Octojin
El terror blanco
Ayer, 12:03 PM
El descenso por el pozo resultó más sencillo de lo que Octojin esperaba. Aunque el gigantesco agujero parecía una trampa mortal al mirarlo desde arriba, las formaciones rocosas sobresalientes proporcionaban puntos de apoyo firmes. La humedad, sin embargo, era un problema; cada roca estaba resbaladiza y obligaba al tiburón a moverse con precaución. Aun así, su destreza y fuerza le permitieron bajar con agilidad, manteniéndose atento a cada movimiento.
Había lanzado una piedra antes para saber si había agua, y para su sorpresa y decepción, no, no había nada allí. No pudo evitar dar un puñetazo al aire, ya que pensaba que podría darse un baño y relajarse buscando pistas. Pero aquello había sido un simple espejismo que se había formado en su interior.
—Vaya sitio más lúgubre... —murmuró para sí mismo mientras tocaba el suelo de la plataforma con sus pies desnudos, tras algo más de diez minutos bajando. El frío del lugar se coló hasta sus huesos, pero no le molestó demasiado; estaba acostumbrado a las temperaturas extremas del mar profundo.
El escualo sacó entonces de su mochila el dial de luz y apretó el botón, haciendo que ejerciese de linterna. Al iluminar la plataforma, notó las gruesas cuerdas que parecían haber sido utilizadas recientemente. El habitante del mar se inclinó, tocando una de ellas y examinándola con atención. La cuerda estaba algo desgastada, pero todavía funcional.
—Parece que este sitio no está tan abandonado como parece —dijo en voz baja a Takahiro.
Frente a ellos se abría un túnel derruido, cuyas paredes de piedra húmeda y agrietada daban una sensación de inestabilidad bastante evidente. Octojin avanzó con pasos firmes, su cuerpo masivo llenó pronto el espacio, aunque el túnel era lo suficientemente amplio como para que pudiera moverse sin dificultad. A medida que avanzaba, sus ojos recorrían los oscuros portales que aparecían en las paredes laterales, grandes huecos que parecían abrirse hacia el vacío.
Por un momento, el gyojin se detuvo frente a uno de los portales, mirando hacia la negrura insondable que contenía. Empezó a tocarlo e intentar ver de qué estaban hechos. Lo cierto es que llamaba bastante su atención. No paró de palparlos y divisarlos con gran detenimiento, intentando encontrar alguna pista de qué hacían allí.
—¿Qué clase de cosas habrán pasado aquí? —preguntó a su compañero, antes de sacudir la cabeza y continuar avanzando. No era momento para perderse en divagaciones.
Tras unos veinte minutos de caminar por el túnel, la oscuridad comenzó a retroceder, y un nuevo escenario se reveló ante sus ojos. Una galería enorme se extendía frente a él y a su compañero, un espacio tan vasto que parecía desafiar las leyes de la naturaleza. Los pilares de roca se alzaban como inmensos colosos, sosteniendo un techo cubierto de estalactitas que amenazaban con caer en cualquier momento. Ya había vivido algo así hacía no mucho cuando derrotaron a aquella bestia del averno Ray y él. Así que se preparó para lo peor.
—Esas cosas de arriba —dijo señalando, pero sin quitar la mirada del frente —. Siempre caen cuando menos lo esperas, así que cuidado.
Sin embargo, lo más inquietante eran las grietas en el suelo, enormes abismos que descendían a profundidades insondables. Entre estas fisuras se extendían cuatro caminos angostos, oscilando entre cinco y ocho metros de ancho. Octojin avanzó con cuidado, mientras el eco de sus pasos resonaba en la vasta caverna.
Al levantar la vista, sus ojos captaron un brillo en la distancia: luces titilantes que identificó rápidamente como fogatas. Aquello era un sinónimo de vida. Entre las llamas, figuras humanas se movían, sombras que revelaban la presencia de al menos diez hombres armados. La tensión en el aire era palpable, y Octojin entrecerró los ojos, evaluando la situación.
—Maldita sea... —murmuró, apretando los puños. Podía sentir el peso de la responsabilidad en sus hombros. Giró la cabeza hacia su compañero humano, pero mantuvo su enfoque en las luces al otro lado de la galería.
—¿Ves eso? —preguntó en un tono bajo, señalando las fogatas con un gesto de su cabeza. Sus ojos seguían fijos en las figuras al otro lado—. Esto no pinta nada bien, Taka.
El tiburón dio un paso al frente, observando los estrechos caminos que conectaban su posición con el otro extremo de la galería. La anchura de los senderos era suficiente para que él pasara, pero cualquier movimiento en falso podía ser desastroso. Si pasaban, debía ser lo más rápido posible, pero tenían que hacerlo con decisión.
—Vamos a movernos con cuidado. Si caemos aquí, nadie nos sacará de esas grietas.
