Isla Yotsuba, 12 de verano, año 724.
Campamento base, algún momento del amanecer.
La manera de trabajar de la Revolución a veces parece errática. Caótica, incluso. Sin embargo, poco a poco empiezo a ver el método detrás de la locura. En cierto modo, la meta final no es muy diferente a la vida con la tribu. Los jóvenes que aún no han afrontado el rito de paso son mantenidos en la ignorancia. Desconocen qué les espera y sólo han aprendido lo básico de las tareas que les aguardan en el futuro, cuando superen su rito y sean aceptados como miembros adultos de la tribu. Esto es parecido, salvo porque al ser soldados en una guerra contra el mundo, todo adquiere un mayor nivel de secretismo y paranoia. Al principio me tomó por sorpresa la falta de contacto con superiores, adiestramiento formal o información. Ahora entiendo que estoy siendo puesto a prueba, al igual que el resto de reclutas que me acompaña.
El contacto con Valentino fue... extraño. Al principio tenía mis dudas. Valoré que fuese un error, pero los otros estaban tan confusos como yo. ¿Podíamos cinco personas haber cometido el mismo error? No lo creía. Tal vez la Revolución esperaba de nosotros que viajásemos como trabajadores en aquel barco con alguna meta, me dije. Tal vez había algo que teníamos que descubrir, o alguien nos esperaba en Orange Town. Me centré en mis tareas a bordo y aguardé con paciencia. No tuve que esperar mucho, hecho que me sorprendió. El mismo día que dejamos Goa atrás, al atardecer, llegamos a una isla de aspecto desolado. Valentino nos dijo que se llamaba Yotsuba. El East Blue no es mi mar. Desconozco este nombre o qué ha podido ocurrir aquí, pero no parece que ningún ser humano, gyojin u otra especie inteligente viva en este lugar. Al menos no sobre su superficie.
Mientras Valentino preparaba la cena, yo monté mi tienda. Las tiendas de campaña que habíamos traído con nosotros eran diferentes a las que usábamos en la tribu. Más simples, más pequeñas. Aún así, el trabajo resultaba demasiado similar como para no traer recuerdos. Viejas vivencias junto a las fogatas de los oasis, tanto buenas, como malas, como neutras. Las historias contadas junto al fuego por los ancianos, el sonido de la música, los enfrentamientos con mi hermanastro... sentí una nostalgia amarga, sabiendo que, aún con todo lo malo, me dolía saber que era una época que jamás volvería. Nunca volvería a ser considerado miembro de la tribu. En cierto modo, nunca lo fui. Nunca se sintieron cómodos con un medio humano entre ellos.
Terminé el primero. Era evidente que era el que más experiencia tenía montando tiendas de entre los reclutas. Probablemente aquella gente había vivido toda su vida con un techo sólido sobre sus cabezas. No les culpaba por no saber hacer algo que no habían necesitado, pero sentía lástima por ellos. La gente de las ciudades era más blanda. Igual que los líderes de la tribu se habían ablandado al volverse parte de la nobleza de Arabasta, mientras el resto de nuestra... de la gente mantenía la herencia ancestral. En cualquier caso, en cuanto terminé empecé a inspeccionar el terreno circundante y preparar otras tareas. Ayudé en silencio a los otros a terminar y no contesté más que con gestos a sus palabras. No estaba con ánimos para hablar, ni había venido a hacer amigos.
Valentino nos explicó al fin nuestra tarea una vez reunidos al fuego. Como bien dijo, las órdenes eran sencillas. Todo cuanto teníamos que hacer era encontrar un lugar apropiado para instalar un puesto avanzado. Escuché en silencio y valoré sus palabras. Teníamos dos días antes de su regreso y en algún momento no especificado, vendrían más operativos al lugar que escogiésemos como puesto avanzado. Necesitaríamos un sitio discreto, con acceso a agua potable, comida y al resguardo del viento. También necesitaríamos que se pudiese vigilar desde ese sitio los alrededores. Probablemente lo mejor sería algún lugar junto a una elevación de algún tipo. En el caso ideal, tal vez un punto al pie de una loma, resguardado por rocas o por estribaciones de la propia colina. Valentino no había especificado cómo de grande tenía que ser, pero siendo un puesto discreto de un ejército como el nuestro, asumí que no muy grande. Cualquier movimiento numeroso de gente requiere un nivel de logística que hace imposible mantenerlo un secreto. No sin una preparación mayor a la que nosotros podíamos proveer, al menos. Una vez terminé mi plato, me limité a decir "gracias por la cena" y me retiré a dormir. Valentino tenía mucha razón en algo. Éramos soldados, no estábamos en una guardería. Teníamos que tener claras nuestras prioridades y objetivos.
