Juuken
Juuken
Hoy, 12:26 AM
Un nuevo día en la isla Kilombo. Al fin me había aprendido correctamente el nombre, tanto de la isla, como del pueblo de Rostock. Hasta hacía algún tiempo ni siquiera me había interesado saberlo, de hecho no pensaba que conocer el nombre de un lugar podría acabar resultando de algún tipo de utilidad. Gracias a Lance iba aprendiendo algunas cosas, al principio ni siquiera me separaba de él, sentía una cercanía que era incapaz de explicar. Siempre había estado junto a alguien y, aunque nunca sentí verdadera confianza, todo eso cambió cuando comencé a viajar con él. Desde Tom y Marin, nunca había llegado a confiar en nadie como lo hacía con ese peliblanco, el que se hacía llamar mi capitán.
Capitán de una tripulación pirata. Eso sí que no tenía todavía claro qué significaba. ¿Qué era ser un pirata? Era una pregunta cuya respuesta siempre resultaba confusa, cada vez se entendía de una forma diferente, cada persona tenía su propia visión de lo que era ser un pirata, por lo que era un término que no había que utilizar a la ligera. La marina los cazaba como si fueran los mayores criminales que habitaban sobre la faz de la tierra. A mi parecer, eso tan solo era un prejuicio determinado por una simple palabra, y por el significado que cada uno quería darle a la misma. En mi caso, decidí que esa palabra para mí, sencillamente sería un sinónimo de libertad. Libertad en tu forma de vivir. Libertad en tu forma de actuar. Libertad en la selección del camino propio a seguir.
¿Desde cuándo había comenzado a pensar así? Caminábamos por las calles del puerto, tranquilamente, cuando me di cuenta de ese pensamiento. Por primera vez, me había sorprendido a mí mismo con unos pensamientos que podrían considerarse profundos, pues eran cosas que nunca antes me había llegado a plantear. ¿Hasta qué punto podría estar cambiando? No estaba seguro de si me alegraba aquello, o si me aterraba el hecho de cambiar. No quería llegar a olvidar lo que soy, ni de donde vengo. No quiero que el pasado desaparezca de mi memoria y de mi recuerdo, sin embargo, una sonrisa se dibujó en mi rostro, inconscientemente, y verdaderamente alegre.
El murmullo de las calles comenzó a captar mi atención. Había vivido tanto tiempo sin conocer este tipo de vida, que ahora simplemente me había acostumbrado a la vida en la isla Kilombo y, especialmente, en el pueblo de Rostock. Una mujer gritaba dándole una reprimenda a su hijo por haber robado, montando todo un verdadero espectáculo en medio de la calle. El pobre muchacho me dió hasta pena, pero más que eso, me inspiró una sensación algo nostálgica y tristona. Esa era una vida que me había sido arrebatada. ¿Mis padres serían así? Tal vez no tenía, era posible que me hubieran vendido o abandonado, dejándome en manos de aquellos malditos desalmados. Eso sería algo que no llegaría a saber nunca, ni siquiera sabía por dónde podría empezar a buscar, desconocía el nombre que ellos me habrían querido poner. Mi nombre siempre fué un número, hasta que Juuni le dió la vuelta, dándome un verdadero nombre propio. Ella era la primera persona que había sido para mí algo parecido a una familia. Y ahora tenía a Lance.
Lance y yo cruzamos miradas, nos reímos. Él, seguramente reaccionando a ese pobre muchacho, no sé qué recuerdos le provocaría, o qué sensación le llegaría a transmitir a él. En mi caso, tan solo era una sonrisa que se me había dibujado sentirle a él como si fuera mi verdadera familia, tenía mucho aprecio a ese peliblanco, aunque tal vez tenía algo de confusión con el concepto de familia. Al igual que ocurría con el término de pirata, posiblemente para cada persona pudiera adquirir un significado distinto. Lo que tenía claro era que quería mantenerme junto a él, ayudarle en su camino, protegerlo cuando él no pudiera. Sentía que le debía mucho a ese peliblanco, y aunque llevábamos relativamente poco tiempo juntos, sentía como si ese tiempo hubiera sido de años. La confianza que sentía con él era bastante intensa, y eso me llegaba a reconfortar algunas veces.
