Rocket Raccoon
Rocket
Ayer, 01:49 AM
La tensión en la taberna era tan densa que parecía impregnar el aire, haciéndolo pesado para cualquiera que estuviera presente. No era un lugar que destacara por su cordialidad ni por su selecta clientela. En aquel rincón olvidado, era habitual encontrar bandidos de poca monta, criminales de tercer nivel y algún que otro vagabundo que se colaba en busca de las migajas que quedaban tras las visitas de estas personalidades. Gente curtida por el infortunio y el abandono, acostumbrada a no inmutarse ante casi nada. Ya fuese por indiferencia o por haber enfrentado peores horrores allá afuera, en el vasto y despiadado mar.
Sin embargo, esta noche se rompió la monotonía. No todos los días se veía a un desconocido irrumpir con tal seguridad en un lugar como este, y mucho menos a uno que, de repente, desplegaba alas frente a todos. Para los curtidos mercenarios, no era común presenciar un espectáculo tan fuera de lo ordinario, especialmente de alguien tan joven como el peliblanco que se alzaba ahora, desafiando al ambiente cargado de hostilidad.
El viejo que yacía en el suelo intentaba, como podía, limpiarse los rastros de su reciente derrota. Sangre espesa y oscura corría desde la comisura de sus labios hasta la barbilla, manchando sus andrajos y dejando huellas en su brazo, que con torpeza usaba para intentar contener el flujo. Su respiración era pesada, un recordatorio del golpe recibido. Por su parte, el peliblanco permanecía firme, su postura irradiaba una amenaza implícita, una advertencia silenciosa de que cualquier movimiento en falso no sería pasado por alto.
El silencio fue cortado por las palabras que salían de la boca del chico llamado John, quien había decidido usar unas palabras mucho más filosas e impactantes, que lo que habían sido sus alas, las cuales ya estaban resguardadas. Tras esto, tomo al señor por el cuello y comenzó a arrastrarle, sacándolo de la taberna y alejándolo de la vista de los que ahí estaban presentes. Una lástima para ellos, el show había terminado.
Tras la patada, el sujeto, pues no tenía muchas más opciones más que dolerse del repentino golpe a su estómago. Se retorcía del dolor por aquello, pero eso no impedía seguir al joven con sus preguntas y cuestiones. Había venido por un motivo, y el motivo ahora mismo lo tenía en frente. ¿Se lo había imaginado de esta forma? Pues posiblemente. Aunque a lo mejor esperaba encontrar respuestas en algún archivo oculto en lo profundo de las bóvedas del G-31. Eran infinitas las formas de encontrar respuesta a lo que estaba buscando, pero hoy tocaba mancharse las manos de sangre.
-Maldita sea ya para, maldita sea.- Comenzaba casi que a rogar por su vida. -Bombardeos, hace 20 años...- Se quebraba la voz, a medida que iba escupiendo más y más sangre de su boca. -Bombardeamos muchos lugares en esos años muchacho. Si tu tribu estaba en esos lugares, pues fue pura mala suerte. No teníamos ningún objetivo, tan solo probar armas... o eso nos decían. Ninguno de los muchachos de mi brigada quería perder su puesto, si no lo hacíamos, pues se buscarían a otro y nosotros quedábamos fuera. Y si eres inteligente, y parece que lo eres... Sabes que no solo nos iban a sacar de la marina, sabíamos mucho.-
Tras esta extensa explicación, lo viste como intentaba arremangarse la tela de su brazo diestro, y parecía querer mostrarte algo. -A todos nos hicieron este tatuaje, más allá de eso y de algunos nombres en clave que tenían, no puedo darte mucho más.-
La poca luz que quedaba en sus ojos parecía irse ante la última petición de aquel muchacho. -Parece que estoy en verga... no sé de qué vergas estás hablando, que reliquias ni que nada. ¿Te parece que soy alguien que vende ese tipo de cosas? Tan solo mírame... Si no me crees, pues haz lo que quieras.- Echaba su cabeza hacia atrás, esperando lo peor. -No sé quién coño, te lleno la cabeza de boberías. ''Vendedor de reliquias'' Ja. Lo único que conservo es lo que hay en mi casa. Una cafetera, un colchón ya desplumado- Sus respiraciones entre frases se hacían cada vez más profundas, más duraderas. Parecía aceptar lo que el destino le había servido.