Y eso me lleva al momento actual. Cuando me desperté con las primeras luces del alba, Valentino ya se estaba preparando para irse. Me levanté y le saludé con un gesto seco de la cabeza. Eché mano de mi petate y saqué mi cafetera y mi bolsa de café - Voy a preparar café. Si me da cinco minutos, le prepararé algo para comenzar el viaje - aceptase o no, empecé a preparar el café. No tenía las herramientas (ni era el lugar) para preparar con calma y esmero un buen café de grano recién molido, pero me aseguré de hacerlo con el mismo cuidado y diligencia como si siguiera sirviendo en Arabasta. Conocía el valor de una buena taza antes de comenzar un día largo de trabajo. Si Valentino había esperado, le serviría una parte. También le ofrecí al resto de mis compañeros. Yo me quedé con mi propia taza y una manzana como desayuno. No necesitaba más. Prefería ahorrar mi parte de las provisiones por si teníamos que pasar más tiempo en la isla. No necesitaba comer mucho para estar listo para el trabajo.
Dejé que Valentino se fuera sin hacerle más preguntas. Había sido parco en explicaciones, pero sus instrucciones eran claras. Si no había explicado más, sería porque tenía motivos. O bien porque no había peligros tan grandes esperándonos, o porque esperaba que supiésemos valernos por nuestra cuenta. O una mezcla de las dos. Cabía la posibilidad de que simplemente fuese un superior duro o irresponsable, pero tenía la convicción de que, como mínimo, no era el segundo caso. En cuanto terminé mi desayuno, me lavé la cara con agua fresca del marca y lavé mi taza. Me acerqué a mis compañeros y empecé a ajustarme mis vendas de entrenamiento a las manos - Voy a ponerme en movimiento ya, es mejor comenzar el día pronto. Por favor, que alguno lave mi cafetera cuando acabéis de desayunar - iba a disponerme a irme, cuanto me fijé en sus actitudes vacilantes. Maldije para mis adentros, sin dejar que mi rostro trasluciera mi opinión. Aquellos reclutas estaban tan verdes que me hacían parecer un veterano.
- Si no sabéis qué hacer, tal vez queráis organizaros en parejas. Simplemente recorred la isla e id dejando marcas que os permitan reconocer el camino de vuelta. Tomad nota de sitios que estén al abrigo del viento y ocultos de la vista del mar por vegetación o por colinas. Y, si os perdéis, buscad el mar y simplemente seguid la línea de la costa. Volveré aquí al mediodía para comer e intercambiar lo que hayamos visto.
Detestaba tener que tomar un rol tan activo. La ineptitud de aquella gente me frustraba. Les entendía, pero no por ello me frustraba menos. Eran, seguramente, gente de ciudad o pueblo que no había tenido que sobrevivir en la naturaleza y que tal vez ni siquiera habían empuñado armas jamás. Sin embargo, Valentino tenía razón. Aquello no era una guardería y si querían seguir en la Revolución, deberían aprender a valerse por sí mismos - Si no os sentís seguros, tal vez queráis ir los cuatro juntos - añadí, antes de irme definitivamente. Me puse mi petate con mi parte de las provisiones a la espalda y eché a andar hacia el interior de la isla, en busca de alguna colina o loma que cumpliese los requisitos que me había marcado: un lugar resguardado, oculto y con agua potable y comida cerca. La comida probablemente no sería un problema, no estábamos en el desierto. El agua... bueno, eso ya se vería. En el peor caso, mientras fuese agua dulce, podríamos al menos filtrarla y cocerla.