Más conversaciones se escuchaban a nuestro alrededor, algunos simplemente reían, otros contaban historias, las cuales no llegábamos a escuchar más que un par de frases. Dos mujeres que parecía que necesitaban ayuda de unos palos para andar estaban sentadas hablando sobre la señora de antes y su hijo Tomás, una de ellas decía que ese niño era un descarado y un ladrón de cuidado, la otra señora en cambio, le intentaba convencer que la culpa era de su madre y de cómo le había criado, que el pobre niño no tenía culpa. Era una conversación algo curiosa, pero que no me apetecía ni siquiera pararme a escuchar. También otra conversación hablaba de que alguien había robado a un capitán de la marina, un pastel de manzana. No sabía qué era, pero tenía entendido que una manzana era una fruta dulce. No estaba seguro de si las había probado, tendré que pedirle a Shiro que prepare algo con manzana.
Lance se rió por lo bajo cuando escuchamos que el ladrón de manzanas había dejado una nota, alegando que estaba delicioso. Me quedé mirándole, inconscientemente fruncí el ceño, pues no entendía por qué se reía, gesto que mi capitán peliblanco malinterpretó, tal vez creyendo que le estaba echando en cara esa risa que había soltado a escondidas.
-Perdón, perdóoon, no pude evitarlo -se disculpó, aunque no comprendí muy bien por qué.
-¿De qué te disculpas? -Mi expresión en ese momento se convirtió en intriga.
No hubo respuesta inmediata, puesto que justamente habíamos llegado a la zona más alejada. Nos encontrábamos en los muelles, donde algunos barcos arribaban, otros zarpaban y otros estaban cargando y descargando suministros. Más adelante había algo de jaleo, varios marineros estaban allí prestándose a servicio, algunos parecían estar buscando gente que les quisiera contratar. Alguna patrulla marine deambulaba de un lado a otro, con algún que otro miembro oteando de forma inquisitiva, tal vez buscando al ladrón de manzanas de su capitán.
Entonces me di cuenta de un grupo de fornidos hombres que no paraban de cargar con grandes cajas, mucha gente y muchas cajas. No era gran cosa, pero me llamó la atención que parecía que había más cajas que bodega en ese barco. Nos quedamos un par de minutos ahí parados, esos hombres ya parecían algo cansados, se denotaba en el brillo de sus frentes por el propio sudor que exhudaban. Era cierto que el día no estaba siendo precisamente el más fresco de todos.
-¿Qué opinas, Juuken? -Lance me sorprendió con una pregunta que no esperaba mientras me señalaba ese barco que parecía tener una bodega sin fondo.- ¿Una mudanza urgente o alguien que no quiere que sepamos qué hay dentro de esas cajas?
-Creo que son demasiadas cajas, pero no estoy seguro. -Respondí prácticamente sin pensar en lo que estaba diciendo.
Lo cierto es que no terminé de escuchar lo que decía, pues como un súbito brillo llegó a mis ojos una imagen que no pude evitar quedarme observando. Aquella figura era distinta a todo cuanto había visto nunca. Una piel clara como el propio sol, parecía tener un deslumbrante brillo propio que no podía dejar de observar, aunque ese brillo cegase mis ojos, no podía quitar la vista. Unas largas y bien delimitadas piernas, parecían dar un porte de elegancia en la postura que la estaba observando. Ese cabello negro como el carbón, que hacía un contraste devastador con la claridad de su piel. Sin duda era algo realmente llamativo, imposible no verla y no quedarse mirando. Una tela sujeta con un palo está cubriendo ese rostro del sol directo. No pude evitar quedarme mirando ese rostro, no sabía ni cómo sentirme, sencillamente su expresión se me hizo increíblemente agradable. Tanto que Lance volvió a cogerme desprevenido con otra de sus preguntas.
