Zane
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20-11-2024, 12:08 AM
«Y con esto cerramos la noche, damas y caballeros», se dijo el pelirrojo tras su actuación, mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano, aunque en esa ocasión era de día.
El público aplaudía con fuerza, laureando su nombre como si fuera una estrella del paseo de la fama de aquella ciudad cuyo nombre no recordaba, mientras que otros coreaban su nombre. Los aplausos sonaban como una melodía que se adentró en su mente, su alma, su cuerpo y llenó su orgullo. Alzó la mirada, con el puño cerrado y levantó el brazo. Tras ello, hizo una reverencia a su público, que no podía evitar levantar la cabeza con soberbia y sonreír con chulería.
—¡Muchas gracias, mi gente! —exclamaba, haciendo reverencias varias—. ¡No olvidéis pedir el especial de la casa! —continuó diciendo—. Dos por el precio de uno los jueves por la noche —prosiguió, aunque no sabía si eso era verdad. Le sonaba una oferta como aquella, pero no sabía si fue algo puntual o continuaba, aunque tampoco tenía claro si se trataban de los jueves, quizá fueran los lunes, ¿o tal vez los martes? Ni idea, pero daba igual. Había triunfado, hasta el punto que Beethoven le dio una tarjeta de una compañía de música, que no dudó en guardar en su bolsillo.
Cuando el jaleo fue disipándose, como si de un extraño instinto paternal se tratara, escuchó como su princesita ladraba. Sin pensarlo, se fue directo hacia su habitación y no pudo creer lo que estaba sucediendo… Un chucho cualquiera estaba intentando profanar a su perrita, tan inocente y dulce. ¿Lo peor? Que parecía que a la perra le gustaba.
Sin pensarlo, se acercó a su perra y la cogió en brazos, mirando con desprecio al otro animal.
—Oye socio, dile a tu chucho que si quiere salir con mi princesita primero debe mostrar unos modales —le dijo—. ¿Qué es eso de adentrarse en su cuarto sin el permiso de su padre? Eso no está bien —le dijo, clavando una fría mirada sobre el calvo —. Así que llévatelo de aquí anda. O si no…
Zane clavó sus preciosos ojos claros sobre el calvo, pero con un gesto bastante severo. Quería dejarle en claro que no le gustaba que nadie se metiera en su habitación y mucho menos que un perro intentara profanar a su Pomerania, ¿qué ocurría si la dejara en cinta? Además de que tendría que estar más pendiente a ella, seguramente su descendencia perdería el pedigrí y eso era algo que no iba a permitir.
El público aplaudía con fuerza, laureando su nombre como si fuera una estrella del paseo de la fama de aquella ciudad cuyo nombre no recordaba, mientras que otros coreaban su nombre. Los aplausos sonaban como una melodía que se adentró en su mente, su alma, su cuerpo y llenó su orgullo. Alzó la mirada, con el puño cerrado y levantó el brazo. Tras ello, hizo una reverencia a su público, que no podía evitar levantar la cabeza con soberbia y sonreír con chulería.
—¡Muchas gracias, mi gente! —exclamaba, haciendo reverencias varias—. ¡No olvidéis pedir el especial de la casa! —continuó diciendo—. Dos por el precio de uno los jueves por la noche —prosiguió, aunque no sabía si eso era verdad. Le sonaba una oferta como aquella, pero no sabía si fue algo puntual o continuaba, aunque tampoco tenía claro si se trataban de los jueves, quizá fueran los lunes, ¿o tal vez los martes? Ni idea, pero daba igual. Había triunfado, hasta el punto que Beethoven le dio una tarjeta de una compañía de música, que no dudó en guardar en su bolsillo.
Cuando el jaleo fue disipándose, como si de un extraño instinto paternal se tratara, escuchó como su princesita ladraba. Sin pensarlo, se fue directo hacia su habitación y no pudo creer lo que estaba sucediendo… Un chucho cualquiera estaba intentando profanar a su perrita, tan inocente y dulce. ¿Lo peor? Que parecía que a la perra le gustaba.
Sin pensarlo, se acercó a su perra y la cogió en brazos, mirando con desprecio al otro animal.
—Oye socio, dile a tu chucho que si quiere salir con mi princesita primero debe mostrar unos modales —le dijo—. ¿Qué es eso de adentrarse en su cuarto sin el permiso de su padre? Eso no está bien —le dijo, clavando una fría mirada sobre el calvo —. Así que llévatelo de aquí anda. O si no…
Zane clavó sus preciosos ojos claros sobre el calvo, pero con un gesto bastante severo. Quería dejarle en claro que no le gustaba que nadie se metiera en su habitación y mucho menos que un perro intentara profanar a su Pomerania, ¿qué ocurría si la dejara en cinta? Además de que tendría que estar más pendiente a ella, seguramente su descendencia perdería el pedigrí y eso era algo que no iba a permitir.