Iris
La bala blanca
Hace 3 horas
En menos de lo que canta un gallo todo el sentimentalismo que había sentido Iris se esfumó. Solo había hecho falta que Angelo escupiera aquella abominación encima de la mesa, que era totalmente comprensible por su parte pero claro, le había salpicado un poco en toda la cara.
—Joder, Angelo hermano, que putisimo asco, ya te podrías haber atragantado con esa mierda— Contestó mientras se apartaba con la mano el trozo de gapo de su cara.— Pero sí vámonos de esta mierda de sitio. Pero llévate el Ron, que es de los buenos.
Iris se levantó de la mesa y aprovechando el jaleo que había armado Angelo aprovecho para echar mano de un par de cajetillas de tabaco a las cuales sus dueños no les estaban prestando mucha atención. Y encendiéndose un cigarro bajaron al bar el cual la Solarian le había echado ojitos hacía tiempo. Observó cómo Angelo empujaba a uno de los clientes para ocupar su mesa e Iris hizo lo propio con la compañera de este:
—Anda aparta, guapa —Le dijo mientras le echaba el humo en la cara. Normalmente habría sido más sutil pero el beberse media botella de vino del tirón había empezado a surtir efecto y todo el mundo sabía que era mejor no cabrearla cuando estaba un poco piripi.
La chica se fue corriendo, ya fuera por la cara de pocos amigos que se traía la peliblanca o porque su amigo, novio — Pobrecilla si ese era el caso— o conocido había decidido que no era el día para meterse en una pelea. Aunque Iris no negaría que ver a Angelo zurrarse en un bar siempre era un buen espectáculo aquella noche era para ellos.
—Muy bien Angelo— le comentó en cuanto estuvieron sentados y este pidió un par de pintas— Voy a poner unas normas para la noche de hoy, que te conozco.
Iris levantó un dedo mientras oteaba el bar, había un par de chicas que serían justo el tipo del Lunarian y como si le leyera la mente aclaró.
—Primero, nada de ligues, no quiero tener que buscarme un hostal de mierda para pasar la noche sola. Mañana ya te puedes tirar a quien quieras.
La camarera llegó en ese momento, con dos buenas jarras de cerveza llenas hasta arriba y unos platitos con bravas, oreja y torreznos.
—Gracias, cielo— le dijo Iris a la camarera mientras pinchaba una patata— Nafa de pefeas, ¿quefa cfaro? Ni una puta pelea. Vamos a tener la fiesta en paz.
Justo en ese momento algún borracho se tropezó tirando a Iris al suelo cayendo encima de ella, y lo que era peor, encima de su tabaco. El cual quedó aplastado e inservible debajo del cuerpo de aquel mierda seca. El tipo se levantó pidiendo disculpas.
—Aguantame las gafas, cielo.
Y es que Iris solo llamaba cielo a Angelo cuando estaba realmente enfadada. Se quitó las gafas y se las cedió, cualquiera que la mirara vería a alguien tranquilo, pero los que la conocían sabían que aquella expresión no podía traer nada más que problemas. Una sonrisa, de loca como le habían dicho alguna que otra vez, se dibujó en la cara de la Solarian y sacándose la pistola del cinturón del pantalón apuntó en la cabeza al tipo.
—Mira, mierdecilla, me vas a invitar a todo esto que hemos pedido si no quieres que te vuele la tapa de los sesos, y además me vas a dar todo tu tabaco. ¿Queda claro?
Quizás fuera por el alcohol o porque no todos los días te apuntan con una pipa en la cabeza el borracho asintió, sin oponer ningún tipo de resistencia, cediéndole a Iris su tan preciado tesoro y marchandose a pagar la cuenta y todo lo que pedirían después.
—¿Por donde íbamos?— la peliblanca se volvió a sentarse en la mesa mirando a su amigo y llevándose un trozo de torrezno a la boca le dijo a su amigo— Ah, fi, fin pefeas
—Joder, Angelo hermano, que putisimo asco, ya te podrías haber atragantado con esa mierda— Contestó mientras se apartaba con la mano el trozo de gapo de su cara.— Pero sí vámonos de esta mierda de sitio. Pero llévate el Ron, que es de los buenos.
Iris se levantó de la mesa y aprovechando el jaleo que había armado Angelo aprovecho para echar mano de un par de cajetillas de tabaco a las cuales sus dueños no les estaban prestando mucha atención. Y encendiéndose un cigarro bajaron al bar el cual la Solarian le había echado ojitos hacía tiempo. Observó cómo Angelo empujaba a uno de los clientes para ocupar su mesa e Iris hizo lo propio con la compañera de este:
—Anda aparta, guapa —Le dijo mientras le echaba el humo en la cara. Normalmente habría sido más sutil pero el beberse media botella de vino del tirón había empezado a surtir efecto y todo el mundo sabía que era mejor no cabrearla cuando estaba un poco piripi.
La chica se fue corriendo, ya fuera por la cara de pocos amigos que se traía la peliblanca o porque su amigo, novio — Pobrecilla si ese era el caso— o conocido había decidido que no era el día para meterse en una pelea. Aunque Iris no negaría que ver a Angelo zurrarse en un bar siempre era un buen espectáculo aquella noche era para ellos.
—Muy bien Angelo— le comentó en cuanto estuvieron sentados y este pidió un par de pintas— Voy a poner unas normas para la noche de hoy, que te conozco.
Iris levantó un dedo mientras oteaba el bar, había un par de chicas que serían justo el tipo del Lunarian y como si le leyera la mente aclaró.
—Primero, nada de ligues, no quiero tener que buscarme un hostal de mierda para pasar la noche sola. Mañana ya te puedes tirar a quien quieras.
La camarera llegó en ese momento, con dos buenas jarras de cerveza llenas hasta arriba y unos platitos con bravas, oreja y torreznos.
—Gracias, cielo— le dijo Iris a la camarera mientras pinchaba una patata— Nafa de pefeas, ¿quefa cfaro? Ni una puta pelea. Vamos a tener la fiesta en paz.
Justo en ese momento algún borracho se tropezó tirando a Iris al suelo cayendo encima de ella, y lo que era peor, encima de su tabaco. El cual quedó aplastado e inservible debajo del cuerpo de aquel mierda seca. El tipo se levantó pidiendo disculpas.
—Aguantame las gafas, cielo.
Y es que Iris solo llamaba cielo a Angelo cuando estaba realmente enfadada. Se quitó las gafas y se las cedió, cualquiera que la mirara vería a alguien tranquilo, pero los que la conocían sabían que aquella expresión no podía traer nada más que problemas. Una sonrisa, de loca como le habían dicho alguna que otra vez, se dibujó en la cara de la Solarian y sacándose la pistola del cinturón del pantalón apuntó en la cabeza al tipo.
—Mira, mierdecilla, me vas a invitar a todo esto que hemos pedido si no quieres que te vuele la tapa de los sesos, y además me vas a dar todo tu tabaco. ¿Queda claro?
Quizás fuera por el alcohol o porque no todos los días te apuntan con una pipa en la cabeza el borracho asintió, sin oponer ningún tipo de resistencia, cediéndole a Iris su tan preciado tesoro y marchandose a pagar la cuenta y todo lo que pedirían después.
—¿Por donde íbamos?— la peliblanca se volvió a sentarse en la mesa mirando a su amigo y llevándose un trozo de torrezno a la boca le dijo a su amigo— Ah, fi, fin pefeas