Sin embargo, esta noche se rompió la monotonía. No todos los días se veía a un desconocido irrumpir con tal seguridad en un lugar como este, y mucho menos a uno que, de repente, desplegaba alas frente a todos. Para los curtidos mercenarios, no era común presenciar un espectáculo tan fuera de lo ordinario, especialmente de alguien tan joven como el peliblanco que se alzaba ahora, desafiando al ambiente cargado de hostilidad.
El viejo que yacía en el suelo intentaba, como podía, limpiarse los rastros de su reciente derrota. Sangre espesa y oscura corría desde la comisura de sus labios hasta la barbilla, manchando sus andrajos y dejando huellas en su brazo, que con torpeza usaba para intentar contener el flujo. Su respiración era pesada, un recordatorio del golpe recibido. Por su parte, el peliblanco permanecía firme, su postura irradiaba una amenaza implícita, una advertencia silenciosa de que cualquier movimiento en falso no sería pasado por alto.
El silencio fue cortado por las palabras que salían de la boca del chico llamado John, quien había decidido usar unas palabras mucho más filosas e impactantes, que lo que habían sido sus alas, las cuales ya estaban resguardadas. Tras esto, tomo al señor por el cuello y comenzó a arrastrarle, sacándolo de la taberna y alejándolo de la vista de los que ahí estaban presentes. Una lástima para ellos, el show había terminado.
Tras la patada, el sujeto, pues no tenía muchas más opciones más que dolerse del repentino golpe a su estómago. Se retorcía del dolor por aquello, pero eso no impedía seguir al joven con sus preguntas y cuestiones. Había venido por un motivo, y el motivo ahora mismo lo tenía en frente. ¿Se lo había imaginado de esta forma? Pues posiblemente. Aunque a lo mejor esperaba encontrar respuestas en algún archivo oculto en lo profundo de las bóvedas del G-31. Eran infinitas las formas de encontrar respuesta a lo que estaba buscando, pero hoy tocaba mancharse las manos de sangre.
-Maldita sea ya para, maldita sea.- Comenzaba casi que a rogar por su vida. -Bombardeos, hace 20 años...- Se quebraba la voz, a medida que iba escupiendo más y más sangre de su boca. -Bombardeamos muchos lugares en esos años muchacho. Si tu tribu estaba en esos lugares, pues fue pura mala suerte. No teníamos ningún objetivo, tan solo probar armas... o eso nos decían. Ninguno de los muchachos de mi brigada quería perder su puesto, si no lo hacíamos, pues se buscarían a otro y nosotros quedábamos fuera. Y si eres inteligente, y parece que lo eres... Sabes que no solo nos iban a sacar de la marina, sabíamos mucho.-
Tras esta extensa explicación, lo viste como intentaba arremangarse la tela de su brazo diestro, y parecía querer mostrarte algo. -A todos nos hicieron este tatuaje, más allá de eso y de algunos nombres en clave que tenían, no puedo darte mucho más.-
La poca luz que quedaba en sus ojos parecía irse ante la última petición de aquel muchacho. -Parece que estoy en verga... no sé de qué vergas estás hablando, que reliquias ni que nada. ¿Te parece que soy alguien que vende ese tipo de cosas? Tan solo mírame... Si no me crees, pues haz lo que quieras.- Echaba su cabeza hacia atrás, esperando lo peor. -No sé quién coño, te lleno la cabeza de boberías. ''Vendedor de reliquias'' Ja. Lo único que conservo es lo que hay en mi casa. Una cafetera, un colchón ya desplumado- Sus respiraciones entre frases se hacían cada vez más profundas, más duraderas. Parecía aceptar lo que el destino le había servido.