Campamento base, algún momento del amanecer.
La manera de trabajar de la Revolución a veces parece errática. Caótica, incluso. Sin embargo, poco a poco empiezo a ver el método detrás de la locura. En cierto modo, la meta final no es muy diferente a la vida con la tribu. Los jóvenes que aún no han afrontado el rito de paso son mantenidos en la ignorancia. Desconocen qué les espera y sólo han aprendido lo básico de las tareas que les aguardan en el futuro, cuando superen su rito y sean aceptados como miembros adultos de la tribu. Esto es parecido, salvo porque al ser soldados en una guerra contra el mundo, todo adquiere un mayor nivel de secretismo y paranoia. Al principio me tomó por sorpresa la falta de contacto con superiores, adiestramiento formal o información. Ahora entiendo que estoy siendo puesto a prueba, al igual que el resto de reclutas que me acompaña.
El contacto con Valentino fue... extraño. Al principio tenía mis dudas. Valoré que fuese un error, pero los otros estaban tan confusos como yo. ¿Podíamos cinco personas haber cometido el mismo error? No lo creía. Tal vez la Revolución esperaba de nosotros que viajásemos como trabajadores en aquel barco con alguna meta, me dije. Tal vez había algo que teníamos que descubrir, o alguien nos esperaba en Orange Town. Me centré en mis tareas a bordo y aguardé con paciencia. No tuve que esperar mucho, hecho que me sorprendió. El mismo día que dejamos Goa atrás, al atardecer, llegamos a una isla de aspecto desolado. Valentino nos dijo que se llamaba Yotsuba. El East Blue no es mi mar. Desconozco este nombre o qué ha podido ocurrir aquí, pero no parece que ningún ser humano, gyojin u otra especie inteligente viva en este lugar. Al menos no sobre su superficie.
Mientras Valentino preparaba la cena, yo monté mi tienda. Las tiendas de campaña que habíamos traído con nosotros eran diferentes a las que usábamos en la tribu. Más simples, más pequeñas. Aún así, el trabajo resultaba demasiado similar como para no traer recuerdos. Viejas vivencias junto a las fogatas de los oasis, tanto buenas, como malas, como neutras. Las historias contadas junto al fuego por los ancianos, el sonido de la música, los enfrentamientos con mi hermanastro... sentí una nostalgia amarga, sabiendo que, aún con todo lo malo, me dolía saber que era una época que jamás volvería. Nunca volvería a ser considerado miembro de la tribu. En cierto modo, nunca lo fui. Nunca se sintieron cómodos con un medio humano entre ellos.
Terminé el primero. Era evidente que era el que más experiencia tenía montando tiendas de entre los reclutas. Probablemente aquella gente había vivido toda su vida con un techo sólido sobre sus cabezas. No les culpaba por no saber hacer algo que no habían necesitado, pero sentía lástima por ellos. La gente de las ciudades era más blanda. Igual que los líderes de la tribu se habían ablandado al volverse parte de la nobleza de Arabasta, mientras el resto de nuestra... de la gente mantenía la herencia ancestral. En cualquier caso, en cuanto terminé empecé a inspeccionar el terreno circundante y preparar otras tareas. Ayudé en silencio a los otros a terminar y no contesté más que con gestos a sus palabras. No estaba con ánimos para hablar, ni había venido a hacer amigos.
Valentino nos explicó al fin nuestra tarea una vez reunidos al fuego. Como bien dijo, las órdenes eran sencillas. Todo cuanto teníamos que hacer era encontrar un lugar apropiado para instalar un puesto avanzado. Escuché en silencio y valoré sus palabras. Teníamos dos días antes de su regreso y en algún momento no especificado, vendrían más operativos al lugar que escogiésemos como puesto avanzado. Necesitaríamos un sitio discreto, con acceso a agua potable, comida y al resguardo del viento. También necesitaríamos que se pudiese vigilar desde ese sitio los alrededores. Probablemente lo mejor sería algún lugar junto a una elevación de algún tipo. En el caso ideal, tal vez un punto al pie de una loma, resguardado por rocas o por estribaciones de la propia colina. Valentino no había especificado cómo de grande tenía que ser, pero siendo un puesto discreto de un ejército como el nuestro, asumí que no muy grande. Cualquier movimiento numeroso de gente requiere un nivel de logística que hace imposible mantenerlo un secreto. No sin una preparación mayor a la que nosotros podíamos proveer, al menos. Una vez terminé mi plato, me limité a decir "gracias por la cena" y me retiré a dormir. Valentino tenía mucha razón en algo. Éramos soldados, no estábamos en una guardería. Teníamos que tener claras nuestras prioridades y objetivos.
