Sowon
Luna Sangrienta
19-11-2024, 10:27 PM
Había algo que le llamaba la atención de aquel nombre, algo que le llamaba particularmente la atención, se sumió en sus pensamientos mientras caminaba con el apellido en la punta de la lengua. Pavone... Pavone, lo saboreaba, había comido un pavo hace cuatro días pero no era eso, Pavone, Pavone... lo pensaba, lo mascullaba y buscaba entre los rostros que venían a su mente en aquel momento. Pavone, algo tenía ese apellido ¿Pero que era? Lo había escuchado o lo había leído, volvió a cerrar los ojos y entonces reconoció una voz que lo había mencionado tenía una voz pero no sabía si era una masculina o femenina. Se sentía fatal por estar ignorando lo que podía ser la mejor conversación de su vida, al menos las respuestas llegaba a captar un poco de información pero desde que salieron de ese lugar el apellido se había vuelto una luz imposible de apartar. Como si su cuerpo le estuviera diciendo que había algo importante allí, algo de lo cual extrañamente le resultaba muy reciente, los rostros comenzaban a desaparecer en su mente. No había escuchado el nombre en algún antro, tampoco había sido en la granja, suspiró pero entonces bajó la mirada a esa calle y una bombilla pareció encenderse en su cabeza.
— Plumitas... era eso, el muy idiota se olvidó de esperar al postre que pedí para ambos y me dejó comiendo sola. Espero que esos modales no sean de familia, porque si logramos sacar un puñado de Berries espero que me acompañes hasta el helado. No sabía que tuviese a alguien como tú y no me haya hablado ni una vez de semejante belleza. —
Masculló mientras recordaba el nombre "Mas Lluvia Pavone" o algo así, era plumitas para ella y el tonto que se había ido antes de probar el mejor helado de la Isla. Desde entonces no lo había vuelto a ver, parecía que evitaba a toda costa ser encontrado por ella y al tercer día debió comerse el helado que le había guardado ya que no podía seguir rompiendo la cadena de frío. Había sido doloroso, lo comió llorando con lágrimas casi tan saladas como la hamburguesa más popular del lugar. Pero incluso mientras había gritado que se comería su helado, Plumitas parecía haberse esfumado de la faz de la tierra y a lo mejor algún bandido lo había matado por esas muestras de piedad que solía tener. Sowon comenzó a reír, a lo mejor había reencarnado como una mujer y lo cierto era que Plumitas desde siempre le había parecido una persona extraña.
— ¿Pragmática? Eres la primer humana que pone los hechos por delante de algo imaginario, me agrada que así sea y estoy consciente de que esta isla es más como una cuna de oportunidades. Viajeros, criminales, todos vienen aquí a probarse o a buscar gente fuerte que puedan reclutar viendo este lugar como una simple piedra en su zapato. No es mala isla, pero empieza a quedarse corta cuando lo único que puedes hacer es irte a por animales salvajes... —
Respondió a medias, el pensamiento de Mayura y el apellido le había impedido oír demasiado de las palabras pero supuso por su tono de voz que no había dicho nada diferente a otros que ya conocía. Rostock nunca era un lugar clave, una Isla perdida en un mar apartado del mundo y que apenas estaba saliendo de un bloqueo en cuanto a su progreso. La presencia de la Marina hacía que aquel lugar fuese más un paraje muy efímero para quienes se dedicaban a vivir de los crímenes y por tanto que un cazador estuviera durante mucho tiempo explorando era un escenario inclusive más improbable.
— Si saben que veníamos... No me importa, pueden venir con refuerzos que los haremos pedazos, no me preocupaba en lo absoluto que pudieran vernos o no. Lo importante es que no pueden dejar este lugar sin protección... ¿Deberíamos tocar? —
Sonrió de manera salvaje mientras desenvainaba su enorme espadón, en un simple movimiento la enorme espada había destrozado la barricada de madera que se encontraba delante de una casa supuestamente abandonada. Temblando, aplastado por la propia madera se encontraba un hombre que apuntaba un arma al aire, jalando el gatillo pero esta se había atascado. La rubia simplemente le ignoró, descendiendo su filo sobre este hasta que la punta del arma se encontraba a escasos segundos de atravesar su cráneo. El revolver cayó al suelo, mientras que la imponente Oni le indicaba con una mano a su compañera que vigilase.
