Marvolath
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Ayer, 03:49 AM
Cuando Silver le pidió ayuda para llevar las cuentas y el inventario de la improvisada tienda que quería abrir en el puerto de Loguetown había esperado un día tranquilo, registrando algunas compras y ventas de bagatelas que el capitán hubiese conseguido con su labia. Por ello, había dispuesto cojines en el espacio de debajo del mostrador, donde tendría fácil acceso al dinero y artículos de pequeño tamaño en caso de ser necesarios, y donde podría pasar el día leyendo cómodamente.
Anotar ventas y compras, facilitar y recoger dinero o artículos, y la lectura de libros que conocía de memoria comenzaron a hacer mella en él, y poco a poco se fue quedando dormido. Una voz que llamaba al capitán por su nombre lo despertó. Intrigado, el kobito asomó la cabeza por el mostrador. La primera sorpresa fue encontrar a una sirena, una vista poco habitual. La segunda, los documentos que, al parecer, había encargado Silver, quién sabía cuando. Para alegría de Marvolath, las sorpresas no quedaron ahí, y poco después un submarino y un mink trajeron un artículo tan llamativo como ellos mismos; y un... ¿tiburón? más grande incluso que Balagus traía un navío, grande como pocos.
Saludó con una mezcla de sorpresa y cortesía a cada uno de los conocidos de Silver antes de volver a su cómodo sillón, a registrar las nuevas compras. La boca de Silver ya les había metido en algún que otro lío, pero había que admitir que sabía llamar al dinero.
Anotar ventas y compras, facilitar y recoger dinero o artículos, y la lectura de libros que conocía de memoria comenzaron a hacer mella en él, y poco a poco se fue quedando dormido. Una voz que llamaba al capitán por su nombre lo despertó. Intrigado, el kobito asomó la cabeza por el mostrador. La primera sorpresa fue encontrar a una sirena, una vista poco habitual. La segunda, los documentos que, al parecer, había encargado Silver, quién sabía cuando. Para alegría de Marvolath, las sorpresas no quedaron ahí, y poco después un submarino y un mink trajeron un artículo tan llamativo como ellos mismos; y un... ¿tiburón? más grande incluso que Balagus traía un navío, grande como pocos.
Saludó con una mezcla de sorpresa y cortesía a cada uno de los conocidos de Silver antes de volver a su cómodo sillón, a registrar las nuevas compras. La boca de Silver ya les había metido en algún que otro lío, pero había que admitir que sabía llamar al dinero.