-¿Quién crees que es?
-Una mujer. -Nuevamente, respondí sin pensar. Obnubilado por la visión.
-Gracias Juuken, tenía dudas.
-Perdón -dije sin apartar la vista, pero sin saber exactamente qué decir-. Nunca he estado tan seguro. ¿Quién será?
Lance se reía mientras decía esas últimas palabras, ni siquiera sé si se percató de lo que le dije. Algo extremadamente grande se cruzó en mi línea visual, haciéndome perder el contacto visual con esa muchacha que estaba allí sentada. Una gran figura con un pelaje marrón se interpuso entre esa muchacha y yo. Por un momento fruncí el ceño, molesto por que esa criatura se hubiera puesto en medio, por lo cual me fijé en ella. Era muy alta y bastante ancha, se me hizo algo conocida, aunque no estaba seguro. No fue hasta que hubo un momento que la ví un poco más de perfil y le vi la cara, ese tamaño y esos colmillos. No cabía duda alguna, era ella.
La recordaba, hacía mucho que la había conocido, casi a la par de aquél gyojin. Aquél día casi tengo problemas con ella, por culpa de ese maldito de Kasan creo que se llamaba, ese gyojin al principio parecía que solamente quería volvernos el uno contra el otro y hacer que tuviéramos un serio conflicto, luego al parecer todo resultó en un malentendido. Esa mink, Gerta creo recordar que se hacía llamar. Ya tuve un malentendido y la llamé gorila, pues me confundí creyendo que era uno de esos. Ahora se que se trata de un tipo de mink, criaturas que son mitad humanos mitad animal, así como los gyojin son mitad pez.
Qué pequeño resulta ser el mundo, parecía que acababa de desembarcar y se había ido directamente a hablar con aquella muchacha que nos habíamos quedado mirando Lance y yo. Si tenía alguna duda, ya se había esfumado, estaba completamente convencido de que era ella. No pude evitar esbozar una sonrisa, al principio fue problemático, pero tengo buenos recuerdos de aquél día. Lance se estaba dando la vuelta para marcharse, no sin antes quedarse mirando hacia la dirección de la mujer de nuevo. Yo me giré para hablarle.
-A esa la conozco, Lance. -Le señalé con la mirada hacia aquella dirección- La grande que está hablando con la mujer, la conocía hace mucho. Creo que se llamaba Ger...
No pude terminar la frase, otro ser de considerable tamaño chocó conmigo. Un manto negro me golpeó en la cara, cogiéndome de nuevo desprevenido. ¿Un ataque sorpresivo? No tenía mucho sentido, había muchas patrullas marine y estábamos a plena luz del día. ¿Quién podría ser tan desconsiderado, y pensar tan mal las cosas, para hacer algo así en esas condiciones? Me llevé la mano a la cara, donde me habían dado, ese manto negruzco seguía justo. Miré hacia arriba, buscando el final de esa cosa que parecía tener vida propia. La imagen que llegó a mis ojos también fue bastante agradable. Ya le había recordado hacía poco, se trataba de ese tipo que había intentado que Gretta y yo nos peleásemos. ¡Es verdad! No era Gerta, sino Gretta. No había hablado mucho con ellos, era normal que se me liasen un poco algunos nombres, menos mal que lo había recordado a tiempo, y ahora el hombre pez estaba ahí, plantado frente a mí.
-¡Juuken! Cuánto tiempo sin verte. Dame un abrazo chiquitín.
No pude evitar sonreír, respondiendo a su propia alegría. Dijo que le diese un abrazo, pero tampoco hizo ningún gesto para ello, por lo que no entendí si era una forma de hablar o si lo decía en serio, pero quería que lo hiciera yo solamente. Había olvidado lo alto que era ese hombre, pero no pude evitar que la alegría se me notara en el rostro. Un viejo conocido, la primera vez que volvía a reencontrarme con alguien a quien había conocido hacía un tiempo atrás. De hecho, ni siquiera nos conocimos en la isla Kilombo, pero desconozco cual era el nombre de aquél otro lugar.
