Donatella Pavone
La Garra de Pavone
19-11-2024, 08:57 PM
La reacción de la oni era simplemente fascinante e inesperada, desde el momento en que Donatella habló, había estado estudiando cada movimiento de aquella imponente mujer, no solo por cautela, sino también por pura curiosidad pues su raza solía tener cierta fama en los mares más peligrosos. Sowon Shinozaki, como había revelado llamarse, no solo aceptaba su compañía, sino que también parecía valorar su presencia como algo más que una simple distracción. Eso, para la Garra, era un cambio refrescante en comparación con la condescendencia con la que muchos solían tratarla desde que había llegado a Rostock con puros trapos de bailarina de segunda y una capa vagamente limpia. No obstante, también pudo sentir una advertencia; Sowon era más de lo que parecía a simple vista.
— Donatella Pavone. Aunque me temo que ese nombre no tiene el peso que solía tener. —respondió con un tono tranquilo pero firme, dejando escapar una leve sonrisa ante la mención de las “hormigas”. — Es un placer, Sowon Shinozaki. Y tienes razón, no deberíamos dejar que otros se adelanten a nuestro plato. — continuó reflejando un poco más de entusiasmo, era agradable tener compañía para una misión después de tantos días alejada de su guardia real tras el naufragio.
Tomó los carteles que la oni le ofrecía, dándoles un vistazo rápido mientras caminaban hacia la salida de la taberna. Las imágenes eran borrosas y algo desgastadas, pero el patrón que Sowon había señalado era claro. Tres rostros distintos, un mismo lugar; un callejón que, al parecer, había servido de escenario para más de un crimen. Mientras caminaban, Donatella ajustó su capa ligera y dejó que su mirada se moviera constantemente, escaneando las calles como había aprendido a hacer desde que se había convertido en cazadora. Sin duda había aprendido que, en Rostock, las calles tranquilas siempre escondían algo más bajo la superficie.
La voz de Sowon interrumpió sus pensamientos, retomando la conversación mientras el calor del día parecía menos sofocante bajo la sombra que ambas compartían. La oni hablaba con una sinceridad y claridad que Donatella encontraba sorprendente. Había algo admirable en la manera en que expresaba sus ambiciones, su voluntad de encontrar un propósito más grande que ella misma. En muchos sentidos, Sowon parecía ser una persona que sabía exactamente quién era y lo que quería.
— Un sueño, ¿eh? —Donatella dejó escapar un leve suspiro, sin desviar la mirada del camino mientras consideraba la pregunta de Sowon, que por un instante le hizo pensar en su prófugo hermano. — No estoy segura de tener uno en este momento. Mi vida es más… pragmática. Hay algo que debo hacer, una responsabilidad que no puedo ignorar. ¿Un sueño? Eso vendría después, si es que llego a permitírmelo. — Las palabras salieron más honestas de lo que esperaba, deseando que con suerte su enorme acompañante apreciaría la franqueza.
A su alrededor, el pueblo comenzaba a cambiar, las calles se volvían más estrechas y las marcas del paso del tiempo eran más evidentes en las paredes y edificios. Los grafitis que Sowon había mencionado eran inconfundibles ahora, como un rastro que guiaba hacia el callejón en cuestión. — ¿Qué me trae aquí? — Continuó, manteniendo la conversación mientras sus ojos recorrían los alrededores, buscando cualquier signo de actividad sospechosa. — Circunstancias. Rostock es un paso, no un destino. Cazar aquí me ayuda a reunir los recursos que necesito para seguir mi camino, pero no planeo quedarme mucho tiempo. — Sus palabras cargadas de convicción dejaban más que claro que para ella Rostock no tenia nada interesante, tan solo era una parada indeseable que se vio forzada a realizar.
A medida que seguían adentrándose en su rumbo, el aroma a pintura desgastada se intensificó. Allí estaba el grafiti que había visto en los carteles, un rostro pintado con descaro y las palabras borrosas que lo rodeaban, casi irreconocibles por el tiempo y la intemperie. Sin embargo, la escena que debería haber estado llena de actividad estaba desolada, de hecho, demasiado tranquila para un lugar que servía como base para tres criminales con precio sobre sus cabezas. — Demasiado tranquilo. — murmuró Donatella, más para sí misma que para su acompañante. Sus ojos ámbar se estrecharon mientras recorrían la zona con la mirada, buscando cualquier señal de movimiento o algo que no encajara pues la ausencia de actividad era, en sí misma, un signo de advertencia.
—No me gusta esto. — dijo en voz baja, con un tono más serio. — Si estos tres operan aquí, entonces saben cómo esconderse o… deben saber que veníamos. — Concluyó tras dejar caer los carteles al suelo con un movimiento despreocupado, como si los rostros de los criminales ya no fueran importantes. Todo lo que importaba ahora era lo que sucedería a continuación. Sowon había mencionado querer algo más grande, y Donatella podía sentir que estaban a punto de encontrarse con algo que quizás cumpliera esa descripción. A modo de precaución tronó sus dedos para luego relajar sus manos que se encontraban cubiertas por sus guantes de combate, aunque manteniendo cada músculo de su cuerpo listo para moverse en un instante. La Garra de Pavone nunca subestimaba a sus oponentes, y no tenía intención de comenzar ahora.
