Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
Hace 9 horas
Esto no era lo que esperaba cuando el gigante de brazos largos me sugirió venir hasta aquí. Definitivamente no pensé que la persona con la que iba a encontrarme sería un capitán excéntrico, aunque ¿Qué capitán que se precie no es excéntrico?, que casi rozaba lo estrambótico y cómico en cuanto a sus reacciones, todavía no tenía idea de cómo eran las personas que vendrían a la reunión, pero no necesitaba una descripción en absoluto, estaba bastante seguro que podría identificarlos con facilidad solo por sus comportamientos. No es que yo fuese un ejemplo de aquello que se considera “habitual” pero definitivamente no trataba de atraer atención no deseada. Recogí los hombros con desinterés, no es como que en esta parte de la isla pudiéramos atraer la atención de ningún marine, que supiera, después de todo, este bar no estaba precisamente en una zona muy vigilada. No valía la pena entrometerme, sería similar a enfadarme porque el agua está húmeda.
Redundante.
Puse los ojos en blanco con un suspiro de de exasperación y di media vuelta, acercándome a la barra del lugar para pedir una bebida, ignorando al joven sufriente que parecía estar ahogando sus penas, me habría interesado hace unas dos horas y media o tres antes, pero en este momento no tenía corazón para preocuparme por nadie ni nada excepto por mí mismo. Ah, y para ver el mundo arder, por supuesto. Me sentaría a contemplar el caos, más bien el conflicto mientras bebía… Un mate. Si. Había descubierto la bebida hace tiempo y desde entonces no pude evitar desarrollar una adicción más. Está bien, quizás decir que era una adicción era demasiado, no tenía síntomas de abstinencia sino tomaba un mate, sin embargo, si me sucedía si no fumaba, lo que me recordaba que necesitaba un cigarro. Porque este tipo de situaciones solo se pueden procesar con un cigarrillo y un buen mate, tereré para ser precisos.
Pedí una jarra de jugo de naranja en la barra y saqué del interior de mi abrigo un mate, una bombilla y un pequeño paquete de yerba. Mientras la situación se desarrollaba comencé a armar el mate, puse el hielo hacia el final del mismo, lo llené con yerba, no excesivamente, por suerte no tenía demasiado polvo así que evité voltear el mate y comencé a humedecerla con el jugo de naranja. Puse la bombilla, la acomodé y tomé un sorbo tranquilo. Lo dejé sobre la barra para poder encender un cigarrillo y me lo llevé a los labios para darle una calada, sujetándolo entre el índice y el dedo corazón. En otras situaciones recurriría a la diplomacia, sin duda, e intentaría intervenir para que las cosas no escalen, pero no sentía deseos de molestarme.
Le di otro sorbo al mate con despreocupación, solo para que un elegante sombrero de copa, con el ala decorada por una ristra de cráneos y una pluma roja, atrajera mi atención de forma definitiva. Conocía ese feo sombrero y a quien venía adherido, también recordaba de una forma muy esclarecedora que esa misma persona aun debía devolverme lo que me pertenecía. Entrecerré los ojos, mis pupilas se volvieron dos rendijas afiladas, no sabía quien acompañaba al moreno, pero sin duda tenía una buena idea para poder abordarlo. Tomé un sorbo del mate; que, por cierto, era un muy bonito mate con forma de peón de ajedrez, mientras que las latas para la yerba, que tenía guardadas, eran una torre y un caballo; bajando de la silla alta que había escogido y dejando el cigarro sobre un cenicero por un momento, me pasé los dedos por las plumas, acicalándome, las esponje con cuidado y me acerqué por detrás de Bonez de forma silenciosa. Rodeé el cuello del hombre con el brazo, primero deslizando mi mano por su nuca en una suave caricia, que no parecía mal intencionada, para distraer su atención.
Habiendo escuchado su charla a susurros, ya que realmente no se encontraban demasiado lejos, esbocé una sonrisa perezosa y susurré justo al lado de su oreja.
. – Esa es una muy, muy buena idea, estoy ansioso por escuchar el intrincado y complejo plan que tienes, porque la última vez te salió excepcionalmente bien ¿Lo recuerdas? –Me incliné un poco más para poder verle la cara– Pero ¿Qué tal si me devuelves lo que me robaste?