Antes de nada, el tiburón realizó un estiramiento. Se llevó los brazos al frente, para después bajar la rodilla derecha y hacer unos cuantos lunge con la finalidad de calentar su parte inferior del cuerpo. No tardó en proseguir el calentamiento con la parte superior, girando su torso de derecha a izquierda y estirando al máximo sus brazos. Después hizo sendos movimientos con los brazos hacia delante y atrás, y cuando estimó que era suficiente, paró.
—Estoy listo, Taka. Vamos a por ello.
A medida que avanzaba, mantuvo sus sentidos alerta. Las figuras junto a las fogatas eran claramente hostiles, y el brillo de sus armas confirmaba que estaban preparados para enfrentarse a cualquiera que se acercara. El tiburón respiró hondo, enfocándose en el peligro inmediato. Las grietas, los caminos angostos y las estalactitas eran suficientes obstáculos por sí mismos, pero ahora tenían que lidiar con la amenaza humana también. Si ya tenían pocos problemas...
Cuando llegaron a la mitad de uno de los caminos, Octojin se detuvo. Sus ojos se posaron en tres carromatos que se encontraban al final de la galería, justo más allá de las fogatas.
—¿Qué demonios están transportando? —pensó en voz alta, sus palabras apenas eran un susurro que quizá Taka podía escuchar. Su instinto le decía que aquello no era simplemente un grupo de hombres acampando; había algo más grande en juego. Seguramente, a juzgar por el sitio en el que se encontraban, algún tipo de mineral.
El tiburón ajustó su postura y echó un vistazo a su compañero humano antes de volver a centrar su atención en los hombres armados. Aunque no podía prever lo que ocurriría a continuación, sabía que no podían retroceder. El túnel detrás de ellos ya no era una opción.
—Sigamos. Pero mantente cerca —advirtió mientras avanzaba un paso más hacia el frente.
El aire se hacía más denso a medida que se acercaban al otro extremo de la galería. Podía oler la leña quemada de las fogatas y escuchar los murmullos ocasionales de los hombres al otro lado. Activó su Haki de Observación para intentar evaluar la situación con más claridad, buscando detectar cualquier peligro adicional que pudiera estar oculto entre las sombras.
—No hay vuelta atrás ahora, Taka. Vamos a ver qué está pasando aquí. —Su tono era firme, aunque no podía ocultar del todo la inquietud que sentía. Ajustó su postura, preparando su cuerpo para lo que pudiera venir, y continuó avanzando hacia las presencias al otro lado de la galería.
Había lanzado una piedra antes para saber si había agua, y para su sorpresa y decepción, no, no había nada allí. No pudo evitar dar un puñetazo al aire, ya que pensaba que podría darse un baño y relajarse buscando pistas. Pero aquello había sido un simple espejismo que se había formado en su interior.
—Vaya sitio más lúgubre... —murmuró para sí mismo mientras tocaba el suelo de la plataforma con sus pies desnudos, tras algo más de diez minutos bajando. El frío del lugar se coló hasta sus huesos, pero no le molestó demasiado; estaba acostumbrado a las temperaturas extremas del mar profundo.
El escualo sacó entonces de su mochila el dial de luz y apretó el botón, haciendo que ejerciese de linterna. Al iluminar la plataforma, notó las gruesas cuerdas que parecían haber sido utilizadas recientemente. El habitante del mar se inclinó, tocando una de ellas y examinándola con atención. La cuerda estaba algo desgastada, pero todavía funcional.
—Parece que este sitio no está tan abandonado como parece —dijo en voz baja a Takahiro.
Frente a ellos se abría un túnel derruido, cuyas paredes de piedra húmeda y agrietada daban una sensación de inestabilidad bastante evidente. Octojin avanzó con pasos firmes, su cuerpo masivo llenó pronto el espacio, aunque el túnel era lo suficientemente amplio como para que pudiera moverse sin dificultad. A medida que avanzaba, sus ojos recorrían los oscuros portales que aparecían en las paredes laterales, grandes huecos que parecían abrirse hacia el vacío.
Por un momento, el gyojin se detuvo frente a uno de los portales, mirando hacia la negrura insondable que contenía. Empezó a tocarlo e intentar ver de qué estaban hechos. Lo cierto es que llamaba bastante su atención. No paró de palparlos y divisarlos con gran detenimiento, intentando encontrar alguna pista de qué hacían allí.
—¿Qué clase de cosas habrán pasado aquí? —preguntó a su compañero, antes de sacudir la cabeza y continuar avanzando. No era momento para perderse en divagaciones.
