Ares Brotoloigos
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Ayer, 03:48 PM
De todos y cada uno de los desgraciados que podían mandar desde la Marina, habían mandado a Johnny también. La expresión de Ares fue ceñuda durante unos momentos antes de suspirar largamente. No tenía nada en contra del rubio... Bueno, sí, que le había hecho perder dinero en aquel maldito casino. Habían pasado varios meses ya, y el Diablos no se lo había perdonado del todo. Básicamente, porque el muy desgraciado no le había devuelto ni el primer berry de lo que sea que había apostado.
Luego vió llegar a un muchacho que... Vale, sí, era medio muchacho. No estaba seguro de cómo guardaba el equilibrio con esa piernita de plástico o de lo que fuese. Y, como no, Johnny comenzó con sus chanzas sin cambiar esa expresión desganada del rostro. Ares chasqueó ligeramente la lengua antes de dirigir su atención hacia el último integrante.
— Vamos, lo mejorcito de cada casa. — Ironizó con algo de chanza. Quizás la noche no fuese tan aburrida como él había pensado en un inicio.
Los primeros en escaquearse fueron Johnny y Vincenzo, algo que a Ares no le sorprendió. Ni tampoco importó. Lo que no le gustó fue el tema del papeleo. Básicamente porque no sabía ni leer ni escribir. Solo hacer algún que otro garabato rudimentario y casi primitivo. En cuanto se quedó a solas con Jack, ladeó apenas la cabeza hacia él, teniendo en cuenta la considerable diferencia de altura entre uno y otro.
— Creo que te dejaré a ti a cargo del papeleo, no se me dan bien esas cosas. — Y era verdad. — Puedes anotarme tú mismo en el registro. — Sí, directamente le estaba cargando con ese muerto al pobre chaval.
Ahora bien, la mención del trapito y de limpiar el almacén, arrancó una risotada gutural en el de escamas blancas, que dirigió su mirada hacia Fotun. Se acercó al susodicho, le dió un par de palmadas amistosas en el hombro... antes de que sus dedos/garras se clavasen un poco en la piel contraria. No de manera dolorosa, pero sí con una presión importante.
— Creo que lo del trapito se te dará mejor a ti. Seguro que haces un buen trabajo. — Y luego de eso le soltó, dirigiéndose ahora a Jack. — Voy a hacer un par de rondas para ver como está todo por fuera y a ver si encuentro a Johnny. Puedes llamarme Ares, por cierto.
Y, tras eso, se despidió de Jack, momentáneamente, tras darle una palmada breve en la espalda. Ahora solo tenía que encontrar a Johnny, pero tampoco era una prioridad como tal. De hecho, según comenzó a caminar ya se imaginaba donde estaría el rubio, conociéndole. Seguramente detrás de algunas cajas, sacos o barriles, echándose una siesta. Irónicamente, no le molestaba, aunque a veces se dedicase a tocarle las narices. Pero cuando dió vuelta a una esquina, en el exterior, Ares enarcó una de sus protuberancias cejiles.
— ¿Dónde se ha metido este vago? — Alzó la pregunta al aire pero para sí mismo. Miró a su alrededor y nada. Que por allí no estaba.
¿Se había perdido? No podía ser, el lugar no era tan grande como para ello. Escuchó, de repente, sonidos desde otro lado, por lo que dirigió su atención hacia dicho lugar. Crujidos como de pisadas en la madera.
— ¿Johnny? — Llamó, para asegurarse de que fuese él. Pero lo que obtuvo de respuesta fue el más absoluto de los silencios. O, peor aún, el sonido inquietante de cosas arrastrándose o el crujido de las tablas.
¿Eso venía del interior del almacén? Ares entornó lentamente los ojos.
— A lo mejor son solo ratas. — Se encogió, inicialmente de hombros.