Zane
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Hace 11 horas
Dice que todo aquel que busca la verdad nunca se conforma con las primeras respuestas, y ese es el caso de nuestra querida Hato, que se encuentra dentro de la casa de la familia Serresiete. Observas con todo lujo de detalles la casa, es un casoplón con todas las de la ley, aunque decorada de manera muy minimalista para ser personas de dinero. El salón es bastante amplio, de unos cincuenta metros cuadrados, con un sofá bastante grande, de cunas cuatro plazas, una mesa con capacidad para seis personas, una chimenea y el piano. Las paredes están decoradas con fotografías que parecen caseras, es decir, que las han hecho los miembros de la casa. Al pasar el pasillo que te llevó al salón pudiste ver tres puertas: una que da a un baño, una que da a un posible sótano y una que lleva a la cocina. A la izquierda, justo antes de la entrada del salón, una escalera que lleva a la planta de arriba.
Si te lo estás preguntando… no, no hay ninguna presencia más en la casa. Por cierto, se han presentado, pero has olvidado como se llaman. Qué rollo esto de ser tan olvidadiza, ¿verdad?
—Siuuuh no se preocupe usted, siiiuuuñorita —te dice el hombre, que parece que no sabre pronunciar correctamente las palabras que comienzan por la sílaba si—. Estaremos aquí.
Cuando terminas de hablar con el detective bailarín, observas que la joven esta nerviosa y no para de mirarte. Ves en sus ojos incertidumbre y confusión, como si no entendiera que estaba pasando. El hombre, por su parte, se queda mirándose fijamente en un espejo, parece que se quiere mucho a sí mismo.
—No entiendo a que se refiere —te dice la muchacha, que parece más confusa que antes.
—Creo que ha habido un error —interviene el hombre—. Nosotros no trabajamos aquí, o sea, vivimos aquí porque siiiiuumos los dueños de la casa —hace una pausa—. Y como le hemos dicho antes, no tenemos trabajadores. Mi sueldo no da para tantos lujos. Apenas puedo mantener la casa que heredé de mis padres, que en paz descansen.
—Un momento… —La joven entonces se aproxima a una de las paredes y coge una foto—. ¿Es este el joven al que habéis encontrado? —pregunta, con los ojos a punto de romper a llorar y las manos temblorosas. Si te fijas en la foto con detenimiento sí, es él. Un joven alto, de cabellos castaños y cara de buena persona, sentado junto a la muchacha en el asiento del piano—. Decidme, por favor, que no es Marce…
—Como va a ser Marce, siiuuuu ha estado aquí hace menos de una hora —vuelve a intervenir el padre—. Es imposiiuuuuble.
¡Vaya! ¿Ahora como le dices a esta joven que el muerto es el de la foto? Se trataba de su profesor de piano y, por la combinación de sentimientos que notas en su interior: duda, miedo, sufrimiento, esperanza… un conjunto de emociones que te hacen empatizar mucho con la joven, puede que algo más. Si te centras, puedes notar que en el vientre de la joven hay algo parecido a una presencia en curso. En tal caso, la joven se desmaya y el padre te dice que le ayudes a tumbarla en el sofá. Tras eso, puedes intentar sacarle algo más de información sobre el muchacho o, simplemente, marcharte de allí en busca de Lobo.
Y hablando de Lobo, el mejor bailarín del mar del este. Después de pegar en la puerta, notas con tu haki que se acerca una persona. Al principio no notas nada con tu haki, pero en cuanto abres la puerta percibes miedo por parte del hombre. Es un sujeto de unos treinta años, bien vestido, aunque descalzo. ¿Qué extraño no?
—¿Qué es lo que desea libertador? —te pregunta con cierto retintín en sus palabras—. Los seres como usted no son bienvenidos a esta casa —Y dicho eso, cierra la puerta en tu cara.
Hay gente en las afueras que lo ha visto todo, algunos parecen contentos, pero otros tachan al señor Buonanotte de maleducado. Entonces, se acerca una mujer, bastante musculosa y con cara de mal genio.
—Este tío siempre igual —te dice hablando con desprecio hacia el tal Buonanotte—. No te preocupes, señor Jackson —su tono de voz cambia al referirse a ti—. Yo me encargaré de que te deje entrar. Viene por lo de la plaza, ¿verdad?
La mujer, entonces, empieza a golpear el metal de la puerta con brío y gana, una vez tras otra, en un intervalo de un segundo entre cada golpe. Estuvo así casi medio segundo hasta que Buonanotte abrió.
—¿Qué demonios quieres, Lucinda? —pregunta el viejo.
—¡Qué seas educado con los que nos han liberado de la opresión de esos malditos patanes! —le grita—. Eso quiero.
Y dicho eso, tras lanzarte una sonrisa, se va. Parece una mujer de armas tomar, quizá podríais reclutarla…, o quizá no.
