Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ayer, 06:59 PM
El impacto del ataque de Asradi fue inmediato y brutal. El balazo de agua, disparado con la precisión de un proyectil, cruzó el callejón como un relámpago antes de alcanzar su objetivo, el brazo de Rigo. La fuerza del ataque hizo que el cuchillo cayera al suelo con un clang metálico, mientras el hombre dejaba escapar un grito desgarrador. La mano que momentos antes sostenía la hoja con arrogancia ahora colgaba inútil, un agujero limpio atravesando el tejido y los huesos. La sangre comenzó a gotear al suelo, mezclándose con la suciedad del callejón. Rigo retrocedió tambaleándose, su rostro torciéndose en una mueca de puro dolor y desconcierto. — ¡¿Qué demonios es esto?! —Soltó, apretando el brazo herido contra su cuerpo mientras su mirada oscilaba entre el horror y la incredulidad hacia Asradi.El otro tipo en discordia por su parte, se quedó congelado por un momento. Sus ojos, que antes brillaban con avaricia, ahora mostraban miedo, aunque intentó ocultarlo tras un ceño fruncido. — Maldita sea, nos está dando más pelea de la que esperaba... ¡Es una puta sirena, no un maldito demonio! —Vociferó, aunque la duda en su voz era evidente.
Ambos hombres, acostumbrados a tratar a las mujeres como simples objetos, habían subestimado a Asradi desde el principio. Sus miradas lascivas y comentarios cargados de desprecio no eran más que el reflejo de una mentalidad podrida, una que ahora se enfrentaba a las consecuencias de su arrogancia. Para ellos, las mujeres, especialmente una como Asradi, eran "mercancías". Pero aquella sirena les estaba mostrando lo equivocados que estaban. Al fondo del callejón, la madre y la niña se abrazaban con fuerza, buscando consuelo mutuo en medio del caos. La mujer murmuraba palabras tranquilizadoras, aunque las lágrimas que rodaban por sus mejillas traicionaban su miedo.El único hombre que quedaba sin heridas decidido a no ceder terreno, vio su oportunidad cuando el cuchillo de Rigo cayó al suelo. Se agachó rápidamente y lo recogió, dirigiendo una mirada asesina hacia Asradi.
— ¿Crees que puedes ganarnos con trucos baratos, sirenita? Ahora veremos qué tan peligrosa eres sin tus juguetitos de agua... —Espetó, avanzando con pasos pesados, cuchillo en mano. Fue en ese instante cuando la niña, impulsada por el miedo de que algo le pasara a Asradi, salió corriendo hacia ella. — ¡No, espera! —Gritó la madre, extendiendo una mano para detenerla, pero era demasiado tarde. El enemigo reaccionó al instante, moviéndose con la rapidez de un depredador. En un abrir y cerrar de ojos, había atrapado a la niña, colocándole el cuchillo contra el cuello. La pequeña se quedó completamente inmóvil, sus ojos abiertos de par en par mientras las lágrimas volvían a correr por sus mejillas. — Ni un solo movimiento más, sirenita, o la niña paga el precio. Las manos a la espalda y tírate al suelo. —La voz del hombre era un gruñido, lleno de rabia y desesperación. Era evidente que estaba perdiendo el control, pero aún intentaba mantener una apariencia de dominio. Asradi tenía ahora frente a ella una nueva amenaza. Aunque había ganado terreno con su ataque inicial, la situación había dado un giro peligroso, y la vida de la niña pendía de un hilo. La tensión en el callejón era sofocante, mientras cada segundo parecía durar una eternidad.
Ambos hombres, acostumbrados a tratar a las mujeres como simples objetos, habían subestimado a Asradi desde el principio. Sus miradas lascivas y comentarios cargados de desprecio no eran más que el reflejo de una mentalidad podrida, una que ahora se enfrentaba a las consecuencias de su arrogancia. Para ellos, las mujeres, especialmente una como Asradi, eran "mercancías". Pero aquella sirena les estaba mostrando lo equivocados que estaban. Al fondo del callejón, la madre y la niña se abrazaban con fuerza, buscando consuelo mutuo en medio del caos. La mujer murmuraba palabras tranquilizadoras, aunque las lágrimas que rodaban por sus mejillas traicionaban su miedo.El único hombre que quedaba sin heridas decidido a no ceder terreno, vio su oportunidad cuando el cuchillo de Rigo cayó al suelo. Se agachó rápidamente y lo recogió, dirigiendo una mirada asesina hacia Asradi.
— ¿Crees que puedes ganarnos con trucos baratos, sirenita? Ahora veremos qué tan peligrosa eres sin tus juguetitos de agua... —Espetó, avanzando con pasos pesados, cuchillo en mano. Fue en ese instante cuando la niña, impulsada por el miedo de que algo le pasara a Asradi, salió corriendo hacia ella. — ¡No, espera! —Gritó la madre, extendiendo una mano para detenerla, pero era demasiado tarde. El enemigo reaccionó al instante, moviéndose con la rapidez de un depredador. En un abrir y cerrar de ojos, había atrapado a la niña, colocándole el cuchillo contra el cuello. La pequeña se quedó completamente inmóvil, sus ojos abiertos de par en par mientras las lágrimas volvían a correr por sus mejillas. — Ni un solo movimiento más, sirenita, o la niña paga el precio. Las manos a la espalda y tírate al suelo. —La voz del hombre era un gruñido, lleno de rabia y desesperación. Era evidente que estaba perdiendo el control, pero aún intentaba mantener una apariencia de dominio. Asradi tenía ahora frente a ella una nueva amenaza. Aunque había ganado terreno con su ataque inicial, la situación había dado un giro peligroso, y la vida de la niña pendía de un hilo. La tensión en el callejón era sofocante, mientras cada segundo parecía durar una eternidad.