Drake Longspan
[...]
19-11-2024, 02:41 AM
El hombre apenas tuvo tiempo de procesar las palabras antes de que algo pesado y contundente lo golpeara directamente en la cara. El impacto fue seco, y Drake, cuya tolerancia al dolor era admirable, simplemente parpadeó y se tambaleó ligeramente hacia atrás en su asiento, mientras el maletín rebotaba en la mesa y se abría de par en par, esparciendo billetes por doquier. Los pedazos de papel flotaron en el aire como si se tratara de una lluvia surrealista de fortuna inesperada, captando las miradas de todos los presentes en la taberna.
El encapuchado, por su parte, retrocedió un poco, instintivamente llevándose las manos al rostro mientras su capucha caía, revelando una identidad que hasta entonces había pasado desapercibida para la mayoría. Drake Longspan, por otro lado, permanecía inmóvil, con su rostro impasible, aunque con la ligera marca del maletín empezando a hincharse en su pómulo izquierdo. Llevó una mano al lugar del golpe y, con un tono de voz que sonaba más a resignación que a molestia, gruñó:
— Tú y tus entradas dramáticas, cabrón... ¿Era necesario tirarme el maletín?
Su mirada, sin embargo, se suavizó al escuchar la cifra pronunciada por Byron, incluso mientras el capitán atravesaba la taberna como un huracán, amenazando a cualquiera que intentara siquiera mirar los billetes desparramados. El carpintero levantó una ceja al escuchar la cantidad final.
— ¿Veintiséis millones? — repitió, incrédulo, mientras tomaba la jarra de cerveza y se la llevaba a los labios, dando un largo sorbo antes de dejarla caer de golpe sobre la mesa, el ruido resonando como un martillo.
— No está mal para alguien tan cabezón como tú... Aunque, claro, podrías habérmelo dado sin joderme la cara.
Mientras hablaba, Drake Longspan comenzó a recoger algunos de los billetes cercanos, de manera casi casual, como si esto fuera un evento cotidiano. Sin embargo, no pudo evitar sonreír levemente al ver la expresión de Byron Nikkei, claramente orgulloso de su logro. A regañadientes, y tras un suspiro que parecía durar una eternidad, finalmente añadió:
— Vale, vale, eres brillante, capitán... Brillante como un puto faro en mitad de la noche. Satisfecho ahora, ¿eh? — dijo con cierto sarcasmo, pero con una pizca de afecto en su tono. — Qué sepas que he adelantado gran parte del trabajo.
Sin embargo, la tensión en la taberna no pasó desapercibida. Los ojos de Byron, cargados de intensidad, se habían clavado en el encapuchado. Drake Longspan giró lentamente la cabeza, siguiendo la mirada de su capitán. Entonces, lo vio: el hombre que, hasta hace unos momentos, había estado sentado frente a él, ahora descubierto. Los ojos del humano de los brazos largos se entrecerraron mientras reconocía la figura.
— Mierda... — murmuró para sí mismo, mientras veía a Byron desenvainar su espada con la misma rapidez que un relámpago.
Drake, acostumbrado a situaciones tensas, se levantó de su asiento con calma, colocando su enorme mano en el hombro de Byron para detenerlo.
— Eh, tranquilo, pollito. Vamos a resolver esto con un poco de cabeza, ¿vale? — dijo, su voz grave resonando como un trueno apagado. Luego, dirigió su mirada al hombre frente a ellos, que permanecía inmóvil, su rostro parcialmente cubierto por las sombras de la taberna. — Tú, amigo, tienes cinco segundos para explicarte. ¿Qué haces aquí, y por qué demonios tendría que importarme que Byron quiera rajarte otra vez?
El humano de brazos largos, quien hasta entonces había estado sentado con una jarra de cerveza en la mano, miró todo el intercambio con la ceja arqueada. Su enorme figura ocupaba más de lo que parecía físicamente posible para un rincón tan pequeño, pero no parecía ni incómodo ni preocupado. Sin embargo, la tensión entre Byron y Kael era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo, y eso, en su experiencia, solo significaba que las cosas estaban a un par de palabras mal escogidas de descontrolarse.
Soltó un profundo suspiro y, dejando su jarra sobre la mesa con un sonido pesado, se levantó. El crujir de la madera bajo su peso hizo que más de uno en la taberna mirara de reojo, y algunos incluso retrocedieron un paso al ver a la imponente figura del hombre de cabello trenzado y mirada severa ponerse de pie.
— ¿En serio? — gruñó, con un tono bajo y grave, pero lo suficientemente alto como para que ambos lo escucharan — ¿Esto es lo que pasa después de semanas sin vernos? Byron, tiras un maletín lleno de dinero a mi cabeza como si fuera tu saco de boxeo personal, y ahora apuntas tu espada como si quisieras jugar al héroe. Y tú — dijo, señalando a Kael con un dedo tan grande como para parecer una daga — ¿Vienes a una isla que ni te corresponde para soltar sermones? Mierda...