— ¿Dónde está? Sabemos que aquí guardan algo, algo seguramente valioso... No intentes nada, simplemente dime donde se esconden esos tres y que se cuece... —
Preguntó con seriedad, no estaba ahí para jugar a las escondidas y tampoco tenía paciencia para los criminales, pero sentía que eliminar a ese hombre sería un desperdicio para su espada. Su acero no le había tocado, simplemente la puerta había caído encima y mancillar su honor con una presa tan pobre era un acto mundano, los Onis siempre buscaban que su arma tomase la fuerza de todo lo que cortaba y ciertamente esa alma no le garantizaba fuerza o miedo a su arma. El mediodía parecía haber traído a la muerte, la Luna Sangrienta, que buscaba saciar la voluntad de su arma con las almas adecuadas.
— Plumitas... era eso, el muy idiota se olvidó de esperar al postre que pedí para ambos y me dejó comiendo sola. Espero que esos modales no sean de familia, porque si logramos sacar un puñado de Berries espero que me acompañes hasta el helado. No sabía que tuviese a alguien como tú y no me haya hablado ni una vez de semejante belleza. —
Masculló mientras recordaba el nombre "Mas Lluvia Pavone" o algo así, era plumitas para ella y el tonto que se había ido antes de probar el mejor helado de la Isla. Desde entonces no lo había vuelto a ver, parecía que evitaba a toda costa ser encontrado por ella y al tercer día debió comerse el helado que le había guardado ya que no podía seguir rompiendo la cadena de frío. Había sido doloroso, lo comió llorando con lágrimas casi tan saladas como la hamburguesa más popular del lugar. Pero incluso mientras había gritado que se comería su helado, Plumitas parecía haberse esfumado de la faz de la tierra y a lo mejor algún bandido lo había matado por esas muestras de piedad que solía tener. Sowon comenzó a reír, a lo mejor había reencarnado como una mujer y lo cierto era que Plumitas desde siempre le había parecido una persona extraña.
— ¿Pragmática? Eres la primer humana que pone los hechos por delante de algo imaginario, me agrada que así sea y estoy consciente de que esta isla es más como una cuna de oportunidades. Viajeros, criminales, todos vienen aquí a probarse o a buscar gente fuerte que puedan reclutar viendo este lugar como una simple piedra en su zapato. No es mala isla, pero empieza a quedarse corta cuando lo único que puedes hacer es irte a por animales salvajes... —
Respondió a medias, el pensamiento de Mayura y el apellido le había impedido oír demasiado de las palabras pero supuso por su tono de voz que no había dicho nada diferente a otros que ya conocía. Rostock nunca era un lugar clave, una Isla perdida en un mar apartado del mundo y que apenas estaba saliendo de un bloqueo en cuanto a su progreso. La presencia de la Marina hacía que aquel lugar fuese más un paraje muy efímero para quienes se dedicaban a vivir de los crímenes y por tanto que un cazador estuviera durante mucho tiempo explorando era un escenario inclusive más improbable.
— Si saben que veníamos... No me importa, pueden venir con refuerzos que los haremos pedazos, no me preocupaba en lo absoluto que pudieran vernos o no. Lo importante es que no pueden dejar este lugar sin protección... ¿Deberíamos tocar? —
Sonrió de manera salvaje mientras desenvainaba su enorme espadón, en un simple movimiento la enorme espada había destrozado la barricada de madera que se encontraba delante de una casa supuestamente abandonada. Temblando, aplastado por la propia madera se encontraba un hombre que apuntaba un arma al aire, jalando el gatillo pero esta se había atascado. La rubia simplemente le ignoró, descendiendo su filo sobre este hasta que la punta del arma se encontraba a escasos segundos de atravesar su cráneo. El revolver cayó al suelo, mientras que la imponente Oni le indicaba con una mano a su compañera que vigilase.
— ¿Dónde está? Sabemos que aquí guardan algo, algo seguramente valioso... No intentes nada, simplemente dime donde se esconden esos tres y que se cuece... —
Preguntó con seriedad, no estaba ahí para jugar a las escondidas y tampoco tenía paciencia para los criminales, pero sentía que eliminar a ese hombre sería un desperdicio para su espada. Su acero no le había tocado, simplemente la puerta había caído encima y mancillar su honor con una presa tan pobre era un acto mundano, los Onis siempre buscaban que su arma tomase la fuerza de todo lo que cortaba y ciertamente esa alma no le garantizaba fuerza o miedo a su arma. El mediodía parecía haber traído a la muerte, la Luna Sangrienta, que buscaba saciar la voluntad de su arma con las almas adecuadas.