-Me alegro de verte, Kasan. Hacía mucho tiempo ya. ¿Cómo estás?
Le respondí con esa sonrisa. Entonces me dí cuenta, deben de haber estado viajando juntos, tanto Gretta como Kasan. Me sonaba raro el nombre, tal vez lo estuviera pronunciando mal, pero estaba casi seguro de que así era. Me giré a Lance, su cara de incertidumbre resultó bastante graciosa. Era la primera vez que me encontraba con un conocido, seguramente eso también habría llamado la atención del peliblanco, y de ahí su expresión.
-Lance, este es Kasan. Le conocí hace ya un tiempo, un poco después de conocernos tú y yo ahora que lo pienso. ¿Cómo se llamaba ese sitio? Bueno da igual -no le di siquiera tiempo a responder a la pregunta. Me sentía un poco eufórico por la situación. Tal vez hasta emocionado-. Y ella de allí -señalé a la mink- es Gretta. Ven, te la presento.
Comencé a avanzar a paso ligero hasta donde estaba la gran mink. Todavía no sabía exactamente qué tipo de animal era ella, en su día no se lo pregunté, pero tampoco tenía claro ni siquiera qué era un mink. Tal vez, ni siquiera había escuchado nunca esa palabra. Cuando estuve bastante cerca, no pude evitar comenzar a llamarla con bastante alegría y júbilo.
-¡Gretta! -Decía mientras me acercaba a ella-. Soy Juuken. ¿Te acuerdas de mí?
Llegaría con entusiasmo a donde estaba ella, y me di cuenta entonces de que la otra muchacha, esa de la piel blanquecina que se escondía del sol, estaba justo ahí al lado, hablando con Gretta. Solo esperaba no haber llegado a interrumpir ninguna conversación. Tal vez fueran amigas que se conocían de otra situación. Además también había allí, y me di cuenta solamente en ese momento, de otro animal que iba a dos patas. ¿Otro mink alomejor? Al igual que Gretta tenía una gran cantidad de pelaje por todo el cuerpo, pero en este caso era completamente negro. Destacaba bastante, pero entre Gretta y esa mujer, no me había dado cuenta de su presencia hasta que había llegado a su posición y le había visto. Esperaba que no se molestase, lo cierto es que me llamó bastante la atención su aspecto. Me resultaba agradable.
Capitán de una tripulación pirata. Eso sí que no tenía todavía claro qué significaba. ¿Qué era ser un pirata? Era una pregunta cuya respuesta siempre resultaba confusa, cada vez se entendía de una forma diferente, cada persona tenía su propia visión de lo que era ser un pirata, por lo que era un término que no había que utilizar a la ligera. La marina los cazaba como si fueran los mayores criminales que habitaban sobre la faz de la tierra. A mi parecer, eso tan solo era un prejuicio determinado por una simple palabra, y por el significado que cada uno quería darle a la misma. En mi caso, decidí que esa palabra para mí, sencillamente sería un sinónimo de libertad. Libertad en tu forma de vivir. Libertad en tu forma de actuar. Libertad en la selección del camino propio a seguir.
¿Desde cuándo había comenzado a pensar así? Caminábamos por las calles del puerto, tranquilamente, cuando me di cuenta de ese pensamiento. Por primera vez, me había sorprendido a mí mismo con unos pensamientos que podrían considerarse profundos, pues eran cosas que nunca antes me había llegado a plantear. ¿Hasta qué punto podría estar cambiando? No estaba seguro de si me alegraba aquello, o si me aterraba el hecho de cambiar. No quería llegar a olvidar lo que soy, ni de donde vengo. No quiero que el pasado desaparezca de mi memoria y de mi recuerdo, sin embargo, una sonrisa se dibujó en mi rostro, inconscientemente, y verdaderamente alegre.
