero seguro que sí para permitir que vea que había dentro. Me acerqué con movimientos silenciosos de mis alas, colocándome en dirección contraria al sol para que mi sombra no se cuele por el tragaluz y me incliné, bajando el visor de aviador, mientras me posaba lentamente para asomarme.
El eco del lugar grande y no tan vacío trajo a mis oídos una interesante charla:
Cita:. – Hey Fabian ¿Aún tienes aquella salida que hiciste para traer la mercancía desde el puerto?
. – Joder Bonez. Si no fuera porque te debo el que me ayudaras a deshacerme de aquellos pandilleros que querían el 40% de mis ganancias te estaría sacando ya mismo de aquí a patadas.
Esa era la voz de un hombre mayor, sin duda, no podía tener menos de cincuenta años, las inflexiones que se daban típicamente en la voz de las personas mayores aún no aparecían en las de él. Esto me dejaba saber aún más cosas sobre el buen Bonez, resulta que llevaba más tiempo del que esperaba en la isla, entonces sería un local, o alguien que había llegado hace unos años a la isla, buscando algo nuevo, escapando o intentando mejorar su vida. Observé a ambos hablar apresuradamente, lo malo era que la salida y entrada de mercancías que tenía el hombre adulto llamado “Fabián” definitivamente no estaba sobre la tierra. Chico listo. Pero aún tenía una buena referencia: El Puerto. Y ¿Dónde iría un criminal que intenta escapar de su perseguidor? Bueno, a los lugares en los que se sentía más seguro o cómodo, o los menos esperados. Eran múltiples opciones, por lo que debía arriesgarme.
Volví a agitar mis alas con un chasquido de lengua y bajé el visor sobre mis ojos, colocando los auriculares, que cancelaban el sonido del viento al volar, en su lugar. Estaba indignado ¿Yo el ladrón? Que querría robarle a este pequeño intento de ladronzuelo, definitivamente no iba a conseguir nada llevándole la contraria, no, después de todo el hombre que le acompañaba y le prestó las llaves parecía confiar en él, y yo era un desconocido. Un desconocido que llevaba persiguiéndole por un buen rato, buscando lo que era suyo… Me sorprendía que Fabián no se diera cuenta que el bribón moreno estaba engañándolo, quizás se encontraba en negación, pero eso no importaba ahora mismo, mi prioridad era atrapar a Bonez y quitarle lo que era mío. Mis plumas se hincharon por la indignación antes de volver a su estado liso habitual, las acaricié suavemente, acicalándolas para asegurarme de que estaban allí. Maldita sabandija. Ahora que sabía que intentarían perseguirme decidí tomar mi propia ruta de escape, ascendí desde el techo a una altura considerable, suficiente para evitar que los comerciantes intenten alcanzarme y, sin perder tiempo, volé hacia el puerto.
Ahora… Si fuese un comerciante ingenuo que intenta ubicar una puerta secreta en el puerto para eludir cualquier robo ¿Dónde la colocaría? Tan pronto como llegué al puerto me posé en un edificio lo suficientemente alto de la zona de comerciantes, con una vista panorámica favorecedora, era similar a una atalaya para vigías, solo que no había nadie allí, de momento, debían estar en descanso. El olor de la brisa marítima era algo familiar para mi, que convivía con ella casi todos los días. Lo último que esperaba, por supuesto, es que mi presa estuviera siendo perseguida por… Bueno… Una banda de piratas… Esto definitivamente llamaría la atención de la marina, por lo que, para evitar tener un encontronazo con cualquier soldado, seguí a los piratas y Bonez por encima de los techos, escondiéndome de las miradas indiscretas del grupo y del ladronzuelo, en algún momento el moreno subiría y sería mi momento de emboscarlo.
O intentaría otra de las suyas y me arrojaría sobre él, pero, mientras tanto, quería dejar que mástique vidrio.
. - ¿Quién lo diría? La balanza se inclina a mi favor de alguna forma. -Me reí entre dientes, cambiando el ritmo de mi respiración para evitar cansarme pronto.