Qazan
Qazan
19-11-2024, 01:41 AM
"Si es que no hay que ser tan bocazas." Pensaba mientras sobrevolábamos el East Blue en taxi volador camino a Isla Kilombo. Justo ayer le habíamos dejado las cosas claras a un cliente que después de resolverle sus "Problemillas" se había puesto gallito a la hora de pagarnos... Que decisión tan nefasta... Qué necesidad de darle una escusa a Gretta para que te devore... Bueno, al menos mi reina cerda tenía comida para el trayecto hasta Isla kilombo. Luego de robarle hasta el último Berry y darle una buena paliza con su tortura de quebrantamiento óseo, lo metimos cual despojo en un barril que nos llevamos con nosotros. Vale que éramos un dúo muy marrullero que solo queremos ver dinero y destrucción... Pero no es tan difícil respetar nuestra profesión, es tan sencillo extorsionar a la gente cuando ponen de su parte... Pero no... tenía que complicar las cosas llamandonos "Cerda y salmon". De habernos respetado un poquito le abríamos torturado algo menos, pero el tío quería hacerse el duro.
—Mierda, estiamos llegando, pasa barril, yo enquiargo problema. Dijo Gretta mientras abría el barril y, tras un gesto de sorpresa comenzó a devorar a esa pobre alma en pena. Bueno, al menos saciaba su hambre antes de llegar a la isla, que si no recordaba mal, Kilombo era una isla Marine, y si algo nos caracterizaba era armarla por cuatro tonterías como querer comer hasta reventar y luego hacer un "Sinpa". Sea como fuere la cosa es que íbamos camino a una isla con alineación hacia la Marina con un muerto en un barril... Aunque bueno, a decir verdad para cuando alcanzábamos a ver el puerto de Kilombo el muerto ya había desaparecido y solo quedaba el barril de madera además del fétido olor.
Por fin llegábamos a puerto, mi amada Gretta comenzó a otear el horizonte. "Ya está buscando más comida o alguien con quien acostarse". Pensé al verla barriendo toda la zona de los muelles de un vistazo, en ese momento me di cuenta de que tenía uno de los colmillos salpicado de sangre ya seca del tentempié de antes. - Oye Gretta tienes ahí un poco de...-. Antes de terminar la frase la cerda ya había encontrado algo que le había llamado mucho la atencion pues me cortó justo para señalarme hacia donde se dirigía. -Debería seguirla... Se va a meter en líos-. Dije resignándome a lo poco cuidadosa que era con estos detalles, bastante destacábamos ella y yo como para ir por ahí dando el cante.
Fui detrás suya siguiéndola hasta que de pronto volteó la cabeza, algo le había llamado aún más la atención que aquellos hombres hipermusculados. Gretta siguió avanzando mientras que yo no pude evitar quedarme embobado mientras seguía caminando. Ella estaba allí, de pie, inmóvil como una pintura. Su piel, blanca como la nieve, brillaba con un resplandor que casi desafiaba la intensidad del sol. Sus piernas largas y esbeltas se sostenían con una gracia natural, dando la impresión de que flotaba más que permanecía enraizada al suelo. Llevaba un vestido oscuro, sencillo pero elegante, que se ceñía a su figura sin esfuerzo, resaltando su porte altivo.
El cabello negro, liso y brillante, caía en cascada hasta su espalda, enmarcando un rostro que parecía esculpido por los dioses. Sus labios, de un sutil color carmesí, dibujaban una mueca indescifrable, ni sonrisa ni gesto de desdén. Sostenía una sombrilla de encaje negro, cuyo borde jugaba con la luz, proyectando sombras intrincadas y complejas sobre su piel. ¿Quién demonios eres? Pensaba para mi mismo sin prestar atención a mi alrededor. De pronto, un impacto. Fue como si el mundo lo me hubiese traído de vuelta a la realidad de un tirón. Me tambaleé ligeramente y volví la vista al frente para no encontrarme con nada. No se que esperaba encontrar si solo Gretta era más alta que yo en todo el muelle. Bajé la vista y ahí lo reconocí. Ese cabello negro y el semblante despistado, era inconfundible. -¡Juuken! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo chiquitín-. Le dije con gran alegría al verle. Le había cogido mucho cariño al pequeño, casi como si fuese un hermano pequeño.
—Mierda, estiamos llegando, pasa barril, yo enquiargo problema. Dijo Gretta mientras abría el barril y, tras un gesto de sorpresa comenzó a devorar a esa pobre alma en pena. Bueno, al menos saciaba su hambre antes de llegar a la isla, que si no recordaba mal, Kilombo era una isla Marine, y si algo nos caracterizaba era armarla por cuatro tonterías como querer comer hasta reventar y luego hacer un "Sinpa". Sea como fuere la cosa es que íbamos camino a una isla con alineación hacia la Marina con un muerto en un barril... Aunque bueno, a decir verdad para cuando alcanzábamos a ver el puerto de Kilombo el muerto ya había desaparecido y solo quedaba el barril de madera además del fétido olor.
Por fin llegábamos a puerto, mi amada Gretta comenzó a otear el horizonte. "Ya está buscando más comida o alguien con quien acostarse". Pensé al verla barriendo toda la zona de los muelles de un vistazo, en ese momento me di cuenta de que tenía uno de los colmillos salpicado de sangre ya seca del tentempié de antes. - Oye Gretta tienes ahí un poco de...-. Antes de terminar la frase la cerda ya había encontrado algo que le había llamado mucho la atencion pues me cortó justo para señalarme hacia donde se dirigía. -Debería seguirla... Se va a meter en líos-. Dije resignándome a lo poco cuidadosa que era con estos detalles, bastante destacábamos ella y yo como para ir por ahí dando el cante.
Fui detrás suya siguiéndola hasta que de pronto volteó la cabeza, algo le había llamado aún más la atención que aquellos hombres hipermusculados. Gretta siguió avanzando mientras que yo no pude evitar quedarme embobado mientras seguía caminando. Ella estaba allí, de pie, inmóvil como una pintura. Su piel, blanca como la nieve, brillaba con un resplandor que casi desafiaba la intensidad del sol. Sus piernas largas y esbeltas se sostenían con una gracia natural, dando la impresión de que flotaba más que permanecía enraizada al suelo. Llevaba un vestido oscuro, sencillo pero elegante, que se ceñía a su figura sin esfuerzo, resaltando su porte altivo.
El cabello negro, liso y brillante, caía en cascada hasta su espalda, enmarcando un rostro que parecía esculpido por los dioses. Sus labios, de un sutil color carmesí, dibujaban una mueca indescifrable, ni sonrisa ni gesto de desdén. Sostenía una sombrilla de encaje negro, cuyo borde jugaba con la luz, proyectando sombras intrincadas y complejas sobre su piel. ¿Quién demonios eres? Pensaba para mi mismo sin prestar atención a mi alrededor. De pronto, un impacto. Fue como si el mundo lo me hubiese traído de vuelta a la realidad de un tirón. Me tambaleé ligeramente y volví la vista al frente para no encontrarme con nada. No se que esperaba encontrar si solo Gretta era más alta que yo en todo el muelle. Bajé la vista y ahí lo reconocí. Ese cabello negro y el semblante despistado, era inconfundible. -¡Juuken! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo chiquitín-. Le dije con gran alegría al verle. Le había cogido mucho cariño al pequeño, casi como si fuese un hermano pequeño.