—Dime, ¿a qué diantres has venido libertador? —te pregunta el hombre, nuevamente con retintín en su tono de voz y recochineo.
Si te guías por tu olfato durante un breve instante, lograrás oler sangre dentro de la casa. Puedes entrar por la buenas, aunque no creo que el hombre te deje, o tal vez por las malas… Aunque en este caso, si alguien te ve, quizá se forme algún pifostio.
¿Qué haces detective-bailarín-revolucionario? Y usted, ¿portadora de malas noticas Hato?
Si te lo estás preguntando… no, no hay ninguna presencia más en la casa. Por cierto, se han presentado, pero has olvidado como se llaman. Qué rollo esto de ser tan olvidadiza, ¿verdad?
—Siuuuh no se preocupe usted, siiiuuuñorita —te dice el hombre, que parece que no sabre pronunciar correctamente las palabras que comienzan por la sílaba si—. Estaremos aquí.
Cuando terminas de hablar con el detective bailarín, observas que la joven esta nerviosa y no para de mirarte. Ves en sus ojos incertidumbre y confusión, como si no entendiera que estaba pasando. El hombre, por su parte, se queda mirándose fijamente en un espejo, parece que se quiere mucho a sí mismo.
—No entiendo a que se refiere —te dice la muchacha, que parece más confusa que antes.
—Creo que ha habido un error —interviene el hombre—. Nosotros no trabajamos aquí, o sea, vivimos aquí porque siiiiuumos los dueños de la casa —hace una pausa—. Y como le hemos dicho antes, no tenemos trabajadores. Mi sueldo no da para tantos lujos. Apenas puedo mantener la casa que heredé de mis padres, que en paz descansen.
—Un momento… —La joven entonces se aproxima a una de las paredes y coge una foto—. ¿Es este el joven al que habéis encontrado? —pregunta, con los ojos a punto de romper a llorar y las manos temblorosas. Si te fijas en la foto con detenimiento sí, es él. Un joven alto, de cabellos castaños y cara de buena persona, sentado junto a la muchacha en el asiento del piano—. Decidme, por favor, que no es Marce…
—Como va a ser Marce, siiuuuu ha estado aquí hace menos de una hora —vuelve a intervenir el padre—. Es imposiiuuuuble.
¡Vaya! ¿Ahora como le dices a esta joven que el muerto es el de la foto? Se trataba de su profesor de piano y, por la combinación de sentimientos que notas en su interior: duda, miedo, sufrimiento, esperanza… un conjunto de emociones que te hacen empatizar mucho con la joven, puede que algo más. Si te centras, puedes notar que en el vientre de la joven hay algo parecido a una presencia en curso. En tal caso, la joven se desmaya y el padre te dice que le ayudes a tumbarla en el sofá. Tras eso, puedes intentar sacarle algo más de información sobre el muchacho o, simplemente, marcharte de allí en busca de Lobo.
Y hablando de Lobo, el mejor bailarín del mar del este. Después de pegar en la puerta, notas con tu haki que se acerca una persona. Al principio no notas nada con tu haki, pero en cuanto abres la puerta percibes miedo por parte del hombre. Es un sujeto de unos treinta años, bien vestido, aunque descalzo. ¿Qué extraño no?
—¿Qué es lo que desea libertador? —te pregunta con cierto retintín en sus palabras—. Los seres como usted no son bienvenidos a esta casa —Y dicho eso, cierra la puerta en tu cara.
Hay gente en las afueras que lo ha visto todo, algunos parecen contentos, pero otros tachan al señor Buonanotte de maleducado. Entonces, se acerca una mujer, bastante musculosa y con cara de mal genio.
—Este tío siempre igual —te dice hablando con desprecio hacia el tal Buonanotte—. No te preocupes, señor Jackson —su tono de voz cambia al referirse a ti—. Yo me encargaré de que te deje entrar. Viene por lo de la plaza, ¿verdad?
La mujer, entonces, empieza a golpear el metal de la puerta con brío y gana, una vez tras otra, en un intervalo de un segundo entre cada golpe. Estuvo así casi medio segundo hasta que Buonanotte abrió.
—¿Qué demonios quieres, Lucinda? —pregunta el viejo.
—¡Qué seas educado con los que nos han liberado de la opresión de esos malditos patanes! —le grita—. Eso quiero.
Y dicho eso, tras lanzarte una sonrisa, se va. Parece una mujer de armas tomar, quizá podríais reclutarla…, o quizá no.
—Dime, ¿a qué diantres has venido libertador? —te pregunta el hombre, nuevamente con retintín en su tono de voz y recochineo.
Si te guías por tu olfato durante un breve instante, lograrás oler sangre dentro de la casa. Puedes entrar por la buenas, aunque no creo que el hombre te deje, o tal vez por las malas… Aunque en este caso, si alguien te ve, quizá se forme algún pifostio.
¿Qué haces detective-bailarín-revolucionario? Y usted, ¿portadora de malas noticas Hato?