El murmullo de las calles comenzó a captar mi atención. Había vivido tanto tiempo sin conocer este tipo de vida, que ahora simplemente me había acostumbrado a la vida en la isla Kilombo y, especialmente, en el pueblo de Rostock. Una mujer gritaba dándole una reprimenda a su hijo por haber robado, montando todo un verdadero espectáculo en medio de la calle. El pobre muchacho me dió hasta pena, pero más que eso, me inspiró una sensación algo nostálgica y tristona. Esa era una vida que me había sido arrebatada. ¿Mis padres serían así? Tal vez no tenía, era posible que me hubieran vendido o abandonado, dejándome en manos de aquellos malditos desalmados. Eso sería algo que no llegaría a saber nunca, ni siquiera sabía por dónde podría empezar a buscar, desconocía el nombre que ellos me habrían querido poner. Mi nombre siempre fué un número, hasta que Juuni le dió la vuelta, dándome un verdadero nombre propio. Ella era la primera persona que había sido para mí algo parecido a una familia. Y ahora tenía a Lance.
Lance y yo cruzamos miradas, nos reímos. Él, seguramente reaccionando a ese pobre muchacho, no sé qué recuerdos le provocaría, o qué sensación le llegaría a transmitir a él. En mi caso, tan solo era una sonrisa que se me había dibujado sentirle a él como si fuera mi verdadera familia, tenía mucho aprecio a ese peliblanco, aunque tal vez tenía algo de confusión con el concepto de familia. Al igual que ocurría con el término de pirata, posiblemente para cada persona pudiera adquirir un significado distinto. Lo que tenía claro era que quería mantenerme junto a él, ayudarle en su camino, protegerlo cuando él no pudiera. Sentía que le debía mucho a ese peliblanco, y aunque llevábamos relativamente poco tiempo juntos, sentía como si ese tiempo hubiera sido de años. La confianza que sentía con él era bastante intensa, y eso me llegaba a reconfortar algunas veces.
Más conversaciones se escuchaban a nuestro alrededor, algunos simplemente reían, otros contaban historias, las cuales no llegábamos a escuchar más que un par de frases. Dos mujeres que parecía que necesitaban ayuda de unos palos para andar estaban sentadas hablando sobre la señora de antes y su hijo Tomás, una de ellas decía que ese niño era un descarado y un ladrón de cuidado, la otra señora en cambio, le intentaba convencer que la culpa era de su madre y de cómo le había criado, que el pobre niño no tenía culpa. Era una conversación algo curiosa, pero que no me apetecía ni siquiera pararme a escuchar. También otra conversación hablaba de que alguien había robado a un capitán de la marina, un pastel de manzana. No sabía qué era, pero tenía entendido que una manzana era una fruta dulce. No estaba seguro de si las había probado, tendré que pedirle a Shiro que prepare algo con manzana.
Lance se rió por lo bajo cuando escuchamos que el ladrón de manzanas había dejado una nota, alegando que estaba delicioso. Me quedé mirándole, inconscientemente fruncí el ceño, pues no entendía por qué se reía, gesto que mi capitán peliblanco malinterpretó, tal vez creyendo que le estaba echando en cara esa risa que había soltado a escondidas.
-Perdón, perdóoon, no pude evitarlo -se disculpó, aunque no comprendí muy bien por qué.
-¿De qué te disculpas? -Mi expresión en ese momento se convirtió en intriga.
No hubo respuesta inmediata, puesto que justamente habíamos llegado a la zona más alejada. Nos encontrábamos en los muelles, donde algunos barcos arribaban, otros zarpaban y otros estaban cargando y descargando suministros. Más adelante había algo de jaleo, varios marineros estaban allí prestándose a servicio, algunos parecían estar buscando gente que les quisiera contratar. Alguna patrulla marine deambulaba de un lado a otro, con algún que otro miembro oteando de forma inquisitiva, tal vez buscando al ladrón de manzanas de su capitán.
