Umibozu
El Naufragio
Ayer, 07:19 PM
Todo resultaba tan familiar y a la vez tan diferente… A la llegada a la isla en lugar de ir a tierra firme como mis compañeros me separé durante un rato para volver a hacer el mismo recorrido que hice aquel día. Sumergido completamente regresé a la gruta por la que había conseguido alcanzar la presa. Quería ver como había cambiado el lugar. Desde que entrase en aquel momento, no había vuelto al lugar. Tras destrozar los barrotes y embestir la presa para su destrucción, ese camino había quedado descartado al ser el camino de llegada de las fuerzas especiales de Oykot. Quería comprobar en qué estado estaba todo; si habían reconstruido los barrotes o continuaba el agujero en la pared de la montaña. Ver en qué estado estaba la presa desde el interior. Esto se debía a la nostalgia del momento, pero también para mantener actualizado el mapa de la isla y alrededores. Estaba seguro que aquella gruta no aparecería en la mayoría de mapas, por lo que tenerla en el mío lo haría especial.
Unas horas más tarde, inspeccionados ya los alrededores de la isla acudiría al puerto. Allí debían estar la mayoría de los balleneros. Y del puerto al pueblo. La destrucción causada por la destrucción de la presa era evidente. No podía evitar sentirme responsable de aquello. Ver el estado en el que estaba la isla era la evidencia de que toda realidad tenía dos caras. Todavía resonaban en mi cabeza los cánticos de victoria de aquellos días. Sintiéndome responsable de la alegría y miseria actual de la isla, me ofrecí a ayudar. No era el ser más fuerte del blue, pero podía compensar actuando como animal de tiro. Mi gran envergadura me permitiría mover enormes cantidades de escombro y/o material que de otra forma costaría mucho tiempo y esfuerzo. Para mí sería sencillo. También me ofrecí a simplemente ofrecer una sombra bajo la que cobijarse para un más que merecido descanso. Exploración y trabajo serviría como el ejercicio del día. Tras ello, podía relajarme.
Podía sentir el ambiente contenido. Tenso. A la llegada a la isla creía que todavía continuaría el jolgorio y los ecos de la victoria resonarían en calles y tabernas. Que la ilusión prendería la llama de la euforia, sin embargo la realidad distaba bastante de aquello. No podía decir tampoco que la situación fuera de hostil, pero… casi. Las membranas del cuello se expandían y contraría con vida propia. A cada sacudida emitían el mismo sonido que las velas de La Alborada al soltarlas en mitad de una tormenta, inundado así el ambiente con algún sonido. ¿Por qué las calles estaban tan silenciosas? Avancé a cuatro patas. De esa manera la cabeza me quedaba más cerca del suelo y podía ver con más claridad a los humanos de la isla. No quería pisar a nadie por accidente. Mi tamaño me permitiría esquivar grandes montones de escombros sin problema. No tardé en llegar. Llegué pocos minutos después a la taberna de El Largo. La taberna había adquirido el nombre en honor a Tofun. Recordar al tontatta lanzó una afilada e intensa aguja directa al pecho. Sentí el pinchazo emocional como si de verdad me hubieran hundido un filo en las escamas. Al llegar vi al resto del escuadrón. La chica chatarra llevaba una prótesis de lo más rudimentaria en dónde antes tan solo había aire. Intuía que no era lo mismo que una prótesis funcional, pero al menos podía liberar las manos de las muletas y no tener que desplazarse como un delfín torpe en tierra firme. Las membranas del cuello comenzaron a expandirse y contraerse de nuevo - ¿Ya estamos todos-lurk? – dije sentándome cerca del grupo. Naturalmente no podía entrar en la taberna, pero sí estar fuera y pedir que me sacaran bebida. De un vistazo rápido vi que Ubben todavía no estaba presente. Me saqué la pipa de hueso de ave, un poco de hierba seca de alga parda y comencé a fumar, lanzando el humo al aire intentando hacer formas. Guardé silencio a la espera de que alguno de mis compañeros dijeran algo de la calma tensa que había en el ambiente. Ignoraba si era el único que la percibía o si todo no eran imaginaciones mías o si provocadas por unas expectativas incumplidas.
Unas horas más tarde, inspeccionados ya los alrededores de la isla acudiría al puerto. Allí debían estar la mayoría de los balleneros. Y del puerto al pueblo. La destrucción causada por la destrucción de la presa era evidente. No podía evitar sentirme responsable de aquello. Ver el estado en el que estaba la isla era la evidencia de que toda realidad tenía dos caras. Todavía resonaban en mi cabeza los cánticos de victoria de aquellos días. Sintiéndome responsable de la alegría y miseria actual de la isla, me ofrecí a ayudar. No era el ser más fuerte del blue, pero podía compensar actuando como animal de tiro. Mi gran envergadura me permitiría mover enormes cantidades de escombro y/o material que de otra forma costaría mucho tiempo y esfuerzo. Para mí sería sencillo. También me ofrecí a simplemente ofrecer una sombra bajo la que cobijarse para un más que merecido descanso. Exploración y trabajo serviría como el ejercicio del día. Tras ello, podía relajarme.
Podía sentir el ambiente contenido. Tenso. A la llegada a la isla creía que todavía continuaría el jolgorio y los ecos de la victoria resonarían en calles y tabernas. Que la ilusión prendería la llama de la euforia, sin embargo la realidad distaba bastante de aquello. No podía decir tampoco que la situación fuera de hostil, pero… casi. Las membranas del cuello se expandían y contraría con vida propia. A cada sacudida emitían el mismo sonido que las velas de La Alborada al soltarlas en mitad de una tormenta, inundado así el ambiente con algún sonido. ¿Por qué las calles estaban tan silenciosas? Avancé a cuatro patas. De esa manera la cabeza me quedaba más cerca del suelo y podía ver con más claridad a los humanos de la isla. No quería pisar a nadie por accidente. Mi tamaño me permitiría esquivar grandes montones de escombros sin problema. No tardé en llegar. Llegué pocos minutos después a la taberna de El Largo. La taberna había adquirido el nombre en honor a Tofun. Recordar al tontatta lanzó una afilada e intensa aguja directa al pecho. Sentí el pinchazo emocional como si de verdad me hubieran hundido un filo en las escamas. Al llegar vi al resto del escuadrón. La chica chatarra llevaba una prótesis de lo más rudimentaria en dónde antes tan solo había aire. Intuía que no era lo mismo que una prótesis funcional, pero al menos podía liberar las manos de las muletas y no tener que desplazarse como un delfín torpe en tierra firme. Las membranas del cuello comenzaron a expandirse y contraerse de nuevo - ¿Ya estamos todos-lurk? – dije sentándome cerca del grupo. Naturalmente no podía entrar en la taberna, pero sí estar fuera y pedir que me sacaran bebida. De un vistazo rápido vi que Ubben todavía no estaba presente. Me saqué la pipa de hueso de ave, un poco de hierba seca de alga parda y comencé a fumar, lanzando el humo al aire intentando hacer formas. Guardé silencio a la espera de que alguno de mis compañeros dijeran algo de la calma tensa que había en el ambiente. Ignoraba si era el único que la percibía o si todo no eran imaginaciones mías o si provocadas por unas expectativas incumplidas.