Y eso me lleva al momento actual. Cuando me desperté con las primeras luces del alba, Valentino ya se estaba preparando para irse. Me levanté y le saludé con un gesto seco de la cabeza. Eché mano de mi petate y saqué mi cafetera y mi bolsa de café - Voy a preparar café. Si me da cinco minutos, le prepararé algo para comenzar el viaje - aceptase o no, empecé a preparar el café. No tenía las herramientas (ni era el lugar) para preparar con calma y esmero un buen café de grano recién molido, pero me aseguré de hacerlo con el mismo cuidado y diligencia como si siguiera sirviendo en Arabasta. Conocía el valor de una buena taza antes de comenzar un día largo de trabajo. Si Valentino había esperado, le serviría una parte. También le ofrecí al resto de mis compañeros. Yo me quedé con mi propia taza y una manzana como desayuno. No necesitaba más. Prefería ahorrar mi parte de las provisiones por si teníamos que pasar más tiempo en la isla. No necesitaba comer mucho para estar listo para el trabajo.
Dejé que Valentino se fuera sin hacerle más preguntas. Había sido parco en explicaciones, pero sus instrucciones eran claras. Si no había explicado más, sería porque tenía motivos. O bien porque no había peligros tan grandes esperándonos, o porque esperaba que supiésemos valernos por nuestra cuenta. O una mezcla de las dos. Cabía la posibilidad de que simplemente fuese un superior duro o irresponsable, pero tenía la convicción de que, como mínimo, no era el segundo caso. En cuanto terminé mi desayuno, me lavé la cara con agua fresca del marca y lavé mi taza. Me acerqué a mis compañeros y empecé a ajustarme mis vendas de entrenamiento a las manos - Voy a ponerme en movimiento ya, es mejor comenzar el día pronto. Por favor, que alguno lave mi cafetera cuando acabéis de desayunar - iba a disponerme a irme, cuanto me fijé en sus actitudes vacilantes. Maldije para mis adentros, sin dejar que mi rostro trasluciera mi opinión. Aquellos reclutas estaban tan verdes que me hacían parecer un veterano.
- Si no sabéis qué hacer, tal vez queráis organizaros en parejas. Simplemente recorred la isla e id dejando marcas que os permitan reconocer el camino de vuelta. Tomad nota de sitios que estén al abrigo del viento y ocultos de la vista del mar por vegetación o por colinas. Y, si os perdéis, buscad el mar y simplemente seguid la línea de la costa. Volveré aquí al mediodía para comer e intercambiar lo que hayamos visto.
Detestaba tener que tomar un rol tan activo. La ineptitud de aquella gente me frustraba. Les entendía, pero no por ello me frustraba menos. Eran, seguramente, gente de ciudad o pueblo que no había tenido que sobrevivir en la naturaleza y que tal vez ni siquiera habían empuñado armas jamás. Sin embargo, Valentino tenía razón. Aquello no era una guardería y si querían seguir en la Revolución, deberían aprender a valerse por sí mismos - Si no os sentís seguros, tal vez queráis ir los cuatro juntos - añadí, antes de irme definitivamente. Me puse mi petate con mi parte de las provisiones a la espalda y eché a andar hacia el interior de la isla, en busca de alguna colina o loma que cumpliese los requisitos que me había marcado: un lugar resguardado, oculto y con agua potable y comida cerca. La comida probablemente no sería un problema, no estábamos en el desierto. El agua... bueno, eso ya se vería. En el peor caso, mientras fuese agua dulce, podríamos al menos filtrarla y cocerla.