Entonces me di cuenta de un grupo de fornidos hombres que no paraban de cargar con grandes cajas, mucha gente y muchas cajas. No era gran cosa, pero me llamó la atención que parecía que había más cajas que bodega en ese barco. Nos quedamos un par de minutos ahí parados, esos hombres ya parecían algo cansados, se denotaba en el brillo de sus frentes por el propio sudor que exhudaban. Era cierto que el día no estaba siendo precisamente el más fresco de todos.
-¿Qué opinas, Juuken? -Lance me sorprendió con una pregunta que no esperaba mientras me señalaba ese barco que parecía tener una bodega sin fondo.- ¿Una mudanza urgente o alguien que no quiere que sepamos qué hay dentro de esas cajas?
-Creo que son demasiadas cajas, pero no estoy seguro. -Respondí prácticamente sin pensar en lo que estaba diciendo.
Lo cierto es que no terminé de escuchar lo que decía, pues como un súbito brillo llegó a mis ojos una imagen que no pude evitar quedarme observando. Aquella figura era distinta a todo cuanto había visto nunca. Una piel clara como el propio sol, parecía tener un deslumbrante brillo propio que no podía dejar de observar, aunque ese brillo cegase mis ojos, no podía quitar la vista. Unas largas y bien delimitadas piernas, parecían dar un porte de elegancia en la postura que la estaba observando. Ese cabello negro como el carbón, que hacía un contraste devastador con la claridad de su piel. Sin duda era algo realmente llamativo, imposible no verla y no quedarse mirando. Una tela sujeta con un palo está cubriendo ese rostro del sol directo. No pude evitar quedarme mirando ese rostro, no sabía ni cómo sentirme, sencillamente su expresión se me hizo increíblemente agradable. Tanto que Lance volvió a cogerme desprevenido con otra de sus preguntas.
-¿Quién crees que es?
-Una mujer. -Nuevamente, respondí sin pensar. Obnubilado por la visión.
-Gracias Juuken, tenía dudas.
-Perdón -dije sin apartar la vista, pero sin saber exactamente qué decir-. Nunca he estado tan seguro. ¿Quién será?
Lance se reía mientras decía esas últimas palabras, ni siquiera sé si se percató de lo que le dije. Algo extremadamente grande se cruzó en mi línea visual, haciéndome perder el contacto visual con esa muchacha que estaba allí sentada. Una gran figura con un pelaje marrón se interpuso entre esa muchacha y yo. Por un momento fruncí el ceño, molesto por que esa criatura se hubiera puesto en medio, por lo cual me fijé en ella. Era muy alta y bastante ancha, se me hizo algo conocida, aunque no estaba seguro. No fue hasta que hubo un momento que la ví un poco más de perfil y le vi la cara, ese tamaño y esos colmillos. No cabía duda alguna, era ella.
La recordaba, hacía mucho que la había conocido, casi a la par de aquél gyojin. Aquél día casi tengo problemas con ella, por culpa de ese maldito de Kasan creo que se llamaba, ese gyojin al principio parecía que solamente quería volvernos el uno contra el otro y hacer que tuviéramos un serio conflicto, luego al parecer todo resultó en un malentendido. Esa mink, Gerta creo recordar que se hacía llamar. Ya tuve un malentendido y la llamé gorila, pues me confundí creyendo que era uno de esos. Ahora se que se trata de un tipo de mink, criaturas que son mitad humanos mitad animal, así como los gyojin son mitad pez.
Qué pequeño resulta ser el mundo, parecía que acababa de desembarcar y se había ido directamente a hablar con aquella muchacha que nos habíamos quedado mirando Lance y yo. Si tenía alguna duda, ya se había esfumado, estaba completamente convencido de que era ella. No pude evitar esbozar una sonrisa, al principio fue problemático, pero tengo buenos recuerdos de aquél día. Lance se estaba dando la vuelta para marcharse, no sin antes quedarse mirando hacia la dirección de la mujer de nuevo. Yo me giré para hablarle.
-A esa la conozco, Lance. -Le señalé con la mirada hacia aquella dirección- La grande que está hablando con la mujer, la conocía hace mucho. Creo que se llamaba Ger...