— Donatella Pavone. Aunque me temo que ese nombre no tiene el peso que solía tener. —respondió con un tono tranquilo pero firme, dejando escapar una leve sonrisa ante la mención de las “hormigas”. — Es un placer, Sowon Shinozaki. Y tienes razón, no deberíamos dejar que otros se adelanten a nuestro plato. — continuó reflejando un poco más de entusiasmo, era agradable tener compañía para una misión después de tantos días alejada de su guardia real tras el naufragio.
Tomó los carteles que la oni le ofrecía, dándoles un vistazo rápido mientras caminaban hacia la salida de la taberna. Las imágenes eran borrosas y algo desgastadas, pero el patrón que Sowon había señalado era claro. Tres rostros distintos, un mismo lugar; un callejón que, al parecer, había servido de escenario para más de un crimen. Mientras caminaban, Donatella ajustó su capa ligera y dejó que su mirada se moviera constantemente, escaneando las calles como había aprendido a hacer desde que se había convertido en cazadora. Sin duda había aprendido que, en Rostock, las calles tranquilas siempre escondían algo más bajo la superficie.
La voz de Sowon interrumpió sus pensamientos, retomando la conversación mientras el calor del día parecía menos sofocante bajo la sombra que ambas compartían. La oni hablaba con una sinceridad y claridad que Donatella encontraba sorprendente. Había algo admirable en la manera en que expresaba sus ambiciones, su voluntad de encontrar un propósito más grande que ella misma. En muchos sentidos, Sowon parecía ser una persona que sabía exactamente quién era y lo que quería.
— Un sueño, ¿eh? —Donatella dejó escapar un leve suspiro, sin desviar la mirada del camino mientras consideraba la pregunta de Sowon, que por un instante le hizo pensar en su prófugo hermano. — No estoy segura de tener uno en este momento. Mi vida es más… pragmática. Hay algo que debo hacer, una responsabilidad que no puedo ignorar. ¿Un sueño? Eso vendría después, si es que llego a permitírmelo. — Las palabras salieron más honestas de lo que esperaba, deseando que con suerte su enorme acompañante apreciaría la franqueza.
A su alrededor, el pueblo comenzaba a cambiar, las calles se volvían más estrechas y las marcas del paso del tiempo eran más evidentes en las paredes y edificios. Los grafitis que Sowon había mencionado eran inconfundibles ahora, como un rastro que guiaba hacia el callejón en cuestión. — ¿Qué me trae aquí? — Continuó, manteniendo la conversación mientras sus ojos recorrían los alrededores, buscando cualquier signo de actividad sospechosa. — Circunstancias. Rostock es un paso, no un destino. Cazar aquí me ayuda a reunir los recursos que necesito para seguir mi camino, pero no planeo quedarme mucho tiempo. — Sus palabras cargadas de convicción dejaban más que claro que para ella Rostock no tenia nada interesante, tan solo era una parada indeseable que se vio forzada a realizar.
A medida que seguían adentrándose en su rumbo, el aroma a pintura desgastada se intensificó. Allí estaba el grafiti que había visto en los carteles, un rostro pintado con descaro y las palabras borrosas que lo rodeaban, casi irreconocibles por el tiempo y la intemperie. Sin embargo, la escena que debería haber estado llena de actividad estaba desolada, de hecho, demasiado tranquila para un lugar que servía como base para tres criminales con precio sobre sus cabezas. — Demasiado tranquilo. — murmuró Donatella, más para sí misma que para su acompañante. Sus ojos ámbar se estrecharon mientras recorrían la zona con la mirada, buscando cualquier señal de movimiento o algo que no encajara pues la ausencia de actividad era, en sí misma, un signo de advertencia.
—No me gusta esto. — dijo en voz baja, con un tono más serio. — Si estos tres operan aquí, entonces saben cómo esconderse o… deben saber que veníamos. — Concluyó tras dejar caer los carteles al suelo con un movimiento despreocupado, como si los rostros de los criminales ya no fueran importantes. Todo lo que importaba ahora era lo que sucedería a continuación. Sowon había mencionado querer algo más grande, y Donatella podía sentir que estaban a punto de encontrarse con algo que quizás cumpliera esa descripción. A modo de precaución tronó sus dedos para luego relajar sus manos que se encontraban cubiertas por sus guantes de combate, aunque manteniendo cada músculo de su cuerpo listo para moverse en un instante. La Garra de Pavone nunca subestimaba a sus oponentes, y no tenía intención de comenzar ahora.