Apreté mi brazo alrededor de su cuello, evitando que se escape, una de mis alas se apretó contra mi espalda y la otra lo rodeó suavemente, cortándole el escape. Elevé ambas cejas emplumadas mientras mi sonrisa se volvía sardónica y juguetona. La última vez que me había cruzado con Bonez me había robado, o intentó robarme el dinero, pero se había llevado un objeto muy preciado que aún quería recuperar, había logrado que vuele por todo el puerto para intentar atraparlo sin asesinarlo en frente de toda una audiencia, no quería problemas con la marina y no quería derramar sangre en aquel entonces.
. – Nuestro último encuentro fue muy entretenido, sin duda, pero mi paciencia tiene un límite, Ratoncito.
Redundante.
Puse los ojos en blanco con un suspiro de de exasperación y di media vuelta, acercándome a la barra del lugar para pedir una bebida, ignorando al joven sufriente que parecía estar ahogando sus penas, me habría interesado hace unas dos horas y media o tres antes, pero en este momento no tenía corazón para preocuparme por nadie ni nada excepto por mí mismo. Ah, y para ver el mundo arder, por supuesto. Me sentaría a contemplar el caos, más bien el conflicto mientras bebía… Un mate. Si. Había descubierto la bebida hace tiempo y desde entonces no pude evitar desarrollar una adicción más. Está bien, quizás decir que era una adicción era demasiado, no tenía síntomas de abstinencia sino tomaba un mate, sin embargo, si me sucedía si no fumaba, lo que me recordaba que necesitaba un cigarro. Porque este tipo de situaciones solo se pueden procesar con un cigarrillo y un buen mate, tereré para ser precisos.
Pedí una jarra de jugo de naranja en la barra y saqué del interior de mi abrigo un mate, una bombilla y un pequeño paquete de yerba. Mientras la situación se desarrollaba comencé a armar el mate, puse el hielo hacia el final del mismo, lo llené con yerba, no excesivamente, por suerte no tenía demasiado polvo así que evité voltear el mate y comencé a humedecerla con el jugo de naranja. Puse la bombilla, la acomodé y tomé un sorbo tranquilo. Lo dejé sobre la barra para poder encender un cigarrillo y me lo llevé a los labios para darle una calada, sujetándolo entre el índice y el dedo corazón. En otras situaciones recurriría a la diplomacia, sin duda, e intentaría intervenir para que las cosas no escalen, pero no sentía deseos de molestarme.
Le di otro sorbo al mate con despreocupación, solo para que un elegante sombrero de copa, con el ala decorada por una ristra de cráneos y una pluma roja, atrajera mi atención de forma definitiva. Conocía ese feo sombrero y a quien venía adherido, también recordaba de una forma muy esclarecedora que esa misma persona aun debía devolverme lo que me pertenecía. Entrecerré los ojos, mis pupilas se volvieron dos rendijas afiladas, no sabía quien acompañaba al moreno, pero sin duda tenía una buena idea para poder abordarlo. Tomé un sorbo del mate; que, por cierto, era un muy bonito mate con forma de peón de ajedrez, mientras que las latas para la yerba, que tenía guardadas, eran una torre y un caballo; bajando de la silla alta que había escogido y dejando el cigarro sobre un cenicero por un momento, me pasé los dedos por las plumas, acicalándome, las esponje con cuidado y me acerqué por detrás de Bonez de forma silenciosa. Rodeé el cuello del hombre con el brazo, primero deslizando mi mano por su nuca en una suave caricia, que no parecía mal intencionada, para distraer su atención.
Habiendo escuchado su charla a susurros, ya que realmente no se encontraban demasiado lejos, esbocé una sonrisa perezosa y susurré justo al lado de su oreja.
. – Esa es una muy, muy buena idea, estoy ansioso por escuchar el intrincado y complejo plan que tienes, porque la última vez te salió excepcionalmente bien ¿Lo recuerdas? –Me incliné un poco más para poder verle la cara– Pero ¿Qué tal si me devuelves lo que me robaste?
Apreté mi brazo alrededor de su cuello, evitando que se escape, una de mis alas se apretó contra mi espalda y la otra lo rodeó suavemente, cortándole el escape. Elevé ambas cejas emplumadas mientras mi sonrisa se volvía sardónica y juguetona. La última vez que me había cruzado con Bonez me había robado, o intentó robarme el dinero, pero se había llevado un objeto muy preciado que aún quería recuperar, había logrado que vuele por todo el puerto para intentar atraparlo sin asesinarlo en frente de toda una audiencia, no quería problemas con la marina y no quería derramar sangre en aquel entonces.
. – Nuestro último encuentro fue muy entretenido, sin duda, pero mi paciencia tiene un límite, Ratoncito.