Lobo Jackson
Moonwalker
Hace 7 horas
Lobo Jackson, el detective improvisado y bailarín a tiempo completo, observó con ojo analítico las manchas de sangre. Por triste que parezca, la sangre no parecía fuera de lugar en ese callejón tan siniestro y apartado. Un pequeño refugio para el crimen, cuna de la malicia y, a veces, escondite para realizar actos indecentes lejos del ojo público donde las únicas palabras que resuenan entre sus paredes son unos graznidos que se asemejan a un pato engullendo salami.
El lobo divisó sin dificultad la huella sangrienta que se alejaba del escenario del crimen en dirección opuesta, haciendo que el mink se inclinase hacia atrás con una posición invertida de 180º, quedando su rostro bocarriba y mirando de al revés.
- Alguien pasó por aquí no hace mucho... Y parece que tenía prisa, viendo la distancia entre las huellas. - Pensó Jackson, girándose como una cobra que se retuerce sobre rama de árbol hasta quedarse nuevamente recto. - Vemos hacia dónde nos lleva ese rastro. -
A continuación, el mink sacó el pequeño carocolófono del bolsillo interno de su estilosa armadura, pulsando el lateral del caparazón para transmitir.
- Aquí Lobo Alfa, siguiendo una posible pista-gara. De momento nada nuevo-gara, cambio y corto-gara. -
Con aquella pequeña transmisión informó a su camarada Hato. Le transmitiría más información si encontraba un nuevo rastro o pista, pero por ahora esperaría a su respuesta.
Acercando al morro hasta el suelo sin llegar a tocarlo, el mink utilizó su olfato lupino para seguir el aroma de la sangre y sus huellas. Andaba por el callejón con los brazos hacia atrás, como un buitre que intenta despegar, hasta que sus pasos le llevaron hacia una de las avenidas principales de la ciudad. El ajetreo causado por los ciudadanos en su ir y venir traía sin cuidado a Jackson, que siguió con la cara cerca del pavimento y haciendo aspavientos con los brazos, causando que la gente se apartase tras su paso y le mirase con extrañeza.
Algunos se preguntaban si aquel extraño licántropo era el héroe del Oykot del que tanto habían oído hablar, pero sus miradas parecían poseer una extraña capacidad magnética en el mink. Cada vez que alguien se quedaba mirando a Lobo Jackson, este se giraba con agilidad para dedicarle un guiño o un gesto repleto de carisma. El Lobo no podía permitirse dejar de lado a sus fans ni durante los tiempos más aciagos.
El morro del lobo se topó contra una puerta de madera bien lustrada justo cuando la última huella despareció en el felpudo adyacente. Tan solo hizo falta un vistazo para darse cuenta del lujo que presentaba aquel hogar de ostentosa fachada, el sitio perfecto para refugiar a la creme de la creme de la burguesía.
- Así que el asesino o testigo es un ricachón, ¿eh? Pues se va a entrar como me abra la puerta en persona. - Pensó mientras su mano agarraba la aldaba de bronce y la golpeaba tres veces contra la puerta y mantenía la concentración de su mantra.
Pero el oído fino de Jackson tenía otros planes. Su afinidad musical pronto captó el tono en fa menor, una triste tonalidad asociada con la pasión y la melancolía que despertó un profundo sentimiento en el corazón del mink. Sin proponérselo, la otra mano había alcanzado su guitarra y empezado a tocar suavemente un tono que iba al ritmo del golpeteo de la aldaba.
Su talón derecho golpeaba el suelo al ritmo mientras que su cuerpo se inclinaba despacio hacia adelante y hacia atrás. Era una melodía suave y extremadamente sencilla que se repetía con tonos prolongados, una pequeña expresión de tristeza por el asesinato que se mantenía fresco en la memoria del mink. Como si la inspiración quisiera dedicarle una última despedida a ese joven cuyo cuerpo vio marcharse en una camilla improvisada, Jackson empezó a tararear con suavidad acompañando la canción con su voz.
