Asradi
Völva
19-11-2024, 01:18 AM
¿Por qué tenía que hacer tanto calor? Asradi lo estaba sufriendo de mala manera desde que habían regresado a Oykot. El sol golpeaba implacable desde que habían atracado en el puerto. Algunos les reconocieron, sobre todo los balleneros y los pescadores. La gente de a pie, sobre todo. Tras refrescarse un poco, la sirena acompañó al resto hacia el pueblo en sí, aunque al final terminó separándose un poco, al igual que los demás. Lo primero que hizo fue visitar el mercado. Allí encontró a un viejito que había conocido la otra vez y que vendía ungüentos típicos de la zona y que le habían sido legados de generación en generación. La sirena emprendió una conversación animada con él, intercambiando opiniones, impresiones. Cosas que habían hecho durante tiempo. Asradi le entregó unas plantas que había conseguido en Momobami, explicándole un poco las características de las mismas. Y luego, la conversación continuó de manera más fluida hacia temas más banales. A su alrededor, la gente del puerto continuaba trabajando. Había visto a Ragn durante unos momentos ayudar a los balleneros también, con las cuerdas y otras tareas que requiriesen la enorme fuerza del vikingo. Ella también estaba echando una mano, sobre todo en temas más médicos. O, incluso, atrayendo algunos bancos de peces con su voz, facilitándoles un poco la vida a esa gente que se ganaba el pan de manera tan dura día tras día.
Había notado, por otro lado, algunas miradas desconfiadas hacia ella. Pero aunque eso le hizo envarar la espalda, decidió continuar hacia delante. Tras hacer un par de comprar sencillas, Asradi fue avanzando a través de las calles, todavía con esa sensación en la nuca. Había carteles por la zona, y los ojos de la sirena se posaron con cierta curiosidad.
— ¿Una actuación? — Y, precisamente, en la taberna que, ahora, rendía culto a Tofun con el apodo que el tontatta llevaba.
Pensar en el susodicho le traía una sensación agridulce. Todavía tenía esa espina clavada de no haber podido ayudarle como era debido. De no haber podido salvarle. Tomó aire un momento, antes de suspirar y se dirigió, con su peculiar caminar, hacia el lugar en cuestión. A medida que avanzaba, cada vez era más consciente de los susurros y de las miradas. Asradi también le devolvió dichos gestos o, al menos, alguna mirada de reojo, pero no iba a entrar en ese juego.
— ¡Ragn! — Llamó en cuanto vió al grandullón justo en la entrada de la taberna, esperando en el exterior. — ¿Y los demás? — Preguntó, mirando un poco a su alrededor. Esperaba, en realidad, ver a Airgid con el grandullón, al menos.