Drake Longspan se tomó otra ceveza de cuajo antes de pedir veinte rondas de chupitos del licor más fuerte de la taberna.
— Es hora de que arreglen sus diferencias como hombres, Rohahaha.
El encapuchado, por su parte, retrocedió un poco, instintivamente llevándose las manos al rostro mientras su capucha caía, revelando una identidad que hasta entonces había pasado desapercibida para la mayoría. Drake Longspan, por otro lado, permanecía inmóvil, con su rostro impasible, aunque con la ligera marca del maletín empezando a hincharse en su pómulo izquierdo. Llevó una mano al lugar del golpe y, con un tono de voz que sonaba más a resignación que a molestia, gruñó:
— Tú y tus entradas dramáticas, cabrón... ¿Era necesario tirarme el maletín?
Su mirada, sin embargo, se suavizó al escuchar la cifra pronunciada por Byron, incluso mientras el capitán atravesaba la taberna como un huracán, amenazando a cualquiera que intentara siquiera mirar los billetes desparramados. El carpintero levantó una ceja al escuchar la cantidad final.
— ¿Veintiséis millones? — repitió, incrédulo, mientras tomaba la jarra de cerveza y se la llevaba a los labios, dando un largo sorbo antes de dejarla caer de golpe sobre la mesa, el ruido resonando como un martillo.
— No está mal para alguien tan cabezón como tú... Aunque, claro, podrías habérmelo dado sin joderme la cara.
Mientras hablaba, Drake Longspan comenzó a recoger algunos de los billetes cercanos, de manera casi casual, como si esto fuera un evento cotidiano. Sin embargo, no pudo evitar sonreír levemente al ver la expresión de Byron Nikkei, claramente orgulloso de su logro. A regañadientes, y tras un suspiro que parecía durar una eternidad, finalmente añadió:
— Vale, vale, eres brillante, capitán... Brillante como un puto faro en mitad de la noche. Satisfecho ahora, ¿eh? — dijo con cierto sarcasmo, pero con una pizca de afecto en su tono. — Qué sepas que he adelantado gran parte del trabajo.
Sin embargo, la tensión en la taberna no pasó desapercibida. Los ojos de Byron, cargados de intensidad, se habían clavado en el encapuchado. Drake Longspan giró lentamente la cabeza, siguiendo la mirada de su capitán. Entonces, lo vio: el hombre que, hasta hace unos momentos, había estado sentado frente a él, ahora descubierto. Los ojos del humano de los brazos largos se entrecerraron mientras reconocía la figura.
— Mierda... — murmuró para sí mismo, mientras veía a Byron desenvainar su espada con la misma rapidez que un relámpago.
Drake, acostumbrado a situaciones tensas, se levantó de su asiento con calma, colocando su enorme mano en el hombro de Byron para detenerlo.
— Eh, tranquilo, pollito. Vamos a resolver esto con un poco de cabeza, ¿vale? — dijo, su voz grave resonando como un trueno apagado. Luego, dirigió su mirada al hombre frente a ellos, que permanecía inmóvil, su rostro parcialmente cubierto por las sombras de la taberna. — Tú, amigo, tienes cinco segundos para explicarte. ¿Qué haces aquí, y por qué demonios tendría que importarme que Byron quiera rajarte otra vez?
El humano de brazos largos, quien hasta entonces había estado sentado con una jarra de cerveza en la mano, miró todo el intercambio con la ceja arqueada. Su enorme figura ocupaba más de lo que parecía físicamente posible para un rincón tan pequeño, pero no parecía ni incómodo ni preocupado. Sin embargo, la tensión entre Byron y Kael era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo, y eso, en su experiencia, solo significaba que las cosas estaban a un par de palabras mal escogidas de descontrolarse.
Soltó un profundo suspiro y, dejando su jarra sobre la mesa con un sonido pesado, se levantó. El crujir de la madera bajo su peso hizo que más de uno en la taberna mirara de reojo, y algunos incluso retrocedieron un paso al ver a la imponente figura del hombre de cabello trenzado y mirada severa ponerse de pie.
— ¿En serio? — gruñó, con un tono bajo y grave, pero lo suficientemente alto como para que ambos lo escucharan — ¿Esto es lo que pasa después de semanas sin vernos? Byron, tiras un maletín lleno de dinero a mi cabeza como si fuera tu saco de boxeo personal, y ahora apuntas tu espada como si quisieras jugar al héroe. Y tú — dijo, señalando a Kael con un dedo tan grande como para parecer una daga — ¿Vienes a una isla que ni te corresponde para soltar sermones? Mierda...
Drake Longspan se tomó otra ceveza de cuajo antes de pedir veinte rondas de chupitos del licor más fuerte de la taberna.
— Es hora de que arreglen sus diferencias como hombres, Rohahaha.