La belleza de la melodía pronto empezó a captar la atención de los viandantes. Cuanto más tiempo pasase el dueño del hogar sin abrir la puerta, más gente se acumularía alrededor del umbral de su casa.
El lobo divisó sin dificultad la huella sangrienta que se alejaba del escenario del crimen en dirección opuesta, haciendo que el mink se inclinase hacia atrás con una posición invertida de 180º, quedando su rostro bocarriba y mirando de al revés.
- Alguien pasó por aquí no hace mucho... Y parece que tenía prisa, viendo la distancia entre las huellas. - Pensó Jackson, girándose como una cobra que se retuerce sobre rama de árbol hasta quedarse nuevamente recto. - Vemos hacia dónde nos lleva ese rastro. -
A continuación, el mink sacó el pequeño carocolófono del bolsillo interno de su estilosa armadura, pulsando el lateral del caparazón para transmitir.
- Aquí Lobo Alfa, siguiendo una posible pista-gara. De momento nada nuevo-gara, cambio y corto-gara. -
Con aquella pequeña transmisión informó a su camarada Hato. Le transmitiría más información si encontraba un nuevo rastro o pista, pero por ahora esperaría a su respuesta.
Acercando al morro hasta el suelo sin llegar a tocarlo, el mink utilizó su olfato lupino para seguir el aroma de la sangre y sus huellas. Andaba por el callejón con los brazos hacia atrás, como un buitre que intenta despegar, hasta que sus pasos le llevaron hacia una de las avenidas principales de la ciudad. El ajetreo causado por los ciudadanos en su ir y venir traía sin cuidado a Jackson, que siguió con la cara cerca del pavimento y haciendo aspavientos con los brazos, causando que la gente se apartase tras su paso y le mirase con extrañeza.
Algunos se preguntaban si aquel extraño licántropo era el héroe del Oykot del que tanto habían oído hablar, pero sus miradas parecían poseer una extraña capacidad magnética en el mink. Cada vez que alguien se quedaba mirando a Lobo Jackson, este se giraba con agilidad para dedicarle un guiño o un gesto repleto de carisma. El Lobo no podía permitirse dejar de lado a sus fans ni durante los tiempos más aciagos.
El morro del lobo se topó contra una puerta de madera bien lustrada justo cuando la última huella despareció en el felpudo adyacente. Tan solo hizo falta un vistazo para darse cuenta del lujo que presentaba aquel hogar de ostentosa fachada, el sitio perfecto para refugiar a la creme de la creme de la burguesía.
- Así que el asesino o testigo es un ricachón, ¿eh? Pues se va a entrar como me abra la puerta en persona. - Pensó mientras su mano agarraba la aldaba de bronce y la golpeaba tres veces contra la puerta y mantenía la concentración de su mantra.
Pero el oído fino de Jackson tenía otros planes. Su afinidad musical pronto captó el tono en fa menor, una triste tonalidad asociada con la pasión y la melancolía que despertó un profundo sentimiento en el corazón del mink. Sin proponérselo, la otra mano había alcanzado su guitarra y empezado a tocar suavemente un tono que iba al ritmo del golpeteo de la aldaba.
Su talón derecho golpeaba el suelo al ritmo mientras que su cuerpo se inclinaba despacio hacia adelante y hacia atrás. Era una melodía suave y extremadamente sencilla que se repetía con tonos prolongados, una pequeña expresión de tristeza por el asesinato que se mantenía fresco en la memoria del mink. Como si la inspiración quisiera dedicarle una última despedida a ese joven cuyo cuerpo vio marcharse en una camilla improvisada, Jackson empezó a tararear con suavidad acompañando la canción con su voz.
La belleza de la melodía pronto empezó a captar la atención de los viandantes. Cuanto más tiempo pasase el dueño del hogar sin abrir la puerta, más gente se acumularía alrededor del umbral de su casa.