Teruyoshi
Teru
22-11-2024, 11:32 PM
43 de Verano, Año 724
El gato trotaba por la oscuridad como si viajara con una antigua nakama. El mink siempre se había sentido abrazado por las sombras, seguro a su amparo, por lo que caminar entre las mismas lo hacía sentirse casi más seguro que hacerlo a plena luz del día. Quizás era debido a sus raíces felinas, siempre empujándolo a tener hábitos nocturnos, o simplemente por la confianza que le otorgaba su pelaje azabache, que lo transformaba prácticamente en una sombra viviente cada vez que se deslizaba entre ellas.
A cada paso que daba en dirección a la montaña bajo el cielo estrellado, se deleitaba imaginando su combate con el joven Ryu. En su mente dibujaba como sería el enfrentamiento con el luchador, pensando en las distintas maneras en las que lo derrotaría… porque claro, en la cabeza del orgulloso felino no cabía la posibilidad de perder ante un aprendiz. Desde que había pisado este lugar había esperado una oportunidad así, por lo que nada más escuchar la noticia se había dejado llevar por sus impulsos, para variar, y se había lanzado a la aventura sin pensar mucho en el tema… Un error que no tardó en jugarle una mala pasada.
- Crrreí que tarrrdaría menos - confesó en voz alta cuando tras un rato al trote apenas había recortado distancias con el Diente Oeste. - Pero no perrrderé antes de empezarrr - prosiguió, dándose ánimos para continuar avanzando. La obstinación era parte del carácter del mink, por lo que no iba a rendirse ante el primer imprevisto. No era su estilo.
Siguió avanzando por el sendero, acompañado únicamente del sonido de su respiración y el canto de los grillos, hasta que comenzó a notar algo extraño en el ambiente. Al principio, el mink pensó que al final el tedio de seguir viendo el Diente Oeste igual de lejos que cuando había empezado su viaje podía ser el causante. Después de todo, los cambios drásticos de humor no eran tan raros en él. Solía moverse por impulsos y no era inusual que se aburriera de algo que tan solo hacía unos instantes lo emocionaba. Sin embargo, no tardó en darse cuenta que era otra cosa. Había algo en el aire, algo que despertaba sus instintos más animales, alertando a Teruyoshi de que algo no andaba bien.
El mink se centró en sus sentidos, escudriñando con sumo cuidado sus alrededores. Cuando el aire varió de dirección y llevó hasta él el inconfundible aroma de un animal salvaje. Teruyoshi, quien se había criado junto a su padre cazando bestias como supervivencia y entrenamiento, reconoció de inmediato aquel olor a almizcle. Fue la primera señal que le avisó que no estaba solo. El mink se detuvo en el camino, buscando el amparo de las sombras mientras sus ojos analizaban con sumo cuidado los alrededores, intentando localizar aquello que había despertado sus instintos.
- Cabrrrones - pensó al notar que la espesura estaba plagada de animales.
Teruyoshi en cualquier otra situación no hubiese dudado en demostrarle a aquellas bestias quién era el verdadero rey del lugar, sin embargo, para desgracia de su entretenimiento, sabía que no podía perder energías en un combate innecesario. Si quería llegar a su encuentro con el tal Ryu en plenas condiciones no podía arriesgarse a terminar malherido por un grupo de bestias, por lo que tras reprimir sus ganas de patear culos, comenzó a pensar en cómo atravesar la zona sin alertar a las bestias.
Primero pensó en pasar usando su excelentes dotes de sigilo, aunque rápidamente descartó la idea. Si se tratara de humanos en lugar de bestias, no habría duda de que podría pasar desapercibido, pero aquellas bestias, dados sus hábitos nocturnos, seguramente se desenvolvían bien durante la noche. Lo más probable era que sus sentidos estuvieran afinados para ello y Teruyoshi venía apestando a un montón de olores humanos que lo alertarían, por lo que si no quería perder el tiempo luchando contra ellas en este momento, menos aún deseaba verse abordado por la espalda cuando menos lo esperara. Tenía que idear otra cosa.
- ¿Y si los distrrraigo con algo? - pensó mientras realizaba su característico gesto de lamerse la zarpa y pasársela por la oreja.
Miró a su alrededor, buscando algo que pudiera usar. Quizás una piedra lo suficientemente grande como para lanzarla y crear un reclamo que le permitiera a él pasar a toda velocidad. Su rapidez no era ninguna nimiedad, pero justo cuando consideraba esta opción, se presentó ante él otra posibilidad diferente.
A su derecha, un nuevo sendero se abría paso. Era mucho más estrecho y tortuoso, bordeando el río que pasaba por la zona. El mink en un inicio también descartó esa idea, ya que a pesar de que la zona parecía mucho más tranquila que el camino que debía de tomar, tampoco se podía fiar. Las fuentes de agua potable solían ser zona de caza para depredadores. Prácticamente todos los animales necesitaban pasar por una zona así tarde o temprano, por lo que no había nada que asegurara al mink su paso por ahí sin problemas… ¿o sí?
Si bien su razonamiento anterior era válido, pronto se dio cuenta de que no se había fijado bien en la disposición del sendero. No había visto que podía usar el agua como una barrera natural frente aquella manada de bestias. Si bien, algunas quizás podrían cruzar el trecho de un salto, tal como él mismo sería capaz de hacer, pero al menos el río le daría un margen de reacción si le atacaban desde ese lado… sin embargo, eso no quitaba que pudiese haber otro grupo distinto de bestias en ese lado y verse acorralado igualmente.
El hilo de pensamiento comenzaba a abrumarlo. Ninguna opción parecía completamente buena ni correcta, y esa indecisión le estaba causando un dolor de cabeza de la leche. Finalmente, decidió dejar de pensar y actuar. Tanto comerse la cabeza sin resolución solo estaba haciéndole perder un tiempo valioso, algo que no quería permitirse. Se negaba.
- Prrrobemos porrr ahí - se decidió dirigiéndose finalmente hacia el camino estrecho, confiando en que el río le proporcionaría al menos algo de cobertura.
Decidido a no perder más tiempo, reanudó la marcha desviándose de su camino inicial, aunque avanzando con mayor cautela. El aviso que le había dado el entorno le dejó claro que no debía volver a cometer el mismo error. Hecho que intentaría fervientemente… al menos mientras se acordase.
- Espero que no sea mucho más largo - fue su último pensamiento mientras marchaba una vez más bajo el cielo estrellado.