Umibozu
El Naufragio
Ayer, 04:32 PM
Respondí al saludo de la sirena estando en el barco. Lo hice moviendo la mano levemente. Aunque me encontraba a gusto con todo el grupo, quizás con Asradi fuera con la que más conexión sentía. Tenía pocas dudas el motivo de ello: ambos éramos seres marinos. Aunque quizás nuestra relación no estuviera siendo la más profunda del grupo, el lazo que nos unía no lo compartíamos con nadie más por el momento. La conexión con el mar difícilmente podría sentirla un humano, por más que le encantara pescar y sentir la brisa marina en el rostro y el salitre llenando sus pulmones. La sensación de silencio en el fondo marino, esa presión en los tímpanos y sentir el agua salada inundando las branquias era algo que jamás ningún humano podría comprender. Instantes después, la joven sirena incluso se atrevió a bucear a mi alrededor. Lo hizo con intención juguetona, casi coqueta, a lo que sonreí y respondí sonriendo y siguiéndola con la mirada dejando que se divirtiera – Hay de sobra-lurk – respondí a la queja de la ningyo. De buena gana me habría comido el resto, pero no quería provocar la furia de la sirena. Muchos años viviendo en el Reino Ryuugu me habían enseñado que no había Rey Marino en el mundo que pudiera desafiar, ni rivalizar con la ira de una sirena furiosa.
Observé la zona con atención. Si el banco de peces huía de esa manera, algo tendría que haberlos asustado. Para suerte de ellos, la mayoría ya no tendrían que preocuparse por el peligro que los perseguía. No pude evitar reír irónicamente en mi fuero interno – Umibozu El Libertador – aunque la paradoja fuera más que evidente. A cierta distancia pude ver una sombra con forma de pez. No era de gran tamaño, pero sí era mucho más grande que los que me acababa de zampar. ¿Sería de esa sombra de la que huían? Siendo así, debía ser un depredador formidable. Más teniendo en cuenta su pequeño tamaño. Aquello prendió la chispa que necesitaba. Si algún día quería no solo derrotar a un Rey Marino, sino convertirme en uno, debía derrotar al resto de rivales. Estaba habituado a que, como en el resto de la naturaleza, el más grande fuera el más temido. Prueba de ello era el sinfín de bestias y Reyes marinos que habitaban bajo la tranquila superficie marina. Ya me había topado con algunos de ellos, incluso aquí, en el East Blue. Sentí como los músculos se fueron tensando en previsión de lo que vendría. Los pensamientos se iban focalizando, dejando que todo el ruido mental se silenciara. Aquello sería un escalón más en mi meta final.
Dejé que Asradi se adelantara, aunque la seguí de cerca. Si cualquier amenaza nos asaltaba, estaría listo para bloquearla. Allí abajo éramos dueños y señores y no permitiría que nadie más nos arrebatara ese título. El agua era mi elemento. Sentía curiosidad por ver de cerca al depredador. A ese pez que me acababa de regalar la cena y si se enfadaría al saber que ya esa noche iba a pasar hambre. Seguro que se sentía como un idiota. Le devolví la mirada seria a mi compañera y asentí al contacto de su mano indicándole que estaba listo y que podía confiar en mí. La emoción del momento e inminente combate contra la bestia marina hizo que las membranas se expandieran y contrajeron con voluntad propia. Debajo del agua el sonido quedaba completamente amortiguado y silenciado. Al poco, pude ver un barco. Traté de estimar su tamaño comparándolo con La Alborada. ¿Serían enemigos? Desde abajo, traté de encontrar alguna marca que identificara al barco. ¿sería un barco marine? Tras lo ocurrido en Oykot, no sería de extrañar que la Marina enviara tropas para restaurar el orden anterior. ¿Serían cazarrecompensas en busca de presas? ¿O quizás solo fuera un mercader al que podríamos saquear? Pero lo más importante era: dónde estaba ese pez y si podía hundir el barco.
Observé la zona con atención. Si el banco de peces huía de esa manera, algo tendría que haberlos asustado. Para suerte de ellos, la mayoría ya no tendrían que preocuparse por el peligro que los perseguía. No pude evitar reír irónicamente en mi fuero interno – Umibozu El Libertador – aunque la paradoja fuera más que evidente. A cierta distancia pude ver una sombra con forma de pez. No era de gran tamaño, pero sí era mucho más grande que los que me acababa de zampar. ¿Sería de esa sombra de la que huían? Siendo así, debía ser un depredador formidable. Más teniendo en cuenta su pequeño tamaño. Aquello prendió la chispa que necesitaba. Si algún día quería no solo derrotar a un Rey Marino, sino convertirme en uno, debía derrotar al resto de rivales. Estaba habituado a que, como en el resto de la naturaleza, el más grande fuera el más temido. Prueba de ello era el sinfín de bestias y Reyes marinos que habitaban bajo la tranquila superficie marina. Ya me había topado con algunos de ellos, incluso aquí, en el East Blue. Sentí como los músculos se fueron tensando en previsión de lo que vendría. Los pensamientos se iban focalizando, dejando que todo el ruido mental se silenciara. Aquello sería un escalón más en mi meta final.
Dejé que Asradi se adelantara, aunque la seguí de cerca. Si cualquier amenaza nos asaltaba, estaría listo para bloquearla. Allí abajo éramos dueños y señores y no permitiría que nadie más nos arrebatara ese título. El agua era mi elemento. Sentía curiosidad por ver de cerca al depredador. A ese pez que me acababa de regalar la cena y si se enfadaría al saber que ya esa noche iba a pasar hambre. Seguro que se sentía como un idiota. Le devolví la mirada seria a mi compañera y asentí al contacto de su mano indicándole que estaba listo y que podía confiar en mí. La emoción del momento e inminente combate contra la bestia marina hizo que las membranas se expandieran y contrajeron con voluntad propia. Debajo del agua el sonido quedaba completamente amortiguado y silenciado. Al poco, pude ver un barco. Traté de estimar su tamaño comparándolo con La Alborada. ¿Serían enemigos? Desde abajo, traté de encontrar alguna marca que identificara al barco. ¿sería un barco marine? Tras lo ocurrido en Oykot, no sería de extrañar que la Marina enviara tropas para restaurar el orden anterior. ¿Serían cazarrecompensas en busca de presas? ¿O quizás solo fuera un mercader al que podríamos saquear? Pero lo más importante era: dónde estaba ese pez y si podía hundir el barco.