Tras unos veinte minutos de caminar por el túnel, la oscuridad comenzó a retroceder, y un nuevo escenario se reveló ante sus ojos. Una galería enorme se extendía frente a él y a su compañero, un espacio tan vasto que parecía desafiar las leyes de la naturaleza. Los pilares de roca se alzaban como inmensos colosos, sosteniendo un techo cubierto de estalactitas que amenazaban con caer en cualquier momento. Ya había vivido algo así hacía no mucho cuando derrotaron a aquella bestia del averno Ray y él. Así que se preparó para lo peor.
—Esas cosas de arriba —dijo señalando, pero sin quitar la mirada del frente —. Siempre caen cuando menos lo esperas, así que cuidado.
Sin embargo, lo más inquietante eran las grietas en el suelo, enormes abismos que descendían a profundidades insondables. Entre estas fisuras se extendían cuatro caminos angostos, oscilando entre cinco y ocho metros de ancho. Octojin avanzó con cuidado, mientras el eco de sus pasos resonaba en la vasta caverna.
Al levantar la vista, sus ojos captaron un brillo en la distancia: luces titilantes que identificó rápidamente como fogatas. Aquello era un sinónimo de vida. Entre las llamas, figuras humanas se movían, sombras que revelaban la presencia de al menos diez hombres armados. La tensión en el aire era palpable, y Octojin entrecerró los ojos, evaluando la situación.
—Maldita sea... —murmuró, apretando los puños. Podía sentir el peso de la responsabilidad en sus hombros. Giró la cabeza hacia su compañero humano, pero mantuvo su enfoque en las luces al otro lado de la galería.
—¿Ves eso? —preguntó en un tono bajo, señalando las fogatas con un gesto de su cabeza. Sus ojos seguían fijos en las figuras al otro lado—. Esto no pinta nada bien, Taka.
El tiburón dio un paso al frente, observando los estrechos caminos que conectaban su posición con el otro extremo de la galería. La anchura de los senderos era suficiente para que él pasara, pero cualquier movimiento en falso podía ser desastroso. Si pasaban, debía ser lo más rápido posible, pero tenían que hacerlo con decisión.
—Vamos a movernos con cuidado. Si caemos aquí, nadie nos sacará de esas grietas.
Antes de nada, el tiburón realizó un estiramiento. Se llevó los brazos al frente, para después bajar la rodilla derecha y hacer unos cuantos lunge con la finalidad de calentar su parte inferior del cuerpo. No tardó en proseguir el calentamiento con la parte superior, girando su torso de derecha a izquierda y estirando al máximo sus brazos. Después hizo sendos movimientos con los brazos hacia delante y atrás, y cuando estimó que era suficiente, paró.
ARM300
ARTISTA MARCIAL
Pasiva
Tier 3
No Aprendida
Podrás realizar un calentamiento durante un post para ganar +5 [Agilidad] y +5 [Fuerza] por el resto del tema. Este calentamiento se considerará como [Canalizar].
—Estoy listo, Taka. Vamos a por ello.
A medida que avanzaba, mantuvo sus sentidos alerta. Las figuras junto a las fogatas eran claramente hostiles, y el brillo de sus armas confirmaba que estaban preparados para enfrentarse a cualquiera que se acercara. El tiburón respiró hondo, enfocándose en el peligro inmediato. Las grietas, los caminos angostos y las estalactitas eran suficientes obstáculos por sí mismos, pero ahora tenían que lidiar con la amenaza humana también. Si ya tenían pocos problemas...
Cuando llegaron a la mitad de uno de los caminos, Octojin se detuvo. Sus ojos se posaron en tres carromatos que se encontraban al final de la galería, justo más allá de las fogatas.
—¿Qué demonios están transportando? —pensó en voz alta, sus palabras apenas eran un susurro que quizá Taka podía escuchar. Su instinto le decía que aquello no era simplemente un grupo de hombres acampando; había algo más grande en juego. Seguramente, a juzgar por el sitio en el que se encontraban, algún tipo de mineral.
El tiburón ajustó su postura y echó un vistazo a su compañero humano antes de volver a centrar su atención en los hombres armados. Aunque no podía prever lo que ocurriría a continuación, sabía que no podían retroceder. El túnel detrás de ellos ya no era una opción.
—Sigamos. Pero mantente cerca —advirtió mientras avanzaba un paso más hacia el frente.
El aire se hacía más denso a medida que se acercaban al otro extremo de la galería. Podía oler la leña quemada de las fogatas y escuchar los murmullos ocasionales de los hombres al otro lado. Activó su Haki de Observación para intentar evaluar la situación con más claridad, buscando detectar cualquier peligro adicional que pudiera estar oculto entre las sombras.
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
No Aprendida
9
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]
—No hay vuelta atrás ahora, Taka. Vamos a ver qué está pasando aquí. —Su tono era firme, aunque no podía ocultar del todo la inquietud que sentía. Ajustó su postura, preparando su cuerpo para lo que pudiera venir, y continuó avanzando hacia las presencias al otro lado de la galería.