No pude terminar la frase, otro ser de considerable tamaño chocó conmigo. Un manto negro me golpeó en la cara, cogiéndome de nuevo desprevenido. ¿Un ataque sorpresivo? No tenía mucho sentido, había muchas patrullas marine y estábamos a plena luz del día. ¿Quién podría ser tan desconsiderado, y pensar tan mal las cosas, para hacer algo así en esas condiciones? Me llevé la mano a la cara, donde me habían dado, ese manto negruzco seguía justo. Miré hacia arriba, buscando el final de esa cosa que parecía tener vida propia. La imagen que llegó a mis ojos también fue bastante agradable. Ya le había recordado hacía poco, se trataba de ese tipo que había intentado que Gretta y yo nos peleásemos. ¡Es verdad! No era Gerta, sino Gretta. No había hablado mucho con ellos, era normal que se me liasen un poco algunos nombres, menos mal que lo había recordado a tiempo, y ahora el hombre pez estaba ahí, plantado frente a mí.
-¡Juuken! Cuánto tiempo sin verte. Dame un abrazo chiquitín.
No pude evitar sonreír, respondiendo a su propia alegría. Dijo que le diese un abrazo, pero tampoco hizo ningún gesto para ello, por lo que no entendí si era una forma de hablar o si lo decía en serio, pero quería que lo hiciera yo solamente. Había olvidado lo alto que era ese hombre, pero no pude evitar que la alegría se me notara en el rostro. Un viejo conocido, la primera vez que volvía a reencontrarme con alguien a quien había conocido hacía un tiempo atrás. De hecho, ni siquiera nos conocimos en la isla Kilombo, pero desconozco cual era el nombre de aquél otro lugar.
-Me alegro de verte, Kasan. Hacía mucho tiempo ya. ¿Cómo estás?
Le respondí con esa sonrisa. Entonces me dí cuenta, deben de haber estado viajando juntos, tanto Gretta como Kasan. Me sonaba raro el nombre, tal vez lo estuviera pronunciando mal, pero estaba casi seguro de que así era. Me giré a Lance, su cara de incertidumbre resultó bastante graciosa. Era la primera vez que me encontraba con un conocido, seguramente eso también habría llamado la atención del peliblanco, y de ahí su expresión.
-Lance, este es Kasan. Le conocí hace ya un tiempo, un poco después de conocernos tú y yo ahora que lo pienso. ¿Cómo se llamaba ese sitio? Bueno da igual -no le di siquiera tiempo a responder a la pregunta. Me sentía un poco eufórico por la situación. Tal vez hasta emocionado-. Y ella de allí -señalé a la mink- es Gretta. Ven, te la presento.
Comencé a avanzar a paso ligero hasta donde estaba la gran mink. Todavía no sabía exactamente qué tipo de animal era ella, en su día no se lo pregunté, pero tampoco tenía claro ni siquiera qué era un mink. Tal vez, ni siquiera había escuchado nunca esa palabra. Cuando estuve bastante cerca, no pude evitar comenzar a llamarla con bastante alegría y júbilo.
-¡Gretta! -Decía mientras me acercaba a ella-. Soy Juuken. ¿Te acuerdas de mí?
Llegaría con entusiasmo a donde estaba ella, y me di cuenta entonces de que la otra muchacha, esa de la piel blanquecina que se escondía del sol, estaba justo ahí al lado, hablando con Gretta. Solo esperaba no haber llegado a interrumpir ninguna conversación. Tal vez fueran amigas que se conocían de otra situación. Además también había allí, y me di cuenta solamente en ese momento, de otro animal que iba a dos patas. ¿Otro mink alomejor? Al igual que Gretta tenía una gran cantidad de pelaje por todo el cuerpo, pero en este caso era completamente negro. Destacaba bastante, pero entre Gretta y esa mujer, no me había dado cuenta de su presencia hasta que había llegado a su posición y le había visto. Esperaba que no se molestase, lo cierto es que me llamó bastante la atención su aspecto. Me resultaba agradable.